La jornada de lucha del lunes 9 de abril quedará como una de las fechas más emblemáticas del movimiento obrero argentino de los últimos años. Y, sin duda, marcará un cambio en el ambiente social y político del país.
Los trabajadores dicen ¡basta! a la represión, a los bajos salarios y al empleo precario
La jornada de lucha del lunes 9 de abril quedará como una de las fechas más emblemáticas del movimiento obrero argentino de los últimos años. Y, sin duda, marcará un cambio en el ambiente social y político del país.
La masividad de las marchas y actos (40.000 en Buenos Aires, 35.000 en Neuquén, 10.000 en Rosario y Córdoba, 10.000 en Mar del Plata, Mendoza y Santa Cruz, 5.000 en Salta, y decenas de miles más en otros lugares) y su extensión a lo largo y ancho del país, reflejaron la enorme indignación de los trabajadores por el asesinato del docente Carlos Fuentealba en Neuquén, la semana pasada. En toda Argentina, los trabajadores mostraron en la calle su fuerza y combatividad y sus ganas de luchar, pero no sólo contra la represión a la protesta social, sino también por mejores condiciones de vida y de trabajo.
En Neuquén se palpa un ambiente explosivo en los trabajadores contra el gobernador fascista Sobisch, agente de las petroleras extranjeras. Todos los gremios estatales están en pie de guerra exigiendo, al mismo tiempo, la renuncia de todo su gobierno y la satisfacción de los reclamos salariales y laborales, por los cuales dio su vida el compañero Carlos Fuentealba.
La significación del 9 de abril
Un paro o huelga nacional no es un acontecimiento corriente, sino excepcional, más allá de las limitaciones manifestadas el 9 de abril, que luego señalaremos. Los trabajadores tienen una fuerza poderosa en sus manos que durante la mayor parte del tiempo permanece inconsciente, oculta. Y esta es que sin su voluntad no se mueve una rueda ni se prende una computadora. Toda la sociedad depende, para su funcionamiento cotidiano, del trabajo asalariado de estos millones de hombres y mujeres comunes.
Una simple huelga general revela, más que una tonelada de literatura socialista, la falsedad de la hermandad de todos los argentinos y del interés nacional común, todas esas frases grandilocuentes e hipócritas que sólo tienen como objeto ocultar la opresión de la mayoría de los argentinos (es decir, de los trabajadores asalariados), por una minoría de argentinos (es decir, por sus patrones) y las multinacionales extranjeras. Es esta minoría quien, a través de sus agentes uniformados, asesina a trabajadores (como al compañero Fuentealba), quien los despide de sus trabajos por protestar, quien les congela el salario y los mantiene en condiciones de vida de subsistencia, quien les roba el tiempo familiar con largas jornadas de trabajo; y quien utiliza el chantaje y la humillación para mantener a los trabajadores esclavizados, callados y atemorizados para que las ganancias de esa minoría no se toquen. Y lo que vale para los patrones privados vale igualmente para los patrones públicos, sean el gobierno nacional o gobiernos provinciales como los de Neuquén, Salta o Santa Cruz.
Sin duda, la conciencia de clase de los trabajadores ha salido robustecida: su comprensión de los intereses de clase opuestos que existen entre la mayoría de la sociedad argentina que ellos representan frente a la minoría que lucra con su trabajo, quedaron más claras, y esta extraordinaria jornada de lucha quedará como un jalón en el camino, fijando un punto de referencia para luchas posteriores.
La contundencia del paro y la concurrencia a las marchas sorprendió a todos. Los medios de comunicación burgueses no pudieron ocultar su sorpresa, lo mismo que el gobierno, y hasta los propios dirigentes sindicales. Al día siguiente, el diario Clarín tituló su tapa: Tuvo un respaldo sin precedentes el paro docente y calificó la marcha en Neuquén como la mayor que se recuerde en la ciudad. Y hasta el archirreaccionario diario La Nación desplegó el titular: Masivo reclamo de justicia por la muerte del maestro.
