Se cumplen 25 años del inicio de los acontecimientos en la antigua Alemania del Este que condujeron a la caída del Muro de Berlín y a la desaparición, en los meses y años subsiguientes, de los regímenes estalinistas en la Europa del Este y la ex- Unión Soviética. La burguesía está utilizando esta efemérides para tratar de desacreditar una vez más el socialismo y el marxismo, y oculta que lo que cayó en realidad fue una caricatura burocrática y totalitaria que nada tuvo que ver con el socialismo y el comunismo genuinos. Lo que es inocultable, veinte años más tarde, es la podredumbre del Capitalismo a escala planetaria y cómo las masas trabajadoras en todo el mundo vuelven a buscar en el socialismo y el marxismo la manera de transformar la realidad que les rodea.
A 25 años de la caída del Muro de Berlín
Este trabajo fue escrito hace 10 años, cuando se cumplieron los 15 años de la caída del Muro de Berlín, y mantiene toda su actualidad. Ofrece un análisis marxista de cómo surgió el fenómeno del estalinismo y, basándose en las enseñanzas de León Trotsky y Ted Grant, explora las causas que hicieron inevitable su posterior caída y derrumbe. Al mismo tiempo, rescata las tradiciones, banderas y métodos limpios del marxismo y del comunismo para la actual generación de luchadores revolucionarios.
A) ¿QUÉ ES LA DEMOCRACIA OBRERA?
Como socialistas revolucionarios, nosotros defendemos las enseñanzas fundamentales del Socialismo Científico, el marxismo, sobre la teoría del Estado y, específicamente, sobre el tipo de organismo que habría que construir para dirigir la transición del capitalismo al socialismo. El socialismo es democrático o no lo es. Desde el primer día de la revolución socialista, tiene que ser el régimen más democrático que haya existido jamás, un régimen que supondrá que, por primera vez en la historia, todas las tareas de la dirección de la economía, la sociedad y el estado estarán en manos de la mayoría de la sociedad, la clase obrera. Siguiendo a Marx, Engels, Lenin y Trotsky explicamos que para que se pueda establecer una auténtica democracia obrera, siguiendo las experiencias de la Comuna de París, en 1871, y de Rusia, en 1905 y 1917, y en otras partes, se deben cumplir toda una serie de condiciones, que impidan el surgimiento de tendencias burocráticas en el Estado obrero. Éstas son:
1. Elecciones libres y democráticas donde la población pueda elegir y revocar de manera inmediata a todos los funcionarios, cargos públicos y representantes de los trabajadores cuando lo considere conveniente.
2. Que ningún funcionario, cargo público o representante de los trabajadores reciba un salario superior al salario medio de un obrero calificado, para así evitar el arribismo y el peligro de burocratización.
3. Que las tareas de gestión, administración y control de la economía, la sociedad y el Estado sean ejercidas por TODA la población, gradualmente y por turnos, para garantizar el control democrático de la población de la marcha de sus asuntos; y así evitar que estas tareas sean gestionadas por “especialistas” separados del pueblo que pudieran utilizar sus cargos para su propio beneficio. De esta manera si todos hacemos “tareas burocráticas” por turnos, nadie se convertirá en un “burócrata” para toda la vida. Para que esta medida sea efectiva es necesario reducir la jornada laboral, por supuesto sin reducción salarial, para que los trabajadores tengamos tiempo suficiente para llevar a cabo estas funciones.
4. Que no exista un ejército permanente separado de la población, sino que las armas estén en manos del pueblo, por medio de milicias obreras. La existencia de milicias obreras dejaría de ser una necesidad en la medida que la Sociedad socialista se extendiera por todo el mundo.
5. El mecanismo de participación, control y gestión de la población a todos los niveles de la sociedad se haría a través de los Consejos Obreros, Soviets, Comunas o Comités (la tradición de la clase obrera de cada país ha dado un nombre diferente a lo que, en esencia, son los mismos organismos creados por la clase obrera en su lucha contra la explotación capitalista. Para simplificar, los denominaremos “Comités”). Estos Comités surgen espontáneamente, de manera más o menos desarrollada o embrionaria, en cada proceso revolucionario, y tienden a organizarse en las empresas, fábricas, lugares de trabajo; e igualmente en cada barrio o centro de estudios. Estos comités se coordinan a nivel local, provincial, regional y estatal. Los Comités de fábrica y empresa se forman con representantes elegidos de entre los trabajadores de dichas empresas, y como hemos dicho podrán ser revocables en cada momento. Todas las decisiones serán refrendadas en asambleas generales. Los Comités de barrio se forman con representantes elegidos entre los residentes de dichos barrios. Las tareas de estos comités es controlar y gestionar los asuntos de su ámbito, en colaboración y coordinación con los comités locales. Cada Comité local llevará representantes a un Comité provincial. Éstos a un Comité regional, y estos últimos a un Comité Central estatal. También tendrían derecho a participar en dichos Comités los sindicatos y partidos de la clase obrera y otras organizaciones populares representativas.
6. Libertad de expresión, de reunión, asociación y manifestación.
B) LAS CAUSAS DE LA DEGENERACIÓN ESTALINISTA DE LA URSS
León Trotsky, máximo dirigente de la Revolución Rusa junto con Lenin, jugó un papel fundamental en la lucha contra la degeneración estalinista de la URSS y en la defensa de las ideas, el programa y las tradiciones del socialismo revolucionario frente a la degeneración estalinista de la Revolución Rusa. Para él resultaba vital ofrecer una bandera limpia, sin manchas, a la futura generación revolucionaria con la que oponer una alternativa a la contrarrevolución estalinista. Mientras que los herederos del estalinismo, una vez que dejaron de existir los regímenes burocráticos de Europa del Este y la URSS, se pasaron abiertamente al campo del capitalismo o permanecen desorientados sobre qué camino seguir, los que nos mantenemos en las ideas defendidas en su día por León Trotsky y sus partidarios (es decir, las del marxismo revolucionario) miramos el futuro con optimismo porque tenemos un análisis que permite comprender de manera científica lo que ha ocurrido y una alternativa revolucionaria que ofrecer.
