Ante una elección final que se le ha planteado al electorado entre Syriza y Nueva Democracia, el pueblo griego ha elegido finalmente al Syriza para cerrar el paso a la reacción conocida de Nueva Democracia.
Los resultados electorales
La abstención se ha situado en torno al 44% (7,6 puntos más que en las elecciones de Enero o, lo que es lo mismo, 773,000 votos menos). Syriza recibe 1,2 millones de votos (320.000 menos que en Enero), Syriza revalida mayoría, con el 35,4% frente al 28,1% de Nueva Democracia, que a su vez pierde 190.000 votos.
En conjunto, la coalición de gobierno en Grecia Syriza-Anel ha perdido 416.000 votos de los obtenidos en Enero. Todos los partidos pierden votos con respecto a las elecciones de Enero. La coalición en torno al socialdemócrata PASOK pierde votos (y porcentaje incluso) frente a las tres candidaturas desgajadas del viejo PASOK que había en Enero. Los centristas que han entrado ahora al Parlamento recogen lo fundamental de otras dos candidaturas de demagogos populistas que también concursaron en el pasado.
Tsipras ha dicho, y repetido, que gobernará contra los poderosos y para que los ajusten terminen cuando antes para los más pobres y necesitados. Venía a plantear que los ajustes a los que se ha sometido su gobierno serán bastante temporales, siendo mayores con Nueva Democracia. Se ha rodeado de líderes europeos situados a la izquierda de la socialdemocracia, como Pablo Iglesias o los líderes del PC francés, y en sus mítines sonaban viejas canciones tradicionales de la izquierda, incluida “Hasta siempre comandante Ché Guevara”.
Se puede decir que ha logrado atraer un voto de última hora para cerrar el paso a la derecha a cualquier precio, junto con una porción de la población que ve en Tsipras la posibilidad, el deseo, de retornar a un pasado más o menos feliz, anterior al estallido de la crisis económica.
Un sector marchó a la abstención ante la idea de que bien el Syriza o Nueva Democracia aplicarían un programa parecido impuesto por la Troika. Incluso el KKE ha perdido votos con respecto a enero, reflejando el estado de apatía que se impuso frente a estas elecciones, incluso en un sector de trabajadores avanzados. Entre los que votaron a Syriza no hay ni de lejos la ilusión que despertó éste en Enero. recordemos que entonces, cuando a los pocos días Tsipras anunció las primeras medidas de defensa del estado del bienestar, inmediatamente subió su intención de voto en diez puntos más, superando Syriza el 46% de intención de voto a mediados de febrero.
El programa que va aplicar Tsipras
En la medida en que el gobierno ha de derogar cualquier ley aprobada desde enero que no tenga el respaldo de la troika, y tendrá prohibido, en virtud del Memorándum de Julio firmado por Tsipras, aprobar nuevas leyes sin permiso de la troika, el nuevo gobierno estará atado de pies y manos frente a las instituciones europeas. Más aún, incluso el nuevo gobierno ha de consultar previamente hasta para hacer una mera propuesta de ley.
Tsipras no es ya realmente un primer ministro de un estado “soberano”, sino más bien una especie de “gobernador” o “delegado” sin verdaderas competencias. Y esto solo para empezar. Tsipras se comprometió antes de las actuales elecciones a desarrollar nuevos ataques a los derechos laborales, pensiones, subida del IVA… Son decenas de miles de millones de euros en privatizaciones que tiene que ejecutar como contrapartida al tercer rescate otorgado por la troika.
Es decir, literalmente, Tsipras ha vendido deseos e ilusiones en los mítines, aprovechándose del miedo al triunfo de la denostada Nueva Democracia, pero la política a desencadenar por su gobierno ocasionará en un momento dado otra nueva recesión en Grecia, cuya economía anémica perdió un 25% de su valor en los cinco últimos años. El Memorándum firmado en julio, económica y socialmente hablando, es imposible de aplicar en las actuales condiciones tal como defienden la inmensa mayoría de los economistas que dan su opinión. Cuando fracase, Tsipras habrá perdido gran parte de su crédito a la hora de efectuar nuevas promesas y peticiones de paciencia a la población.
La Unidad Popular
La Unidad Popular, formada por la Plataforma de izquierdas del viejo Syriza existente hasta agosto, obtuvo como mejor posición la de sexta fuerza política en tan solo 7 de los 56 distritos electorales griegos. En el resto de los distritos, quedó atrás. Pero incluso, en esos casos, ninguno de ellos eran las ocho principales conurbaciones obreras del país, con mayor número de votantes: los dos distritos de Atenas, los dos de El Pireo, los de Tesalónica y su región, el de la región del Ática o el distrito de más tradición comunista, Acaia, donde está el segundo puerto del país, Patras.
Eso refleja muy bien cuál ha sido la psicología de los grandes batallones de los trabajadores allí donde Syriza ya ganó la mayoría en anteriores elecciones, que ha sido el de centrar sus fuerzas en derrotar a la derecha.
Syriza llega al poder habiendo perdido un 40% de su base militante y el 90% de su juventud, que fueron casi todos a la Unidad Popular formada por la izquierda del antiguo Syriza, aglutinada en torno a la Plataforma de izquierdas, dirigida por Panayotis Lafazanis.
