Una ola de indignación recorre Austria mientras la crisis de los refugiados se intensifica

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UE-refugiados-alambre-espinoEl descubrimiento de un camión, destinado al transporte de carne de pollo, que contenía los cadáveres de 71 refugiados sirios que murieron asfixiados, el pasado el 27 de agosto, ha conmocionado a todo el país. El camión, que fue encontrado a un lado de la autopista que conecta Viena con Budapest representa la mayor mantaza en masa en Austria desde las atrocidades de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Estas muertes fueron causadas de forma directa por el régimen de fronteras de la Unión Europea.

La Unión Europea se basa en la libre circulación de capitales y mercancías dentro de sus fronteras. La libre circulación de personas siempre fue un aspecto secundario, pero ahora está completamente desbordada. Los controles en las fronteras de la UE, organizados por Frontex, se están intensificando con el fin de contener a los refugiados e inmigrantes en su intento de llegar al territorio de la UE. Se estima que unas 5.000 personas murieron en 2015 solo en el intento de cruzar las fronteras de la Unión Europea.

Mientras la situación en Oriente Medio va de mal a peor, cientos de miles de víctimas de la guerra en Siria, Afganistán e Irak están huyendo con el fin de hallar un refugio seguro para ellos y sus familias. Casi la mitad de la población siria, cuatro millones de hombres, mujeres y niños, han sido desplazados por la guerra civil en curso. En total, ACNUR estima que hay 55 millones de personas desplazadas por la guerra a escala mundial. 20 millones de estos refugiados viven en los países vecinos de la Unión Europea. Vale la pena señalar que el grueso de estas personas son víctimas de las guerras imperialistas llevadas a cabo en los últimos 15 años: Afganistán, Irak, Libia y Siria han sido bombardeados y hundidos en la barbarie en nombre de la “democracia”. A medida que empeora la situación en Siria y en los enormes campamentos de refugiados que hay en los países vecinos, Turquía y el Líbano, unos campamentos cuya financiación es absolutamente insuficiente, más y más personas están llegando a la conclusión de que en un futuro próximo, no existen perspectivas para llevar una vida en condiciones decentes en la región y están buscando oportunidades para iniciar una nueva vida en otro lugar.

El principio de libre circulación de personas dentro de la Unión Europea, que tradicionalmente ha sido un asunto restringido, siempre se ha basado en la protección de sus fronteras exteriores. Los migrantes han de registrarse y esperar a que su situación jurídica se decida en el primer país de la UE al que hayan llegado. Esto está regulado por los llamados “Acuerdos de Dublín”. Los países fronterizos de la UE deben hacer todo lo que puedan con el fin de asegurar sus fronteras contra los migrantes. Para lograr este objetivo, la UE ha creado la agencia Frontex. Dicha agencia promueve, coordina y desarrolla medidas europeas de inteligencia fronterizas, operaciones conjuntas, medidas de respuesta rápida, deportación, etc…

Pero, en realidad, este sistema se ha derrumbado. El flujo de refugiados en Grecia e Italia ha llevado su capacidad operativa al límite. Estos países están quebrantando de facto los Acuerdos de Dublín y abriéndoles la vía a los migrantes hacia el norte de Europa. Esto se ve agravado por la profunda crisis económica que sufre la propia Grecia: miles de trabajadores migrantes que se ganaban la vida de una manera u otra en Grecia están ahora obligados a migrar hacia el norte, con el fin de asegurar sus condiciones de vida. En su camino estas personas pobres se ven obligadas a salir y volver a entrar en la UE. Dada la difícil situación y la falta de perspectivas en el protectorado europeo de Kósovo, miles de kosovares se están uniendo de forma regular a este flujo de personas desarraigadas. La ruta de Turquía a Grecia y, a continuación, hacia Macedonia, Serbia, Hungría y Austria se ha convertido en el punto focal del desastre humanitario de Europa.

Con el fin de tratar de detener este flujo, Hungría se halla actualmente construyendo un nuevo telón de acero hecho de alambradas a lo largo de sus fronteras. Esto se combina con una campaña estridente de xenofobia por parte del gobierno. Esta iniciativa no ha tenido el efecto de detener el flujo de miles de personas, sino que ha obligado a los que migran hacia el norte a acelerar el paso en sus intentos de cruzar la frontera, antes de que el muro esté terminado.