Trotsky sintetizó en su libro La Revolución Traicionadalas causas que provocaron la degeneración estalinista de la URSS y de la Internacional Comunista, y predijo, con 60 años de antelación, la inevitabilidad de la caída del régimen burocrático. Básicamente dichas causas fueron:
1. En un país atrasado y semicolonial, como era Rusia en 1917, no era posible construir el Socialismo, sino a condición de extender la Revolución a los países capitalistas más avanzados, que ayudaran a la joven república soviética a sacarla de su atraso. Hay dos cosas fundamentales a comprender:
a) El Socialismo se justifica ante la historia porque, frente a la barbarie capitalista, es capaz de alcanzar un desarrollo económico, social, cultural y científico superior al que exista en el país capitalista más avanzado. Para eso hace falta un cierto desarrollo de las fuerzas productivas; es decir, de la industria, la agricultura, la técnica, los medios de transporte y comunicación y de la cultura, que no se da en un país atrasado.
b) Para que se den las condiciones de control democrático anteriormente enumeradas y evitar la aparición de tendencias burocráticas, hacen falta medios materiales, económicos y culturales, suficientes.
2. Los efectos de la 1ª Guerra Mundial y de la Guerra Civil de 1918-1920 provocada por la intervención de 21 ejércitos capitalistas extranjeros dentro de Rusia generaron una devastación de las fuerzas productivas espantosa, reforzando la pobreza y el atraso general.
3. El analfabetismo de la población (en un país atrasado y mayoritariamente campesino) era de más de un 80%.
4. El aislamiento de la Revolución Rusa, producto del fracaso de la revolución en Europa y otros sitios después de la 1ª Guerra Mundial: Alemania (en 1918 y 1923), en Hungría (1919), Italia (1919-1920), Inglaterra (1926), China (1925-27), España (1931-37); y posteriormente con el triunfo de la contrarrevolución fascista en los años 30: Alemania (1933), Austria (1934) y España (1939). Los jóvenes partidos comunistas formados a partir de 1919 eran muy inexpertos y, en algunos casos poco numerosos, y no pudieron en un primer momento dirigir esos procesos revolucionarios que fueron traicionados por los partidos socialdemócratas. Ya en los años 30, con la degeneración estalinista, los partidos comunistas, que en algunos países se habían transformado en organizaciones de masas, jugaron un papel nefasto facilitando con su falsa política el triunfo de la contrarrevolución fascista en países como Alemania y España.
Trotsky analizó en su libro La Revolución Traicionada la manera en que estas 4 causas arribas mencionadas se combinaron para provocar la degeneración del régimen soviético.
El enorme atraso cultural dificultaba la participación y el control obrero, ya que la mayoría de los trabajadores y campesinos no sabían leer ni escribir, por lo que los técnicos y cuadros dirigentes en las fábricas y campos debían asumir tareas que correspondían hacer a los propios trabajadores.
La enorme devastación provocada por las guerras hizo que, lejos de reducirse la jornada laboral para facilitar la participación de las masas en las tareas de control y gestión, se diera la situación contraria. Había que trabajar jornadas de 10, 12 ó 14 horas diarias para levantar el país y desarrollar las fuerzas productivas. Esto dificultaba enormemente la participación obrera en la vida diaria del Estado soviético.
La pobreza, el racionamiento, las colas para comprar los productos de necesidad, el cansancio y abatimiento general después de varios años de guerra, pobreza y miseria no creaba condiciones físicas ni psicológicas para estimular la participación de las masas trabajadoras en los organismos gestores del Estado obrero, los Sóviets.
Dada la carencia de cuadros técnicos y científicos, ya que se habían pasado en gran número a la reacción, hubo que contratarlos en el extranjero o dentro del país pagándoles salarios muy superiores a los de un trabajador calificado normal, formándose una elite social con esta gente.
Hubo una despoblación de las ciudades hacia el campo para buscar qué comer. Las fábricas estaban semiparalizadas y el número de obreros industriales disminuía. En la práctica, muchos sóviets (comités) dejaron de existir.
Los obreros de vanguardia y los cuadros del Partido Comunista, que fueron los elementos que jugaron el papel más relevante en Revolución fueron los primeros que se alistaron en el ejército rojo para derrotar a la contrarrevolución en la Guerra Civil. Muchos de ellos murieron luchando y otros, que tenían un nivel cultural superior a la media, fueron utilizados para labores de control y gestión en las empresas y en los organismos del Partido Comunista y del estado soviético, siendo difíciles de reemplazar, por lo que fueron apartándose de la masa obrera media.
Las derrotas de la revolución europea, una detrás de otra, fueron golpes muy duros que afectaban a la moral de las masas soviéticas, dado el ambiente social existente, dando lugar a que se generalizara entre los cuadros dirigentes y las masas una sensación de escepticismo y pesimismo sobre las posibilidades de un triunfo de la revolución internacional.
Contrariamente a lo que la propaganda estalinista ha hecho creer, los bolcheviques no contemplaban ser el único partido de la clase obrera en el estado soviético. De hecho, el primer gobierno soviético que se formó después de la Revolución de 1917 fue un gobierno de coalición con el Partido Socialista Revolucionario de izquierda. Ni siquiera el partido burgués (KDT) fue ilegalizado en un primer momento, como tampoco los partidos reformistas de la clase obrera (mencheviques y otros). Incluso éstos seguían sacando su prensa en los primeros meses después de la Revolución de Octubre. Pero todos ellos tomaron las armas contra el gobierno soviético, la mayoría apoyando la contrarrevolución capitalista y otros llevando a cabo acciones terroristas; por lo que hubo que ilegalizarlos, pero sólo como una manera temporal de defender la Revolución. Con la consolidación estalinista posterior se prohibió crear cualquier partido obrero.
