Fieles a su costumbre, los medios que integran el grupo Clarín pretenden inventar una realidad que no existe. Como si se pudiera mutar de victimarios a víctimas a partir de la ficción que el monopolio crea.
Fieles a su costumbre, los medios que integran el grupo Clarín pretenden inventar una realidad que no existe. Como si se pudiera mutar de victimarios a víctimas a partir de la ficción que el monopolio crea.
Los compañeros que son perseguidos en Artes Gráficas Rioplatenses (AGR) -perteneciente al Grupo Clarín- protestan, junto a sus familias, frente a la planta de impresión de la empresa en reclamo ante la persecución sindical que sufren los delegados. Ésa es la noticia del día.
A los compañeros delegados los dejan fichar pero no se les paga salarios, ni se les asigna tareas. Y aparte son “custodiados” por personal de seguridad y son sancionados los compañeros que se les acerquen.
Clarín dice que se viola "el fallo que ordena no cercenar la libre circulación de medios impresos", pero nada dice de que el Grupo está violando las resoluciones judiciales que obligan a reincorporar a los delegados despedidos.
Nada ha dicho en sus páginas de la violación sistemática de los fallos de la justicia que buscan recuperar la verdadera identidad de Marcela y Felipe Noble Herrera.
Así como el pasado 24 de marzo, omitió en su portada hacer mención al Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, en el 35° aniversario del golpe militar que dio paso a la peor dictadura genocida de la historia.
Las entidades empresarias como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y ADEPA, junto a quienes se llaman periodistas y son meros replicadores de la postura patronal, nada dicen del cumplimiento de la ley y de las decisiones de la justicia. Sólo repiten el coro del pretendido cercenamiento a la “libertad de expresión”.
Es la misma SIP que condecoró al dictador Pedro Eugenio Aramburu, llamándolo “uno de los más meritorios hombres del continente”.
Son las mismas SIP y ADEPA para quienes el asesinato y desaparición de más de cien trabajadores de prensa durante la última dictadura mantuvieron silencio porque eso no afectaba su “libertad de expresión”. No podían hacerlo porque al mismo tiempo el grupo Clarín negociaba con los asesinos para apropiarse ilegalmente de Papel Prensa.
Las herramientas con la que cuentan los trabajadores para oponerse a la injusticia son el paro, la marcha, el piquete. Y son sistemáticamente atacadas desde el establishment. Pero son ensalzadas cuando esas herramientas son utilizadas por los patronos del campo para realizar un lock-out patronal para mejorar su rentabilidad a costa del bienestar del pueblo argentino.
Llaman defensa de la libertad de expresión a la defensa de los intereses económicos del grupo Clarín. Defender la libertad de expresión sería defender las leyes, los convenios internacionales, los derechos humanos, los fallos judiciales y las resoluciones de carteras del Estado que tratan de ceñir a derecho a esta empresa, que ni siquiera respeta la jornada horaria para sus trabajadores.
SIP, ADEPA, los medios cómplices y los comunicadores que olvidan que son trabajadores de prensa y actúan como voceros del poder económico, no son más que defensores de esa visión del mundo donde se pretende que las reglas no se apliquen, donde no haya sindicatos que discutan salarios, donde la libertad de prensa les permita estar al margen de la ley, donde la supuesta libertad de expresión se utiliza para modificar la realidad política de los países, para su mejor provecho económico.
Ante ello, y ante toda esta operación de prensa mediática, FATPREN está donde debe estar, junto a los trabajadores y a los sindicalistas que sufren el atropello de grupos económicos que usan sus páginas y sus antenas para gritar y tratar de hundir a esos 40 compañeros que luchan por sus puestos de trabajo, que luchan porque les abonen los salarios atrasados.
Clarín debe respetar los convenios colectivos, debe respetar las leyes, pero sobre todo debe respetar los derechos de sus trabajadores y el derecho que tiene la sociedad de denunciarlos cuando manipulan la realidad a tal punto que le mienten a sus lectores, televidentes y oyentes.