A lo largo de todas las fronteras y líneas de tránsito hay ahora patrullas policiales de distintos países tratando de mantener fuera a los refugiados. Por ejemplo, la policía austríaca está trabajando de manera conjunta con las autoridades serbias y en coordinación con la policía húngara, con el fin de vigilar la frontera serbio-húngara con equipo electrónico avanzado, lo que hace que el viejo telón de acero pareciera una fiesta campestre. La policía alemana, junto con sus homólogos austríacos y húngaros controlan conjuntamente los trenes que circulan desde Budapest a Viena y más allá. El lema de una Europa “sin fronteras” se ha convertido en una auténtica pesadilla de discriminación racial en todas partes, hasta en las mismísimas líneas de metro. Son estas operaciones de búsqueda e identificación las que empujan a los refugiados a caer en las manos de los traficantes de personas. Dada la enorme demanda de tránsito seguro con menos posibilidades de detención y deportación, el negocio de la trata de personas está en aumento como resultado directo de las políticas fronterizas de Europa.

Dentro de este negocio asqueroso se están utilizando prácticas cada vez más arriesgadas y descuidadas como resultado de la gran demanda y el enorme beneficio que genera este “servicio”. Las 71 muertes en Nickelsdorf son el resultado directo de las políticas completamente inhumanas e irracionales del régimen de fronteras, que son las que empujaron a estos seres humanos a caer en esta trampa mortal.

Indignación

Este incidente criminal desató una enorme ola de indignación en la sociedad austríaca. La base de esta explosión de ira se había preparado en las semanas previas. Hasta ahora 46.000 refugiados han buscado asilo en Austria. Esto es mucho menos que durante las guerras de los Balcanes de la década de los años noventa. Sin embargo las autoridades austríacas han reaccionado de una forma cínica, burocrática y despreocupada. Miles de refugiados quedaron sin albergue, atención médica o incluso alimentos. Esto dio lugar a una ola de solidaridad práctica por parte de la gente de a pie, organizando la ayuda, visitando los campamentos, organizando fiestas de bienvenida así como la resistencia contra la detención de amigos, vecinos y compañeros de la escuela, etc.


Por otro lado, el partido de extrema derecha FPÖ [el llamado “Partido de la Libertad de Austria”, NdT] trató de presionar a la opinión pública con una campaña racista de odio y xenofobia. El FPÖ encontró su principal aliado en el gobierno de coalición entre conservadores y socialdemócratas, que se comportó como si todo el país hubiera sido arrasado por un huracán, cuando de lo que hablamos es de unas doscientas o trescientas personas que solicitan diariamente asilo y están en busca de refugio y comida.

El principal discurso en hacerse público ha sido el de una lucha contra los traficantes de personas, como si este negocio fuera la verdadera causa del desplazamiento de millones de personas. En realidad, esta “lucha” ha sido todo un éxito. En lo que va de año, unos 500 traficantes de personas han sido encarcelados. Como era de esperar, esto no impidió que los refugiados siguieran buscando asilo, más bien les llevó a caer en manos de traficantes aún peores que utilizan métodos todavía más peligrosos.

Esto le quedó claro al público el día en que la impactante noticia de la matanza masiva de 71 refugiados salió a la luz. En cuestión de horas la primera manifestación de varios cientos de personas se llevó a cabo en el centro de Viena. Un aumento en el movimiento llegó con la manifestación del lunes 31 de agosto. Convocada por un particular, esta manifestación se convirtió en la mayor que Viena haya experimentado en los últimos años. La policía estimó la asistencia en unos 20.000 manifestantes pero la cifra real lo más probable es que duplique esa cantidad.

Este mismo día la policía húngara abrió las fronteras, dando lugar a una afluencia de 3.700 refugiados que habían quedado atrapados en Budapest. La mayoría de estos refugiados se dirigieron directamente a Alemania, pero no sin antes ser acogidos y alimentados por cientos de personas en las estaciones de tren de Viena, St. Pölten, Linz y Salzburgo. También en Munich, los viajeros locales acogieron con los brazos abiertos a los refugiados que llegaban. Al día siguiente, sin embargo, los funcionarios húngaros cerraron todas las estaciones de tren a los refugiados debido a una protesta por parte del ministro del Interior de Austria.

