Los ataques que venimos recibiendo por parte del Partido Obrero en las páginas de Prensa Obrera son una demostración de la vitalidad y desarrollo de nuestra corriente, en Argentina y a nivel internacional. El hecho de que estos ataques se sucedan con monótona regularidad y a una escala de insultos y calumnias cada vez mayor subraya lo que decimos. Ocurre con los dirigentes del PO lo mismo que con los gobiernos burgueses, que fabrican conflictos diplomáticos en el exterior para desviar la atención den de las masas trabajadoras cuando se encuentran con dificultades y críticas en casa.
Respuesta a un manotazo de ahogado
Los ataques que venimos recibiendo por parte del Partido Obrero en las páginas de Prensa Obrera son una demostración de la vitalidad y desarrollo de nuestra corriente, en Argentina y a nivel internacional. El hecho de que estos ataques se sucedan con monótona regularidad y a una escala de insultos y calumnias cada vez mayor subraya lo que decimos.
Ocurre con los dirigentes del PO lo mismo que con los gobiernos burgueses, que fabrican conflictos diplomáticos en el exterior para desviar la atención de las masas trabajadoras cuando se encuentran con dificultades y críticas en casa.
El PO perdió 100.000 votos en las recientes elecciones legislativas en Argentina, casi la mitad de su electorado. Como es habitual, los dirigentes del PO, para salvar su prestigio, no han realizado ningún tipo de autocrítica por estos resultados, limitándose a culpar a los trabajadores por su bajo nivel de conciencia. Esta respuesta, indudablemente, no ha dejado satisfecha a buena parte de la militancia del PO. De ahí que sus dirigentes traten de desviar la atención de las bases lanzando ataques furiosos contra nuestra organización.
La excusa que buscaron para esto fue el resultado del referéndum constitucional venezolano. Al parecer, los dirigentes del PO se molestaron porque criticamos la posición de las sectas ultraizquierdistas en este referéndum que, como ellos, se alinearon junto al imperialismo y a la burguesía internacional en contra de la reforma, pidiendo a los trabajadores venezolanos que votaran NO o se abstuvieran.
Como ya es tradicional, en las respuestas que nos dedicaron Jorge Altamira y su ladero, Luis Oviedo (El Militante: una secta reaccionaria Prensa Obrera nº 1020, y Chavo-sionistas abandonan el barco Prensa Obrera nº 1021), no informan de los títulos de éstos y otros artículos nuestros que fueron el objeto de su crítica ni la fuente donde ubicarlos. De esta manera, los dirigentes del PO quieren evitar la molestia a sus lectores de que puedan contrastar por sí mismos la crítica que nos hacen con lo que de verdad decimos nosotros. Para subsanar esta negligencia de Altamira y Oviedo, anotamos aquí cuáles eran estos artículos que les molestaron tanto, y dónde ubicarlos (El Partido Obrero ante el referéndum constitucional venezolano: El confusionismo sectario ayuda a la reacción, El sectarismo de izquierda y el referéndum venezolano: Con enemigos como éstos ¿para qué necesita amigos el imperialismo?, Venezuela: El tira y afloja económico entre revolución y contrarrevolución, y Venezuela: ¿Qué significa la derrota en el referéndum?).
En cada oración y párrafo de sus descargos para criticar nuestra posición, Altamira y Oviedo insertan frases de dos y hasta de tres artículos diferentes, aisladas y cortadas a su gusto y pegaditas unas a las otras, sin citar los títulos, la fuente ni la fecha. De esta manera los teóricos del PO nos hacen decir cualquier cosa y en cualquier momento que ellos quieran imaginar. Este es el conocido método de la amalgama que ya denunciamos en otras ocasiones y que fue utilizado profusamente por los estalinistas en los años 30 para desacreditar a los trotskistas. Con este método, hasta un chico de 10 años sería capaz de rebajar a Lenin al nivel de un escolar iletrado.