Las condiciones de la democracia obrera, que ya señalamos en el primer apartado, fueron aplicadas entre 1917 y 1919 bajo la dirección de Lenin y Trotsky, haciendo de la Rusia Soviética el país más democrático del mundo. Hasta los anarquistas españoles (CNT) se unieron temporalmente a la Internacional Comunista. Pero con la Guerra Civil y la ruina económica que antes describimos esto se hizo imposible. A partir de la muerte de Lenin desaparecen casi por completo.
Todo esto provocó la aparición de tendencias burocráticas en el partido Comunista y en el estado Soviético. De a poco, fue cristalizando una burocracia en los sóviets (comités), en el partido y en los sindicatos que fue desplazando a la clase obrera del control y la gestión de dichos órganos. Aprovecharon la baja participación popular para ir asumiendo las tareas que correspondían a la población, apareciendo como insustituibles. Como eran los que controlaban y gestionaban, eran los que distribuían los salarios y los víveres, asegurando para ellos condiciones de vida superiores a los de la mayoría de la población. A principios de los años 30 no se cumplían ya ninguna de las condiciones que garantizaban la existencia de un estado obrero sano, de una auténtica democracia obrera.
Así surgió la burocracia en la URSS, y Stalin, como Secretario General del PCUS (que era un cargo políticamente irrelevante, el que llevaba los asuntos organizativos internos del partido) empezó a acumular un poder personal enorme, aprovechando que el resto de miembros dirigentes llevaban tareas externas y políticas más relevantes y, particularmente, por el apartamiento de Lenin de la actividad cotidiana tras el agravamiento de su enfermedad a partir de 1922 que luego provocó su muerte en 1924.
Un año antes de su muerte, Lenin pudo comprobar el enorme poder de la burocracia y se asustó. Propuso a Trotsky dar una batalla para acabar con el ala burocrática del partido, pero su muerte le impidió llevar a cabo esta tarea. Escribió un Testamento Político en el que pidió al partido que destituyera a Stalin, pero la burocracia ocultó este Testamento durante más de 30 años, haciéndolo público una vez que Stalin ya había muerto, en 1953.
En un ambiente de desmoralización, de reflujo y de pobreza en Rusia, los miembros activos de la clase obrera dentro del partido disminuyeron drásticamente. La burocracia no tuvo problemas en aprovechar esa situación para perseguir y derrotar a los partidarios de Trotsky, que formaron la Oposición de Izquierda del partido, hasta que fueron expulsados del mismo a finales de 1927. En el colmo de su degeneración, los estalinistas aprobaron una ley declarando ilegal cualquier opinión o manifestación contraria a las opiniones oficiales del partido, encarcelando primero y aniquilando físicamente después a aquellos que denunciaban la corrupción y la dictadura burocrática de la camarilla estalinista.
Esta degeneración se trasladó rápidamente a las direcciones de los partidos comunistas de la 3ª Internacional de todo el mundo (la Internacional Comunista), depurando los mismos de simpatizantes de Trotsky y eliminando los mecanismos de control democrático en dichos partidos. A partir de entonces (finales de los años 20) todos los partidos comunistas del mundo actuaron a las órdenes y en base a los intereses de la burocracia de Moscú.
La burocracia soviética, habiendo estabilizado su posición con los primeros éxitos de los planes quinquenales, se volvió conservadora y celosa guardiana de su poder y sus privilegios. Perdieron su fe en la Revolución mundial y sacrificaron la actividad revolucionaria de los PC de todo el mundo a los intereses de la burocracia soviética.
A pesar de expropiar políticamente el poder a la clase obrera, la burocracia mantuvo la economía nacionalizada y planificada, de la que obtenía enormes privilegios materiales, acompañado de corrupción y despilfarro.
En los años 30, una vez consolidada su posición en el interior de la URSS, la política exterior de la burocracia soviética fue intentar llegar a acuerdos de buena vecindad con las diferentes burguesías (tanto con las “democráticas” Gran Bretaña, Francia y EEUU; como con las fascistas Alemania e Italia), asegurándoles que no estimularían ningún tipo de “revolución bolchevique”, a cambio de que éstas no le declararan la guerra o intentaran invadir la URSS. Por su falsa política, fueron los responsables del triunfo fascista en Alemania, y en el caso de la Guerra Civil española (1936-1939) actuaron a través del PC español, junto con el envío de centenares de agentes de la GPU (servicios secretos), para sofocar la revolución española actuando abiertamente como contrarrevolucionarios, diciendo que no hacía falta una revolución en España, sino “democracia”, desmoralizando a los trabajadores y facilitando el triunfo del fascismo. Centenares de revolucionarios, muchos de ellos partidarios de Trotsky, fueron asesinados por los estalinistas en España.
Después de la 2ª Guerra Mundial, los PC en Francia, Italia y Grecia tenían el poder en sus manos, pudiendo haber llevado a cabo sin dificultad la revolución socialista en estos países tan importantes. Sin embargo, los estalinistas de estos países, cediendo a las presiones de Moscú, decidieron devolver el poder a la burguesía.
La explicación de esta actitud de la burocracia soviética no es difícil de entender. Cualquier revolución socialista triunfante fuera de la URSS, estimularía procesos revolucionarios similares en otros sitios, lo que pondría a la orden del día la revolución internacional. Habiendo perdido su confianza en la clase obrera y en la revolución, esto sólo le podía parecer algo caótico y anárquico. Con su habitual estrechez de miras, pensaban que eso podía provocar además una intervención extranjera en la URSS y propiciar su derrocamiento. El destino de la revolución mundial había de ser sacrificado a los intereses de la burocracia de Moscú.
