Los trabajadores franceses enfrentan los ataques capitalistas

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9 huelgas generales en 3 meses

Como todos los gobiernos capitalistas, el de Sarkozy intenta que la crisis de su sistema la paguen los trabajadores. Después de destinar miles y miles de millones de euros al salvataje de grandes bancos y empresas, se encuentra con enormes agujeros presupuestarios y una estratosférica deuda pública. Y pretende cubrirlos con ¨ajustes fiscales¨ y recortes al ¨gasto social¨: menos obras públicas, menos dinero para salud, educación, vivienda, etc. Y, en primer término, Sarkozy le ha apuntado al sistema previsional. Hizo aprobar por la Asamblea, el 27 de octubre, una ley que aumenta en dos años la edad para jubilarse y en uno, la cantidad de años mínimos de aportes.

9 huelgas generales en 3 meses

Como todos los gobiernos capitalistas, el de Sarkozy intenta que la crisis de su sistema la paguen los trabajadores. Después de destinar miles y miles de millones de euros al salvataje de grandes bancos y empresas, se encuentra con enormes agujeros presupuestarios y una estratosférica deuda pública (84% del PBI y creciendo). Y pretende cubrirlos con ¨ajustes fiscales¨ y recortes al ¨gasto social¨: menos obras públicas, menos dinero para salud, educación, vivienda, etc. Y, en primer término, Sarkozy le ha apuntado al sistema previsional. Hizo aprobar por la Asamblea, el 27 de octubre, una ley que aumenta en dos años la edad para jubilarse y en uno, la cantidad de años mínimos de aportes.

La reacción de los trabajadores no se hizo esperar. Hubo huelgas y movilizaciones multitudinarias en todas las ciudades de Francia. En ocho meses se convocaron más de una docena de manifestaciones que arrancaron en marzo con 700 mil personas en las calles y llegaron a 3 millones y medio a mediados de octubre. En 250 sectores y en todas las regiones hubo asambleas, huelgas, protestas, cortes de carretera y movilizaciones, destacándose los trabajadores de refinerías de petróleo y los ferroviarios. Pero faltó el llamamiento de los dirigentes de las centrales sindicales a unificar la lucha en un plan nacional hasta derrotar la política de ajuste de Sarkozy. Incluso hubo algunos dirigentes que llamaron a resignarse ante la aprobación parlamentaria.

El gobierno recurrió a la represión policial y a las restricciones legales contra el derecho de huelga. Y también a las mentiras de los medios de comunicación comerciales, que ocultaron la masividad de las protestas y trataron de criminalizarla. Pero el truco no fue creíble y además los estudiantes se sumaron masivamente a las protestas de octubre.

La aprobación de la contrarreforma previsional y la semana de turismo de principios de noviembre tuvieron un efecto depresor sobre las movilizaciones obreras y estudiantiles, que además no podían mantenerse indefinidamente sin perspectivas de pasar a un nivel superior. En esto la responsabilidad recae sobre la dirigencia sindical que no promovió la unificación de la lucha ni le dio una dimensión política contra el gobierno de Sarkozy que cayó a la mínima popularidad histórica para un presidente francés. Era necesario bloquear toda la economía e introducir la consigna de la renuncia de Sarkozy y por un gobierno de los trabajadores.

El círculo vicioso de la salida capitalista a la crisis es totalmente inviable: salvataje del sector privado por parte del estado, agujero fiscal cubierto mediante más explotación y ajustes, menos poder de consumo por parte de los trabajadores, menos ventas y, por lo tanto, más crisis capitalista…

Sólo con un programa socialista, impulsado por las organizaciones obreras, es posible salir de la crisis generada por el funcionamiento capitalista. Un programa que combata el desempleo mediante el reparto de las horas de trabajo, sin reducción salarial, que contemple un plan de obras públicas socialmente necesarias, mediante empresas constructoras nacionalizadas y bajo control obrero, y la unificación de la banca en una sola entidad nacional que financie esas obras y planes sociales.

No se pueden parar los ataques a la clase obrera y a los sectores populares sin controlar las palancas fundamentales de la economía, lo que implica nacionalizar las grandes empresas y gestionarlas en beneficio de las necesidades de la mayoría. En síntesis un programa socialista es la única alternativa seria para una salida a la crisis del capitalismo francés. Los dirigentes comunistas de la CGT (principal central sindical) y del PCF deben impulsarlo y pasar a la acción.