La crisis del PJ y la verdad sobre el “complot”

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La crisis del PJ y las denuncias de "complot" contra su gobierno ventiladas por Kirchner están sacudiendo la frágil estabilidad política del país. Sin embargo, estas disputas "por arriba" nada tienen que ver con una preocupación o una discusiónsobre cómo satisfacer los intereses "populares" y los problemas de los trabajadores, los desocupados y la juventud. Expresan solamente un reacomodamiento de intereses y pugnas entre diferentes sectores de la clase dominante y del corrompido aparato estata estatal burgués.

Editorial de El Militante Nº 8

La crisis del PJ y las denuncias de "complot" contra su gobierno ventiladas por Kirchner están sacudiendo la frágil estabilidad política del país. Sin embargo, estas disputas "por arriba" nada tienen que ver con una preocupación o una discusión sobre cómo satisfacer los intereses "populares" y los problemas de los trabajadores, los desocupados y la juventud. Expresan solamente un reacomodamiento de intereses y pugnas entre diferentes sectores de la clase dominante y del corrompido aparato estatal burgués.

Los intereses que defiende Kirchner

Kirchner se considera el "súper árbitro" de la sociedad, tratando de defender los intereses de conjunto del capitalismo argentino (es decir, los intereses de los empresarios nacionales y extranjeros) en una situación de polarización social extrema entre las clases, en cuanto a nivel de riqueza y condiciones de vida, y en un contexto donde las brasas del descontento popular desplegadas durante el Argentinazo nunca se apagaron completamente. De ahí que Kirchner se dedique a maniobrar entre los diferentes sectores capitalistas, disciplinando a unos y haciendo concesiones a otros, al tiempo que mantiene un ojo puesto sobre la clase obrera. Sus llamamientos demagógicos a las masas ("no nos dejaremos vencer por aquellos que llevaron el país a la ruina", "este gobierno no se va a dejar presionar", etc) tienen como único objetivo usar a los trabajadores y desocupados como un garrote con el que amenazar a determinados sectores de la clase dominante y del aparato del Estado para que limiten su voracidad y no hagan peligrar los intereses del conjunto del sistema.
Pero esta política del "garrote" tiene sus propios límites infranqueables, que se desprende de los intereses burgueses que defiende Kirchner. En primer lugar debe garantizar ganancias adecuadas a los empresarios y banqueros que les permita prosperar, lo que en las condiciones argentinas sólo se puede conseguir con largas jornadas de trabajo, empleo precario y salarios bajos para los trabajadores. Y por otro lado, debe aceptar las reglas de juego que le marcan los grandes empresarios, las multinacionales y el FMI, acordando en el pago de la deuda externa, subiendo las tarifas escalonadamente y manteniendo la política de privatizaciones.

La crisis del PJ

Hoy los empresarios y patrones, aún con disidencias y fracciones, tienen en el partido peronista, casi la única herramienta para llevar a cabo una política a favor de sus intereses, a costa de los trabajadores. Por eso, para ellos no es un hecho menor la crisis del PJ y la pelea entre Kirchner y Duhalde por el control de sus estructuras. Son conscientes de lo peligroso que resulta basarse en una sola fuerza política, luego del colapso de la UCR y la debilidad de la oposición de derecha. Necesitan un contrapeso político al peronismo para usarlo como elemento de presión a favor de sus intereses y como instrumento de recambio cuando aquél se desacredite ante las masas. De ahí que sacaran de las catacumbas a López Murphy y a Macri estas últimas semanas, para que aglutinaran alguna fuerza social de apoyo, fundamentalmente en las clases medias. Lamentablemente para ellos, sus discursos ridículos a favor de la suba de tarifas, de aumentar el pago de la deuda externa y de más "mano dura" para reprimir la protesta social no tienen una especial audiencia de masas.
Kirchner necesita "remozar" a un PJ que perdió casi toda su autoridad sobre los trabajadores y los sectores populares, para convertirlo en un instrumento capaz de contenerlos dentro del sistema. Pero eso lo enfrenta a Duhalde y a un sector importante de la burocracia y de los funcionarios del partido (gobernadores, legisladores, diputados, senadores, intendentes y concejales), fundamentalmente del PJ bonaerense, siempre dispuestos a venderse al mejor postor a cambio de prebendas y corruptelas. Este sector no está dispuesto a perder parte de su poder y de sus privilegios, y mucho menos compartirlos con la nueva camada de arribistas que se arremolina alrededor de Kirchner (los transversales). Esta lucha a veces amenaza con la ruptura, pero Kirchner, Duhalde y la burguesía no se pueden permitir una ruptura del peronismo en estas circunstancias, porque son conscientes de la inestabilidad social que eso implicaría. Están condenados, por el momento, a alcanzar acuerdos temporales inestables, que sólo prepararán nuevas crisis y conflictos a futuro. Sin embargo, la burguesía no juega de neutral en esta pelea. A pesar de que no tiene nada que temer de las políticas de fondo de Kirchner, quiere tenerlo firmemente controlado. De ahí que sectores de la clase dominante están interesados en que el aparato duhaldista siga actuando de contrapeso a la "fogosidad" presidencial.
La pelea por el reparto de la plata de la "coparticipación" entre la provincia de Buenos Aires y el gobierno de la Nación tiene un costado vinculado a la interna peronista. Kirchner se está apoyando en el resto de los gobernadores para mantener a raya al PJ bonaerense y negarle el aumento en los fondos que solicitan. Al fin de cuentas, los fondos que antes manejara Duhalde en la provincia de Bs. As. y que hoy reclama Solá, no fueron otra cosa que la herramienta para forjar el poder duhaldista.

