El gobierno de los capitalistas que financian a Milei, quien se muestra como un fiel representante del gran capital extranjero, venía de semanas de turbulencia política que lo mantenían a la defensiva. A los escándalos del Ministerio de “Capital Humano” por cortar el envío de comida a los comedores populares y esconder comida por vencer en galpones, mientras 29,4 millones de personas son pobres y padecen hambre, se sumó el descubrimiento de mecanismos de contratación de personal para pagar sobresueldos a los amigos y conocidos del poder, sacando así una diferencia en dólares. El gobierno intentó tapar este escándalo montando una burda persecución contra las organizaciones de desocupados que incluyó una serie de allanamientos contra quienes luchan y sufren las políticas de hambre del sistema.
La pueblada en Misiones del mes pasado y el temor a un contagio de la protesta también formaban parte de este panorama que tanto el gobierno como los gobernadores miraban con muchísima preocupación.
A la tensión política y social se le sumaba la tensión económica ante la urgencia por conseguir dólares por parte de Luis Caputo. El vencimiento del ‘swap’ de monedas con China por cinco mil millones de dólares amenazaba al insolvente Estado argentino con desembolsar millones que no tiene, mostrando incluso, la volatilidad del superávit fiscal primario que intentan mostrar como una conquista. El efecto de la fragilidad de las cuentas estatales comenzó a tener poco a poco un impacto que se reflejó en la subida de los dólares paralelos y la dinámica negativa que comenzaban a mostrar los especuladores financieros, a través de las leyes “del mercado”.
El 12 de junio, luego de una brutal represión que incluyó infiltrados policiales, acusaciones de “terrorismo” y cacería de manifestantes de los sindicatos, organizaciones sociales, estudiantiles, asambleas barriales y partidos de izquierda que nos hicimos presentes en la Plaza de los Dos Congresos; entre roscas, aprietes y compras de votos, los senadores, con algunos votos del peronismo, dieron media sanción a lo que quedó de la nefasta “Ley Bases”.
La aprobación de esta fatídica ley antiobrera por parte del régimen político fue festejada con gran énfasis por todo el gobierno nacional y sus oficinas de propaganda, como el Grupo Clarín y La Nación, entre otros. El vocero presidencial Manuel Adorni se mostró exultante al día siguiente, entendiendo que era una “hermosa mañana” para recuperar la confianza de los mercados y retomar la iniciativa política.
Pero esta victoria política del gobierno, empujada por una fracción de la burguesía y el capital internacional, está lejísima de cerrar la crisis política, social y económica que recorre al régimen político y sus instituciones. Más allá del entusiasmo inicial, los días posteriores dejaron en evidencia que los capitalistas “no la ven” cuando Milei les habla del rebote de la economía. Por el contrario, lo que todos ven es que las medidas de Milei y Caputo, exigidas por el FMI, hunden a la economía en la depresión. Un informe de la Central de Estudios de la Unión Industrial Argentina (UIA) advirtió que la industria sufrió una caída del 14,2% en abril en comparación con el mismo mes de 2023. El mismo informe habla de que se perdieron más de 15,000 puestos de trabajo desde agosto a marzo, solo en el sector industrial, pero la pérdida de empleo no sucede únicamente en la industria: aproximadamente 126.000 asalariados perdieron sus puestos formales de trabajo entre diciembre y marzo pasados, según datos del Ministerio de Trabajo.
Además, los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) muestran un fenomenal desplome del consumo en los supermercados, mayoristas y shoppings. El consumo de leche cayó casi 20% en el primer trimestre.
Así como el desplome del consumo explica la baja relativa de la inflación, el superávit fiscal se explica en base a los recortes de los haberes jubilatorios, el freno de la obra pública y los recortes a los subsidios en energía y transporte, lo que se traduce en tarifazos impagables para la clase trabajadora.
Poco a poco empieza a quedar en claro para los capitalistas que la bancarrota financiera del país no puede ser resuelta por este gobierno. Esto se expresó en los movimientos de los capitales que en principio tuvieron una reacción favorable, pero luego la euforia se desintegró como un copo de nieve al sol. Subieron los dólares paralelos y el riesgo país volvió a subir. Por su parte, las acciones cayeron con fuerza en el exterior, como también lo hicieron los bonos. Hace pocos días, en una conferencia de prensa en Washington, el FMI habló de la “delicada situación social de Argentina”.
La delicada situación social de la que advierte el FMI es la que llevó a la rebelión en Misiones de las bases autoconvocadas de maestros, trabajadores de la salud y estatales, que incluyó cortes, barricadas y movilizaciones con asambleas en rutas y plazas, y que tuvo como eje las auto convocatorias como manera de superar en los hechos a las burocracias sindicales. Un hecho distintivo fue también el motín policial que quebró la capacidad de represión del Estado.
