“Sin teoría revolucionaria no puede haber práctica revolucionaria”.
El Estado, una cuestión importante
Uno de los aspectos esenciales de la teoría marxista es sobre la cuestión del Estado. Es una de las discusiones que más claramente marcan la diferencia entre los reformistas, los anarquistas y los marxistas revolucionarios. Además de ser un debate teórico interesante, encierra un aspecto práctico de primera orden: ¿cómo resolver los problemas de la sociedad?
Para un reformista, una sociedad que no funciona bien y en donde la pobreza es excesiva, la respuesta está en el fortalecimiento del Estado para que este intervenga de manera más efectiva en la planificación y administración de la sociedad —en el “reparto de la riqueza”— y procure unas leyes justas que puedan armonizar la sociedad dividida en clases (fortalecer el estado de derecho). Por tanto, el programa del reformismo es fortalecer el Estado, es decir, reforzar los instrumentos ideológicos y materiales que permiten la explotación del hombre por el hombre, bajo un tenue barniz de democracia burguesa y dádivas económicas que hagan posible a la sociedad “funcionar” bajo el capitalismo.
Para una anarquista, el Estado es un organismo de control y dominación el cual debe ser destruido. Su crítica se extiende a la política en general —no hace distinción alguna entre la democracia burguesa y la democracia obrera—. Repele cualquier ejercicio de poder porque su valoración moral le lleva a la conclusión de que “todo poder es malo” y por ello se hace llamar apolítico. Aunque su postura parece muy radical, en realidad se reduce a aspectos abstractos vagos que están más orientados por sentimientos y aspectos morales que planteamientos teóricos serios. Para ellos, una revolución significa terminar con el Estado, sus enemigos son “los agentes del Estado” a los cuales hay que enfrentar —aunque hay muchas variables de anarquismo, por lo menos la más radical esto es lo que plantea—.
El anarquismo como alternativa sólo plantea esta primera parte de destrucción, pero no plantean nada de cómo administrar o sustituir a este organismo que también administra la sociedad. Hacen llamados a la voluntad y la libre asociación, sin considerar las características ni condiciones del lugar donde se desarrolla una revolución. Renuncian a ejercer el poder —el uso de la fuerza— para implementar su ideario de cambio, por aspectos morales, sin considerar que hay otras fuerzas que lucharán por mantener sus privilegios. Así renuncian a una posibilidad real de que una revolución se consolide; su planteamiento práctico de revolución, en última instancia, queda reducido a una queja moral de la sociedad y del papel del Estado.
Para los marxistas, el Estado ocupa un papel esencial en la teoría revolucionaria. Dentro de los escritos clásicos de Marx y Engels se dedicó tiempo precioso para escribir sobre ello, por ejemplo, en La ideología alemana; La lucha de clases en Francia; El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado y; muchos otros artículos y cartas que escribieron entre ellos y a otros revolucionarios, dejan ver claramente la evolución de su pensamiento al respecto. Pero el libro de Lenin, Estado y la revolución, es la concentración más clara de lo que los marxistas piensan sobre el Estado.
Aspectos centrales
En esencia, podemos decir que el marxismo identifica el origen del Estado en una sociedad dividida en clases, en la cual la clase poseedora tiene la necesidad de defender su riqueza frente a los sin-nada. La parte primaria y constitucional del Estado es su condición como instrumento de la clase poseedora para defender el status quo vigente. Sabemos que han existido diferentes sociedades a lo largo de la historia y que en cada periodo una nueva clase ha impuesto sus valores, ideología e intereses como si fueran los de la sociedad misma, gracias a tener el poder del Estado bajo su control. Es decir, el Estado es producto del desarrollo histórico y una herramienta de opresión de una clase sobre otra, independientemente de las formas que tome una sociedad dada y el Estado mismo. Esto lo deja muy claro Federico Engels en el libro La familia, la propiedad privada y el Estado.
El segundo aspecto central del Estado es que su constitución más básica —desde su creación— es un grupo de hombres armados en defensa de la propiedad. Los matones que organizaron los ricos para defender su propiedad se han ido transformando, incorporando reglamentos, leyes, impuestos, constituciones, instituciones e ideologías para hacer del Estado moderno algo que parece alejado de toda la sociedad, situado por encima de ella, el cual siempre ha existido y siempre existirá.
Estos dos aspectos básicos de la conformación del Estado no se han perdido, siempre están allí; ahora los matones se han transformado en instituciones militares y policiales. La defensa de la propiedad está inscrita en las constituciones y por tanto, el ejército es el fiel guardia del orden establecido y de la propiedad. Esto está inscrito en un orden de institucionalidad, y quien la rompe se queda fuera de la ley, del régimen y por tanto contra el Estado y sus instituciones.
