La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo; y, por tanto, el capital, al dominar… esta envoltura, que es la mejor de todas, cimenta su poder de un modo tan seguro, tan firme, que no lo conmueve ningún cambio de personas ni de instituciones, ni de partidos dentro de la república democrática burguesa. (Lenin – El estado y la Revolución)
Crisis de representación
En estos meses hubo elecciones en Santa Fé, Jujuy, Salta, Chaco, San Luis y CABA. En su mayoría, fueron elecciones legislativas locales desdobladas de las nacionales.
En Santa Fe votó solamente el 55%; en Jujuy, el 64%; el 59 % en Salta; solo el 52 % en Chaco y el 60% en San Luis. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sólo el 53 % de los porteños fueron a las urnas. Todos estos números expresan récords de ausentismo, desde el retorno de la democracia burguesa en 1983, y reflejan un divorcio creciente entre la dirigencia política y un sector de la clase trabajadora.
La crisis de representación en términos políticos electorales, es cada vez más profunda, y refleja a su vez la crisis de gobernabilidad que enfrentan los capitalistas, en un escenario donde la necesidad de empresarios, banqueros y terratenientes implica continuar aplicando un programa de guerra contra los trabajadores y la juventud, independientemente de Milei, ya que el ajuste constituye un programa común, aunque con matices, de todos los partidos patronales atados al FMI.
Este malestar con los partidos mayoritarios y con todos los políticos implicados en políticas que se traducen en una mala vida para los de abajo, es contradictorio, y está intrínsecamente ligado con la crisis capitalista mundial. Incluso es una tendencia que se puede observar a nivel global, justamente por el carácter orgánico de la crisis. Sin embargo, su expresión en nuestro país adquiere características más explosivas, ya que la crisis de representación encuentra un antecedente próximo en la crisis de 2001, que derivó en el Argentinazo y en el histórico: ¡Que se vayan todos!
El Argentinazo representó el primer gran punto de quiebre. En las elecciones legislativas de octubre de 2001, el ausentismo fue del 24,4 % y el voto en blanco, nulo e impugnado, el voto bronca, alcanzó el 21,5 %. En total, casi la mitad del padrón (46 %) no eligió a ningún partido. La legitimidad del bipartidismo tradicional (PJ-UCR) saltaba por los aires, marcando una ruptura profunda en la legitimidad del sistema político.
Posteriormente, durante el kirchnerismo, apoyado en la nueva correlación de fuerzas abierta tras el Argentinazo y en un contexto internacional de altos precios de las materias primas, se produjo una cierta recuperación de la participación electoral. Esto permitió recomponer parcialmente la confianza en las instituciones y fortalecer la gobernabilidad.
A partir de 2015, con el triunfo de Cambiemos y el agotamiento del ciclo kirchnerista, la participación electoral comienza a descender nuevamente, y empieza a gestarse un segundo punto de quiebre, esta vez directamente ligado al impacto de la crisis capitalista mundial que había comenzado a sentirse desde el 2011. El deterioro de las condiciones de vida y trabajo reinstala el desencanto con la política institucional.
Como explicamos en varios de nuestros escritos, Milei es justamente un producto de este desencanto, ya que supo surfear sobre el malestar, la bronca y la ira de un sector considerable de la clase trabajadora y la juventud hacia los partidos y sus políticos, y así catapultarse al poder político del Estado. El voto a Milei implicó darles la espalda a Macri, Cristina y Alberto Fernández, que venían gestionando el ajuste capitalista en los últimos dos gobiernos.
Aquí, la baja participación también jugó un papel clave: en las PASO de agosto de 2023, el ausentismo fue protagonista de la jornada electoral, con un total de 1,4 millones de electores menos que en 2019. Este dato evidencia que el malestar con el sistema político no es un fenómeno coyuntural ni atribuible únicamente al desdoblamiento electoral en algunos distritos o al carácter legislativo o local de ciertas elecciones como señalan los medios de comunicación de los capitalistas. Por el contrario, se manifestó con fuerza incluso en una elección presidencial, lo que indica una desafección más profunda y persistente hacia las instituciones y los partidos tradicionales.