En este ambiente los medios de comunicación, la policía y las administraciones ferroviarias no tuvieron más remedio que ceder ante el estado de ánimo de indignación moral generalizada. Incluso el líder del FPÖ, Strache, tuvo que suavizar sus discursos racistas, aceptando a los migrantes “dispuestos a integrarse y a trabajar de forma respetuosa con las tradiciones austríacas” – aunque no sin ser abucheado por un sector de los lúmpenes sin remedio que se han convertido en una característica constante de sus apariciones públicas. Por el momento hay un estado de ánimo claramente a favor de los refugiados dentro de la sociedad que no puede ser ignorado por las instituciones y los partidos. Sin embargo, hay que señalar que en el momento actual, este se basa principalmente en sentimientos morales de solidaridad y empatía. El movimiento no tiene ningunas demandas políticas. Como un profesor le dijo a un vendedor de nuestro periódico en la manifestación del lunes: “existe una enorme necesidad de debatir esta cuestión entre mis estudiantes, pero no tengo ni idea de cual podría ser la solución a esta crisis.”

Mientras tanto, el gobierno, que todavía está tratando de organizar el apoyo básico para aquellos refugiados que quieren o deben permanecer en el país, le echa la culpa de la crisis a otros estados miembros de la UE. El canciller socialdemócrata Faymann ha reclamado una “fuerte defensa de las fronteras de la UE” y la distribución de los refugiados en Europa. Sus demandas se han efectuado en un tono inusualmente hostil, señalando el papel de Austria como contribuyente neto a los fondos de la UE, lo que a sus ojos se traduce en el derecho a dictar la política de otros Estados miembros. En un alarde cómico el Ministro de Relaciones Exteriores y el Ministro de Agricultura han planteado la idea de formar una “coalición de voluntarios” con la tarea de establecer una zona segura dentro de Siria. Esta coalición militar debería estar formada por la UE, los EE.UU., Rusia, Turquía, Arabia Saudí, Israel, Irán, etc. Lo que podría ser considerado como una broma por cualquier gobierno burgués serio está siendo elevado a la categoría de discurso oficial por los responsables de política exterior de este gobierno frívolo.

Lo que está claro es que tras las lágrimas de cocodrilo de los miembros del gobierno, derramadas bajo los auspicios del arzobispo de Viena, se está preparando una nueva oleada de viciosas medidas políticas inhumanas. Las denominadas “zonas seguras” y los campamentos fuera de la UE están claramente en la parte superior de la lista de prioridades de la administración alemana también. El argumento es que esto ayudará a garantizar una ruta segura a la UE para los que cumplan los criterios como refugiados.

El movimiento de solidaridad con los refugiados en países como Grecia, la antigua Yugoslavia, Austria, Alemania y otros es una fuente de inspiración. Esto demuestra que a pesar de la propaganda racista repugnante de los medios de comunicación y los gobiernos, que pretenden usar a los refugiados y los migrantes como chivos expiatorios para la crisis capitalista, hay una fuerte corriente de solidaridad humana básica que permanece y ha llegado a la superficie.

Bajo la presión de la opinión pública, los medios de comunicación y las autoridades podrían adoptar, temporalmente, un enfoque más humano hacia los refugiados. Esto seguirá siendo solamente una concesión muy temporal. El aspecto crucial desde el punto de vista de la clase dominante es una cuestión de dinero. Existe un conflicto indecente entre los diferentes estados capitalistas de la UE para decidir de cuántos refugiados se hacen cargo cada uno, y al mismo tiempo, una profundización de los controles fronterizos a la manera militar. Cualquier “solución” que propongan no se basará en los intereses de los refugiados, sino en el frío cálculo tanto de los recursos necesarios como del beneficio político a extraer del asunto.

Tenemos que explicar dos ideas básicas: en primer lugar, los refugiados están huyendo de guerras provocadas por los mismos países imperialistas que ahora se niegan a darles asilo. Lo mismo es el caso de los inmigrantes económicos que huyen de la pobreza y las privaciones causadas por la explotación imperialista. En segundo lugar, hay suficientes recursos disponibles en la sociedad para proporcionar viviendas de buena calidad, educación y sanidad para todos; ya sean nativos, migrantes o refugiados. El problema es el sistema capitalista, que está en crisis, y el intento por parte de la clase dominante para que sean los trabajadores los que paguen por dicha crisis. Por tanto, la solución requiere la unidad de la clase trabajadora, nativa y migrante, para luchar por la expropiación de las sanguijuelas capitalistas que son responsables de esta situación, para que los recursos de la sociedad se puedan utilizar de forma democrática en satisfacer las necesidades de la mayoría, en lugar de los beneficios e intereses de unos pocos privilegiados a los que nadie ha elegido.