El PO festeja con el imperialismo
Los dirigentes del PO, igual que las demás sectas ultraizquierdistas, están sacando pecho por el resultado del referéndum venezolano, que tuvo el desenlace defendido por todos ellos (la reforma constitucional fue rechazada). Pero este resultado no confirma la corrección de su línea política, desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera y de los oprimidos. Representa el triunfo de una línea política que va contra los intereses de los trabajadores venezolanos y de la revolución latinoamericana, y fortalece al imperialismo y a los enemigos de la clase trabajadora internacional.
Los dirigentes del PO festejan el resultado del referéndum venezolano, pero no pueden ocultar que han quedado colocados en una posición incómoda. No envidiamos su situación.
Han aparecido a los ojos de todo el mundo en la misma vereda que el imperialismo y las burguesías lacayas de Venezuela y América Latina, llamando a votar en contra de la reforma progresista de la Constitución de Venezuela, en un contexto donde la revolución venezolana sufre el acoso implacable de los enemigos de la clase obrera mundial. Además, justificaron su posición utilizando los mismos argumentos que la contrarrevolución, repitiendo como loros sus sucias acusaciones lanzadas contra el gobierno de Chávez sobre el peligro de dictadura y la amenaza a las libertades democráticas si esta reforma resultaba aprobada.
Dieron un apoyo acrítico al movimiento reaccionario de los estudiantes universitarios de la burguesía y la clase media adinerada, que se oponían a la introducción de democracia en las universidades públicas y privadas, como el voto paritario de los estudiantes y trabajadores no docentes para la elección de autoridades, contemplado en la reforma. Ahora, cuando se descubrió lo que todo el mundo sospechaba, que los dirigentes estudiantiles de derecha fueron financiados secretamente por el gobierno de EEUU para lanzar sus movilizaciones, los dirigentes del PO callan cobardemente y no dicen ni una palabra.
Por supuesto, los dirigentes del PO defienden su posición por buenos motivos. No deseaban ayudar al imperialismo. Su crítica al chavismo viene por izquierda, porque éste no rompe con el capitalismo. Pero la inconsecuencia del ultraizquierdismo: apoyar a la reacción sin pretenderlo, no es una herramienta revolucionaria.
El oportunismo del PO: la otra cara de su ultraizquierdismo
En nuestro debate con el PO sobre Venezuela podríamos, felizmente, hacerla muy corta. Altamira y los demás dirigentes del PO no hacen más que aturdirnos los oídos cada semana sobre el carácter nacionalista burgués de Chávez y la falsedad de su socialismo.
Muy bien, damas y caballeros del PO. Indíquennos un solo artículo de Prensa Obrera que hayan publicado en estos meses, ¡uno sólo, fíjense bien!, donde ustedes expliquen o defiendan un programa socialista concreto para Venezuela; un programa que incluya, al menos, esta demanda simple: la nacionalización de la banca, los monopolios y los latifundios bajo el control de los trabajadores. Es decir, una demanda que implica la nacionalización, bajo el control de los trabajadores, de las palancas fundamentales de la economía venezolana sin lo cual todo el chamuyo sobre el socialismo no tiene ningún sentido, no sólo para el modelo de socialismo defendido por Chávez sino tampoco para el que defiende el PO. No busque en vano, lector. No existe tal artículo en las páginas de Prensa Obrera.
El Partido Obrero que se desgañita gritando contra la burocracia y el Estado burgués, y que trata despectivamente a organismos de participación popular como los Consejos Comunales y los Consejos de Trabajadores, tampoco propone en ninguno de sus artículos la formación de instancias de poder alternativas para los trabajadores y campesinos pobres venezolanos, tales como comités obreros, asambleas populares, etc. Entonces, ¿de qué estamos hablando? ¿En qué se queda toda su charlatanería sobre el socialismo y el poder obrero?
Pero esta posición del PO no nos sorprende. Es la misma que defiende en Argentina. En cada cita electoral presentan invariablemente un programa reformista de izquierda con demandas sobre empleo, salario, vivienda, pensiones, deuda externa, reestatización de las empresas privatizadas, etc. pero ni una palabra sobre la nacionalización de la banca, los monopolios y los latifundios, sin indemnización y bajo el control democrático de los trabajadores ¡Ni una palabra sobre esto!