Los políticos son vistos, correctamente, por muchos como mentirosos que no tienen ningún interés en los problemas de la gente común. Esto alimenta la ola abstencionista que, aunque heterogénea, comparte un repudio generalizado hacia las fuerzas políticas nacionales y provinciales. En principio, este ausentismo golpeó a todos los espacios, pero, en última instancia, benefició a los gobernadores provinciales, que, si bien no cuentan con un armado nacional, han sabido tejer alianzas con Milei, como es el caso del gobernador radical Leandro Zdero, quien se presentó por la alianza Chaco Puede + La Libertad Avanza. Incluso aquellos gobernadores que no hicieron alianzas electorales explícitas con el gobierno nacional, como Claudio Poggi, de San Luis, han acompañado en los hechos el programa de la motosierra, aplicando ajustes en sus provincias en sintonía con el rumbo económico del oficialismo nacional.
La disputa interna del peronismo y el ausentismo colaboraron a que La Libertad Avanza y sus aliados ganaran terreno de manera relativa, tanto en las provincias como en CABA. Los sectores conservadores capitalizan momentáneamente el desencanto, la bronca y la fragmentación para ganar espacio y legitimar políticas de ajuste. En Salta, La Libertad Avanza quedó en segundo lugar por detrás del gobernador Sáenz, aunque tuvo un triunfo destacado en la capital salteña, donde se impuso como la fuerza más votada. En Chaco, la alianza con el oficialismo local encabezado por Zdero le otorgó una victoria indirecta. En San Luis, el Gobierno nacional no se presentó de manera oficial, dado que no cuenta con una presencia competitiva. En Jujuy, los candidatos del gobierno nacional quedaron en segundo lugar. Y en CABA, el triunfo de LLA desplazó al PRO, que venía dominando la ciudad desde hace casi dos décadas.
Previamente, en las elecciones santafesinas, con una participación del 55,6 %, el nivel más bajo desde el retorno de la democracia en 1983, La Libertad Avanza obtuvo el tercer lugar en la elección de convencionales constituyentes con un 14,11 % de los votos, aunque logró un desempeño destacado en la ciudad de Rosario, donde fue la fuerza más votada para la convención departamental. Por su parte el peronismo enfrentó un panorama adverso en el terreno electoral, con derrotas en distritos clave y una evidente disminución de su influencia política.
Los datos muestran que La Libertad Avanza (LLA) perdió votos de forma significativa en varias elecciones de 2025 respecto a 2023, especialmente en Salta (a nivel provincial), San Luis, Jujuy y Santa Fe. Por su parte, algunos oficialismos provinciales o locales, como el PRO, que se desplomó en CABA, y los gobiernos de Jujuy y Santa Fe, sufrieron bajas importantes en su caudal electoral, en definitiva, los principales candidatos ganadores en las provincias de Chaco, Jujuy, Salta, San Luis, Santa Fe y en CABA obtuvieron menos votos en términos absolutos en comparación con las elecciones anteriores.
Incluso en zonas como CABA, Chaco, Santa Fe o Salta capital, la abstención superó al porcentaje de votos del ganador. En CABA, la abstención fue del 46,65 %, mientras que Adorni, de La Libertad Avanza, obtuvo el 30,14 %.
Pero el sentimiento “anti-casta” que llevó a Milei a la presidencia, tarde o temprano, terminará volviéndose en su contra, ya que la experiencia viva de los trabajadores muestra que los gobiernos son cada vez peores para las familias obreras. Las expectativas se diluyen ante los resultados que hunden a la clase trabajadora en el desempleo, la precarización, la pobreza, el aumento de los ritmos de explotación y un sueldo que no alcanza para nada.
Si en 2001 la crisis de representación de la burguesía se expresó, en medio de grandes luchas caracterizadas por la acción directa de las masas, a través del voto bronca, hoy el rechazo a la dirigencia política se manifiesta en un marco de luchas y movilizaciones fragmentadas, y se canaliza sobre todo mediante la abstención. Esto es resultado del propio funcionamiento del capitalismo y de sus gobiernos de hambre y desesperanza, lo que evidencia que la democracia capitalista es una democracia para ricos, sostenida sobre el trabajo, la explotación y el sufrimiento cotidiano de millones de personas
La ex presidenta Cristina Kirchner lo expresó este 25 de mayo de manera clara: “Aquellos que apostaron a Milei tampoco quieren volver con nosotros…”
Como ya ocurrió en otros momentos de la historia del país, cuando el voto pierde sentido para amplios sectores de la sociedad, la burguesía se ve expuesta a una crisis de representación. La llamada ‘insatisfacción democrática’ erosiona la gobernabilidad, ligada a la capacidad de reunir el apoyo de la mayor cantidad de fuerzas políticas para sostener el régimen de dominación sobre los trabajadores.