La otra razón para actuar de esta manera era porque sabían que el triunfo de la revolución socialista fuera de Rusia inevitablemente reanimaría a los obreros rusos y los estimularía para levantarse contra la burocracia, al ver un ejemplo a seguir en otros países
C) LAS CAUSAS DE LA CAÍDA DEL ESTALINISMO
Cómo surgió la “Europa del Este”
Después de la 2ª Guerra Mundial, el Ejército Rojo ocupó toda la Europa del Este, incluida la parte oriental de Alemania. Conforme avanzaban hacia al Oeste, las tropas soviéticas, junto con los guerrilleros y “partisanos” que combatían contra las tropas alemanas en la retaguardia, provocaron la huída de los capitalistas y terratenientes en toda la Europa del Este, debido a la abierta colaboración que éstos mantuvieron con el ejército nazi durante la guerra. Ante la huida de los terratenientes y burgueses locales el ejército soviético y los dirigentes de los PC de la zona procedieron a expropiar sus propiedades, estableciéndose regímenes sociales a imagen y semejanza del que existía en la Unión Soviética estalinista.
Así, los regímenes establecidos en todos los países del Este de Europa nacieron como estados obreros burocráticamente deformados desde el primer momento, bajo la dirección burocrática de los dirigentes de los PC de cada país.
A pesar del control burocrático, junto a la corrupción, el despilfarro y el robo de una parte importante de la riqueza social que necesariamente lo acompañaba, la economía nacionalizada y planificada demostró en la práctica su enorme superioridad sobre la economía capitalista. Salvo Checoslovaquia y la parte oriental de Alemania, que pasó a denominarse República Democrática de Alemania (RDA), el resto de estos países eran fundamentalmente campesinos y muy atrasados, incluida la propia Unión Soviética (URSS). Sin embargo, en unas pocas décadas, se transformaron en países industrializados con avances colosales en la ciencia, la sanidad, la educación y la cultura.
Particularmente, la Unión Soviética conoció la transformación más grande que ninguna sociedad ha experimentado jamás en tan corto espacio de tiempo. A pesar de ser el país que más sufrió con ambas guerras mundiales, en pérdidas humanas y materiales, y sin ninguna ayuda exterior, consiguió no sólo reconstruir el país sino convertirse en la segunda potencia económica del globo, y en algunos aspectos (producción de acero, cemento, petróleo, industria aeroespacial, etc.), en la primera.
El triunfo de la Revolución China, a través de un ejército campesino encabezado por Mao Tse Tung, y la instauración con la ayuda soviética de un estado obrero burocráticamente deformado en dicho país, permitió al estalinismo extenderse más allá de las fronteras de Europa y aparecer como una potencia de envergadura universal, debilitando al imperialismo al privarlo del control directo de importantes zonas del planeta.
Los avances económicos y sociales innegables que experimentaron todas estas sociedades tuvieron un impacto en todo el mundo, particularmente entre las masas del mundo colonial, oprimidas por las potencias imperialistas occidentales. Rumbos similares tomaron países como Siria, Vietnam, Angola, Mozambique, Yemen del Sur, Etiopía, Cuba y otros. El estalinismo aparecía como un modelo a seguir en estas zonas del mundo, aunque repelía a sectores importantes de la clase obrera de los países capitalistas avanzados por el dominio burocrático de la casta dirigente y la ausencia de una auténtica democracia obrera.
La teoría reaccionaria del “socialismo en un solo país”
En cualquier caso, estos regímenes políticos estaban lejos de representar al auténtico socialismo. Ya comentamos anteriormente las condiciones para que pudiera darse un Estado obrero libre de cualquier dominación burocrática: elegibilidad y revocabilidad por la población de todos los cargos administrativos del Estado obrero; rotación permanente en todos los puestos de administración; ningún representante del Estado obrero puede ganar más que el salario medio de un trabajador calificado; y disolución del ejército permanente, las armas en manos del pueblo a través de la creación de milicias obreras. En ninguno de los países estalinistas se cumplieron jamás ninguna de estas cuatro condiciones.
El Socialismo implica no sólo la participación directa y el control democrático del conjunto de la población de todos los aspectos de la economía y la sociedad (papel usurpado por las camarillas burocráticas en cada uno de estos países), sino un nivel de desarrollo económico, de productividad del trabajo, de nivel de vida y cultural muy superior al alcanzado por el país capitalista más avanzado del planeta. ¿Cuál sería, si no, la justificación histórica del socialismo? No obstante, todos estos países, en el punto más álgido de su desarrollo (años 60 y 70), incluida la Unión Soviética, iban por detrás de los países capitalistas más desarrollados en todos estos aspectos, a pesar de los avances logrados.
Junto a las condiciones previas antes enunciadas, la transición de la sociedad capitalista a la socialista debe ir acompañada de un debilitamiento progresivo de todo tipo de superestructura estatal coercitiva y de represión, hasta su total disolución en el seno de la sociedad. Sin embargo, en los países estalinistas la potencia del Estado adquirió un carácter monstruoso, devorando enormes recursos de la riqueza social y reprimiendo cualquier tipo de expresión política, social o cultural que cuestionara el papel dominante de la burocracia.
En definitiva, el Socialismo significa la desaparición de las viejas fronteras y rivalidades nacionales y la fusión de los pueblos en una sola hermandad de seres humanos que dé nacimiento a una civilización superior, sustituyendo la explotación y la opresión por la colaboración fraternal para hacer avanzar indefinidamente a la especie humana y la vida en el planeta en todos sus aspectos. Esto significa, que sólo a nivel mundial se dan las condiciones plenas para construir el Socialismo dada la interrelación y la dependencia mutua que el capitalismo ha colocado a todos los países del planeta, por medio de un mercado mundial unificado. El internacionalismo proletario no es una mera consigna de agitación sino la base imprescindible para unificar la lucha de la clase obrera mundial y construir la sociedad socialista en todo el planeta.
Los países estalinistas, lejos de disolver sus fronteras, reafirmaron las mismas, reivindicando cada burocracia nacional el carácter distintivo de su “socialismo” frente al de los demás. En lugar de fusionar sus fronteras, formando una Federación socialista de dimensiones intercontinentales, que abarcara desde el Mediterráneo hasta el Mar de la China, que con una planificación armónica y colectiva todos sus recursos económicos y humanos reunidos hubiera avanzado con botas de siete leguas por encima de los países capitalistas más desarrollados, cada burocracia nacional se dedicó a “construir el ‘socialismo’ en su país”, derrochando ingentes cantidades de recursos y esfuerzos.