Paradógicamente, las masas han vuelto a elegir al Syriza (con muchos menos afiliados) como la opción menos mala. Hay por tanto aquí una contradicción que tuvo su origen en la mala gestión que tuvieron los dirigentes de la vieja izquierda de Syriza de la crisis que atravesó el país en Julio, y que se remonta incluso a las posiciones que mantuvieron en el viejo Syriza desde su creación.
En julio sí hubo una coyuntura revolucionaria
La Plataforma de la izquierda tuvo su oportunidad de hacerse con el control total del partido, en el mes de julio, cuando el ánimo de la gente aún estaba alto tras la victoria en el referéndum contra la Troika, con casi el 62% de la población sosteniendo a su gobierno ante la amenaza de expulsarles del euro y de la propia UE. Estaba dispuesta a seguir al gobierno contra la troika y sus políticas de ajuste, por tanto. Recordemos que por entonces, sin ser convocada con preparación organizada, se dio la mayor manifestación en Grecia de los últimos 4 años, con más de 400.000 asistentes en Atenas. En esa concentración popular, por primera vez en varios años, había presentes decenas de miles de jóvenes, que es el principal colectivo que se calcula que ayer se abstuvo en las elecciones.
Tsipras tuvo ante sí la oportunidad de iniciar un proceso de transformación revolucionaria del capitalismo en Grecia, si hubiera empezado a legislar contra los ricos y grandes propietarios en Grecia, que es el único significado posible que puede significar oponerse a las “políticas de austeridad”. ¿Quién se hubiera opuesto a esta política? ¿No hubiera desencadenado una ola de apoyo y expectación en el resto de Europa, y no solo entre los países del sur europeo, como demuestra la elección del socialista Corbyn en el Partido Laborista británico?
Sin embargo, se doblegó ante los poderosos, justo después del referéndum, firmando el nuevo Memorándum.
Pero el ambiente entre el sector más avanzado de las masas era de indignación, aún después de esta traición descarada. Fruto de ese ambiente, la mayoría de los miembros en el CC del Syriza (su máximo órgano de dirección) se opuso al Memorándum que Tsipras firmó.
Pero, increíblemente, en esas circunstancias tan volátiles, revelando su verdadero carácter los dirigentes de la Plataforma de Izquierdas se negaron a desencadenar una campaña de resoluciones dentro de Syriza de oposición al Memorándum para visibilizar la fortaleza contra el Memorándum, como sí pidió la TENDENCIA COMUNISTA (nuestros compañeros de la Corriente Marxista Internacional en Grecia), que sacan el periódico Epanastasí (REVOLUCIÓN, que sale en la imagen).
El ambiente era tal entonces que se dio desde abajo una oleada de asambleas de Syriza donde NADIE entre los militantes defendió públicamente el pacto de Tsipras, salvo los liberados contratados por el gobierno.
La dirección de la Plataforma de Izquierdas se obcecó en tener con Tsipras y otros miembros de su camarilla reunión privada tras reunión privada, en vez de lanzar un llamamiento de movilización a la calle y al partido, con proclamas, resoluciones y reivindicaciones concretas. A mediados de julio, Tsipras estaba noqueado, y a la defensiva. Lafazanis (líder de la Plataforma de Izquierdas) renunció a lanzarle un ultimátum de días y a conminarle en caso contrario a dimitir una vez que la mayoría de los miembros del CC estuvo en contra del Memorándum. Si no hubiera dimitido, la Plataforma de Izquierdas tenía la fuerza para haber posicionado a todas las agrupaciones del partido y haber convocado un congreso del partido en pocas semanas (que sí era posible).
Si eres realmente una dirección revolucionaria tienes que huir de compadreos y de reuniones y acuerdos privados ¿no hemos visto esas prácticas en todas nuestras organizaciones con el resultado de desmoralizar a los militantes más comprometidos? Para mantener la moral alta en la calle, para dar alientos a los militantes que defienden tu posición, ésta debe quedar nítidamente reflejada. Tienes que reaccionar pública, enérgica e inmediatamente, ofreciendo una salida pública a la gente y tomando la iniciativa.
La Plataforma de la Izquierda, cuyos dirigentes desgraciadamente estaban (y están) viciados de estos métodos camarillescos, le dio aire a Tsipras.
Sucedió exactamente lo mismo que cuando Felipe González perdió el congreso de 1978, cuando planteó la disyuntiva “o marxismo o yo”, perdiendo inicialmente el congreso. Tierno Galván, Pablo Castellano y Alonso Puerta, los dirigentes “marxistas” de la oposición, como buenos reformistas de izquierda, tuvieron miedo, dudas, falta de decisión; todo lo contrario que los reformistas de derecha (los socialdemócratas más cercanos a los burgueses) que sí saben cual es su misión, sometidos a la presión clara de la opinión pública capitalista, y que controlaron en pocos meses el incendio dentro del PSOE. La falta de un programa claro socialista, es decir, de una hoja de ruta para romper con el capitalismo, tiene que ver bastante con esta falta de estrategia y claridad a la hora de defender una alternativa total frente a los reformistas de derechas.
