Día Nacional de Lucha en Perú

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El miércoles 11 de julio Perú quedó paralizado por un Día Nacional de Lucha convocado por la Confederación General de Trabajadores Peruanos (CGTP). Estas protestas pueden significar el principio del fin del gobierno de Alan García, podría ser derrocado por un movimiento de masas, como ya ocurrió estos últimos años con otros gobiernos en Ecuador, Bolivia y Argentina, un proceso que forma parte de la oleada revolucionaria que está recorriendo América Latina.

¿El principio del fin de Alan García?

El miércoles 11 de julio Perú quedó paralizado por un Día Nacional de Lucha convocado por la Confederación General de Trabajadores Peruanos (CGTP). En la plaza de San Martí, en el centro de Lima, se manifestaron aproximadamente 50.000 personas, allí el secretario general de la CGTP, Mario Huaman, amenazó con la convocatoria de una huelga general si el gobierno no satisfacía las reivindicaciones del movimiento. Fue la manifestación más grande desde la caída de la dictadura de Fujimori y el ambiente estaba muy radicalizado.

El día de acción es el punto álgido de un movimiento creciente de protesta contra la política del gobierno de Alan García, que fue elegido apenas hace un año. El jueves 5 de julio, el poderoso y militante Sindicato Unitario de Trabajadores de la Educación del Perú (SUTEP), convocó una huelga de 300.000 profesores y que se organizan por todo el país. Esta huelga iba dirigida contra una nueva ley que afecta a la situación de los profesores en la educación pública, el sindicato considera que es un ataque a sus condiciones laborales y una forma encubierta de privatización. Hubo manifestaciones diarias de profesores por todo Perú y el 11 de julio, cuando comenzaba el día nacional de lucha, 5.000 profesores ocuparon las instalaciones del aeropuerto internacional de Juliaca, la capital del departamento de Puno, y destrozaron las instalaciones.

En varias regiones del sur se convocó una "huelga agraria" de 48 horas contra la firma del Tratado de Libre Comercio y que fue ampliamente secundada con bloqueos de carreteras en todo el país.

La Federación de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos también se unió a las protestas con una huelga de 48 horas, después de que los mineros del cobre llevaran más de un mes en una lucha muy dura, que ha dejado varios mineros muertos en los enfrentamientos con la policía. Piden aumentos salariales y mejores condiciones de seguridad en las minas, aprovechando que el precio del cobre en el mercado mundial ha subido bastante.

El ambiente de rabia de los trabajadores y los campesinos se ha incrementado por las provocadoras declaraciones del presidente Alan García, que pertenece al partido APRA. Ha insistido en que "las bases del país son sólidas, se trata sólo de una pequeña minoría de fanáticos que quieren defender sus privilegios".

Además, acusó al presidente venezolano Hugo Chávez de estar detrás de las protestas y culpó a Venezuela de interferir en los asuntos internos de Perú.

Desde las elecciones de hace un año existe tensión entre Alan García y Hugo Chávez, cuando éste último acusó a Alan García de fraude y no reconoció su victoria frente al candidato nacionalista Ollanta Humala. Muchos trabajadores y campesinos avanzados en Perú simpatizan con la revolución venezolana, en las últimas semanas, los medios de comunicación peruanos organizaron una manifestación con menos de cien personas en el exterior de la embajada venezolana en Lima, para protestar contra la decisión del gobierno venezolano de no renovar la licencia a RCTV. Esta manifestación fue protegida por la policía antidisturbios y por francotiradores posicionados en los tejados próximos a la embajada, que práctica quedó sitiada. Otra manifestación más grande, con unas 2.000 personas, en apoyo a la revolución venezolana se encontró con la represión de los antidisturbios.

Pero la verdadera razón de la oleada de protestas de masas es que Alan García ha roto todas sus promesas electorales. Fue elegido sobre la base de una demagogia izquierdista, la única manera de poder derrotar a Ollanta Humana en la segunda vuelta de las elecciones, para después aplicar una política derechista y proimperialista. En menos de un año ha quedado totalmente desenmascarado, como explicaba Aníbal Montoya en un artículo el año pasado:

"Una parte importante del voto que fue al partido APRA de García, fue consecuencia de sus discursos de izquierda y el rechazo a lo que interpretan las masas como ‘neoliberalismo", es decir, la política de hambre y sumisión al capitalismo peruano. Pero Alan García, un agente corrupto de la burguesía y el imperialismo norteamericano, no tendrá otra opción que realizar el trabajo sucio de sus jefes para salvaguardar sus intereses (privatizaciones, firmar del ALCA, profundización de la miseria y la pobreza que se extenderán a cada vez más sectores de la población). Y todo esto llevará a un aumento rápido de su impopularidad entre la población en general".

Las últimas encuestas muestran que la tasa de aprobación para Alan García por primera vez está por debajo del 50 por ciento, una caída superior a 10 puntos desde el mes pasado. Entre los sectores más pobres de la población de Lima está en el 29 por ciento. Debido al carácter de masas de las protestas, el gobierno ha decidido sacar al ejército a las calles durante treinta días. Hay noticias de la detención de docenas de dirigentes sindicales, principalmente del sindicato de profesores, incluido el secretario general, el vicesecretario general y el de organización del SUTEP y el secretario de organización de la CGTP. Estas medidas represivas, una vez que las masas ya están en las calles, sólo pueden ser contraproducentes y provocar una movilización aún más amplia.

Las consignas de la manifestación de Lima eran un presagio de lo que está por llegar: "Aquí estamos, ya no tenemos miedo", "Caerá, caerá, el caballo loco caerá" (en referencia a Alan García) y "El pueblo unido jamás será vencido". Estas protestas pueden significar el principio del fin del gobierno de Alan García, podría ser derrocado por un movimiento de masas, como ya ocurrió estos últimos años con otros gobiernos en Ecuador, Bolivia y Argentina, un proceso que forma parte de la oleada revolucionaria que está recorriendo América Latina.