El capitalismo ha fracasado. ¡Viva, pues, el socialismo! Esta consigna, lanzada por el Presidente Hugo Chávez en uno de los mítines de masas que realizó en la India a principios de marzo de 2005, y los sucesivos discursos en los cuales durante las últimas semanas ha insistido repetidamente en que el capitalismo es un sistema caduco y que debemos avanzar hacia el socialismo, hacia un nuevo socialismo "del siglo XXI", han actuado como un estímulo para todo el movimiento revolucionario venezolanolano
Por la estatización de la banca, los monopolios y los latifundios bajo control de los trabajadores. Por la construcción de un Estado obrero basado en asambleas revolucionarias de los trabajadores y los sectores populares
El capitalismo ha fracasado. ¡Viva, pues, el socialismo!
Esta consigna, lanzada por el Presidente Hugo Chávez en uno de los mítines de masas que realizó en la India a principios de marzo de 2005, y los sucesivos discursos en los cuales durante las últimas semanas ha insistido repetidamente en que el capitalismo es un sistema caduco y que debemos avanzar hacia el socialismo, hacia un nuevo socialismo "del siglo XXI", han actuado como un estímulo para todo el movimiento revolucionario venezolano.
Nosotros, desde la Corriente Marxista Revolucionaria (CMR), venimos defendiendo desde el inicio de este proceso la necesidad de que la revolución bolivariana rompa con el sistema capitalista y avance hacia el socialismo, pues esa es la única forma de resolver problemas como el desempleo, la pobreza, la explotación, la falta de vivienda, salud y educación dignas, gratuitas y de calidad. Por lo tanto, saludamos y apoyamos el planteamiento del Presidente Chávez y sobre todo el que, además, haya llamado a abrir el debate sobre cómo debe ser ese socialismo.
Lamentablemente, después de que Chávez abrió el debate generando una importante ola de entusiasmo entre las bases revolucionarias vemos como algunos dirigentes reformistas del proceso parecen no querer aceptar la idea de romper con el capitalismo y se empeñan en la idea de que "el socialismo del siglo XXI" no excluye el capitalismo. Según esta concepción el socialismo sería apenas un cambio de nombre pero todo debe seguir más o menos igual. Sin embargo, para la gran mayoría de partidarios del proceso revolucionario venezolano las conclusiones son bien diferentes. El socialismo significa lo que siempre ha significado: un cambio radical y decisivo en la economía y la sociedad que acabe con la situación actual en la que los principales recursos económicos: los medios de producción, bancos, grandes empresas y la dirección de las empresas e instituciones del Estado siguen, en general, en manos de una minoría. El socialismo significa poner estos medios de producción bajo la planificación y el control democráticos de los trabajadores y los demás explotados y oprimidos, que somos la inmensa mayoría de la nación.
Toda la historia demuestra que una revolución social sólo triunfa cuando logra transformar de forma decisiva las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población, elevar su nivel de vida poniendo en sus manos el control de las principales fuentes de riqueza, así como destruir el viejo aparato burocrático del Estado creado por los capitalistas, construyendo en su lugar un nuevo Estado surgido desde abajo, creado por los trabajadores y los sectores populares, y basado en comités de representantes elegibles y revocables en todo momento por asambleas revolucionarias. En todos los casos en los que la revolución se quedó a medio camino y dejó el control del Estado en manos de burócratas y el de los bancos y grandes empresas en las manos de los empresarios ésta, lamentablemente, siempre ha sido derrotada.
Durante las últimas décadas los capitalistas han intentado desprestigiar las ideas del socialismo identificando a este con el modelo dictatorial y burocrático estalinista de la URSS y otros países del este de Europa. Nada más falso. La revolución rusa degeneró precisamente porque la revolución se quedó aislada en un solo país y no se extendió a todo el mundo. Ello permitió que el control del Estado y la toma de las decisiones en lugar de permanecer en manos de los trabajadores quedase en manos de burócratas que creían cada vez menos en la revolución y se servían de ella en lugar de servirla. Los herederos de estos burócratas son precisamente los que en los últimos años han abandonado incluso la palabra socialismo y han restaurado el capitalismo. En China ocurre lo mismo, una burocracia es la que tiene el control real el Estado. La burocracia que mantiene el poder en China está intentando introducir poco a poco el capitalismo con el objetivo de arrebatar a los trabajadores y campesinos los derechos y conquistas que permitió la nacionalización y planificación de la economía avanzando cada vez más decididamente hacia una economía de mercado, como demuestran las propias estadísticas oficiales, que señalan la existencia de más de 200 millones de desempleados y centenares de millones de pobres.