Y esto pese a que el paro nacional de 24 hs. decretado por la CTA y la CTERA, con la adhesión parcial de la CGT con un paro de 1 hora, estuvo mal organizado (con la excepción de las escuelas), y faltó un compromiso firme con el mismo de los dirigentes y delegados oficialistas de la CTA (en muchas reparticiones y seccionales no hubo un solo cartel anunciando el paro, ni asambleas, ni se dispusieron micros desde los distintos sectores del área metropolitana para el traslado de los trabajadores a las marchas). El compromiso fue mucho menor por parte de los dirigentes de la CGT donde el paro de 1 hora en las empresas y transportes fue boicoteado por los dirigentes gremiales, y allá donde se organizó fue impulsado principalmente por delegados de base y los propios trabajadores.
Lo que está detrás de todo esto no fue sólo la falta de confianza de los dirigentes en los trabajadores sino fundamentalmente su miedo a que la jornada de protesta adquiera una dimensión mayor.
Esto no es una casualidad. Lo que está detrás de esta respuesta extraordinaria de los trabajadores no es sólo la indignación por la muerte del docente Fuentealba, sino además la acumulación de malestar por los salarios que no alcanzan, las jornadas de trabajo agotadoras y el empleo precario que los llena de incertidumbre. Una jornada de lucha como la del 9 de abril, que hubiera contado con una mejor organización y un mayor compromiso de los dirigentes sindicales, habría multiplicado por 2 y por 3 la escala de la protesta social ese día, y habría dado paso a un aumento significativo de la protesta social en los días y semanas siguientes. Está claro que los dirigentes sindicales no se quieren montar encima de un tigre al que es relativamente fácil subir, pero del que resultaría muy complicado bajarse.
Lecciones del 9 de abril
Los discursos de los dirigentes de CTERA y la CTA en el acto celebrado en Buenos Aires fueron muy enérgicos y conectaban con el ambiente de los trabajadores allí congregados. En su intervención, el actual Secretario General de CTERA y de CTA, Hugo Yaski, afirmó: No queremos ningún autoritarismo, no se trata solo del autoritarismo en Neuquén, también lo es la gendarmería en las escuelas de Santa Cruz, también es autoritario Romero (Juan Carlos, gobernador de Salta) que le pega a los docentes, hay que terminar con los autoritarios porque está en juego la democracia.
Estas palabras son correctísimas. Pero lo que hay que preguntarse es por qué la CTERA, como le reprochaban decenas de miles de docentes en todo el país ese día, no convocó medidas de fuerza unificadas mucho antes para no dejar aislados y a su suerte a los compañeros de Neuquén, Salta y Santa Cruz (además de La Rioja, Corrientes, Tierra del Fuego; y antes Santa Fe) para impedir que sufrieran todo el peso de la represión.
En este mismo sentido, tenía razón Victor De Gennaro, Secretario de Relaciones Institucionales de la CTA, cuando indicó que es lamentable el silencio del Gobierno nacional, es lamentable que sólo diga que no se puede meter porque es un problema de una provincia. Hay que resolver el tema en Neuquén, hay que resolver el tema en Salta y hay que sacar la gendarmería de las escuelas en Santa Cruz, hay que terminar con el apriete y con las formas antidemocráticas. Pero De Gennaro y demás dirigentes de la CTA deberían saber que no es con admoniciones ni ruegos al gobierno nacional, o a los gobiernos provinciales, como se va a terminar con eso, sino con la movilización más contundente y extensa, como la del 9 de abril. Y fue justamente esa determinación y fuerza lo que faltó en las semanas previas en los dirigentes de CTERA y CTA.
El fortalecimiento de la confianza de los trabajadores en sus propias fuerzas y su mayor disposición a la lucha por el salario y el empleo digno va a crearles problemas añadidos a los dirigentes sindicales que pretendan contener las luchas salariales que se están dando o a punto de dar; y sobre todo debilita el intento del pacto social impulsado por Kirchner, la patronal y los dirigentes de la CGT, que tratan de que el aumento salarial no supere el 15% para este año. Esto es lo que está detrás de la preocupación del gobierno de Kirchner y de las patronales. Si bien Kirchner trató de capitalizar para sí el odio de los trabajadores contra Sobisch, se mostró bastante cauteloso en sus declaraciones porque sabe que ahora tiene menos margen para hacer valer el pacto social que está impulsando.