Trotsky dijo una vez que un ultraizquierdista es un oportunista que se asusta de su oportunismo. A los dirigentes del PO les cabe completamente esta definición. Justamente, para disimular esta actitud oportunista se ven obligados a utilizar un lenguaje formalmente rrrrrevolucionario; es decir, estridente, ruidoso y sectario. Pero su disfraz revolucionario barato no nos engaña. Debajo de la piel revolucionaria del cordero, el zorro sigue asomando su rabo oportunista.
Los que se ventilaba en el referéndum
A la hora de valorar el resultado del referéndum, todo trabajador consciente debería preguntarse: ¿Por qué razón la derrota del referéndum venezolano ha llenado de felicidad a todas las fuerzas reaccionarias del planeta? Dando por sentado que este sentimiento de nuestros enemigos es sincero, debería preguntarse también: ¿cómo puede ser entonces que los sectarios compartan este regocijo?
El dirigente máximo de la socialdemocracia alemana en su época clásica, August Bebel, afirmó una vez: Cada vez que la bancada de los partidos de la burguesía aplaude mis discursos en el parlamento siempre me pregunto: ¿en qué me habré equivocado?.
La reforma propuesta por la Asamblea Nacional contenía muchos puntos progresistas y avanzados a favor de los trabajadores y demás sectores populares en materia de beneficios sociales, jornada laboral, en contra del latifundio, asegurando el control estatal de los recursos naturales, estableciendo mecanismos de participación popular en la toma de decisiones y en el ejército, etc. Es natural entonces que los empresarios y los imperialistas festejaran la victoria escuálida del NO, por poco más del 1%.
A diferencia de las sectas ignorantes, el imperialismo y la burguesía comprenden lo que nosotros comprendemos: que una derrota de Chávez en el referéndum debilitaría la revolución venezolana a corto plazo y fortalecería la posición interna e internacional de los reaccionarios. Por supuesto, que no fue una derrota decisiva, pero sí supone un toque de atención sobre la situación que atraviesa la revolución.
En otros artículos ya analizamos en profundidad las causas y razones de la victoria del NO en el referéndum, por lo que nos limitaremos a enunciarlas. Lo que decidió realmente su victoria fueron los 3 millones de chavistas que se abstuvieron de votar, ya que el NO recogió apenas 200.000 votos más que la derecha en las elecciones presidenciales de hace un año.
Identificamos 3 razones principales que llevaron a esta victoria agónica del NO: la desvergonzada campaña contra la reforma desplegada por los medios de comunicación venezolanos (que controlan el 90% de los medios audiovisuales e impresos del país), que no se detuvieron ante nada para lanzar las calumnias y las mentiras más infamantes contra la misma, y que tuvo un impacto en las capas más atrasadas de la población; el boicot del ala reformista y de la burocracia del movimiento bolivariano y del aparato del Estado (funcionarios, gobernadores, intendentes, oficiales del ejército) para quienes la aprobación de esta reforma implicaba limitaciones a sus privilegios y atribuciones, por lo cual se negaron a desarrollar en sus zonas una campaña seria para desmontar las calumnias de la oposición de derecha y se dedicaron a trabajar secretamente a favor del NO y la abstención; y la lentitud en el avance la revolución para solucionar los problemas fundamentales de las masas, por el boicot de la burocracia reformista y corrupta, agravado por el sabotaje económico de la burguesía que detenta el control de las palancas fundamentales de la economía extendiendo la escasez de productos básicos en las tiendas y supermercados con el objetivo de indisponer a las masas contra la revolución, como hicieron en el Chile de Allende y en la Nicaragua sandinista. Un sector de las masas está cansado de discursos y proclamas y exige acciones decisivas para la solución de estos problemas y otros, como la vivienda, la delincuencia, etc.
Como ya anticipamos en el caso de una victoria del NO, dentro del campo popular venezolano la derrota tuvo inicialmente un efecto depresor, lo mismo que en las masas trabajadoras latinoamericanas. Mientras que los ricos y sus gobiernos festejaban, en los trabajadores y campesinos pobres la noticia fue recibida con desconcierto, incredulidad y tristeza.