Era un escándalo el que la Comunidad Económica Europea (CEE) capitalista, antecesora de la actual Unión Europea (UE), llegara a alcanzar un mayor grado de integración entre sus países miembros, que la comunidad de cooperación mutua que tenían los países estalinistas entre ellos (COMECON). Asistimos además, como máxima expresión de lo dicho, a los vergonzosos enfrentamientos entre burocracias, como la habida entre la URSS y Yugoslavia, o aún más repugnante, al breve enfrentamiento armado entre la URSS y China a finales de los 60s por discrepancias sobre sus fronteras comunes.
La camarilla dirigente de la URSS nunca estuvo interesada en extender la revolución social más allá de sus fronteras. El propio Stalin disolvió la Internacional Comunista en 1943 como “gesto de buena voluntad” para dejar clara su determinación de “coexistir” pacíficamente con sus aliados capitalistas de la 2ª guerra mundial (Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos) al finalizar ésta. La desaparición del capitalismo en toda una serie de países fruto de triunfos guerrilleros o de golpes militares “de izquierda” a menudo tomaban de improviso a la burocracia rusa. Ante un hecho consumado se limitaba a “adoptar” a estos países incorporándolos a su órbita de influencia y utilizándolos como meros peones estratégicos para sus propios intereses en sus enfrentamientos contra las potencias capitalistas, inevitables al fin y al cabo, al tratarse de dos sistemas antagónicos: la propiedad nacionalizada frente a la propiedad privada capitalista.
El estancamiento económico y la “perestroika”
Los países estalinistas tuvieron un éxito relativo al desarrollar la industria de base (siderurgia, metalurgia, estaciones hidroeléctricas, destilerías petrolíferas, red básica de ferrocarriles, de carreteras, etc.), dado el bajo nivel de desarrollo del que partían. Obviamente, aquí el descontrol burocrático era un obstáculo para aprovechar todo el potencial de desarrollo de las fuerzas productivas, pero dada la enorme productividad que generaba la planificación centralizada era sólo un obstáculo relativo.
Sin embargo, ya a comienzos de los años 70, la Unión Soviética y la mayoría de los países de su entorno, habían desarrollado un aparato productivo de nivel medio y una economía cada vez más compleja, que producía diariamente más de un millón de productos diferentes. En esas condiciones, el equilibrio y una relación armoniosa entre la industria pesada, la tecnología, las comunicaciones, la industria de bienes de consumo y la agricultura es fundamental para permitir la continuación de su desarrollo, resultando incompatible con un control y gestión burocrática de las mismas. Aquí, el despilfarro, la ineficacia, el robo de la riqueza social tiene efectos más perniciosos y dañinos que en una economía más primitiva. Es por ello, que el control obrero a todos los niveles de la economía y la sociedad se hace imprescindible para evitar que un mecanismo tan delicado sufra distorsiones o deje de funcionar. Como decía Trotsky, “el control obrero en la economía planificada es tan necesario como el oxígeno para el cuerpo humano”.
La planificación burocrática “por arriba”, sin la participación del conjunto de la población, hizo que la economía fuera “perdiendo gas”. Frente a las tasas de crecimiento anuales de la economía del 10% en los años 50, se pasó a tasas de un 2%-3% a finales de los 70, y a un completo estancamiento a mediados de los 80. En la Unión Soviética, entre 1979 y 1982, la producción de productos industriales cayó un 40% y la producción agraria descendió por debajo del nivel de 1978. Entre un 30% y un 50% de la riqueza producida por los obreros soviéticos se despilfarraba, debido a la mala gestión, al robo y la corrupción. Esto puso su sello sobre el destino de la economía planificada. La burocracia pasó a convertirse de un freno relativo a un freno absoluto para el desarrollo de las fuerzas productivas, introduciendo cada vez más el caos y profundos desarreglos en el sistema económico.
La llegada de Gorbachov como máximo dirigente de la URSS en 1985, introduciendo medidas de “transparencias” (glasnot) y “reformas” (perestroika) en la economía soviética tampoco pudieron salvar a un sistema condenado. Gorbachov se limitó a atacar los privilegios “ilegales” de la burocracia que se comían una parte muy importante de la riqueza social, pero mantuvo y amplió los privilegios “legales”. Combinó medidas de descentralización económica con la planificación, que no solucionaron nada; aflojando un poco el control político sobre la población. Pero la base del sistema burocrático se mantuvo invariable. A la postre, desarregló aún más la situación y la aceleró hacia la catástrofe.
Movimientos revolucionarios en el Este de Europa
La causa que explica tan largo período de estabilidad de los países estalinistas hasta su desaparición y el hecho de que la clase obrera de estos países tolerara, a pesar de todo, el dominio de la burocracia, estribaba en el hecho de que durante un gran período de tiempo la burocracia sólo era un freno relativo para el desarrollo de las fuerzas productivas, haciendo avanzar la sociedad hacia delante, pudiendo justificar así su papel histórico.
No obstante, la clase obrera de estos países se movió en diferentes ocasiones hacia la “revolución política” para sacudirse los privilegios de la burocracia estalinista. Dicha revolución sólo podía tener un carácter político, en el sentido de que había que acabar con el monopolio político que ejercía la burocracia sobre el estado obrero y sustituirlo por una genuina democracia obrera; pero no podía tener un carácter social, pues las relaciones sociales de producción que sustentaban dichos estados eran socialistas: la economía nacionalizada y planificada, y no capitalistas.
