La historia del continente americano fue marcada por la colonización, gran parte dominada inicialmente por la monarquía española, aunque otras potencias europeas también hicieron incursiones. La parte más al norte del continente estuvo dominada por distintos Estados europeos como Gran Bretaña, Francia y Holanda, siendo el primero el que conseguiría mayor dominio. La primera lucha de independencia triunfante se dio con las 13 colonias británicas (1775-1783), fue una revolución burguesa prematura que incluso tuvo un impacto en futuras luchas tan importantes como la revolución francesa.
Tomas Jefferson diría que “EEUU debe considerarse el nido desde el que se poblará toda américa”. Esas 13 colonias comenzaron una primera expansión que significó aplastar pueblos indígenas o comprar territorios a otras potencias.
Contrariamente, en el caso de América del sur, la revolución de independencia llegó con cierto retraso, comenzando este proceso en 1808. En el caso particular del hoy México, esta lucha inició con una insurrección de masas, dirigida por criollos que tenían un ala izquierda jacobina con representantes como Hidalgo y Morelos. Pero esta lucha no logró imponerse triunfante, aunque al final se consiguió la independencia que en poco tiempo establecería una república. No fue sino hasta las guerras de reforma cuando realmente se trastocaron las bases del régimen colonial.
En el siglo XIX, Estados Unidos desarrolló canales, caminos y el ferrocarril, lo que impulsó la revolución industrial, en un territorio virgen económicamente. Pero en el México independiente (además de heredar una compleja economía que de forma desigual combinó distintos modos de producción) lo que se generó no fue un régimen estable sino caos. Hubo guerras entre liberales y conservadores, intentos de reconquista y conquista de España, Gran Bretaña y Francia. El mundo había cambiado y ya no se podía jugar el papel que tuvo antes la nueva España (el hoy México) impulsando el comercio mundial con intercambio de nuevas mercancías y proveyendo de plata al mercado intercontinental. La minería, por ejemplo, se transformó pasando de producir metales valiosos como la plata para ahora orientarse a la producción de metales para la industria como el hierro.
En 1823, el entonces presidente de EEUU, James Monroe, manifestó su rechazo a cualquier nueva colonización o intervención en las Américas por parte de las potencias europeas y afirmaba que cualquier intento de ese tipo sería visto como una amenaza para Estados Unidos. Si bien esta doctrina no tuvo una aplicación inmediata, se volvió en la filosofía intervencionista de los EEUU en Sudamérica y el Caribe.
México había heredado un amplísimo territorio que se extendía a lo que hoy es el sur de Estados Unidos. Entre 1800 y 1840 la población de Estados Unidos se triplicó. Muchos emigraron a Texas y superaron en 6 a 1 a los mexicanos que ahí vivían. EEUU promueve su independencia, que consigue en 1836 y en 1845 la anexan abiertamente a su territorio. Acto seguido, lanzan una guerra de rapiña tratando de apoderarse de México.
Entre 1846 y 1848 se da la intervención norteamericana. México no había logrado conseguir las tareas básicas de la revolución burguesa, no había ni un Estado ni una cohesión y conciencia nacional consolidadas, no había desarrollado un mercado nacional, comenzando porque había caminos deficientes e inseguros y muy malas comunicaciones. El país estaba dirigido por un militar aventurero, Adolfo López de Santa Ana, los gobernantes jugaron un papel vergonzoso en la intervención norteamericana. Pese a todo esto, dicha intervención fue vista como un insulto para el pueblo mexicano, para los jóvenes soldados y veteranos que habían luchado en la independencia. Hubo varios casos de resistencia heroica, el Batallón de San Patricio que era parte del ejército invasor, conformado por irlandeses, vio que esta guerra era injusta y volteo sus armas a favor del pueblo mexicano muriendo heroicamente en una serie de batallas. Aunque hay muchos mitos en torno a la batalla de Chapultepec, es una realidad innegable que los jóvenes cadetes se enfrentaron con heroicidad al ejército norteamericano, esto vimos también en épicas batallas como la de La Angostura en Saltillo, Coahuila, o en la de El Molinito de El Rey en Ciudad de México. Pero el punto central es que el pueblo mexicano no dejó de acosar al ejército invasor que, aunque tomaron el Palacio Nacional, no logró dominar a la población. Sin embargo, se establece el tratado de Guadalupe Hidalgo y Estados Unidos se anexa la mitad del territorio mexicano. Ese es un verdadero punto de inflexión para el desarrollo del imperialismo estadounidense.