Ningún partido patronal puede resolver los problemas de la clase trabajadora, porque en el capitalismo el rumbo de la economía no lo decide ningún gobierno. Los capitalistas manejan las inversiones y la producción según sus intereses de corto plazo, y nadie puede controlar el mercado mundial, algo totalmente anárquico. Por eso, gobierne quien gobierne, sea un gobierno liberal o uno que se reivindique nacional y popular, y más allá del discurso que tenga, el sistema capitalista, en crisis a nivel mundial, solo puede sostenerse a costa de ajustes y retrocesos para la clase trabajadora. Los intereses de los trabajadores y los de los capitalistas no solo están enfrentados, sino que son antagónicos e irreconciliables. No afirmamos, como hacen los ultraizquierdistas, que todos los gobiernos sean iguales, sino que todos terminan sucumbiendo a la misma lógica del capitalismo, porque no tienen otra alternativa real para ofrecer.
Por esta razón, lo que tenemos por delante es un largo período de inestabilidad, y crisis de la democracia burguesa. Esto no podrá ser resuelto en base a los partidos tradicionales del régimen, ni por nuevos demagogos como Milei. La única resolución solo puede provenir de la intervención de un partido revolucionario de cuadros, profundamente enraizado en las masas
Crisis de dirección
La crisis de dirección de la clase trabajadora se expresa, por un lado, en la voluntad de lucha de un sector que busca rechazar el ajuste, y en el papel de las burocracias sindicales y políticas que, por distintos motivos, obstaculizan esa lucha. Por otro lado, se manifiesta en la incapacidad de la izquierda para canalizar el malestar y el descontento contra el régimen político, y para poner en pie un partido revolucionario con autoridad de masas, basado en la teoría marxista, que desarrolle de manera consecuente la lucha contra el gobierno de Milei y el FMI, como parte de una estrategia más amplia para derrotar al capitalismo y construir un Estado obrero.
Como hemos señalado en más de una oportunidad, estamos ante un gobierno débil, cuya fuerza proviene del respaldo que le brindan los sectores políticos y sindicales que buscan sostener la gobernabilidad.
Por su parte, la dirigencia de izquierda da muestras de avanzar en sus perspectivas políticas reñidas con el marxismo, deformadas hacia el electoralismo, el parlamentarismo y el democratismo. Justamente cuando millones de trabajadores y trabajadoras se abstienen de votar, expresando un estado de ánimo de desconfianza creciente hacia el régimen en su conjunto, los dirigentes de la izquierda se aferran a la democracia burguesa con el mismo afán con el que una persona desesperada se agarra de un clavo ardiendo.
Los análisis electorales que podemos leer en las páginas de los partidos que integran el FITU reflejan “la buena elección de la izquierda” y agregan que “empieza a aparecer como una opción política consecuente y coherente para millones que sienten el desencanto político”.
En Jujuy el FITU estuvo lejos de los 100.892 votos en las legislativas nacionales de 2021, y abajo de los 43.130 votos, que le dieron 3 bancas provinciales en las legislativas provinciales de 2023 o los 50.500 votos de Alejandro Vilca para la categoría de Gobernador en mayo de ese mismo año. En estas elecciones con 31.175 votos logró 2 bancas más. En la capital provincial, San Salvador, obtuvo 11.250 votos, lo que representó el 11,25% del total.
En Salta se menciona que “la izquierda logró hacer una destacada elección”. En la capital, la lista del Frente de Izquierda, integrada únicamente por el PO y el PTS, quedó en el quinto lugar al sumar el 4,75 %, es decir, unos 12.526 votos, similares, aunque levemente a la baja, respecto de los números de las elecciones provinciales de 2023, cuando la alianza fue entre el PO y el MST, donde obtuvieron el 4,50 %, equivalente a unos 13.358 votos. Por su parte, el MST, al presentarse por separado, obtuvo un 3,21 %, que se traduce en 8.466 votos. Política Obrera se presentó en las elecciones salteñas y obtuvo 7.436 votos, lo que representa aproximadamente el 2,82 %. También se presentó el Nuevo MAS, que obtuvo el 0,70 % de los votos, unos 1.851 sufragios.