Así, asistimos a los movimientos revolucionarios de 1953 en Berlín oriental, a la heroica Revolución Húngara en 1956, ahogada a sangre y fuego por los tanques rusos, a las revueltas obreras de 1956, 1970 y 1976 en Polonia; a la Primavera de Praga en Checoslovaquia en 1968, también ahogada por los tanques rusos, y al formidable movimiento revolucionario de los obreros polacos de 1980-81 que culminó con la creación de un sindicato obrero, Solidaridad, que en condiciones de ilegalidad alcanzó la impresionante cifra de 10 millones de afiliados. Hay que destacar que en ninguno de estos maravillosos movimientos de la clase obrera del Este los trabajadores reivindicaron el capitalismo; al contrario, exigían el mantenimiento de la propiedad socialista de los medios de producción junto con el derrocamiento de la burocracia estalinista.
Los obreros húngaros de 1956 crearon un Consejo Obrero en Budapest, y elaboraron su propia plataforma reivindicativa donde incluían las 4 condiciones de Lenin para un Estado obrero, a la que añadieron una quinta condición: legalización de todas las organizaciones obreras que defendieran la propiedad socialista, frente al sistema de “partido único” donde el mal llamado “Partido Comunista” representaba exclusivamente los intereses de la burocracia.
Lamentablemente, todos estos movimientos revolucionarios fracasaron porque no existía un partido marxista revolucionario, con un programa definido e internacionalista y con influencia entre las masas, que pudiera haber aprovechado la energía revolucionaria de los trabajadores para derribar la dictadura de la burocracia.
El colapso del estalinismo
Hasta mediados de los años 80 las “alas” procapitalistas dentro de la burocracia estalinista estaban confinadas a una insignificante minoría en todos estos países. Sólo a finales de esa década, ante la parálisis de la planificación burocrática, es cuando las tendencias capitalistas se hacen más fuertes, particularmente en la Europa del Este.
Como explica el teórico marxista británico Ted Grant en su libro, Rusia: de la Revolución a la Contrarrevolución: “Había toda una serie de razones para ello. En primer lugar, el callejón sin salida del sistema burocrático; en segundo lugar, el auge económico temporal en Occidente y la presión del capitalismo alemán; en tercer lugar, el hecho de que, a diferencia de Rusia, el ‘comunismo’ fue impuesto desde fuera y se lo identificaba con opresión extranjera y con el dominio de Moscú; por último, y más importante, la ausencia de un partido y una dirección revolucionarios, que pudiera haber supuesto una alternativa”. Otro factor fue el papel nefasto que décadas de totalitarismo estalinista ejercieron sobre la conciencia de los trabajadores quienes comenzaron a identificar el “comunismo” con el estalinismo y los privilegios de la casta dominante, creando las condiciones para que, ante la parálisis de economía planificada, llegaran a la conclusión de que no había mucho que elegir entre los capitalistas y la burocracia estalinista.
En 1989 se desencadenaron movimientos de protesta masivos en toda Europa Oriental, el potencial para una “Revolución política” como había ocurrido en otras ocasiones estaba presente, pero ante la ausencia de partidos revolucionarios de masas, fueron desviados a otra dirección.
Así, en Polonia, una nueva oleada de huelgas obligó al gobierno polaco a introducir cambios políticos, lo que dio origen a un gobierno de coalición. Lamentablemente, los dirigentes obreros, en un proceso de degeneración política similar al de los dirigentes reformistas occidentales, con Walesa a la cabeza (dirigente del sindicato Solidaridad), optaron por la vía capitalista como el “menos” malo de los mundos.
En Hungría fue el grueso de la burocracia fue quien se pasó con armas y bagajes al campo capitalista. El 10 de septiembre, Hungría abrió sus fronteras con Austria, permitiendo el libre tránsito de los alemanes del Este a Occidente, huyendo de la asfixia burocrática y ante la perspectiva de una vida mejor. A los pocos días son miles los alemanes del Este que se concentran en las fronteras con Hungría. A comienzos de noviembre, centenares de miles de alemanes orientales se manifiestan por las principales ciudades del país exigiendo reformas democráticas. Aterrorizados ante el espectro de una revolución, el 9 de noviembre, el gobierno
de la RDA anuncia el libre tránsito hacia la Alemania occidental. En los días siguientes, las masas, martillo en mano, comienzan a derruir el muro que dividía Berlín. A pesar de todo, el ambiente que prevaleció inicialmente entre los trabajadores fue el de mantener la propiedad estatal, pero con democracia y reformas.
En Checoslovaquia y Bulgaria se desataron también manifestaciones de masas. El 22 de diciembre estalló la revolución en Rumania. Centenares de miles de rumanos marcharon sobre el centro de Bucarest y asaltan el Palacio Presidencial, después de que Ceaucescu (Presidente de Rumania) ordenara reprimir sangrientamente una protesta popular. Ceaucescu y su mujer son fusilados por el sector de la burocracia que se hizo cargo del poder, para así contener a las masas.
La burocracia estalinista de todos los países del Este da por perdida la partida, viendo su única salvación en orientarse hacia la contrarrevolución capitalista. Durante los primeros meses de 1990, todos los partidos “comunistas” cambian de nombre por el de “socialistas” o “socialdemócratas”, se escinden en partidos abiertamente burgueses, jubilan a los burócratas más odiados por las masas y preparan las nuevas instituciones capitalistas con las que sustituir al viejo aparato estatal estalinista. Se convocan elecciones tras las cuales se constituyen gobiernos pro burgueses formados por ex-burócratas, y algunos de los nuevos líderes surgidos del movimiento (mayoritariamente intelectuales y arribistas de última hora). Finalmente, las dos Alemanias se unificaron a finales de 1990, en líneas capitalistas.
Toda la política desarrollada por estos “nuevos” burgueses ex-estalinistas en estos años ha sido el de entregar la economía de estos países al hambre feroz de las multinacionales capitalistas, ejerciendo de gestores de los intereses del capital en sus países, o en reconvertirse ellos mismos en flamantes nuevos capitalistas.
