Honduras: ¡Hay que organizar la insurrección de masas que derribe la dictadura!

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Con el ingreso a Honduras del presidente depuesto, Mel Zelaya, y su asilo en la embajada brasileña, la revolución hondureña ha adquirido una intensidad enorme. Ni el imperialismo, ni la oligarquía imaginaron jamás que se destaparía tal cantidad de energía en las masas trabajadoras hondureñas, contenida en siglos de opresión.

Con el ingreso a Honduras del presidente depuesto, Mel Zelaya, y su asilo en la embajada brasileña, la revolución hondureña ha adquirido una intensidad enorme. Ni el imperialismo, ni la oligarquía imaginaron jamás que se destaparía tal cantidad de energía en las masas trabajadoras hondureñas, contenida en siglos de opresión.

Las masas festejaron el ingreso de su presidente: "¡Sí se pudo!". Tal era el grito en la garganta de millones. Es verdad que no hay victoria garantizada y aún falta derribar la dictadura, pero el ingreso de Zelaya fue un triunfo de las masas, un triunfo parcial, cierto, que tuvo un impacto multiplicador en la moral revolucionaria de las masas y catalizó todo el proceso.

El plan de Zelaya

El plan de Zelaya fue muy audaz, ingresar sorpresivamente al país cobijado por el gobierno brasileño, pasando por El Salvador, sin duda en coordinación con Venezuela; esto aproxima más Zelaya al bloque del ALBA. Después de haber buscado apoyo y solución en la OEA, y ante la negativa del imperialismo a facilitar una solución, Zelaya se vio arrojado al radio de influencia de la revolución latinoamericana. La historia conoce todo tipo de transformaciones.

La correlación de fuerzas aún es favorable a la Resistencia, sin embargo el ritmo de los acontecimientos se puede acortar o alargar por toda una serie de variables, básicamente lo determinante radica en la ausencia de un partido revolucionario inserto en el movimiento de masas.

Las masas están intentando encontrar un orden dentro del caos, lo están haciendo guiados por su instinto, su sentimiento de superioridad numérica y necesidad de unidad en la acción, pero no hay una estrategia planificada con una firme base programática de clase.

Tras su ingreso a Tegucigalpa, quizás Zelaya pensaba que con la agitación de las masas, el aislamiento diplomático del régimen golpista y la agudización de la crisis económica, todo eso llevaría a los golpistas a "dialogar", y que se encontraría un punto medio de negociación para restituir la "constitucionalidad democrática". Pero la realidad siempre es más compleja que cualquier abstracción. Los golpistas se aferran al poder como a un clavo ardiente. Desafiando el toque de queda que se levantó parcialmente, la Resistencia llevó a cabo una inmensa manifestación de 150 mil personas, esto fue respondido a la madrugada siguiente, el 23 de septiembre, con una represión brutal en las inmediaciones de la embajada brasileña.

Represión criminal

La dictadura ha usado la represión brutalmente: palos con clavos, disparos a matar, incluso ha usado sofisticadas armas de microondas, y armas sónicas que emiten un fortísimo ruido. Habilitaron el estadio Chochi Sosa como campo de concentración y torturaron a 400 detenidos con las armas de microondas. El ejército y la policía han entrado a las colonias obreras durante la noche haciendo allanamientos indiscriminados, en las colonias se han levantado barricadas y se han dado batallas campales. Ha habido insurrecciones revolucionarias en más de 20 ciudades, sin un plan previo y sin coordinación estrecha. Se reportan seis muertos, pero es muy posible que sean más. Las masas tuvieron que vigilar los hospitales pues los militares pretendían entrar para llevarse a los heridos, tal como hacían las dictaduras de los años 80.

La dictadura está generando cortes de energía, de agua, los bancos están cerrados, se han dado saqueos anárquicos a los supermercados. Hay una guerra psicológica en marcha. Los medios vociferan día y noche contra la Resistencia; las pocas radios opositoras han sido cerradas. Hay un desorden generalizado y una tensión colosal. En medio de la confusión y el caos, las masas tratan de auto organizarse.

Hay sectores del Partido Nacional y del sector golpista del Partido Liberal, que están presionando a Micheletti para que negocie con Zelaya. Se está planteando el escenario de la deposición de Micheletti aunque sin la reinstalación de Zelaya, es decir, instalar en una presidencia temporal a un tercero a fin de desatorar la crisis. Pero Zelaya ha dicho: "Restitución o muerte".

