El peso mexicano rompió un nuevo record. Hoy, 11 de enero, se cotizó en 22.5 por dolar, su peor nivel desde 2008. Pero cuando los “records” se rompen cotidianamente es sólo porque estamos ante una nueva normalidad. Al inició de la administración de Peña el peso valía 12.8 por dolar, lo que significa un depreciación de más del 40%. “Según Bloomberg, el peso mexicano ocupó el segundo lugar como la moneda con el peor comportamiento del mundo, de una muestra de 31 de las más importantes. Sólo la lira turca perdió más”. [http://www.sinembargo.mx/10-01-2017/3134421] En este escenario de inestabilidad, la política y la economía se retroalimentan en una espiral de convulsiones, crisis y lucha de clases exacerbadas.
La caída libre del peso es la evidencia del desastre en que está sumida la economía mexicana y su total dependencia respecto al imperialismo. “El nerviosismo de los mercados” expresa la inestabilidad económica y política, y esto es mucho más cierto en México: con cada delirante discurso de Trump la moneda mexicana se hunde unos 40 centavos e incluso más.
Se puede acusar de todo a Trump pero no se puede negar su cruel sentido del humor, sus discursos son como los guiones de las películas de acción de los 90s: cuando el protagonista asesinaba a alguien no dejaba de soltar una frase sarcástica que hacía el “culebrón” más interesante. Lo malo es que los “chistes” de Trump tienen consecuencias más graves que una película chatarra. En la primera conferencia de prensa como presidente electo efectuada hoy -misma que hundió el peso a “niveles históricos”- Trump afirmó que EU pagará el muro pero le pasará factura a México: “No es una cerca. Es un muro […] “México pagará por él (…) sea a través de un impuesto o de un pago, es menos probable que sea un pago [después de esta condena a México le declara su amor más tierno:] Respeto al gobierno de México. Respeto al pueblo de México. Los amo. Mucha gente de México trabaja para mí. Son fenomenales. El gobierno es genial. No los culpo por lo que ha sucedido. No los culpo por tratar de sacar ventaja de Estados Unidos. Me gustaría que nuestros políticos fuesen tan astutos” ¡Con estos amores qué necesidad hay de ser odiado! Peña Nieto podrá quejarse y declarar que México no pagará el muro –alguien debió decirle que en esta ocasión no podía quedarse callado para no sufrir las consecuencias- pero la verdad es que sólo basta imponer algunos impuestos – por ejemplo a las remesas- para que México, mejor dicho los trabajadores, paguen de una forma u otra. La relación de dependencia se impone con crueldad y nadie se toma en serio el pacto firmado por Peña y los sindicatos charros, seguramente ni siquiera ellos.
Es cierto que la crisis mundial del capitalismo significa que ninguna economía puede salvarse y que la desaceleración de la economía -sobre todo en China- significa que los precios de las materias primas tienden a bajar, pero la corrupta oligarquía mexicana ha hecho todo lo que está en sus manos para que el país no tenga ningún mecanismo de defensa: en más de treinta años se ha vendido como chatara toda la industria pública que podría haber valorizado en algo la desgraciada moneda mexicana. Uno de los resultados de esto es que México -rico en petroleo y en recursos naturales- es dependiente del imperialismo, entre otras cosas, en combustibles, alimentos, maquinaria e inversiones.
Decenas y decenas de empresas públicas fueron subastadas en una obscena concentración de riqueza. Una breve lista podrá darnos una idea de la magnitud del saqueo: más de mil empresas estatales han sido vendidas como chatarra (tan sólo Miguel de la Madrid presumió haber privatizado 118 en su último informe de gobierno); se han privatizado: carreteras, puertos, aeropuertos, minas, ferrocarriles, la Fábrica de carros de ferrocarril, bancos, ejidos, ingenios, televisoras, astilleros, Telmex, Dina, Calmex, Fertimex, Construcciones Telefónicas, Construcciones y Canalizaciones, Canalizaciones Mexicanas, Anuncios en Directorios Telefónicos, Compañía de Teléfonos Bienes Raíces, Editorial Argos, Imprenta Nuevo Mundo, Fuerza y Clima, Impulsora Mexicana de Telecomunicaciones, Operadora Mercantil, Teleconstructora, Teléfonos del Noreste, Servicios y Supervisión, Alquiladora de Casas … hasta Bimex (fábrica de bicicletas del Estado).