La división de Checoslovaquia entre la República Checa y Eslovaquia, y la desmembración de Yugoslavia, ambos procesos alentados por el imperialismo alemán y las burocracias del área, con el legado de guerras y destrucción que ha venido acompañado, ha sido un crimen cometido contra los pueblos de toda la zona.
En la Unión Soviética el proceso fue más prolongado. Un sector de la casta militar y de la burocracia del PCUS (Partido comunista) intentó dar un golpe de estado el 19 de agosto de 1991. Pero la mala planificación del mismo y la falta de confianza de los propios golpistas en su éxito, llevó a su fracaso. Yeltsin, representante del ala procapitalista de la burocracia, que se había convertido en Presidente de la Federación Rusa de la URSS en las elecciones celebradas meses antes, aprovechó la situación para tomar las riendas del poder con el apoyo de un sector significativo de la burocracia, desplazando a Gorbachov, y erigiéndose en máximo dirigente del país. Ilegalizó al PCUS y disolvió la Unión Soviética.
El estalinismo había muerto en el país que lo vio nacer y Rusia, como el resto de repúblicas ex-soviéticas, iniciaba su amarga andadura hacia el capitalismo. La podredumbre de los dirigentes estalinistas probaba una vez más que no tenían en absoluto nada que ver con el auténtico socialismo.
D) LAS CONSECUENCIAS DE LA TRANSICIÓN AL CAPITALISMO
En 1936, León Trotsky predijo que “la caída de la dictadura burocrática actual, sin que fuera reemplazada por un nuevo poder socialista, anunciaría también el regreso al sistema capitalista con una caída catastrófica de la economía y la cultura”. La experiencia de los últimos 15 años así lo atestigua, no sólo en Rusia, sino también en toda la Europa del Este.
Como reacción al “mercado” y a sus políticas de ajuste, en todos estos años, los antiguos partidos estalinistas han tenido la oportunidad de volver al gobierno ganando las elecciones en casi todos estos países. Tal fue el caso particular de Polonia y de Hungría. Pero sólo para continuar con la política de ajuste y privatizaciones que los partidos abiertamente burgueses temían llevar adelante, lo que los ha llevado de nuevo a la oposición y a aumentar la confusión y la frustración entre las masas.
En todos estos países, la misma realidad se repite con invariable rutina. El salario medio de los obreros polacos está en unos 175-210 dólares al mes. No es de extrañar, pues, que una de las frases que se han hecho más populares sea: “salarios del Este, precios de Occidente”. El desempleo afecta al 13% de la población activa, al mismo tiempo que ha crecido el déficit del comercio exterior, que se ha triplicado en tres años.
En un informe de la BBC sobre el 10º aniversario de la caída del Muro de Berlín, se recogían opiniones de los propios obreros polacos sobre la situación: “Los obreros iniciaron la transformación, dicen, y ahora son lo que han salido perdiendo”.
En la República Checa la economía ha caído en picada desde la crisis financiera de 1997. Como en otros países del Este, el Partido Comunista (que aquí sí mantiene este nombre) aparece en la República Checa como el principal partido en las encuestas con un 23% de apoyo, frente al 17% de los socialdemócratas y el 21% de la derecha. En Rumania, la aplicación de una salvaje política de ajuste llevó al cierre de decenas de minas y de empresas públicas. La inflación está en un espeluznante 50% anual.
En un artículo sobre Hungría escrito hace unos años, manejando datos convenientemente maquillados, el periodista del diario español El País, Herman Terstch, reflexionaba sorprendido: “Sus expectativas de vida han aumentado un año, su “renta per cápita” en casi un 50%, su inflación no tiene más que un dígito; el crecimiento roza el 5%, el desempleo es casi el mismo después de muchas reestructuraciones y privatizaciones…. Las cifras son espectaculares, pero más aún lo es que los húngaros estén lejos de sentirse satisfechos”. Más adelante proclama con una suficiencia insultante: “se identificó libertad y democracia con bienestar” (El País, 7/11/99).
Ni siquiera en la antigua Alemania oriental, la fusión con la poderosa economía occidental ha evitado los peores efectos del capitalismo. El PBI por habitante (la riqueza producida) de la Alemania del Este es el 60% del de Alemania del Oeste y sus salarios, el 86,1%. El desempleo afecta al 17% de la población, frente al 9% de la parte occidental. La productividad de sus empresas está un tercio por debajo de aquélla y sólo aportan un 6% de las exportaciones totales del país. El número de pobres pasó del 2,8% de la población en 1990 al 10% en 1999. Al igual que en el resto de los países del Este, el partido ex-estalinista, PDS, ha crecido y es actualmente el segundo partido de la Alemania del este.
La transición al capitalismo, no ha traído una mayor independencia nacional a estos países, que han pasado a depender de la potente economía alemana. Alemania ha impuesto al resto de los países de la UE la entrada gradual de los países del Este en dicho organismo, para incorporarlos de una manera más eficaz a su área de influencia.
La situación en Rusia
En estos 15 años, Rusia ha perdido más de la mitad de su Renta Nacional. Los principales recursos económicos del país están en manos de un puñado de capitalistas mafiosos que dilapidan la riqueza nacional para llenarse los bolsillos, desviando miles de millones de dólares a bancos occidentales en lugar de invertirlos en la economía nacional, al tiempo que se ven obligados a pedir créditos al FMI para evitar el colapso total de la economía. Temporalmente, han obtenido un pequeño respiro con la suba del petróleo y con la depreciación del rublo que les permite aumentar algo más sus exportaciones. Pero esto no va a durar siempre.
Tras la desaparición del viejo PCUS, un grupo de ex-burócratas creó el Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR), dirigido por Zyugánov. Si tuviera una auténtica política marxista podría convertirse en una fuerza formidable para tomar el poder con relativa facilidad. El hecho de que en los últimos años haya sido invariablemente el partido más votado en todas las elecciones, incluida la última, a pesar del fraude escandaloso practicado en las mismas por la camarilla gobernante, es una prueba de ello. Pero sus dirigentes, a pesar del nombre del partido, no tienen nada que ver con el auténtico comunismo, confundiendo y frustrando las expectativas que los trabajadores rusos depositan en ellos. Ni siquiera declaran abiertamente que aspiran al Socialismo, sino a una transición lenta hacia una economía de mercado, donde el Estado mantenga el control de sectores importantes de la economía.