Cuando decimos “fue el Estado el que desapareció a nuestros camaradas de Ayotzinapa”, estamos diciendo: fue el ejército, la constitución, la constitucionalidad y demás órganos de control armado e ideológico que conjugan sus fuerzas para mantener al régimen de explotación actual.
Todo esto lo rescata y sistematiza Lenin para dejar claro cuál es el carácter de clase del Estado. Por tanto, la tarea central de un revolucionario no es tomar y mejorar el Estado actual, sino romperlo, quebrarlo. Solo así se podrá están claro que se está luchando por algo diferente.
El Estado se destruye, no se toma
La guerra civil en Francia es una de las mejores exposiciones sobre el Estado de la teoría marxista. Aquí Marx y Engels extraen conclusiones de la lucha revolucionaria en Europa desde la revolución de 1848-49 y particularmente de la Comuna de París en 1879. Este texto es analizado profundamente por Lenin para sacar las conclusiones más agudas.
Lenin dice al respecto:
“La única ‘corrección’ que Marx consideró necesaria introducir en el Manifiesto Comunista fue hecha por él a base de la experiencia revolucionaria de los comuneros de París.
“El último prólogo a la nueva edición alemana del Manifiesto Comunista, suscrito por sus dos autores, lleva la fecha de 24 de junio de 1872. En este prólogo, los autores, Carlos Marx y Federico Engels, dicen que el programa del Manifiesto Comunista está ‘ahora anticuado en ciertos puntos’.
«. . . La Comuna ha demostrado, sobre todo —continúan—, que *la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha para sus propios fines. . .* »
Las palabras puestas entre asteriscos, en esta cita, fueron tomadas por sus autores de la obra de Marx, La guerra civil en Francia.
Así, pues, Marx y Engels atribuían una importancia tan gigantesca a esta enseñanza fundamental y principal de la Comuna de París, que la introdujeron como corrección esencial en el Manifiesto Comunista (Lenin, El Estado y la revolución).
Lenin rescata el análisis que Marx hace en La guerra civil en Francia sobre la Comuna de París y es a partir de ello que puede contestar a la pregunta clave de ¿con qué vamos a sustituir al Estado capitalista? Y citamos nuevamente a Lenin:
“En su Guerra civil en Francia, Marx somete al análisis más atento la experiencia de la Comuna, por breve que esta experiencia haya sido. Citemos los pasajes más importantes de esta obra:
“En el siglo XIX, se desarrolló, procedente de la Edad Media, ‘el poder centralizado del Estado, con sus órganos omnipresentes: el ejército permanente, la policía, la burocracia, el clero y la magistratura’. Con el desarrollo del antagonismo de clase entre el capital y el trabajo, ‘el Poder del Estado fue adquiriendo cada vez más el carácter de un poder público para la opresión del trabajo, el carácter de una máquina de dominación de clase. Después de cada revolución, que marcaba un paso adelante en la lucha de clases, se acusaba con rasgos cada vez más salientes el carácter puramente opresor del Poder del Estado». Después de la revolución de 1848-1849, el Poder del Estado se convierte en un «arma nacional de guerra del capital contra el trabajo». El Segundo Imperio lo consolida.
«La antítesis directa del Imperio era la Comuna». «Era la forma definida» «de aquella república que no había de abolir tan sólo la forma monárquica de la dominación de clase, sino la dominación misma de clase. . .»
¿En qué había consistido, concretamente, esta forma «definida» de la república proletaria, socialista? ¿Cuál era el Estado que había comenzado a crear?
«. . . El primer decreto de la Comuna fue . . . la supresión del ejército permanente para sustituirlo por el pueblo armado. . .»…
«. . . La Comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de París. Eran responsables y podían ser revocados en todo momento. La mayoría de sus miembros eran, naturalmente, obreros o representantes reconocidos de la clase obrera. . . La policía, que hasta entonces había sido instrumento del gobierno central, fue despojada inmediatamente de todos sus atributos políticos y convertida en instrumento de la Comuna, responsable ante ésta y revocable en todo momento. . . Y lo mismo se hizo con los funcionarios de todas las demás ramas de la administración. . . Desde los miembros de la Comuna para abajo, todos los que desempeñaban cargos públicos lo hacían por el salario de un obrero. Todos los privilegios y los gastos de representación de los altos dignatarios del Estado desaparecieron junto con éstos. . . Una vez suprimidos el ejército permanente y la policía, instrumentos de la fuerza material del antiguo gobierno, la Comuna se apresuró a destruir también la fuerza de opresión espiritual, el poder de los curas. .. Los funcionarios judiciales perdieron su aparente independencia.
