A principios de este mes, las Naciones Unidas anunciaron que 20 millones de personas están en riesgo de morir de hambre, siendo los países más afectados Sudán del Sur, Nigeria, Yemen y Somalia. Para resolver la crisis, las Naciones Unidas estiman que se necesitarían 5.400 millones de dólares para enfrentarse a este problema, del que apenas se dispone una porción de este dinero en estos momentos.
Los países mencionados son inestables y están plagados de conflictos: Sudán del Sur ha estado en guerra civil desde el 2013; en Nigeria, un país clave para la extracción de petróleo, el gobierno está luchando contra el grupo islamista Boko Haram; Somalia no ha tenido gobierno desde hace 25 años y Yemen ha estado en guerra civil desde el 2015. Entonces, la pregunta pertinente es: ¿en vez de ser una catástrofe producida por efectos naturales, ha sido esta hambruna producida por la crisis política del capitalismo? Como dice el Financial Times, “la respuesta es corta, sí”.
Yemen y Arabia Saudita
Yemen –el país más afectado por la hambruna, con estimaciones de que 6,8 millones de personas están en situación de emergencia con otros 10,2 millón en crisis– es el campo de batalla entre la coalición liderada por Arabia Saudita y los Houthis, respaldados por Irán y Hezbolá. La razón del conflicto, en las palabras del embajador de Arabia Saudita en los Estados Unidos, es que “la guerra es para proteger a la gente de Yemen y a su legítimo gobierno de un grupo aliado que cuenta con el respaldado de Irán y Hezbolá”, y “estamos haciendo esto para proteger a pueblo de Yemen”. Así pues, para “proteger” a los ciudadanos de Yemen, la coalición liderada por Arabia Saudita está desempeñando una campaña militar considerable, matando a miles de civiles, bombardeando escuelas, hospitales, hasta funerales (!), creando en el proceso las condiciones para la crisis humanitaria más importante desde la creación de las Naciones Unidas en 1945.
Para hacer frente a esta crisis, medios de comunicación como la BBC y The Guardian han lanzado campañas para recaudar fondos de donaciones privadas. El gobierno británico ha prometido que va a igualar “libra por libra los primeros £5 millones donados por el público”. Priti Patel, la secretaria para el desarrollo internacional, nos explica que “el Reino Unido ha actuado sin vacilación” y “que el gobierno duplicará la cantidad que los ciudadanos británicos puedan aportar en el esfuerzo para ayudar a la gente que está muriéndose de hambre”. ¡Hasta la Reina de Inglaterra quiere contribuir!
Ignorando estos discursos grandilocuentes y mirando a la realidad, vemos que el Reino Unido es la segunda potencia, detrás de los Estados Unidos, que vende más armamento militar en el mundo. ¿Y quién es su mayor cliente? Arabia Saudita.
Como explica Lenin en su obra maestra El Estado y la Revolución, el Estado es una institución creada y controlada por la clase dominante para aliviar las diferencias de clase irreconciliables que existen entre los explotadores y los explotados. El gobierno del Reino Unido representa los intereses de las grandes empresas y de los bancos británicos. Sus intereses son las enormes ganancias de las ventas de armas y petróleo, lo cual explica por qué Arabia Saudita es un aliado clave del país.
En la reciente revisión judicial para acabar con las ventas de armamento por parte del Reino Unido a Arabia Saudita, James Eadie QC dijo que “el gobierno no tiene la obligación de desarrollar el papel de auditor de conflictos armados en el que participan gobiernos amigos” al decidir si hay riesgo de que estos gobiernos utilicen armas británicas para romper las leyes de guerra en el futuro. Es decir, si se pueden hacer beneficios, ¡no hay nada más que importe!
Vemos claramente que toda la charlatanería sobre “actuar sin vacilación”, “duplicar la contribución que puedan hacer los ciudadanos británicos” por parte de Priti Pate es repugnante; la hipocresía de estos individuos es obvia para todo el mundo.
Pobreza y riqueza
El ejemplo de Yemen demuestra que la actual hambruna es consecuencia directa de este sistema podrido y de la hipocresía de los políticos del Establishment que lo defienden. Lo mismo se puede aplicar a las crisis en Sudán del Sur, Nigeria y Somalia, donde la hambruna es el producto directo no de “causas naturales” sino de las luchas entre diferentes sectores de gánsteres para hacerse con el botín robado a las masas.
Incluso aunque esta hambruna internacional sea la peor desde la fundación de las Naciones Unidas, las muertes causadas por malnutrición no son casos aislados en la historia; por el contrario, son el día a día del capitalismo. Según las Naciones Unidas, 21.000 personas mueren diariamente por culpa de la hambruna o por causas relacionadas con ella; es decir, 1 persona cada 4 segundos.
Por otra parte, según la FAO, un tercio de la comida producida mundialmente para el consumo humano es malgastada cada año – 1.300 millones de toneladas. La causa principal de este malgasto es el ánimo de lucro: los capitalistas prefieren que la comida se pudra antes de que los precios bajen. Es por eso que en este sistema vemos escasez al lado de abundancia; miles de personas muriéndose de hambre al lado de toneladas de comida malgastada; pobreza y miseria de las masas al lado del lujo de unos pocos.
Las donaciones ciudadanas son sólo una solución superficial. Para que realmente se solucione esta crisis humanitaria, hay que llegar a las conclusiones necesarias. En este mundo inestable y caótico de crisis capitalista, la sociedad continuará su marcha hacia un mundo bárbáro, siendo Siria sólo un ejemplo. Las hambrunas continuaran ocurriendo y además a un nivel creciente, afectando a más y más gente inocente, víctimas de este sistema putrefacto. La única solución es llegar a la raíz del problema: derrocar este sistema decrépito y establecer una sociedad socialista; una sociedad planificada democráticamente y organizada para las necesidades de millones y no para los beneficios de un puñado de parásitos.