Desde el comienzo de la humanidad, los seres humanos han tratado de descubrir las leyes que gobiernan su existencia. Las teorías que van desde las explicaciones sobrenaturales hasta el liderazgo de “grandes hombres” han tratado, de una manera u otra, en un momento u otro, de proporcionar estas explicaciones ¡Algunos incluso creen que, en la medida en que las personas actúan de forma independiente unas de otras, las teorías de desarrollo humano resultan completamente inútiles!
Durante casi dos mil años las ideas del libro del Génesis dominaron el panorama de la Europa Occidental. Los que trataron de socavar este concepto fueron tildados como discípulos del diablo. Sólo en los últimos tiempos, la concepción “herética” de la historia, la evolución, ha sido aceptada de manera general, aunque aún así, de forma unilateral. Los marxistas dan una enorme importancia al estudio de la historia, no por su estudio en sí, sino con el fin de estudiar las grandes lecciones que contiene. Sin esta comprensión de la evolución de los acontecimientos, no es posible prever las perspectivas futuras
Es precisamente en este sentido que estudiamos y aprendemos de la historia. El marxismo es la ciencia de las perspectivas, utilizando el método materialista dialéctico para desentrañar los complejos procesos del desarrollo histórico.
La filosofía marxista analiza las cosas no como entidades estáticas, sino en su movimiento y desarrollo vivo. Los hechos históricos son examinados como procesos. La evolución, sin embargo, no representa simplemente el movimiento de lo inferior a lo superior. La vida y la sociedad se desarrollan de una manera contradictoria, a través de “espirales que no constituyen una línea recta; un desarrollo mediante saltos, catástrofes y revoluciones, rupturas en la continuidad, la transformación de la cantidad en calidad, impulsos internos hacia el desarrollo, causados por la contradicción y el conflicto entre las diversas fuerzas y tendencias”. (Lenin)
Las ideas, teorías, programas de partidos, etc. no caen del cielo, sino que siempre reflejan el mundo material y los intereses materiales. Como Marx explicó, “el modo de producción de la vida material condiciona los procesos de la vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino al contrario, es el ser social el que determina su conciencia”.
La ley del desarrollo desigual y combinado De ser un sistema social progresista, el capitalismo se ha convertido en una traba para la producción y el desarrollo de la humanidad. Marx creía que el proletariado llegaría al poder primero en los países capitalistas avanzados, Gran Bretaña, Alemania y Francia. Sin embargo, con el surgimiento del imperialismo, el capitalismo, en palabras de Lenin, “se rompió por su eslabón más débil”, la atrasada Rusia.
La sociedad no se desarrolla en línea recta, sino conforme a la Ley del Desarrollo Desigual y Combinado. El crecimiento a escala mundial con los nuevos cambios productivos se mezcla desigualmente con las viejas ideas y formas de producción de los diferentes sistemas sociales pretéritos. El atraso de la Rusia semifeudal se complementó con las más modernas técnicas de producción en las ciudades, debido a la enorme cantidad de capital extranjero de Francia y Gran Bretaña. Apareció un nuevo proletariado industrial, que aceptó las ideas más avanzadas de la clase obrera: el marxismo.
En muchos de los países subdesarrollados, las heridas infectadas de la necesaria reforma agraria, la autocracia, la opresión nacional, y el estancamiento económico, han dado lugar a un enorme descontento. Las tareas de la revolución democrático-burguesa, que hubieran sentado las bases para el desarrollo capitalista, sólo se han realizado parcialmente o no se han llevado a cabo en absoluto.
En estos países la clase capitalista local ha entrado en escena demasiado tarde para jugar un papel similar al de sus homólogas de los siglos XVII y XVIII. Al igual que en Rusia antes de 1917, son demasiado débiles y se hallan atadas por miles de hilos – a través de vínculos de matrimonio, deudas… – a los terratenientes y a los imperialistas. Ambos pasan a compartir un odio común hacia el proletariado emergente. La clase capitalista nacional prefiere aferrarse al viejo orden en lugar de apelar a las clases subalternas para llevar a cabo la revolución antifeudal.
La única clase capaz de llevar a cabo la revolución es el proletariado mediante la unión en torno a sí mismo de los sectores más pobres del campesinado. Una vez que la clase obrera llegue al poder, como en octubre de 1917, se torna capaz de dar la tierra a los campesinos, expulsar a los imperialistas y unificar el país. Sin embargo, el proletariado no se detendría en estas medidas, sino que luego pasaría a implementar las tareas socialistas: la nacionalización de las industrias básicas, la tierra, y las instituciones financieras.
