En estas últimas semanas, el oficialismo en la voz del Vocero de Gobierno, Andrés Chadwick, acusa que el movimiento estudiantil ha sido tomado por un sector ultra, intransigente, y que su objetivo es la violencia. De hecho, responsabiliza a este sector del quiebre de la Mesa.
El ministro debe reconocer que los únicos ultras que se han tomado algo, es la ultraderecha que se tomó el Gobierno y que defiende con todas sus fuerzas el lucro, la permanencia de la banca privada y el sistema financiero en la Educación. Defendiendo irrestrictamente los intereses corporativos y económicos de una minoritaria clase empresarial.
Se nos acusa de intransigencia porque rechazamos ser parte de un espacio que valida mantener este enfermo modelo educacional y discutir en base al acuerdo GANE que todos sabemos, es más de lo mismo con un poco más de recursos; que por lo demás no tienen nada de histórico. Pero, si nosotros somos los intransigentes ¿qué calificativo podríamos utilizar para el Gobierno si ellos se han empeñado en conservar este modelo enfermo? No somos sólo los estudiantes los que queremos hacer transformaciones de fondo, sino una amplia mayoría ciudadana. Lo recomiendan los expertos, la OCDE, UNESCO, ONU, ahora el FMI, que no son precisamente los representantes del marxismo en el mundo. Incluso hay personajes del oficialismo que respaldan nuestras demandas como el Alcalde de Puente Alto que bien entiende que los derechos universales no son focalizados, dando un espaldarazo a la demanda de la gratuidad. Sigo con la duda ¿Quiénes son los intransigentes entonces?
El contexto histórico de la iniciativa está dado por el ingreso de Chile al Open Goverment Partnership (Grupo de Gobiernos Abiertos), creado por la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas como una política multilateral que pretende asegurar y concretar los compromisos realizados por los gobiernos en materia de promoción de la transparencia, empoderamiento de las personas, lucha contra la corrupción e incentivo del uso de nuevas tecnologías para fortalecer la gobernabilidad y el control en los diferentes países integrantes.
Nosotros no hemos sido precisamente intransigentes, hemos sido claros en que la Educación debe someterse a transformaciones de fondo. Sí somos firmes en nuestro planteamiento y no porque nos guste que nos digan ultra o radicales, sino porque provenimos principalmente de regiones donde se viven las más crudas realidades, Universidades Públicas que reciben un mísero financiamiento del Estado, las escuelas y liceos más precarios, ni hablar de la periferia o de la educación rural. Es tan grande la injusticia, que estas medidas parche no nos sirven, este Gobierno es insensible porque esta realidad le es ajena. No escuchan nuestra voz, ni quieren ver esta realidad. Invito a algún personaje de la ultraderecha a que sus hijos estudien en estas condiciones para que de una vez por todas entiendan.
A otro que le ha tocado ser la voz de la ultraderecha es al Ministro Bulnes, quien con su frase “con los impuestos de los más pobres no podemos pagar la Educación de los más ricos” llega a sacar carcajadas en la Confech. Siempre los que han pagado más impuestos han sido los pobres y justamente los que se benefician son los más ricos. Lo peor de todo, que cuando se hablaba en la mesa de una reforma tributaria se notaba que la ultraderecha lo mandató a evadir el tema, porque obviamente les conviene pagar aranceles universitarios en vez de impuestos.
Y el Presidente Piñera dice “educación gratuita para los que más lo necesitan”, como si esto se tratara exclusivamente de recursos o becas. No han entendido que nosotros estamos hablando de un derecho universal, no de un producto del mercado, estamos hablando de un nuevo rol del Estado para con la Educación. Este sistema basado en la demanda (becas), lo único que ha generado es financiamiento directo al lucro a través de precios arancelarios desregulados y profundizan la lógica del autofinanciamiento de las instituciones públicas que se abren al mercado y están al borde de la privatización. Lo que se pide es una Educación Pública con sistema de financiamiento basado en la oferta, que permita fortalecer estas instituciones de propiedad pública y generadoras de bien público y así el Estado garantice gratuidad a todos quienes ingresen a estas universidades.