Los dirigentes del PO nos acusan, con evidente mala fe, que antes del referéndum pintábamos maravillas de la revolución venezolana y sólo después de la derrota señalamos sus carencias. Pero quien haya leído nuestros materiales conoce perfectamente nuestra posición. Desde hace años hemos insistido en que la revolución venezolana debe llevar a término sus tareas inconclusas; es decir, la expropiación de la burguesía y el desmantelamiento del actual aparato del Estado, que es lo que el PO no propone ni para Venezuela ni para Argentina.
Hemos insistido en que, bajo el capitalismo, no pueden ser resueltos los problemas de las masas trabajadoras. Los problemas de desabastecimiento ya fueron señalados por nosotros desde principios de este año, cuando la burguesía intensificó su boicot económico; y no después como señala desvergonzadamente el provocador de Luis Oviedo. Este caballero llega al punto de reproducir una cita de un artículo donde señalamos este problema y dice que fue publicado después del referéndum, cuando lo publicamos en la semana previa al mismo, como podrá comprobar por sí mismo cualquier lector (Ver: Venezuela: El tira y afloja económico entre revolución y contrarrevolución).
Pero esta visión crítica sobre las deficiencias de la revolución venezolana no nos ha hecho cambiar de rumbo, ni el resultado del referéndum nos ha hecho abandonar el barco como afirman estúpidamente Altamira y Oviedo, que tratan a sus lectores como a idiotas.
La tarea de los marxistas es ubicarse dentro del campo revolucionario, más allá de quienes sean sus jefes accidentales. En Venezuela, los marxistas deben trabajar dentro del movimiento bolivariano y construir en su seno una tendencia de masas que defienda un programa socialista consecuente, combatiendo implacablemente las posiciones de los reformistas y burócratas, y de las sectas ultraizquierdistas que permanecen en la vereda de enfrente ayudando con su accionar equivocado a los enemigos de la revolución.
La revolución venezolana ha jugado y juega un papel muy progresista, y es vista como una referencia inspiradora por millones de oprimidos en todo el mundo. Por eso es odiada tan intensamente por el imperialismo y las burguesías locales. Ha tenido el mérito de colocar de nuevo la idea del socialismo en el debate político de masas, por eso preocupa tanto a nuestros enemigos de clase. Y reconocemos el papel que, en todo esto, ha jugado Chávez, quien ha demostrado ser una persona valiente y honesta, más allá de que no sea marxista y de que mantenga una posición vacilante y confusa en cómo abordar las tareas inconclusas de la revolución venezolana.
Fuera del movimiento de masas no es posible construir nada que valga la pena. La indigencia política y organizativa de las sectas ultraizquierdistas en cada país latinoamericano, y más allá, es una prueba concreta de esto.
Siempre hemos defendido que la revolución se hace en las calles, en las fábricas, en los barrios, en los campos, y en los cuarteles del ejército. Pero despreciar, como hacen las sectas, la lucha por reformas a través del parlamento o de cambios constitucionales no es una política marxista, sino ultraizquierdista.
Esta reforma constitucional no suponía una ruptura fundamental con el capitalismo pero sí contenía aspectos progresistas que asestaban golpes a la burocracia y a los capitalistas. Indudablemente, la victoria del SI habría ejercido un efecto tremendamente motivador en el espíritu revolucionario de las masas y un debilitamiento en las bases de la reacción, dentro y fuera de Venezuela. En cambio, la victoria del NO tuvo el efecto contrario que, estamos seguros, será revertido en poco tiempo. Esto era lo más fundamental que se ventilaba en el referéndum constitucional de Venezuela. Sólo los sectarios estúpidos fueron incapaces de entender esta verdad elemental y terminaron vitoreando junto a nuestros enemigos.
Altamira y Oviedo ocultan que siempre tuvimos una posición independiente y siempre criticamos las limitaciones y demoras habidas en el proceso revolucionario. No renunciamos a ninguno de nuestras posiciones, NI ANTES NI DESPUÉS del referéndum. Y las seguiremos defendiendo como hasta ahora: desde adentro del movimiento bolivariano, junto a las masas, en las organizaciones propias de los obreros, campesinos y del pueblo explotado, y no como ellos proponen desde la misma trinchera de los ¨demócratas¨ escuálidos, los empresarios y el imperialismo, con quienes votaron juntos por el NO en el referéndum. Por nuestra parte, no abandonamos el barco y no nos sumaremos a los gritos de Altamira desde el muelle en compañía de sus amigos sectarios, bajo el regocijo del imperialismo.