La Revolución Rusa fue el acontecimiento más grande de toda la historia humana. Por primera vez la clase obrera tomó el poder, barrió a los capitalistas, terratenientes y bandidos y organizó un “estado democrático de los trabajadores”. Iba a ser el comienzo de la revolución socialista internacional, confirmando plenamente la teoría de la Revolución Permanente.
Por desgracia, la traición a la revolución socialista en Alemania y otros países, condujo al aislamiento de la revolución en un país atrasado y devastado. La destrucción de la guerra, el analfabetismo masivo, la guerra civil, el agotamiento, supusieron tremendas trabas para una clase obrera débil, contribuyendo a la degeneración de la revolución. Estas fueron las condiciones objetivas que alentaron el crecimiento de la burocracia en el Estado, los sindicatos y el Partido. Stalin llegó al poder sobre las espaldas de esta nueva casta burocrática. El individuo en la historia, no se representa a sí mismo, sino los intereses de un grupo, casta o clase en la sociedad.
El estalinismo y su monstruosa dictadura, no surgió del Partido Bolchevique ni de la revolución socialista, sino del aislamiento y del atraso material de Rusia. Destruyó la democracia obrera con el fin de preservar sus propios privilegios y poder. El régimen estalinista no obstante, se basaba en las nuevas formas de propiedad de la industria nacionalizada y planificada. Los soviets (consejos de trabajadores) y la democracia obrera fueron aplastados por la contrarrevolución política estalinista.
La transformación socialista La transformación socialista marca el inicio de una forma nueva y superior de sociedad, rompiendo las trabas en el desarrollo de las fuerzas productivas. El obstáculo de la propiedad privada y el Estado nacional son barridos, lo que permite, mediante la propiedad socializada, planificar la economía en interés de la mayoría. La revolución socialista no puede limitarse a un solo país, sino que pone a la revolución mundial en el orden del día. La economía mundial y la división mundial del trabajo creados por el capitalismo exigen una solución internacional. Esto a su vez serviría de base para la “producción planificada y armoniosa de los bienes para la satisfacción de las necesidades humanas”.
Una de las primeras tareas de la clase obrera victoriosa sería la destrucción de la vieja máquina del Estado. En todas las sociedades de clase el Estado se estableció como “un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra”. Esto plantea la cuestión de saber si la clase obrera necesita un Estado. Los anarquistas responden que no. Pero ellos no entienden que algún tipo de poder se requiere para mantener a raya a los antiguos terratenientes, banqueros y capitalistas. El proletariado por lo tanto, tiene que construir un nuevo tipo de Estado que represente sus intereses. En un Estado obrero, la mayoría de la población ha de mantener bajo control a una pequeña minoría de ex-capitalistas y por lo tanto, el enorme parato burocrático del pasado ya no es necesario. Esta “dictadura del proletariado” o democracia obrera, como Trotsky prefería llamarla, sobrepasa y se extiende mucho más allá de las más altas formas de la democracia burguesa.
La democracia burguesa fue definida por Marx como un sistema en el que “a los oprimidos se les autoriza para decidir una vez cada varios años qué mandatarios de la clase opresora han de representarlos y aplastarlos en el Parlamento”. Todo el mundo puede decir lo que quiera, siempre que los consejos de administración de los monopolios decidan lo que se hace realmente.
El nuevo Estado obrero extendería la democracia desde la política a la esfera económica mediante la nacionalización de los grandes monopolios. Nuevos órganos de poder, tales y como los soviets en Rusia, basados en el pueblo en armas, constituirían “una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa al mismo tiempo”. La burocracia sería sustituida por la participación de las masas en el funcionamiento del Estado y la sociedad. Con el fin de prevenir el crecimiento de la burocracia, el proletariado de París en 1871 y el de Rusia en 1917 introdujeron las siguientes medidas:
1. Elecciones libres con revocabilidad de todos los funcionarios.
2. Ningún funcionario puede recibir un salario más alto que un obrero cualificado.
3. Ningún ejército permanente sino el pueblo en armas.
4. Gradualmente, todas las tareas de administración del Estado se harán por todo el mundo de forma rotativa.
Con la reducción de la jornada laboral, las masas adquieren la oportunidad de involucrarse en el Estado, y obtener la llave de la cultura, la ciencia y el arte. Porque, tal y como Engels dijo una vez, si el arte, la ciencia y el gobierno siguen siendo del dominio exclusivo de una minoría, ésta usará y abusará de su posición en su propio interés.