La oligarquía y el imperialismo están decididos a ir hasta el final, es una lucha a muerte. No pueden permitirse otra derrota como las de los últimos años en Venezuela, Bolivia o Ecuador. Paralelamente, las masas también saben que de ser derrotadas en esta batalla, significaría un escenario de pesadilla por un periodo y por tanto van a hacer todo lo que esté en sus manos para vencer. ¡Y vaya que lo están haciendo!

¡Ningún acuerdo con los golpistas!

Una victoria en Honduras sería un punto de inflexión para todo el continente y una derrota en cierto sentido también, aunque por supuesto no determinante a largo plazo; pero sí sería la primera victoria en años para el imperialismo y la reacción regional. Sin embargo, en las condiciones actuales, ningún Estado puede durar mucho tiempo sin poseer una base de masas. Una dictadura militar no sirve para tal propósito. Como consecuencia, sólo es posible un bonapartismo enfermizo y débil con toda su estructura defectuosa e inestable. Por lo cual, sin duda el régimen militar será desplazado en alguna de las crisis a las que se enfrente y será sustituido por algún tipo de régimen "democrático".

Cualquier acuerdo con los golpistas sería una peligrosa trampa para Zelaya y para la Resistencia. No hay acuerdo posible con los golpistas, cualquier acuerdo sería traicionado por los golpistas a la primera oportunidad. Necesariamente la dictadura debe ser derribada por la fuerza de las masas hondureñas y centroamericanas.

Las masas no van a permitir que el movimiento se reduzca a la aplicación de algún tipo de acuerdo con los golpistas, lucharán por la Asamblea Nacional Constituyente, que identifican con un cambio fundamental en sus condiciones de vida y en el régimen político del país. Sin embargo, debemos advertir que tal cambio sólo se producirá con la abolición del capitalismo, es decir, la expropiación revolucionaria de las 15 familias que componen la oligarquía y que son quienes están detrás del golpe.

La victoria es posible

Los próximos días y semanas serán decisivos. Las estructuras del Frente de Resistencia en los barrios y localidades han demostrado su capacidad de mantener la movilización y en algunos casos expulsar de sus barrios a las fuerzas represivas. Esos comités de acción deben ampliar sus tareas y hacerse cargo del funcionamiento de la vida cotidiana en estas zonas.

Las masas tienen que dar el último golpe al régimen. Los comités de barrio, locales y regionales del Frente deben tomar el control de la situación y coordinar sus acciones por medio de representantes elegidos democráticamente, para que se puede configurar un poder alternativo al del régimen golpista ilegítimo.

También debe haber un claro llamamiento a las filas del ejército y la policía para que desobedezcan las órdenes de arriba. Esto debe ser respaldado por la presión masiva en las calles y fuera de los cuarteles militares. Al mismo tiempo, el movimiento debe defenderse a sí mismo contra las provocaciones y la represión. Milicias armadas de defensa armados deberían organizarse así.

 

La lucha por la democracia y el socialismo van unidas

 

Sin embargo, en última instancia, lo que romperá el ejército y derribará al régimen será el hecho de que los trabajadores, los campesinos y los pobres sean los verdaderos amos de la situación, a través de manifestaciones en las calles, barricadas y una huelga general insurreccional.

El equilibrio de fuerzas del lado de las masas. Hay que darle el último golpe al régimen golpista y comenzar la construcción de un nuevo régimen político basado en la organización de las masas, que vincule la lucha por la restitución y ampliación de los derechos democráticos con la expropiación de la oligarquía y de las propiedades imperialistas bajo un gobierno de los trabajadores y campesinos pobres. El Frente Nacional de Resistencia, donde los sindicatos obreros están jugando el papel dirigente, debe impulsar la convocatoria a una Asamblea Constituyente Revolucionaria, elegida sobre la base de delegados elegidos en cabildos y asambleas populares a nivel de barrio, localidad y provincia, que sería la única institución popular que podría llevar a cabo ese programa de transformación socialista de la sociedad y satisfacer las aspiraciones de las masas.

 ·                                 ¡Abajo el golpe de Estado!·                                 ¡Huelga general e insurrección popular!·                                 ¡Por una Asamblea Constituyente Revolucionaria!

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