Carneros festejan la victoria patronal
En un combate con la patronal, los revolucionarios deben ser los mejores luchadores, aunque los trabajadores estén dirigidos por representantes incompetentes que defiendan reclamos limitados. Justamente, esa será la mejor manera para los revolucionarios de mostrar la superioridad de sus ideas, métodos y programa, y de ganarse la confianza de esos trabajadores. Pero nunca carnerearán una huelga o llamarán a votar contra la misma en una asamblea de trabajadores. Pero aquellos ultraizquierdistas que, con la excusa de que nuestros dirigentes son malos o de que éstos presentan un petitorio de reclamos limitado, se niegan a acompañar a los trabajadores en la huelga, simplemente actúan como carneros y rompehuelgas. Lo grave no es sólo que los dirigentes del PO y demás sectas ultraizquiedistas actuaran como carneros en el referéndum constitucional de Venezuela, sino que además festejaran la victoria patronal que supuso la derrota del mismo.
La actitud de esta gente los desacredita completamente como revolucionarios. Actuaron en la práctica como agentes no declarados de la contrarrevolución y del imperialismo. Todo el mundo lo ha podido ver y, justamente por eso, están ganándose en todas partes un desprecio merecido.
La posición abstencionista
En su mundo de ilusiones estas damas y caballeros están tan contentos con lo sucedido que dicen que los 3 millones de chavistas que se abstuvieron representan lo más consciente y avanzado del movimiento obrero y popular, porque buscan algo más a la izquierda de Chávez y del movimiento bolivariano con quienes supuestamente están empezando a romper. Esta capa constituye, para esta gente, la plataforma de masas sobre la que podría armarse un partido revolucionario, opuesto y enfrentado al PSUV.
La realidad es que el sector más consciente y avanzado del proceso revolucionario venezolano son los más de 4 millones de trabajadores, campesinos pobres y demás sectores populares que votaron por el SI a la reforma constitucional, que resistieron la campaña feroz de los medios de comunicación burgueses y enfrentan diariamente las insuficiencias de la propia revolución.
No nos cabe ninguna duda de que cientos de miles de simpatizantes chavistas que no fueron a votar (por las consideraciones mencionadas antes, o por simple exceso de confianza en la victoria del SI) sí son ahora conscientes del peligro que ha supuesto la victoria de la derecha, y en cuanto tengan otra oportunidad serán los primeros en posicionarse claramente a favor del proceso revolucionario, más allá de sus deficiencias.
En la base chavista hay furia contra la burocracia y el ala derecha del movimiento bolivariano que controla parcelas clave del gobierno y del aparato del Estado. Tras la conmoción inicial ya se aprecia una reacción. Del resultado de esta lucha en el seno del movimiento bolivariano se decidirá el destino de la revolución. Como dice Alan Woods:
La victoria del "no" en el referéndum actuará como un golpe saludable. La base chavista está furiosa y acusa a la burocracia, a la que correctamente culpan de este revés. Exigen acciones para purgar a la derecha del movimiento. ¡Esto es absolutamente necesario! Nuestras consignas deben ser:
¡Ningún paso atrás! ¡Ningún acuerdo con la oposición!
¡Por el avance de la revolución!
¡Expulsión de los burócratas y arribistas!
¡Expropiación de la oligarquía!
¡Armar a los trabajadores para luchar contra la reacción!
¡Viva el socialismo!
Falsedades históricas
A pesar de su tono pendenciero y sus expresiones de suficiencia, los argumentos utilizados por Jorge Altamira para criticar nuestras posiciones, más allá de sus insultos y mentiras, revelan la falta de asimilación teórica de aspectos fundamentales del marxismo, como la teoría de la revolución permanente y la necesidad de un programa de transición al socialismo, elaborados por Trotsky.