En el caso de Grecia, un solo ejemplo vale más que mil palabras: el primer mitin público de la Plataforma de Izquierdas, que se conformó hace dos años fue ¡¡el último lunes de julio pasado!!
Finalmente, Tsipras les hizo la jugada maestra: el CC de Syriza aprueba la realización de un congreso del partido para septiembre, congreso donde Tsipras podía perder “de iure” el control del partido, que de facto se le escapaba reunión tras reunión de cada agrupación.
Inmediatamente Tsipras convocó elecciones, anticipándose al congreso del partido. Obligó a los que tenían mayoría de facto en el partido ¡¡a escindirse del mismo!!… Sin líderes reconocidos (salvo dentro de los activistas del Syriza), sin siglas, en un contexto donde la gente tenía que elegir entre Syriza y Nueva Democracia.
Para más inri, cuando se crea el nuevo partido de la izquierda (la Unidad Popular), y proponen una unidad con la otra organización grande anticapitalista (el Partido Comunista) éstos se niegan al pacto, fruto de su sectarismo. Juntos, no solo se hubieran acercado a la suma de los votos obtenidos ahora: los hubieran multiplicado por más de uno.
Pero, en ESTAS circunstancias, una vez perdida la oportunidad de julio, no era lo mismo presentarse bajo la bandera de Syriza, que fuera de Syriza. Incluso en estas épocas de cambios bruscos, la gente tiene una enorme fidelidad a sus dirigentes y partidos tradicionales y huye de las rupturas cuando no ha probado todas las consecuencias prácticas de sus políticas. Si, de una manera práctica, se le presenta una opción más amable, menos dura y arriesgada, de tomar un camino determinado, la tomarán hasta que vean fracasados sus intentos. Aún el reformismo tiene una base de masas en Grecia, esa es la realidad, aunque con una política correcta, el sector abiertamente luhador y revolucionario de Syriza pudiera haber dialogado con más autoridad y haberlo ganado para sus ideas en los días de julio si entonces hubiera tomado definitivamente el control del partido.
Eso quiere decir que incluso una hipotética alianza UP-KKE (muy improbable por el sectarismo del KKE) muy probablemente hubiera sido minoritaria frente a Syriza en las elecciones de ayer.
Conclusión
Una vez en el poder, los antiguos reformistas de izquierda que hace muy poco hablaban de manera genérica, pero incoherente, “contra el sistema”, “el capitalismo” o los ricos, lejos de concretar los anhelos de la gente en un programa de ruptura contra el capitalismo, se reivindican a sí mismos como lo que son en los hechos: los meros gestores de un sistema donde los representantes de los amos les relegan al papel de meros “mandados” a la hora de aplicar los ajustes. Los reformistas de izquierda, entonces pasan a ser reformistas de derechas, éstos aplican políticas de recortes. El luchar en todas nuestras organizaciones por defender un programa claro, y sin incoherencias contra el capitalismo, va a ser una enseñanza mucho más evidente a partir de ahora para decenas de miles de activistas en todo el continente, y a nivel mundial.
Aunque a algunos les parezca ilusorio, el formar a los activistas en torno a un programa socialista, el defender con paciencia que la salida no son las políticas procapitalistas es el verdadero camino que nos va mostrando la experiencia cotidiana; más largo y tortuoso, sí, que el ‘realista, práctico y corto atajo’ que se nos propone por parte de los que se llaman a sí mismos como socialdemócratas.
Todo está sujeto a cambio, todo está en cuestión: este apoyo a Tsipras (que es muy crítico) se desvanecerá muy, muy pronto. Esos dirigentes que son elegidos y traicionan las esperanzas del pueblo, llevando a cabo recortes en violación de las promesas electorales, se verán desacreditados rápidamente. Los líderes políticos que eran muy populares porque parecían defender un cambio terminan siendo despreciados y detestados cuando terminan repitiendo las mismas políticas desacreditadas del pasado.
Grecia fue la punta de lanza en los últimos cinco años. En ningún otro país hubo tantas huelgas generales. Grecia fue el primer país donde a la izquierda de la socialdemocracia se abrió un campo de posibilizades a la hora de tomar el poder, por primera vez en los últimos 40 años. Inevitablemente, la derrota de esta oportunidad tiene consecuencias negativas, pero también abre la posibilidad en toda Europa a sacar conclusiones de la misma.
En España, en Gran Bretaña…, en la propia Grecia más tarde o más temprano, nuevas oportunidades surgirán. La etapa actual en Grecia,donde la falta de ilusión y la confusión ha generado un estado de opinión entre las masas nuevamente de apatía y repliegue en la calle, va a durar un tiempo. Pero, finalmente, pasará otra vez. Ahora hay que tener paciencia y educar a los activistas de la izquierda en un programa socialista, en hacer un trabajo paciente en la calle, sindicatos y entre los jóvenes, sabiendo cómo conectar de manera concreta con las demandas más acuciantes de nuestra clases para aspirar a ganarnos el oído de la mayoría de los trabajadores y jóvenes.