En nuestra opinión, ninguno de estos modelos (ni el derrumbado estalinismo ruso ni el estalinismo pro capitalista que hoy todavía gobierna en China) son modelos que nos puedan servir como ejemplo. El socialismo del siglo XXI debe ser democrático, participativo y protagónico, ha dicho Chávez y en esto estamos de acuerdo. Esta frase se parece enormemente a la de otro revolucionario, León Trotsky, que fue precisamente quien luchó más decididamente contra las concepciones burocráticas y dictatoriales estalinistas. Trotsky dijo: "El socialismo necesita la democracia como el cuerpo humano precisa el oxígeno".
Pero ¿Qué instituciones y qué medidas económicas son las que pueden garantizar un socialismo democrático? ¿Cómo lograr avanzar hacia ese modelo? ¿De qué experiencias históricas, podemos aprender para repetir sus aciertos y no cometer sus errores?
Trotsky y especialmente Lenin, a la cabeza de un partido revolucionario como el Partido Bolchevique, fueron los primeros revolucionarios que se dieron a la tarea de intentar construir el socialismo, tomando las lecciones dejadas por revoluciones anteriores, especialmente la rica experiencia de la Comuna de París. Ellos plantearon unas cuantas condiciones para garantizar la construcción de un socialismo genuinamente democrático y revolucionario que pensamos que son aplicables a la realidad venezolana, latinoamericana y mundial de hoy.
1. Que todos los cargos públicos (desde miembros del gobierno a diputados, jueces, directores de industrias y servicios públicos, etc.) tengan que rendir cuentas de forma pública y periódica ante asambleas revolucionarias de los trabajadores y los sectores populares y puedan ser elegibles y revocables en todo momento.
2. Que su salario sea el más cercano posible al de un trabajador medio calificado. En los primeros años del Estado obrero ruso la relación entre el salario del director de una empresa estatal y un trabajador normal era como mucho de 3 a 1, bajo el estalinismo se llegó a diferencias de 50 a 1 o más. Como también ocurre hoy en los países capitalistas
3. La existencia de un ejército separado del pueblo debía ser sustituida por el pueblo en armas, organizado en milicias en los barrios populares y centros de trabajo.
4. Todos los cargos y labores burocráticas que fuese posible debían desempeñarse de manera rotatoria por parte de los trabajadores. "Si todos somos "burócratas" de a turnos, a la final nadie lo es", decía Lenin.
5. A esto habría que añadir la libertad para que todos los partidos políticos que no conspiren por derrocar el gobierno y acaten las transformaciones económicas puedan presentar libremente sus propuestas y candidatos a las distintas asambleas revolucionarias.
Los marxistas de la CMR (antes reunidos en dos colectivos distintos –El Topo Obrero y El Militante– y desde diciembre de 2003 unificados) defendimos desde el principio de este proceso revolucionario un programa en estas mismas líneas para la revolución bolivariana. Este programa enriquecido con los aportes que los propios jóvenes, trabajadores, campesinos, desempleados, realicen en asambleas es el que en nuestra opinión debe ayudarnos a construir un socialismo realmente democrático y participativo. En nuestra opinión este programa pasa en primer lugar por los siguientes puntos:
–Expropiación de las empresas cerradas por los empresarios o en crisis y nacionalización de las mismas bajo control de los trabajadores. Como en el caso de Venepal (hoy Invepal) la gestión de la empresa debería ser asumida por una junta directiva con una minoría de representantes designados por el gobierno y una mayoría elegida por los trabajadores de la empresa. Estas juntas directivas deberían ser elegibles y revocables en todo momento y estar sometidas al control de la asamblea de los trabajadores de la empresa. En Invepal el Estado, a través del ministerio de Economía Popular (MinEP), garantiza la propiedad pública del 51% de las empresas. En general nos parece que lo que mejor garantizaría el mantenimiento de los puestos de trabajo y la planificación de la economía es que el 100% de las empresas sea del Estado pero que la gestión esté en manos de los trabajadores.
–Participación mayoritaria de los trabajadores en la gestión de las empresas públicas a través de representantes elegibles y revocables por las asambleas de trabajadores.
–Potenciación de un cooperativismo revolucionario y socialista. No a las cooperativas capitalistas que, como también ha denunciado el Presidente, refuerzan el sistema capitalista en lugar de superarlo.