Es gracioso que, en estas circunstancias, esta eminencia teórica nos pretenda mandar a un curso sobre el Estado de la UJS (las juventudes del PO). Nos resulta muy simpática esta recomendación suya porque muchos de los militantes y cuadros juveniles del PO, al menos en Buenos Aires, están obligados a leer las primeras letras del marxismo en los libros que les suministra El Militante en las mesas que colocamos en las marchas y otras actividades públicas. La incapacidad de los dirigentes del PO para editar siquiera algunas obras clásicas del marxismo es una muestra fiable de su falta de respeto por la teoría marxista.
Además de los insultos sobre nuestra posición sobre Venezuela, como otro síntoma de su carencia de argumentos serios, Altamira tergiversa nuestras posiciones históricas. Entre sus numerosas mentiras sólo responderemos las más alevosas, para hacerla más corta.
Este mentiroso sin principios dice que en la guerra de Malvinas estábamos por el triunfo del imperialismo británico. Bien, esto puede comprobarse fácilmente leyendo la posición que defendimos en plena guerra de Malvinas y que cualquier lector puede consultar en nuestra página web:. la crisis de las Malvinas: los marxistas ante la guerra, Mayo 1982; o en la polémica que mantuvimos sobre este tema con el PO hace unos años: Las Malvinas, el socialismo, la guerra y la cuestión nacional.
Nosotros nos opusimos a la guerra de ambos lados porque tenía un carácter reaccionario. Denunciamos a la Junta Militar y al imperialismo británico. Una genuina política marxista hubiera mantenido la denuncia sobre los crímenes de la Junta Militar, llamando a la necesidad de su derrocamiento revolucionario para que un gobierno obrero tomara las riendas de la guerra, apelando al mismo tiempo a la solidaridad internacionalista de la clase obrera británica para que hiciera lo propio con el gobierno de la Thatcher, y de esa manera alcanzar una solución socialista, fraternal, democrática y amistosa del conflicto.
Lamentablemente, la política de PO en la guerra de Malvinas no tuvo nada que ver con el bolchevismo, pero sí con el menchevismo: la de apoyo crítico a la burguesía nacional o a sus representantes armados; lo que no es más que una variedad de la teoría reformista de las dos etapas: primero ganar la guerra, luego lucharemos por el socialismo; en lugar de la política marxista bolchevique de vincular la victoria sobre el imperialismo británico al derrocamiento revolucionario de la burguesía argentina y de la Junta genocida.
Altamira y su marioneta, Oviedo, nos llama sionistas. Como sabe cualquier lector de El Militante, somos enemigos resueltos del sionismo y de la opresión del pueblo palestino. Defendemos el derecho del pueblo palestino a tener su Estado y el derecho de regreso de todos los refugiados palestinos a sus zonas de origen. Pero esto es imposible de resolverse bajo el capitalismo. Nuestra posición es la Federación Socialista de Medio Oriente como única solución para los interminables enfrentamientos sectarios donde todos los pueblos de la zona: árabes, judíos, drusos, kurdos, y demás etnias, puedan vivir en paz y armonía, con la integración de sus recursos. Todos nuestros artículos al respecto pueden leerse en: Medio Oriente.
No claudicamos al sionismo como tampoco claudicamos al nacionalismo burgués árabe ni al fundamentalismo islámico. En este sentido, es muy instructivo ver el comportamiento del PO ante el enfrentamiento que existe entre el imperialismo norteamericano y el reaccionario régimen fundamentalista islámico de Irán, al que han dado un apoyo acrítico hasta la fecha.
La posición marxista sobre Irán, como en el caso de la Junta Militar argentina durante la guerra de Malvinas, debe ser denunciar la intromisión del imperialismo en los asuntos iraníes y rechazar cualquier amenaza militar contra la misma, pero al mismo tiempo debe levantar una posición independiente de clase agitando por el derrocamiento revolucionario del régimen iraní por los trabajadores para establecer en Irán un régimen socialista con una democracia obrera genuina.
La conciliación de clases, como vemos, parece ser la marca registrada de los dirigentes del PO en cada acontecimiento internacional importante.
