La cuestión del aborto legal, seguro y gratuito, más que un problema de carácter individual, es en realidad un problema de salud pública. Por año se realizan 354.627 mil abortos clandestinos en Argentina, o sea 41 abortos por hora. En este momento, 70.200 mil mujeres deben ser hospitalizadas por complicaciones causadas por intentos de aborto. Cada año mueren 37 mujeres, también por complicaciones debido al aborto, con la legalización ese número caería a 3, o sea el 92% menos muertes. Mucho más que un “sí” o “no”, la cuestión del aborto gira en torno a lo “legal” o “clandestino”, esas miles de mujeres seguirán abortando, la legalización sólo habría contribuido a salvar sus vidas.
Y así mismo, en el último día 8 de agosto, tras una votación histórica que duró 17hs, el Senado argentino rechazó el proyecto de legalización del aborto. La votación, fue repleta de oportunismo, hipocresía y oscurantismo, de principio a fin. Mientras se sucedía la votación, cerca de 2 millones de manifestantes acompañaban su desarrollo en vigilia alrededor del Congreso Nacional, ni siquiera la lluvia, el frío y el viento, espantó a la multitud de jóvenes, hombres y mujeres que luchaban por la legalización del aborto legal, seguro y gratuito.
Existe un feminismo en esta gran marea verde que tiene una concepción que no rebasa los límites de género, siendo además muchas veces hostil a las demandas de las mujeres trabajadores. Que apela a lo colectivo para dirigir esa inmensa fuerza, nuestra fuerza, hacia sus objetivos mezquinos e individuales. Esta tendencia pequeño burguesa del movimiento feminista, no representa la lucha de las masas de mujeres trabajadoras, que sí y de manera instintiva lucha contra el sistema, entendiendo la demanda de aborto legal, seguro y gratuito enlazada con la lucha que tenemos junto a nuestros compañeros varones en el trabajo.
El movimiento feminista pequeño burgués, no se basa en las ideas del colectivo, su forma de acción está siempre aliada a lo individual, sus reivindicaciones y acciones, son academicistas y poco prácticas y no están basadas en la lucha en pro de una clase social, en el caso la clase trabajadora, sino en la lucha individual.
El feminismo tal como está hoy en día, es aplaudido y muchas veces incentivado por la burguesía, porque distorsiona y hace superficial la lucha por la liberación de la mujer, que no sólo es explotada por el patriarcadosino por el sistema capitalista. Luchar por el aborto legal, es importante y pertinente en este momento en que muchas mujeres continúan muriendo por causa de abortos clandestinos, pero no se debe nunca olvidar al mayor y más poderoso enemigo de las mujeres, de los jóvenes y de toda la clase obrera, el sistema capitalista.
La lucha por los derechos de las mujeres no es reciente en Argentina, en el año 2015 se inició el movimiento #NiUnaMenos, después del asesinado brutal de Luciana Pérez, donde miles de mujeres ocuparon las calles para protestar contra la violencia contra las mujeres.
En el día 8 de marzo de ese año, día internacional de la mujer trabajadora, miles de manifestantes se reunieron nuevamente en las calles de Buenos Aires y del país, para luchar por los derechos de las mujeres, muchas ya portaban pañuelos verdes en señal de apoyo a la campaña por la legalización del aborto, que llegó al Congreso Nacional de nuevo en ese mismo mes y fue aprobado en la cámara de los Diputados el 13 de junio, con 129 a favor y 125 en contra, después de 20 horas de votación.
Es evidente que el Estado Argentino, convive con una fuerte influencia de la iglesia, uno de los factores que contribuyó al veto al proyecto de la legalización del aborto, de modo que la lucha por la legalización del aborto debe ser también la lucha por la separación de la iglesia del Estado, por un Estado laico.
En la composición actual del Senado hay 30 senadoras y 42 senadores. Entre las mujeres los votos fueron básicamente divididos, entre 14 votos a favor y 14 en contra, los otros dos votos femeninos que quedaron fueron los de la senadora María Eugenia Catalfama (Unidad Justicalista – San Luis) que está embarazada y pidió una licencia el día de la votación, y de la senadora Lucila Crexell, que presentó un proyecto alternativo a la legalización y por eso se abstuvo de la discusión. La mayoría de los senadores hombres votaron en contra, fueron precisamente 24 votos y 17 a favor, el otro votoes del senador Omar Perotti (PJ-Santa Fe) que también se abstuvo de la votación por haber presentado un proyecto alternativo.
El bloque que posee más integrantes en el senado es el bloque Justicialista, de los 20 senadores que forman parte de ese bloque, 11 votaron en contra y 8 a favor, una situación parecida en otro de los mayores bloques, la Unión Cívica Radical que de sus doce senadores, 9 votaron no al proyecto. En el frente PRO la votación estuvo dividida, con 5 en contra y 4 a favor.
Por parte del Frente para la Victoria, frente que lidera la ex presidente y actual senadora Cristina Kirchner, casi todos votaron a favor menos la senadora Silvina García Larraburu de Río Negro, que fue la única de esa frente que votó no. Kirchner en su discurso en el Senado el día de la votación, afirmó haber sido convencida por las miles de personas reunidas alrededor del Congreso de la necesidad del aborto legal, seguro y gratuito, una afirmación al menos curiosa, ya que en los 10 años de su gobierno, la ex presidente nunca levantó la bandera de la legalización del aborto, muy por el contrario siempre defendió abiertamente una posición anti abortista.
La hipocresía del Senado llega a ser tan grande que, por ejemplo, la senadora del PJ, Cristina López Valverde votó en contra y admitió que no leyó el proyecto que tenía sólo 13 páginas, y en su discurso en la votación, Valverde demostró cómo el Senado argentino es conservador, retrógrado y apático ante las necesidades de la población: “Este voto negativo es dado porque soy conservadora, es dado porque paré en el tiempo, es dado porque tengo mis años, no sé.”
Si, el gobierno argentino se detuvo en el tiempo, se encuentra 98 años parado en el tiempo, ya que fue en 1921 la última modificación de la ley del aborto, que permitió la interrupción del embarazo proveniente de violación, o cuando ésta presentaba riesgo para la salud de la mujer. Hoy en día casi un siglo después la situación continúa. Más que nunca es necesario que el Estado argentino se vea libre de la influencia arcaica de la iglesia y de sus instituciones, como por ejemplo el movimiento Unidad provida, que tiene el apoyo de diversos diputados y senadoras, y forma parte de una red llamada Latinoamérica por las 2 vidas que tienen en sus consignas la “defensa de la familia” y se manifiesta contra la legalización del aborto en toda América Latina, pero que sirve como telón de fondo para legitimar la violencia de género y la LGBTfobia.
El momento ahora sigue siendo más que nunca de lucha, no es hora de decepcionarse o de lamentarse, esa derrota inicial debe darnos todavía más energía para enfrentar lo que aún está por venir. La marea verde sirvió para enseñarnos la enorme capacidad de lucha de la juventud y de la clase trabajadora argentina. Esta fue la primera parte de una batalla que aún está lejos de llegar a su fin, es necesario la unión de la clase trabajadora y de la juventud, en las calles, en los sindicatos, en los lugares de trabajo, en las universidades y escuelas, para luchar no sólo por el derecho al aborto, sino por todos los derechos que Mauricio Macri y el capitalismo, ha arrancado a la población Argentina a través de su gobierno que sólo sirve a la burguesía. Por fin, “sólo la lucha cambia la vida.”