En cualquier caso, el factor más importante en toda la situación es la actitud de la clase obrera de Rusia y del Este de Europa que en los quince años transcurridos no han jugado todavía un papel independiente en los acontecimientos. Un movimiento importante de los trabajadores, particularmente del potente proletariado ruso, transformará toda la situación, su conciencia y sus perspectivas. Les hará ver su fuerza, la podredumbre que los rodea y la debilidad e insignificancia de sus enemigos.
Particularmente esto será verdad una vez que se disipe la niebla de “resaca” de la guerra de Chechenia, y el nuevo gobierno sea incapaz de satisfacer las demandas más necesarias. Esto también influirá en la dirección del PCFR que se verá obligada a “adecuarse” a la nueva situación o a ser barrida por los acontecimientos. Para ello se hace necesaria la organización de una genuina tendencia marxista dentro de las organizaciones obreras rusas, y del resto de los países del Este, que prepare a la clase obrera para la perspectiva de la revolución, y que al calor de los acontecimientos adquirirá inevitablemente una influencia de masas.
Hace 15 años toda la burguesía mundial, sus agentes en los gobiernos capitalistas, y sus plumíferos en los periódicos burgueses anunciaban como a un “mesías” la llegada de un “Nuevo Orden Mundial”, que traería la paz, la prosperidad y la fraternidad universales, tras la caída del “comunismo”. Hoy, 15 años después, hemos podido presenciar en que quedaron todos esos fuegos artificiales. En ese mismo período de tiempo (por no remontarnos más atrás) hemos sido testigos durantes dos veces de una bárbara guerra imperialista en el Golfo Pérsico y del embargo criminal contra el pueblo iraquí, que cobró la vida de 1 millón de niños; vimos la igualmente bárbara guerra en Afganistán, presenciamos la brutal devastación de Yugoslavia por el imperialismo y las camarillas locales, y la masacre de millones de personas desatada por las bandas de matones en Ruanda, Burundi, Congo, Liberia, Costa de Marfil, Angola, etc. armadas y financiadas por las diferentes multinacionales para controlar los recursos productivos de estos países africanos; hemos visto las masacres perpetradas por la burguesía indonesa en Timor oriental, y la sangre y el horror con que la podrida camarilla gobernante en Rusia ha anegado al pueblo checheno, al igual que la burguesía sionista al pueblo palestino. Y éstas son sólo algunas de las “heroicidades” que los imperialistas y sus agentes en todo el mundo han perpetrado en los últimos años contra millones de seres humanos en aras de salvaguardar su civilización y su “Nuevo Orden mundial”.
Ni el capitalismo ni el estalinismo, esa monstruosa deformación y prostitución de las auténticas ideas del socialismo, representan una salida para la humanidad. Hoy, como ayer, la transformación socialista de la sociedad en todo el mundo sigue siendo de una absoluta necesidad para conseguir la verdadera liberación de la especie humana y evitar que descienda hasta la barbarie, y para preservar todas las conquistas que la humanidad ha atesorado en los últimos 5.000 años en el terreno de la tecnología, la ciencia, el pensamiento y la cultura, para elevarlas indefinidamente.
E) CONCLUSIONES
La lección más importante a sacar de la experiencia del estalinismo por cualquiera que se considere socialista y revolucionario es que la construcción del socialismo sólo puede darse a nivel mundial, o no se dará.
El capitalismo es un sistema mundial. La división del trabajo establecida por la economía capitalista a lo largo y ancho del planeta liga indisolublemente los países y los continentes unos con otros. Ningún país, ni siquiera los más poderosos y desarrollados pueden escapar al dominio aplastante del mercado mundial. Los estados nacionales, igual que la propiedad privada de los medios de producción, se han convertido en obstáculos formidables que estorban el desarrollo de las fuerzas productivas. Ambos son los causantes de las crisis económicas, de las guerras y de los odios nacionales entre los diferentes pueblos. Su eliminación es la condición básica para comenzar a solucionar los problemas y las calamidades que la humanidad tiene ante sí.
La clase obrera es una clase mundial. El mismo tipo de explotación, los mismos problemas y los mismos intereses ligan a la clase obrera en todo el mundo. El internacionalismo proletario, que se ha puesto de manifiesto incontables veces en más de 150 años de explotación capitalista con la construcción en diferentes momentos de organizaciones obreras internacionales y revolucionarias, así como en la solidaridad con la lucha contra la explotación capitalista en innumerables países, no es una mera consigna de agitación sino la base imprescindible para unificar la lucha de la clase obrera mundial por la transformación socialista de la sociedad en todo el planeta, pues sólo a nivel mundial se dan las condiciones para construir el Socialismo.
Las grandes empresas multinacionales, los modernos medios de transporte y de comunicación unifican las fuerzas productivas y a los seres humanos de una manera nunca vista antes en la historia, y permiten por primera vez planificar de manera armónica y democrática los recursos productivos en interés de toda la humanidad y no de un puñado de parásitos y privilegiados, como ha ocurrido hasta ahora.
La teoría estalinista y antimarxista del “Socialismo en un solo país” ha demostrado su falsedad y ha sido la causante de las principales derrotas de la revolución socialista en los últimos 70 años, desde que el estalinismo estableció su hegemonía en el movimiento obrero mundial, hasta la desaparición de la URSS hace 15 años.
Una revolución socialista triunfante en un solo país, con el establecimiento de un Estado obrero sano por primera vez en 80 años, tendría efectos electrizantes en la conciencia y en las perspectivas de los trabajadores de todo el mundo, particularmente si se tratara de un país importante, y sería la antesala de la revolución socialista mundial.