En la utilización de analogías históricas, Altamira no lo hace mejor. Es un escándalo que Altamira compare el gobierno de Chávez con el régimen de Luis Bonaparte en la Francia y con el régimen de Bismarck en el siglo XIX. Dice, en relación a nuestra defensa del SI en el referéndum venezolano: Imagínese el lector a Marx votando por Luis Bonaparte, con el argumento de que introduciría medidas sociales o porque sus opositores fueran los monárquicos legitimistas u orleanistas o los republicanos burgueses. ¡O que hubiera apoyado a Bismarck con iguales motivos (aunque fue lo que acabó haciendo Ferdinando Lasalle)!.
Uno se frota los ojos y no puede dar crédito a lo que lee. Luis Bonaparte y Bismarck representaban, junto con el régimen zarista, los regímenes más reaccionarios de Europa en el siglo XIX ¿Cómo podríamos responder a esta basura que esparce alegremente este personaje? Nos limitaremos a hacerle unas preguntas a nuestro Torquemada socialista. ¿Dónde están los presos políticos encarcelados por Chávez? ¿Dónde los obreros y revolucionarios fusilados? ¿Dónde los sindicatos y partidos obreros prohibidos? ¿Dónde la prensa obrera censurada o secuestrada? Sólo un provocador sin principios, como es el caso de Altamira, podría expresarse de esta manera.
La base social del bonapartismo burgués de Bismarck y Luis Bonaparte era la pequeña burguesía reaccionaria, y no la clase obrera. Pero en Venezuela, la pequeña burguesía reaccionaria está con la contrarrevolución y el imperialismo, apoyó unánimemente el voto NO en el referéndum venezolano, como pedía insistentemente el PO. La clase obrera y el campesinado pobre se agrupan alrededor de Chávez, y ni siquiera Altamira puede ocultar esta verdad elemental.
Si un dirigente revolucionario confunde el campo de la revolución con el de la contrarrevolución, o no sabe distinguir entre uno y otro ¿qué vale este dirigente, qué crédito podemos concederle, a dónde nos llevaría? Que el lector responda por sí mismo.
Altamira está tan ciego por su odio contra Chávez y El Militante (y el rencor en política es siempre funesto, como decía Lenin) que carece de toda medida cuando afirma cualquier barbaridad.
La Asamblea Constituyente
Altamira se revuelve con furia cuando decimos que él defiende la convocatoria de una Asamblea Constituyente en Venezuela: Lamentablemente para el farsante, en nuestro artículo no proponemos ninguna Constituyente [para Venezuela], por la simple razón de que no consideramos oportuno, para una clase obrera que no tiene organización independiente, plantear ahora una cuestión constitucional. Aceptemos, en interés del debate, que el PO no propone por ahora una Asamblea Constituyente para Venezuela. En cambio, Altamira nos replica: La Constituyente ha sido la consigna favorita de Chávez, Evo Morales y Correa, que la han visto como la vía para refundar sus países, esto con el apoyo seguidista de mister Woods.
Este tramposo resulta ser un malísimo jugador de truco. Nos reprocha que estábamos por la convocatoria de la Asamblea Constituyente en estos países, y que dimos apoyo seguidista a Evo Morales ¿A quién pretende engañar este personaje? La defensa de esta consigna ha sido la divisa principal del PO en todos estos años en cada país latinoamericano, y fue nuestra oposición a esta demanda, por considerarla inadecuada en países donde ya existen regímenes democrático-burgueses formales, lo que motivó dos polémicas públicas entre nuestra corriente y el PO en 2002 y 2003. (Ver: La consigna de la Asamblea Constituyente ¿Puede aplicarse a la Argentina? y Marxismo frente a sectarismo. Respuesta a Luis Oviedo).