La guerra de secesión y la intervención francesa
El sur del extendido país se basaba en la agricultura, con mano de obra esclava; mientras, al norte, se desarrollaba la industria y con ella el capitalismo. Estos modos de producción no podían coexistir y Estados Unidos entró en una sangrienta guerra civil en la primera mitad de la década de 1860. Fue el ala burguesa la que triunfó en esa guerra. Estados Unidos no tuvo una sino dos revoluciones burguesas. Con ello el capitalismo norteamericano se extendió en un inmenso territorio subcontinental, con diversos y vastos recursos naturales.
México estaba también dividido entre liberales y conservadores, los primeros lograron aprobar una Constitución en 1857 y leyes liberales, lo que desató una guerra civil y, en medio del caos, México fue invadido por los imperialistas franceses, imponiendo a un emperador austriaco. La lucha contra la intervención francesa terminó en un triunfo mexicano, que permitió cumplir con tareas de la revolución democrático-burguesa como el establecimiento de un Estado nacional. No solo fue expulsada la intervención francesa, sino que su emperador impuesto fue juzgado, condenado y fusilado. Con ello se puso un claro freno a las intervenciones europeas en América.
La revolución burguesa en México llegó tarde a la historia, pues ya emergía el imperialismo estadounidense (y en otras partes del orbe), que le había ya arrebatado la mitad de su territorio e hizo que la economía naciera de forma subordinada a éste. Fue una heroica revolución burguesa con un ala jacobina radical, sin embargo, con una burguesía nacional débil y parásita, incapaz de llevar adelante el resto de las tareas de su revolución. Un ejemplo claro de ello es que, tras La Reforma (como se conoce a esta lucha revolucionaria contra conservadores e intervencionistas imperialistas), se desarrollaron los transporte, construyéndose ferrocarriles, pero bajo el gran capital extranjero y teniendo la función de conectar a Estados Unidos con el sur de América.
El triunfo mexicano contra los franceses imposibilita una nueva intervención abierta del emergente imperialismo norteamericano a México. Dio cierta independencia política al gobierno mexicano, pero no evitó la subordinación económica.
La injerencia imperialista en la revolución mexicana
Cabe hacer un comentario sobre el actuar de EEUU durante la revolución mexicana. Primero, debemos resaltar que los combatientes revolucionarios fueron atacados por igual tanto por la dictadura de Porfirio Díaz como por el Estado norteamericano, ejemplo claro de ello es la Junta Organizadora del PLM, donde participaban Ricardo Flores Magón y Librado Rivera, entre otros. Se creó una organización revolucionaria a ambos lados de la frontera y se recibió el apoyo del movimiento obrero en Estados Unidos, principalmente del IWW, algunos de sus militantes participaron activamente en la revolución mexicana. Ejemplo claro de que hay lazos de clase que nos unen contra el capital en ambos lados de la frontera.
En la revolución, EEUU intervino de manera abierta. Se mandaron paramilitares en ayuda del gobierno porfirista para sofocar la huelga minera de Cananea en 1906. El embajador norteamericano fue organizador del golpe de Estado contra Madero que buscaba restaurar al viejo régimen. En 1914 tomaron el Puerto de Veracruz, provocando una rebelión de los mexicanos que les impidió penetrar al interior del territorio nacional. Favoreció al ala Carrancista (que representaba a la nueva burguesía) en contra de los ejércitos revolucionarios de Zapata y Villa. Es por ello que Pancho Villa invadió Columbus, vengándose de los gringos, y salió ileso y vivo de la invasión punitiva donde entraron 10 mil soldados norteamericanos buscándolo vivo o muerto.
Durante los gobiernos posrevolucionarios es de destacar el del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940). Él no fue socialista, pero si un nacionalista consecuente. Demostró que la única forma de enfrentarse de manera seria al imperialismo es apoyándose en la movilización revolucionaria de las masas. Una huelga de trabajadores petroleros exigiendo aumento salarial escaló, generando un enfrentamiento abierto con las empresas imperialistas británicas y norteamericanas, culminando en la nacionalización de dichas industrias. Ésta fue una acción valiente pero nuestra lucha debe ir más allá, el objetivo es acabar con el sistema capitalista. Poniendo la banca y la gran industria en manos de los trabajadores, podríamos usar esa riqueza colosal para beneficiar al conjunto de la sociedad y podríamos acabar con los problemas de las masas, erradicar las guerras, el hambre y la pobreza del planeta.
El imperialismo seguirá agrediendo a los trabajadores de su propio país, de México, América Latina y el mundo. El pueblo mexicano ha demostrado tener una historia de lucha antiimperialista y lazos de hermandad con nuestros hermanos de clase en EEUU. Es con la unidad de la clase obrera como debemos enfrentarnos a este coloso, que es el imperialismo norteamericano, pero que con nuestra lucha revolucionaria detonaremos dinamita en sus cimientos hasta hacerlo caer.