A 48 años del golpe: ¡Ni dictadura, ni democracia del capital! ¡Por un Gobierno de Trabajadores!

Se cumplen 48 años del golpe de marzo de 1976 donde la clase dominante, empresarios, banqueros y terratenientes, llevaron adelante la última y más sangrienta dictadura militar. A través de una alianza cívico-militar-clerical se montó una maquinaria de exterminio contra la clase trabajadora y la juventud. El Plan Condor, campaña de represión y terrorismo de Estado de las burguesías de Sudamérica, se dio en el marco de la ofensiva imperialista que estaba impulsada, por un lado, por la crisis capitalista de 1973/4 que puso fin al auge económico posterior a la Segunda Guerra Mundial, y por otro, por la oleada revolucionaria que recorría el mundo desde el comienzo de los años 60 que implico en la practica la unidad internacional de la lucha de clases, y que en nuestro país se expresó en grandes rebeliones de la clase obrera y la juventud como el Cordobazo, el Rosariazo, el Villazo, el Vivorazo entre otras grandes luchas que la clase trabajadora y los estudiantes venían protagonizando por todo el país.  

Las lecciones de este año tan importante son fundamentales para que la clase obrera y la juventud organicemos las luchas del presente: quienes lucharon en el ‘68 no lograron resolver una cuestión fundamental, que es la necesidad de una dirección y un partido revolucionario capaz de orientar a la clase trabajadora a tomar el poder en sus propias manos. 

En nuestro país las políticas laborales y económicas que se daban en medio del genocidio significaron una catástrofe social para la clase trabajadora que, golpeada por un nivel extremo de represión basada en secuestros, desapariciones, asesinatos, encarcelamientos, robos de bebes, y torturas, fue poco a poco organizando la resistencia en las fábricas, universidades y los lugares de trabajo, mostrando la tendencia a la lucha y organización de la juventud y los trabajadores, con hitos como la huelga del 27 de abril de 1979 que significó la primera huelga general contra la dictadura o la huelga del 22 de julio de 1981 y el paro del 30 de marzo de 1982 al grito de “¡Se va a acabar, se va acabar, la dictadura militar!, ¡luche y se van!”.

Por su parte el movimiento estudiantil secundario y universitario hizo grandes esfuerzos por mantenerse organizado y enfrentar a la reacción a pesar de la militarización de las universidades. Hacia finales de 1981 comenzaron a ponerse en pie las Comisiones pro-Centro de Estudiantes. Todas las repuestas de masas indicaba claramente una apertura en la situación política pre revolucionaria en el país. 

Ante el desgaste de la dictadura, junto a la aventura de Malvinas, la Junta Militar se disolvió en junio de 1982 y pactó, con el régimen político agrupado en la Multipartidaria formada por los principales partidos políticos – fundamentalmente por el PJ y la UCR -, el llamado a elecciones nacionales en octubre de 1983. Los dirigentes de los partidos históricos, que ahora jugaban como rueda de auxilio para la transición ordenada de la dictadura, fueron los mismos que aportaron una cantidad inestimable de funcionarios al gobierno militar ocupando casi 800 intendencias en todo el país, exponiendo la actitud colaboracionista de la dirigencia del régimen en su conjunto. 

La clase dominante se vio obligada a salir de la dictadura, el restablecimiento de los derechos democráticos vino de la mano del retorno de la democracia formal. La lucha de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en las calles, junto a los sectores más comprometidos de la clase obrera, fueron un pilar fundamental en el fin del genocidio y la lucha incansable por la “aparición con vida y castigo a los culpables” de los 30.000 compañeros y compañeras detenidos-desaparecidos, como así también, en el posterior juicio a las Juntas y la lucha contra las leyes de Punto Final y Obediencia debida, durante el gobierno de la UCR, impulsadas por Raúl Alfonsín. 

A partir de 1983 de la mano de los partidos políticos y la democracia parlamentaria la clase dominante encontró el camino para sostener y profundizar las políticas económicas que venían impulsando con José Alfredo Martínez de Hoz.  

La burguesía históricamente ha ido alternando entre democracia y dictadura, según la correlación de fuerzas en la lucha de clases se lo fue permitiendo, para ir imponiendo sus necesidades políticas y económicas y ejercer su dominación de clase. Este punto resulta fundamental ya que nos permite reflexionar acerca de cómo los capitalistas utilizan la democracia formal para explotar la clase trabajadora y como pervive, en esta, la esencia del aparato represivo del Estado que continúa al servicio de la defensa de la propiedad privada de los medios de producción en manos de un puñado de monopolios extranjeros y grandes familias de empresarios nacionales dejando expuesto el carácter de clase de la democracia capitalista. En última instancia las llamadas instituciones democráticas se limitan a refrendar lo que ya fue decidido en los consejos de administración de los bancos y las grandes multinacionales, esto se debe a que, en definitiva, la democracia burguesa es solamente otra manera de expresar la dictadura del gran capital. 

Por eso la disyuntiva no es democracia o dictadura, como pregonan los reformistas, sino entre capitalismo o democracia obrera.  