La defensa de la consigna de la Asamblea Constituyente en un proceso revolucionario, cuando ya existe democracia formal, es completamente reaccionaria, porque desvía la atención de las masas de las calles al parlamento. Lo que se necesita, en estos casos, es agitar por la formación de organismos de poder obrero y no de nuevos parlamentos y constituciones burguesas. Lo que está sucediendo ahora en Bolivia es una prueba suficiente de esto. Cualquier lector de la prensa del PO sabe que fue el propio Altamira quien defendió estas posiciones, e incluso llamó a votar por Evo Morales (Ver El Obrero Internacional, diciembre del 2005, Llamamos a votar a Evo Morales y al MAS).
Pero la excusa que Altamira da para no defender la Constituyente ahora en Venezuela es una verdadera perla teórica: por la simple razón de que no consideramos oportuno, para una clase obrera que no tiene organización independiente, plantear ahora una cuestión constitucional.
Siguiendo al marxismo, el contenido concreto de un programa político o la defensa de cualquiera de sus demandas (como podría ser la Asamblea Constituyente) se deriva del desarrollo objetivo de la lucha de clases, y no de la existencia de un partido independiente de la clase obrera ¿Quiere decir Altamira que la defensa de determinados puntos programáticos, sea la Constituyente u otra demanda, sólo pueden plantearse cuando la clase obrera tenga su propio partido? ¿Y si no lo tiene qué se supone que deben hacer los marxistas, no defender ningún programa? La confusión de Altamira es mayúscula. Una cosa es lanzar a la clase obrera a la toma del poder sin un partido, lo que sería aventurerismo, y otra cosa agitar en su seno por la necesidad de luchar y organizarse para llevar a término sus tareas históricas o cualquiera de sus demandas parciales. Sin la elaboración y agitación de un programa definido, no hay construcción de partido posible. La defensa de ese programa, incluya o no la Constituyente, es el eje a través del cual se vertebra, se construye y se desarrolla el partido, aunque inicialmente sólo exista en forma embrionaria.
¿Es esta la posición de todo el PO?
Hacemos desde aquí un llamado a la militancia del PO a participar de este debate libremente. Confiamos en su buen sentido y en que los compañeros no apelarán a los insultos con que quiere acostumbrarlos Altamira con su mal ejemplo. Consideramos que son cuestiones políticas vitales para el futuro de la revolución en toda Latinoamérica, y a nivel internacional.
Siendo honestos, lamentamos decirle claramente a la militancia del Partido Obrero que no tenemos confianza alguna en que la actual dirección del PO reconozca sus graves errores políticos y teóricos, y cambie de rumbo. Altamira y los demás dirigentes del PO han demostrado suficientemente en todos estos años ser irreformables. Por este camino, el PO no llegará muy lejos, como los resultados de las elecciones de octubre demostraron.
No es una casualidad que, tras más de 40 años de existencia, el Partido Obrero haya sido incapaz de conformar una organización internacional que merezca, ni de lejos, ese nombre. Es llamativo que en los dos países donde más lejos llegó el proceso revolucionario que sacude América Latina, Venezuela y Bolivia, el PO haya sido incapaz de construir nada. Lo mismo que en países clave como Brasil, México, Perú o Chile. Fuera de América Latina el panorama es más desolador. Su agrupamiento más importante fuera de Argentina, Progetto Comunista de Italia, se partió en 3 pedazos hace cerca de dos años y quedó reducido a un grupo marginal.
La Corriente Marxista Internacional, que edita la página web In Defence of Marxism, y de la que forma parte la Corriente Socialista El Militante, puede contar una historia muy diferente. Justamente, porque nos hemos construido sobre la base de una defensa firme de los principios y del programa del marxismo a nivel internacional, sin bajar en ningún país ni uno solo de nuestros principios socialistas, es que nos estamos desarrollando de manera persistente y continuada desde hace 15 años. Nuestra presencia en más de 30 países de los 5 continentes, es una prueba suficiente de lo que decimos.
Hemos combinado la defensa inquebrantable de las ideas del marxismo con una orientación hacia el movimiento real de las masas trabajadoras en cada país, sin lo cual es imposible construir nada que merezca la pena.
Es, justamente, este avance de nuestra corriente internacional el que molesta a los dirigentes del PO que, incapaces de sostener con nosotros un debate honesto, creen poder cortar nuestro desarrollo con insultos, mentiras y métodos burocráticos ¡No lo conseguirán!