Es decir que el conjunto de fuerzas de la izquierda, que se presenta fragmentada, obtuvieron en Salta capital un total de 30.279 votos. Un aumento de 6.467 votos en relación a las elecciones de 2023.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el Frente de Izquierda y de Trabajadores Unidad, con Vanina Biasi como candidata, obtuvo el 3,2 % de los votos, lo que representa 51.925 sufragios. Ese resultado le permitió retener sólo una de las dos bancas de la Legislatura porteña que puso en juego en esta elección.
En San Luis, el FIT-U obtuvo 1.637 votos en toda la provincia, aproximadamente el 1,17 % de los votos, lo que le dio una presencia testimonial. En su balance el PTS, a través de La Izquierda diario, señaló tuvieron un “significativo resultado”
En la provincia de Chaco, el Frente de Izquierda – PO, con Germán Báez a la cabeza, obtuvo el 1,83 % de los sufragios y subió de 5.572 votos en las elecciones provinciales de 2023 a 9.169. Pero quedó lejos de los 31.447 votos que le permitieron obtener un diputado provincial en 2017 o de los 15.044 votos alcanzados en las elecciones de 2021.
Los resultados del FIT-U en estas elecciones reflejan una tendencia de estancamiento o retroceso en su desempeño electoral, evidenciando la dificultad para canalizar el descontento hacia los partidos mayoritarios en un contexto de alto ausentismo, fuerte retroceso del peronismo y malestar con los partidos mayoritarios.
En Jujuy, donde presentaron a los candidatos del PTS, las consignas centrales fueron: “La oposición que se planta” y “Dale fuerza a la izquierda”. En la Ciudad de Buenos Aires, donde se presentaron principalmente candidatos del PO y el PTS, la consigna fue: “A Macri y a Milei pegales con la izquierda”. Cómo vemos la dirigencia del FITU planteó una serie de consignas meramente electorales, vacías de contenido de clase, en lugar de oponer consignas claras de poder obrero en oposición al parlamentarismo capitalista.
No se puede conectar con el estado de ánimo de los trabajadores y la juventud sonando como una variante más a la izquierda de los partidos burgueses establecidos y desacreditados. Es necesario levantar reivindicaciones revolucionarias que se destaquen por representar una ruptura fundamental con el odiado statu quo.

En lugar de presentar un enfoque marxista, centrado en el derrocamiento revolucionario del Parlamento, y de utilizar las cuestiones concretas de la campaña como medio para explicar la prioridad fundamental de derrocar al capitalismo, la izquierda pone el énfasis en la acción parlamentaria. Los comunistas deben aprovechar las elecciones y la campaña para enfatizar la importancia fundamental de la revolución.

Para no caer por el tobogán del cretinismo parlamentario el trabajo electoral de la izquierda debe basarse en la histórica tradición de los principios comunistas revolucionarios desarrollados por Marx, Engels y el partido Bolchevique en el movimiento vivo.
Los marxistas no rechazamos participar en elecciones burguesas cuando las condiciones son adecuadas, del mismo modo que no rechazamos intervenir en sindicatos dirigidos por una burocracia reaccionaria. En ambos casos, nuestro objetivo es el mismo: llegar a las más amplias capas de la población con el programa de la revolución socialista y contribuir a la construcción y el desarrollo del partido revolucionario. Pero fomentar ilusiones sobre el carácter de la democracia burguesa sería un grave error, que va en contra del ABC del marxismo. Como se planteó en las tesis del II Congreso de la Internacional Comunista, “sólo debe utilizarse a las instituciones gubernamentales burguesas a los fines de su destrucción“.
Las tareas de los comunistas
El partido marxista, desde sus inicios, debe basarse en la teoría y el programa, que es el resumen de la experiencia histórica general del proletariado
Indudablemente, nuestra tarea es conquistar el poder, pero antes de eso es indispensable ganar a las masas. Solo conquistando a la mayoría de la clase trabajadora para un programa socialista y revolucionario podrá plantearse la transferencia del poder, desde la minoría corrupta y parasitaria que nos gobierna hoy hacia la clase obrera, a través de la creación de órganos de poder obrero en las empresas, las fábricas, las escuelas y los barrios.