Junto a esto, que se regule a la educación privada poniendo fin al lucro; regulando aranceles (a costo real, no costo de mercado), adopción de proyectos al servicio de la sociedad y no de sus intereses particulares y que se cumplan estándares de calidad. Y el que no quiera, que se vaya a hacer negocio a otra parte y los que lucraron que se vayan a la cárcel por no cumplir la ley, como lo haría cualquier país decente.
Y Fernando Rojas, subsecretario de Educación dice: “En la educación privada hay estudiantes de escasos recursos y que las universidades públicas representan sólo el 30% del sistema de educación superior”. Este es el principal argumento de la ultraderecha para defender a la lucrativa educación privada. Compartimos el diagnóstico, pero nosotros lo consideramos como graves síntomas de un sistema enfermo. Que hayan estudiantes de escasos recursos pagando o endeudándose mucho y recibiendo una dudosa calidad no es para estar orgullosos, sino motivo para curar esta enfermedad y no limitarnos a sanar los síntomas.
Como se trata de cambios integrales, aquí radica la importancia de los estudiantes secundarios. Con la demanda de fortalecimiento a la educación pública (actualmente municipal) y con un nuevo sistema de acceso que les permita a los estudiantes de más escasos recursos puedan ingresar en igualdad de condiciones preferentemente a la educación superior pública, así se ataca la enfermedad, y para ser más audaces aún, promover la oportunidad de migrar a los estudiantes más pobres que se vieron obligados a ingresar a la educación privada, al sistema público.
Que la educación se encuentre mayoritariamente en manos del sector privado, se debe a lo rentable que ha sido lucrar con la educación, y con este Estado subsidiario, que facilita y fomenta que los particulares reproduzcan el modelo en favor del capital y no de un sistema público que forme ciudadanos críticos que sean agentes en la transformación y construcción de la sociedad. Aquí es vital la creación de una red estatal de educación superior técnica y el fortalecimiento de las universidades públicas. Por eso demandamos un Estado garante, que promueva la Educación al servicio de la sociedad, en miras del desarrollo humano, la justicia y la igualdad, eso claramente tampoco le conviene a la ultraderecha que sólo piensa en el desarrollo económico porque mientras exista la desigualdad actual sólo ellos se enriquecen.
“Becas para el 40% más pobres”, esta es la más absurda mentira de la ultraderecha. Con el costo de una carrera, sólo el 5% de los que tienen más ingresos pueden pagar, esos son los ricos. Entre el 40% y 95% deben endeudarse. La ultra derecha debiera decirle a esas familias que ganan 500 mil pesos, que están ubicadas en el cuarto quintil (Casen, 2009) que van a tener que seguir pagando por la Educación de sus hijos aranceles cercanos a 250 mil pesos y prevenirles que no tengan más de un hijo porque con dos hijos en la Universidad se quedarán sin comer. “Reducir del 6% al 2% el interés del CAE”: ni hablar del endeudamiento y el CAE, que la ultraderecha diga que con los impuestos de los más pobres se pagarán las garantías a la banca privada, es decir, a los empresarios más ricos.
Actualmente el Estado paga 17 millones de UF ya que para los Bancos el CAE es un crédito de alto riesgo. Que la ultraderecha transparente ¿Cuánto se pagará ahora por concepto de garantías?
Sobre la violencia, han hecho un festín de las capuchas, pero invitamos a la ultraderecha a que hablen sobre represión injustificada y desmedida, que será recordada como histórica. ¿Acaso las medidas de Labbé no son violencia? Ni hablar del diputado Estay, esa es la ultraderecha, los estandartes de la violencia. Para qué vamos a hablar de su pasado en la dictadura, entonces ¿quiénes son los violentos?
Por último, que la ultraderecha reconozca que nunca le ha interesado la mesa de diálogo, sean sinceros, les conviene sentenciar un acuerdo entre cuatro paredes con sus amigos de la Concertación en el Parlamento, al igual que en el 2006, eludiendo el cambio estructural, porque no les conviene. Digan que ustedes diseñaron el quiebre de la Mesa.
La única ultra que es intransigente, es la ultraderecha. La “ultra” de la Confech es firme es sus convicciones y defiende un grito desesperado por un cambio de verdad clamado por más del 80% del país. Y no va a descansar hasta que ultraderecha que se tomó el Gobierno ceda y de la mano de la ciudadanía recuperemos la educación.