La epidemia de fiebre amarilla que padece Paraguay es una expresión de la decadencia del capitalismo paraguayo y de la corrupción de su clase dominante. Con un nivel de pobreza que afecta al 42% de la población y un desempleo elevado, la polarización política del país se acrecienta, entre la candidatura del ex-obispo Fernando Lugo, apoyado por los trabajadores y campesinos pobres, y el ex-general golpista Lino Oviedo apoyado por los ricos y el imperialismo norteamericano. La posibilidad del fraude elde electoral para impedir la victoria de Lugo es muy real y debe ser respondida por las masas trabajadoras con organización y en las calles, si fuera necesario.
Hay que combatir la fiebre colorada
La epidemia de fiebre amarilla que padece Paraguay es una expresión de la decadencia del capitalismo paraguayo y de la corrupción de su clase dominante. Con un nivel de pobreza que afecta al 42% de la población y un desempleo elevado, la polarización política del país se acrecienta, entre la candidatura del ex-obispo Fernando Lugo, apoyado por los trabajadores y campesinos pobres, y el ex-general golpista Lino Oviedo apoyado por los ricos y el imperialismo norteamericano. La posibilidad del fraude electoral para impedir la victoria de Lugo es muy real y debe ser respondida por las masas trabajadoras con organización y en las calles, si fuera necesario.
Al asumir el poder en 2003 –esto es decir una formalidad, ya que su partido lo tiene inescrupulosamente desde 1947- con renovadas pero viejas promesas de cambio, Nicanor Duarte Frutos, del partido Colorado (ANR), se ponía al frente de una de las naciones más saqueadas del continente con una pobreza del 36%, 32% de desempleo (sumando el subempleo), gravísimos problemas de salud, y una decadencia total de su institucionalidad que permite que el 10% más rico se quede con el 40% de la renta anual, mientras el 40% más pobre sólo reciba el 10%.
Y si esos números parecían contundentes ahora son incontrastables: la pobreza trepó al 42%, el desempleo subió aún más, y la fiebre amarilla –que ya estaba presente de manera muy focalizada- ahora se cierne sobre el país como una epidemia potencialmente masiva y destructiva, con amenaza además de una fuerte oleada de Dengue.
Vergonzosamente, el gobierno no contaba con partidas suficientes de vacunas, y a no ser por la ayuda internacional, el país estaría ya ahogado por la epidemia. Así y todo eso está por verse.
A este cuadro se suma una corrupción pocas veces vista, con el trasfondo de una emigración a mares en busca de un destino digno. Con decir que, mientras la ira popular iba en aumento por la falta de vacunas, ¡algunos políticos las repartían desde sus casas pretendiendo un proselitismo clientelar atroz! Ni García Márquez podría siquiera novelar esto; algún límite se impone a sí mismo la imaginación.
Si la fiebre amarrilla finalmente se enseñorea en el Paraguay será una tragedia, una más en la trágica historia del valiente y noble pueblo paraguayo. Pero la verdadera epidemia es la burguesía paraguaya, que sume a su pueblo en la más ignominiosa miseria, atraso, saqueo y entrega al capital internacional, en un país con riqueza más que suficiente para todos sus habitantes. Esta burguesía vende a su pueblo y actúa como perro faldero del imperialismo yanqui a quien obedece sumisamente.
Hay que luchar contra el fraude Colorado y Oviedista
La campaña electoral previa a las elecciones de abril es una muestra de la corrupción de la clase dominante. Ante la posibilidad cada vez más creciente de que el ex obispo Fernando Lugo triunfara con un discurso a favor de los más desposeídos, con un acercamiento hacia el proceso revolucionario en Venezuela, y ante la expectativa y movilización que esto pudiera crear en sectores populares, Duarte Frutos maniobró para que el golpista y genocida Lino Oviedo fuera absuelto por sus crímenes, entre ellos el asesinato del vicepresidente Argaña, el golpe contra el presidente Wasmosy y el asesinato a mansalva de manifestantes en protestas populares contra él. Así, ante el seguro desastre electoral del Partido Colorado, al menos, la fragmentación de la votación impediría una cómoda victoria de Lugo, si no su derrota por medio del fraude.
Por eso es necesario que los luchadores y movimientos sociales, los militantes socialistas y comunistas, y todos los honestos activistas por un Paraguay justo, democrático, con justicia social y equidad, estén vigilantes ante la posibilidad de un nuevo fraude, derrotando al mismo con organización y en las calles si es necesario.
Como en Venezuela, Uruguay, Bolivia, Ecuador hay que barrer con la vieja política, tomando el pueblo su destino en propias manos.
También en Paraguay: luchar por el socialismo
Pero aún más: se impone -ante la desesperante situación de millones de paraguayos que ya no pueden esperar más- avanzar en la conformación de un frente político de masas, con un programa socialista que contemple una reforma agraria que incluya la expropiación de tierras a los latifundistas, y la expropiación de la gran industria y el comercio mayorista bajo el control de los trabajadores, con un inmediato plan de Obras Públicas y el monopolio del comercio exterior, romper los lazos con el imperialismo desconociendo las deudas con el capital financiero; salud, educación, comida de calidad garantizada para toda la población, y trabajo para todos, en la perspectiva de una Federación Socialista de América Latina.
En esa tarea estamos empeñados los socialistas de El Militante también para Argentina, y muchos otros países del mundo y por eso tendemos nuestro brazo solidario e internacionalista a los militantes de izquierda paraguayos, poniéndonos a su disposición.