Lo que hay de verdad sobre el "complot"

Otro frente de inestabilidad para el gobierno de Kirchner es la fuente de conspiraciones cotidianas procedentes del corrompido aparato de represión. La purga de cientos de oficiales y suboficiales de las policías Federal y Bonaerense implicados en delitos como asesinato, robo, secuestros extorsivos, torturas, gatillo fácil, enriquecimiento ilícito, etc., es una muestra de lo lejos que llegó la putrefacción del aparato del Estado. Esta mafia policial, incrustada por dentro y por fuera de la policía, es la verdadera responsable de los "picos" de inseguridad habidos en los últimos meses. A ellos se suman los oficiales desplazados de sus funciones dentro del ejército en el último año por las discrepancias con el gobierno de Kirchner en materia de derechos humanos.
Vinculado a esto salió a la luz la celebración de una cena semisecreta en el Regimiento de Patricios, donde había oficiales del ejército y la policía, políticos peronistas y radicales, y algunos empresarios. Por la información ofrecida en los medios, parecía una representación en pequeño de aquellos sectores que perdieron cuotas de poder en el último año o que fueron desplazados de sus esferas de privilegio. Para decir la verdad, más que una reunión de conspiradores, parecía un encuentro de mutilados de guerra que se lamían unos a otros sus heridas. La base social de apoyo en estos momentos para tales conspiraciones es tan estrecha que ni ellos mismos se lo toman en serio.
Por el momento, los sectores decisivos de la clase dominante (los monopolios y banqueros) no necesitan recurrir a verdaderas conspiraciones para que el gobierno lleve adelante la política que mejor conviene a sus intereses. En lo fundamental, Kirchner está respondiendo a sus expectativas. Lo que no impide que usen al resto de los sectores descontentos de la clase dominante, del aparato del Estado y de los políticos burgueses (peronistas, radicales, lopezmurphystas y macristas) para presionar a Kirchner; de la misma manera que, a veces Kirchner, pretende apoyarse en sectores de las masas para limitar el apetito incontenible de aquéllos. En este equilibrio de fuerzas y de intereses se desenvuelve la actual situación política del país.

La pata "izquierda" de Kirchner

Ante este cuadro de situación toda una serie de grupos y movimientos experonistas, nacionalistas de izquierda y sectores de la CTA se prestan a ser la "pata izquierda de Kirchner".
Indudablemente, aquí hay de todo. Desde arribistas que aspiran a incorporarse a una lucrativa carrera política y funcionarial hasta luchadores honestos que consideran que hay que cerrar filas frente a la embestida de la derecha. Nosotros discrepamos con estos últimos compañeros. El hecho de que algunas de las políticas implementadas por Kirchner hayan sido acogidas con expectativas entre trabajadores y desocupados, no quiere decir que se pueda o se deba apoyar a este gobierno "por izquierda". La misión de este gobierno es reestablecer un clima tranquilo, "normal", para el desarrollo de los negocios capitalistas, cosa que no hará más que preparar y prolongar penurias y miseria para los trabajadores. Esto es lo que tenemos que explicar con paciencia y con claridad.
Las ataduras de estos sectores al kirchnerismo les va a deparar desagradables sorpresas. Ahora tienen que masticar vidrio para justificar antes sus bases el carácter "nacional y popular" de medidas tales como el envío de tropas a Haití, el aumento de los pagos de la deuda externa, las subas de tarifas, el mantenimiento de las políticas privatizadoras y a favor de las multinacionales. Esto provocará inevitablemente crisis en estos movimientos y, más adelante, rupturas y escisiones en líneas de clase.
También debemos rechazar la actitud oportunista o sectaria de parte de la izquierda que, siendo incapaz de conectar con el estado de ánimo de los trabajadores, se limita a lanzar una consigna nueva cada semana tratando de buscar atajos y golpes de efecto para intentar llegar a los trabajadores. Si además no le interesan o boicotean las iniciativas de lucha y organización que nacen en el seno de la clase obrera, porque no se ajustan a sus consignas ni a los espacios organizativos por ellos dirigidos, jamás arraigarán entre los trabajadores pese a sus afanes autoproclamatorios.

Una alternativa de clase

Desde El Militante rechazamos tener que elegir entre lo peor o lo menos malo. Lo que se necesita es una política de independencia de clase. La clase obrera argentina, lenta, pero obstinadamente, está empezando a ejercitar sus músculos, está empezando a sentir confianza en sus propias fuerzas, poniendo la mirada en recuperar lo perdido en los últimos 25 años. Los trabajadores ya no se resignan a continuar con su situación de tremenda pauperización con las migajas que tira el gobierno, y salen a pelear cada vez con más fuerzas: con la realización de asambleas, medidas de fuerza, movilizaciones y paros, forzando a los dirigentes sindicales a ponerse a la cabeza o pasando por encima de ellos.
Además de la lucha sindical, la clase trabajadora también tiene que luchar políticamente. La alternativa no puede ser tener que elegir cada tres o cuatro años qué partido burgués o representante de los patrones ponemos en el gobierno para que nos explote. Necesitamos disponer de nuestra propia organización política de masas que se fije como objetivo arrancar a la burguesía del timón de la sociedad, y que ponga bajo el control de los trabajadores las fábricas, los medios de transporte, la tierra, los monopolios y los bancos, en interés de la mayoría de la sociedad. Impulsar y organizar esa fuerza política, junto con las masas de trabajadores y la juventud, es la tarea que tenemos por delante.