. . En el futuro debían ser elegidos públicamente, ser responsables y revocables. . .»
El aporte de Lenin a la teoría marxista del Estado
En el prólogo al libro de El Estado y la revolución, Lenin comienza con estas palabras: “La cuestión del Estado adquiere actualmente una importancia singular, tanto en el aspecto teórico como en el aspecto político práctico.” Tan importante lo fue que es justamente el análisis de este libro sobre la que actúa el bolchevismo en la Revolución 1917 en Rusia, con la que vence a la burguesía y se comienza a estructurar el primer Estado Obrero de la historia moderna.
El libro es escrito al calor de la lucha revolucionaria y tiene una necesidad punzante de aclarar la posición de los marxistas rusos frente al gobierno provisional y la burguesía liberal. Para Lenin estaba claro que la burguesía no podía resolver ninguno de los problemas más candentes del momento y la única posibilidad era que los trabajadores tomaran el poder e impusieran medidas socialistas. Para ello se tenía que destruir al Estado monárquico y al Gobierno provisional.
Para dotar a los cuadros del partido de una comprensión clara sobre las tareas de los marxistas, escribe sobre la experiencia de Marx y Engels, criticando de forma implacable a los timoratos reformistas y revisionistas como Kautsky, quienes utilizando frases radicales querían justificar su vergonzosa claudicación ante la burguesía y su política reaccionaria. Lo mismo hace con los anarquistas.
Además de ello, son dos aportaciones importantes las que hace Lenin a la teoría marxista. La primera es que utilizando los planteamientos de Marx y Engels va llevando de la mano al lector sobre el futuro de la sociedad de transición. Es decir, va sistematizando las ideas de los clásicos para llevarnos a la conclusión de que del salto a la sociedad capitalista a la comunista debe existir un gobierno de los trabajadores que pueda desarrollar la sociedad a un grado nunca antes visto por el capitalismo, en la cual van a preexistir algunas relaciones económicas capitalistas y el mismo estado proletario.
Conforme la sociedad socialista o de transición vaya avanzando, el nivel cultural se transforme y nuevas generaciones nazcan sin las relaciones de opresión de clases como marco social; esas generaciones pensarán y se comportarán de manera muy diferente a lo que hoy conocemos. Lenin dice:
“La base económica para la extinción completa del Estado es ese elevado desarrollo del comunismo en que desaparecerá el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, desapareciendo, por consiguiente, una de las fuentes más importantes de la desigualdad social moderna, fuente de desigualdad que no se puede suprimir en modo alguno, de repente, por el solo paso de los medios de producción a propiedad social, por la sola expropiación de los capitalistas.
“Esta expropiación dará la posibilidad de desarrollar en proporciones gigantescas las fuerzas productivas. Y, viendo cómo ya hoy el capitalismo entorpece increíblemente
este desarrollo y cuánto podríamos avanzar a base de la técnica actual, ya lograda, tenemos derecho a decir, con la más absoluta convicción, que la expropiación de los capitalistas imprimirá inevitablemente un desarrollo gigantesco a las fuerzas productivas de la sociedad humana. Lo que no sabemos ni podemos saber es la rapidez con que avanzará este desarrollo, la rapidez con que discurrirá hasta romper con la división del trabajo, hasta suprimir el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, hasta convertir el trabajo «en la primera necesidad de la vida».
“Por eso, tenemos derecho a hablar sólo de la extinción inevitable del Estado, subrayando la prolongación de este proceso, su supeditación a la rapidez con que se desarrolle la fase superior del comunismo, y dejando completamente en pie la cuestión de los plazos o de las formas concretas de la extinción, pues no tenemos datos para poder resolver estas cuestiones.
“El Estado podrá extinguirse por completo cuando la sociedad ponga en práctica la regla: «de cada uno, según su capacidad; a cada uno, según sus necesidades»; es decir, cuando los hombres estén ya tan habituados a guardar las reglas fundamentales de la convivencia y cuando su trabajo sea tan productivo, que trabajen voluntariamente según sus capacidades. El «estrecho horizonte del derecho burgués», que obliga a calcular, con el rigor de un Shylock, para no trabajar ni media hora más que otro y para no percibir menos salario que otro, este estrecho horizonte quedará entonces rebasado. La distribución de los productos no obligará a la sociedad a regular la cantidad de los artículos que cada cual reciba; todo hombre podrá tomar libremente lo que cumpla a «sus necesidades».
El segundo gran aporte, tal vez el más importante, es que demostró en la práctica que toda esta teoría se puede realizar. Que la política revolucionaria que se desprende del análisis marxista es, le duela a quien le duela, la única forma de transformar esta sociedad y terminar de raíz con todas sus calamidades.