Esto solo es posible explicando pacientemente nuestras ideas, diferenciando el marxismo revolucionario de otras tendencias y de las falsas soluciones que ofrecen demagogos y reformistas. Pero no podemos conquistar a las masas si, en lugar de presentar abiertamente la necesidad de derribar el sistema capitalista, escondemos el contenido revolucionario detrás de frases vacías de contenido. La izquierda intenta ampliar su base electoral diluyendo sus consignas, pero ese atajo solo puede dar frutos amargos.
Para ganar a las masas, es necesario no dirigirnos inmediatamente a la clase en su conjunto —a la que no podemos alcanzar debido a su heterogeneidad y al tamaño aún reducido de las fuerzas revolucionarias—, sino a las capas más receptivas a las ideas del comunismo, en particular a la juventud trabajadora en los lugares de trabajo, las escuelas, universidades y barrios.
Es inevitable que solo una capa minoritaria de jóvenes y trabajadores esté dispuesta a abrazar ideas revolucionarias. Las masas trabajadoras necesitan de grandes acontecimientos para romper sus ilusiones en las ideas dominantes de la burguesía y superar la desconfianza hacia un cambio radical de la sociedad. La tarea inmediata que tenemos los comunistas es construir la organización revolucionaria de cuadros marxistas. Una vez forjadas unas bases políticas sólidas a través de un proceso que combine teoría y práctica, los comunistas podremos aprovechar las oportunidades existentes para difundir nuestras ideas y llegar a sectores más extensos de la clase trabajadora.
En la etapa actual, aún estamos en el proceso de ganar a uno o dos, pequeños grupos acá o allá, intentando ganar el oído de los sectores más lúcidos de los trabajadores y la juventud.
Nuestro programa necesariamente tiene que reflejar la fase actual de nuestra organización y nuestras tareas concretas. Ni un partido revolucionario ni su programa son estáticos, ni vienen prehechos. Tienen que desarrollarse al ritmo del crecimiento de su fuerza real, abarcando nuevas tareas solo cuando tengamos la capacidad adecuada, forjada en el período anterior.
La democracia que defendemos no es la democracia de los ricos, esa que Lenin definió como la forma más segura de mantener el dominio de los capitalistas.
La democracia que defendemos es una democracia obrera, plena, que abarque todas las cuestiones fundamentales de la vida, y no solo la elección de qué representante de los capitalistas nos oprimirá durante cuatro años. La democracia formal que hoy conocemos esconde la dictadura del gran capital, donde el pueblo no delibera ni gobierna realmente.
Por eso, la clase trabajadora debe aspirar a un gobierno propio a través de la democracia obrera. En la práctica, esto significa avanzar desde esa democracia formal hacia una democracia real, donde la gente común tenga el control de la economía y, por ende, de sus propias vidas. Queremos democracia en cada fábrica y lugar de trabajo, para controlar nuestras condiciones laborales, hoy sometidas a la dictadura del patrón.
La importancia del control del Estado obrero sobre la producción, que solo puede funcionar en la medida en que exista democracia obrera, radica en la necesidad de que los trabajadores reorganicen todo el sistema de producción y distribución, orientando la economía a satisfacer las necesidades de la mayoría. Este poder obrero debe formar parte de un sistema de gestión, control y planificación de toda la producción y de los recursos de la sociedad, para tomar en nuestras manos el valor que producimos, garantizando así condiciones dignas de vida, educación y salud para toda la población, y poner fin a la miseria que sufre la clase trabajadora bajo la democracia formal capitalista.
Un plan de producción común, democráticamente elaborado por los trabajadores, es la única forma de movilizar el enorme potencial productivo de la industria, la agricultura, la ciencia y la técnica en beneficio de la inmensa mayoría de la población, y no para el enriquecimiento obsceno de una minoría como sucede hasta hoy.
Para esto necesitamos una herramienta propia que, con independencia de clase respecto de los partidos del sistema, los patrones y el Estado, pueda llevar adelante un programa que enlace las luchas más inmediatas por la defensa de la vida con la necesidad de derrocar políticamente a la burguesía, liquidar el capitalismo y avanzar hacia una nueva legalidad.
Construir una Internacional Comunista Revolucionaria que pueda llevar adelante esta tarea es el objetivo fundamental de los comunistas en este período.
Si estás de acuerdo con estas ideas, sumate a los comunistas. Luchemos para derrotar a los capitalistas y construir un mundo nuevo. https://argentinamilitante.org/unite-a-los-comunistas-sumate-a-la-cmi