La democracia obrera en la práctica significa el paso de la democracia formal (una plutocracia apenas disimulada) hacia la democracia real, aquella que no está al servicio de los capitalistas sino de la aplastante mayoría de la población como los somos los trabajadores y trabajadoras. 

Los Comunistas sostenemos que, mientras exista el capitalismo, no habrá una democracia plena, sino una democracia limitada por los intereses de una minoría de poderosos.   

Hoy a 40 años del retorno de la democracia formal, 7 de cada 10 niñas, niños y adolescentes en la Argentina son pobres, 7 millones de personas son indigentes, 27 millones son pobres. La crisis del capitalismo es también la crisis de la democracia burguesa, cuyas instituciones están ligadas a la clase dominante por mil y un lazos materiales e ideológicos. 

Esto mismo nos lleva a la conclusión de que para asegurar y ampliar los derechos democráticos de la mayoría, es necesario derribar al sistema capitalista derrocando políticamente a la burguesía. Debemos unir la lucha por la defensa de los derechos democráticos a la lucha por una verdadera democracia plena, algo que solo puede darse sobre la base de poner en pie un Gobierno de Trabajadores que implique la participación consciente de la clase obrera en la gestión de la sociedad, de la industria y del Estado.  

¿A que nos enfrentamos este 24? 

La misma clase social que impulso, dirigió y financio la dictadura es la que hoy se encuentra impulsando, dirigiendo y financiando la brutal ofensiva a través del gobierno de Milei. 

El negacionismo de los 30.000 compañeras y compañeros detenidos desaparecidos, que cínicamente sostienen Milei y la vice Victoria Villarruel, es una abierta justificación del genocidio como una etapa en la perpetración del mismo.  

Los secuaces de la dictadura avanzan con la motosierra, dándole a este 24 de marzo un lugar distintivo en relación a la magnitud del ataque. El DNU de Milei, el Protocolo de Bullrich, los intentos de hacer pasar la Ley Ómnibus con el acuerdo de los Gobernadores, la licuación de los salarios, jubilaciones y prestaciones sociales y los tarifazos representan un mazazo sin precedentes contra la clase trabajadora.  

Es el pacto de gobernabilidad, entre todos los partidos del régimen, el que permite que esta masacre social avance contra los de abajo. Mientras el Gobierno y la “oposición colaboracionista” llevan adelante el programa del FMI, la dirigencia peronista y kirchnerista quiere mostrarse opositora del proyecto oficialista, pero en última instancia son un pilar fundamental para garantizar el funcionamiento de las instituciones de la burguesía como el Parlamento, el Poder Judicial y el Ejecutivo que son el engranaje a través del cual el ajuste se descarga sobre nuestros hombros. 

Por eso este 24 de marzo estamos ante una convocatoria histórica en la que debemos desbordar las calles de Buenos Aires y de todas las ciudades del país llevando a cada rincón el planteo de impulsar y construir una huelga general política. No alcanza con “exigírselo” a la burocracia de las Centrales Obreras, por el contrario, es necesario esclarecer el carácter reaccionario de los Jefes Sindicales que obturan la lucha permitiendo la degradación de nuestras condiciones de vida que caen día a día.  

La Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina (AmCham), la Cámara Argentina de la Construcción, la Sociedad Rural Argentina, la Cámara Argentina de Comercio y Servicios, la Asociación de Bancos Argentinos, la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y la Unión Industrial Argentina avanzan para sacrificar a la clase obrera en el altar del capital como lo hicieron en 1976. Tenemos que enfrentarlos con huelgas, marchas, ocupaciones de fábricas, asambleas, comités y coordinadoras.  

30.000 compañeras y compañeros desaparecidos ¡PRESENTES! 

Sólo la clase obrera tiene el poder necesario para derrocar la dictadura de los banqueros y capitalistas. Pero este poder es solo potencial, por eso la construcción de un partido revolucionario es la tarea más urgente a la que nos enfrentamos en este periodo histórico.  

Nuestros compañeros y compañeras detenidos-desaparecidos luchaban por un país sin desigualdad, por el fin del hambre, la falta de vivienda, por un trabajo digno, por una educación y salud de calidad para toda la clase trabajadora. Hoy cuando el capitalismo atraviesa la crisis más grave de su historia, estos objetivos sólo pueden alcanzarse mediante una lucha implacable, y que ésta sólo puede tener éxito en última instancia si conduce a la expropiación de los banqueros y capitalistas.  

Por eso el mejor homenaje que podemos llevar adelante para levantar bien alto las banderas que nos legaron nuestros 30.000 es poner en pie un partido marxista revolucionario enraizado en la clase obrera y demás sectores oprimidos para llevar a cabo una revolución triunfante. 

¡Defender la Memoria, la Verdad y la Justicia!

¡A 48 años del golpe, la lucha continua!

¡Cárcel y castigo a todos los responsables políticos y materiales del genocidio!

¡Construyamos el partido revolucionario!

¡Abajo el Gobierno negacionista!

¡Por una Internacional Comunista Revolucionaria!

¡Por un gobierno de trabajadoras y trabajadores! 


Volante de la Corriente Socialista Militante para el 24 de marzo, en la lucha por memoria, verdad y justicia.