–Nacionalización de los bancos y constitución de un banco público único bajo el control de representantes elegibles y revocables por asambleas revolucionarias de trabajadores, sectores populares y de usuarios de la banca. Esto permitiría que los enormes recursos que hoy utilizan los banqueros para especular y enriquecerse fuesen destinados a dar créditos cada vez más baratos y a bajo precio a cooperativas, campesinos y pequeños productores para desarrollar realmente el país así como para construir viviendas, etc.
–Nacionalización de las industrias básicas, las empresas eléctricas, los monopolios de alimentación, vestido y calzado, de las telecomunicaciones, los latifundios, bajo control de representantes elegibles y revocables por Asambleas Revolucionarias de trabajadores.
–No al pago de la deuda externa e interna, y utilización de dichos recursos para el crecimiento y desarrollo económico del País.
–Sustitución de la actual maquinaria estatal que todavía arrastra la mayoría de las lacras cuatrorrepublicanas por una basada en la rendición de cuentas de todas las autoridades y responsables (centros de salud, educación y trabajo públicos, diputados, alcaldes, gobernadores, concejales, coordinadores de las Misiones, etc.) ante asambleas revolucionarias y que garantice elegibilidad y revocabilidad de los mismos por parte de estas. Los representantes elegibles de las distintas asambleas de fábrica, barrio, etc. se reunirían a nivel local y elegirían representantes regionalmente y a una Asamblea Nacional verdaderamente revolucionaria y sometida en todo momento al control de los trabajadores.
-Elaboración de abajo a arriba por parte de las asambleas revolucionarias a nivel local, estadal y de una Asamblea Nacional Revolucionaria de un Plan Nacional Productivo para acabar con la anarquía capitalista. Este Plan debería incluir entre sus primeros objetivos la construcción de viviendas suficientes para eliminar el déficit habitacional estimado actualmente en 1,8 millones de viviendas en un máximo de 4 años, así como de infraestructuras públicas a determinar por las distintas comunidades para subsanar el déficit social de servicios e instalaciones existente. Ello permitiría además la creación de empleo en condiciones dignas y con derechos.
–Creación de las unidades de defensa popular en todos los centros de trabajo, estudios, barrios, núcleos de desarrollo endógeno, etc. y desarrollo de estas como milicias obreras y populares que velen tanto por la defensa nacional como por la seguridad ciudadana y paz interna. Participación de representantes elegibles y revocables por asambleas de los participantes en estas unidades en la elaboración y aplicación de planes de formación política y militar para todos los ciudadanos.
–Formación de asambleas de soldados y oficiales en los cuarteles y participación de representantes también elegidos y revocables por ellos en los planes de instrucción militar y formación político ideológica
–Depuración de la policía y participación de representantes obreros y populares elegidos por las asambleas revolucionarias en su control.
Estas medidas deberían complementarse con otras urgentes de carácter económico y social como: Elevación del salario mínimo al equivalente de la canasta alimenticia básica, Escala móvil de salarios que garantice que estos aumenten de forma automática como mínimo lo mismo que la inflación, Derechos y salarios iguales para los trabajadores de las Misiones que para todos los demás trabajadores, incluido el derecho a crear sindicatos, huelga y manifestación, Derechos iguales para los estudiantes de las Misiones equivalentes a los de cualquier otro estudiante, incluido el seguro estudiantil y otros.
Estas medidas, unidas a otras muchas que por razones de espacio no podemos enumerar, garantizarían una transformación decisiva y empezarían a resolver los problemas fundamentales del pueblo. Sólo de este modo la victoria estará asegurada. Si los sectores reformistas que se oponen a este modelo socialista imponen sus criterios y nos mantenemos bajo una economía capitalista (mixta o no) en la que los empresarios y el imperialismo sigan controlando las palancas fundamentales de la economía y los burócratas dominado muchas instancias del Estado, la burguesía seguirá utilizando este enorme poder para trancar todas las iniciativas revolucionarias, aumentar los precios, empobrecer a las masas y desmoralizar a sectores de ellas para minar el apoyo a la revolución. Si eso ocurre los contrarrevolucionarios pasarán al ataque más pronto que tarde como hicieron en Chile o Nicaragua.
Estamos en un momento decisivo. Si quieres luchar por el socialismo, únete a la Corriente Marxista Revolucionaria para pelear por este programa y ampliarlo.