La privatización de los energéticos fue el tiro de gracia. En un escenario de creciente proteccionismo norteamericano -que amenaza con desarticular la cacareada globalización capitalista que se conformó tras el boom de la posguerra- ¿cómo se podría esperar que el peso no colapsara si se sostiene con los alfileres de la inversión extranjera, el narcotráfico y las remesas? Así, el anuncio Ford, que canceló una inversión de mil 600 millones de dólares en San Luis Potosí depreció el peso en poco más del 3% en menos de una semana, pero esto es sólo el comienzo de un alud de medidas que harán las inversiones menos atractivas, es difícil saber qué tan bajo llegará el peso. Una cosa es segura: bajo la lógica capitalista es imposible detener el colapso, sobre todo en una economía sin defensa que depende de los ánimos de los tiburones capitalistas, la subasta de dólares sólo evaporará las “reservas internacionales” como gotas de agua en una plancha.
Después de haber “matado a la gallina de los huevos de oro” el régimen no tiene otra opción que intentar cerrar el boquete en las finanzas públicas por medio de impuestos como el IEPS, mismo que encareció la gasolina en 8 pesos por litro. Después de décadas de abandono de la industria petrolera -desde 1979 no se construyen refinerías- un pequeño grupo de parásitos se enriquece especulando con los aumentos, con la importación del 60% de gasolinas consumidas en el país, con la concesión privada de gasolinerías. Pero sus intentos de parchar el déficit son como tratar de cerrar el boquete del Titanic con cadáveres. El alza descontrolada de la gasolina provocará un alza descontrolada de toda clase de mercancías y el transporte, que puede llegar a ser del 20%; este proceso ya ha comenzado pero es sólo el inicio. En lo que va del año el kilo de carne ha subido entre 5 y 10 pesos, el kilo de tortillas amenaza llegar a los 20 pesos y el aguacate se ha convertido en una vianda de lujo que cuesta hasta 80 pesos el kilo. La “cuesta de enero” siempre ha sido difícil para los trabajadores mexicanos, pero ahora la “pendiente” se está convirtiendo en un acantilado. En febrero vendrán incrementos adicionales de la gasolina y para estas fechas el pueblo descubrirá no sólo que las monedas en sus bolsillos agujereados valen cada vez menos, sino que la comida y transporte valdrán cada vez más.
Una nueva coyuntura -cada una más tensa e inestable que la anterior- se ha abierto con el gasolinazo, el ambiente y los intentos de unidad cobran más fuerza que nunca pero incluso si el movimiento no logra dotarse una articulación que le permita avanzar más allá, la desastrosa situación económica garantiza que en muy corto periodo de tiempo presenciemos explosiones sociales que sacudirán el país con fuerza creciente. El aumento de precios que veremos en febrero generará más furia e inestabilidad.
En este contexto pretender que el pueblo espere a las elecciones -como sostienen los reformistas dirigentes de la izquierda- es imbécil y suicida al mismo tiempo. El pueblo no va a esperar, no puede hacerlo. Esta coyuntura arrojará a la lucha política a un sector de la población tras otro. El movimiento no se conformará con otra cosa que no sea la caída de este régimen podrido, porque ese cadáver no sabe hacer otra cosa que atacar sin piedad. La única esperanza es lograr articular las luchas, conformar un frente único y golpear todos juntos para que este gobierno caiga. En este proceso de lucha las masas comprenderán que el problema no es éste o aquél modelo de capitalismo, comprenderán que el problema es el sistema como tal.
No es posible controlar lo que no se poseé. No se puede controlar la sociedad mientras las palancas fundamentales de la economía no sean propiedad colectiva de los trabajadores. No hay de otra que la lucha por el socialismo.