El “misionerazo”, junto a las grandes movilizaciones populares que se vienen dando desde el 20 de diciembre en adelante, muestra una tendencia a la lucha que se ve obturada, en parte, por los aparatos políticos y sindicales ligados al peronismo, tanto en su papel parlamentario como en las calles a través de sus sindicatos o sus organizaciones políticas.
Pero los estados provinciales están quebrados; la situación crítica de los trabajadores y trabajadoras misioneras no es distinta a la de la mayoría de las provincias. La tendencia a las puebladas está implícita en la situación política. Esta tendencia ya se evidenciaba con el Salteñazo y Jujeñazo, que enfrentaron los gobiernos de Saenz y de Morales-Sadir en junio del año pasado. La historia se repite retomando el hilo conductor, que apenas fue separado por unos meses, llegando hoy a un nivel superior por la profundidad de la crisis capitalista.
En este contexto explosivo, que no es más que la expresión local de la crisis mundial capitalista, la izquierda no debe limitarse a agitar un programa contra “todo el plan de Milei”, sino que debe explicar pacientemente que no se trata sólo de cuestionar a Milei, sino de impugnar al régimen capitalista en su conjunto, ya que mientras el poder económico y político de los capitalistas continúe en pie, el ajuste continuará de manera inevitable. El propio FMI empeoró la proyección de crecimiento económico del país para 2024. El capitalismo argentino y sus partidos están podridos hasta la médula.
Debemos ser claros: la única forma de garantizar que termine el ajuste es luchar por un cambio radical de la sociedad. Es necesario derribar el capitalismo, liquidar su Estado y poner en pie un gobierno de los trabajadores; esto implica poner como eje central de la discusión la cuestión del poder obrero.
Argentina no se encamina hacia el fascismo; los actos raquíticos de Milei en Córdoba y Tucumán muestran lo lejos que están estos sectores reaccionarios de encarnar un movimiento de masas para aplastar a la clase obrera. Nuestro país se encamina hacia la profundización de la lucha de clases, y la situación es igual en un país tras otro, ya que no hay país en que la clase trabajadora no se encuentre bajo ataque. La lucha entre el capital y el trabajo, por la apropiación de la plusvalía, comienza a ser cada vez más aguda.
Vimos también cómo el intento del gobierno de amedrentar a la movilización popular fue respondido con más movilización popular. las redes de solidaridad y lucha por la libertad de los detenidos, impulsadas desde la izquierda y las asambleas barriales, junto a quienes nos movilizamos a Comodoro Py y a Plaza de Mayo, jugaron un papel importante en la liberación de casi todos los compañeros. Esto deja más que claro la importancia de la organización y la lucha de manera independiente de los partidos patronales y sus instituciones. Debemos confiar en nuestras propias fuerzas. La aprobación parcial de la Ley Bases deja al desnudo que no se puede confiar en el parlamento, sus diputados o senadores.
Los capitalistas están buscando pulverizar el derecho laboral y atacar gravemente el derecho a la protesta, encarcelando y reprimiendo. Buscan así garantizar sus intereses, ganancias y privilegios, transfiriendo el peso de la crisis sobre nuestras espaldas. Para eso, el gobierno acaba de anunciar la creación de una fuerza de choque para las patronales, la Unidad de Seguridad Productiva, encargada de custodiar los grandes negocios del imperialismo. Aquí, la esencia del Estado capitalista se deja ver en su máxima pureza: la junta que administra los negocios comunes de la clase burguesa es un destacamento de hombres armados.
Huelgas, marchas, ocupaciones de fábricas, junto a la creación de órganos de poder obrero como asambleas, comités y coordinadoras son nuestras armas de lucha más efectivas contra la Ley Bases. Pero solo esto no alcanza.
Debemos prepararnos para los grandes choques entre la clase trabajadora y los capitalistas, para transformar la lucha por reivindicaciones inmediatas en un movimiento que vaya en dirección a una lucha revolucionaria por el poder.
Los de arriba, el FMI, los capitalistas, banqueros, políticos burgueses, son incapaces de resolver la crisis, que sea la mayoría de la sociedad, la clase obrera, la que tome las riendas del país. Tal es la tarea de los comunistas.
¡Libertad para todos los detenidos por la Ley Bases!
¡Cierre de todas las causas a los presos por luchar!
¡Abajo la Ley Bases y el Gobierno del hambre!
¡Fuera el FMI, abajo los ladrones imperialistas!
¡Expropiar a los banqueros y capitalistas!
¡Por la Huelga General!
¡Por un Gobierno de Trabajadores!