Además, Kirchner es consciente de que la protesta de los docentes y estatales apunta directamente contra la política económica general de su gobierno, que acumula superávits estatales de $23.000 millones cada año y reservas por valor de 40.000 millones de dólares en las arcas del Banco Central de la República Argentina (BCRA), para privilegiar el pago de la deuda externa y subsidios multimillonarios a los empresarios.
La jornada de lucha deja otra enseñanza importante. Y es la debilidad del discurso de la reacción y la derecha, y la enorme sensibilidad que permanece en la población, y entre los trabajadores en particular, ante la represión policial de la protesta social. Como hemos explicado reiteradamente desde El Militante, no hay ningún giro a la derecha en la sociedad; al contrario, lo que se nota es la falta de un referente de izquierda con influencia de masas en el campo sindical y político. Kirchner saca fuerza, precisamente, de dicha ausencia; y así puede jugar alternativamente a derecha e izquierda en sus medidas de gobierno y en sus discursos.
Tras presenciar el espectáculo deprimente del circo electoral de las últimas semanas (donde todos sin distinción -desde Macri hasta Carrió- juegan al mismo tiempo de izquierda, de derecha y de centro comprando políticos y voluntades con prebendas y dinero contante y sonante) la jornada de lucha del 9 de abril, bien es verdad que con el trasfondo triste, indignante y dramático de la muerte del compañero Fuentealba, trajo un viento fresco y limpio que barrió por unos días toda esa decrepitud. Y eso por una razón muy concreta: los trabajadores impusieron en la agenda del debate social sus problemas de clase: el salario, el empleo, la represión del reclamo social. Estas sí que son las verdaderas preocupaciones de los trabajadores, de hombres y mujeres normales que viven, sufren y trabajan honestamente cada día, y no el país virtual que nos muestran por TV. Estas son, justamente, las preocupaciones que están ausentes en los discursos de los políticos profesionales y patronales.
Las tareas del activismo de izquierda
La jornada del 9 de abril contiene también preciosas lecciones para el activismo sindical de izquierda. Reveló de manera extraordinaria el papel central de los sindicatos y su influencia aplastante en la vida económica y social del país. No importa cuán degenerados y burocratizados estén sus dirigentes, la fidelidad de los trabajadores a sus organizaciones tradicionales de masas y su disposición a acatar las acciones de lucha emanadas de ellas quedaron claramente de manifiesto. Y también reveló una vez más que, no importa cuán degenerados y burocratizados estén sus dirigentes, cuando la presión y la indignación se hace irresistible desde abajo, invariablemente éstos se ven obligados a mostrar una vía de lucha.
Al mismo tiempo quedó en claro el enorme desprestigio de estos mismos dirigentes sindicales y la bronca de los trabajadores que, en muchos lugares de trabajo, exigían una huelga general de 24 horas; o, al menos, que el paro decretado por la CGT coincidiera con el horario de las marchas anunciadas.
Es una ironía que algunos teóricos en la izquierda, quienes por alguna extraña razón se consideran personas muy inteligentes, afirmen que los sindicatos tradicionales ya no tienen un papel relevante que jugar en la lucha de clases. Sin embargo, la burguesía, sus medios de comunicación, el gobierno nacional y los gobiernos provinciales no piensan lo mismo, particularmente después del 9 de abril. Tampoco los trabajadores ¡Y no les falta razón!
Justamente, estos mismos intelectuales (cuyos predicamentos han tenido, lamentablemente, cierto eco en algunos activistas sindicales de izquierda) son quienes derraman lágrimas amargas por la debilidad y atomización de los trabajadores y su bajo nivel de conciencia. Esperamos que, tras la experiencia del 9 de abril, mediten honestamente sobre la debilidad y el bajo nivel de conciencia mostrados por los trabajadores en la calle.
Esta es la misma gente que, de manera empírica y superficial, nunca pierde la ocasión de plantear que la burocracia sindical es fuerte porque, en general, los trabajadores muestran excesiva complacencia hacia sus dirigentes. Pero no es cierto que los trabajadores tengan una actitud complaciente hacia sus dirigentes. Justamente, es todo lo contrario. Lo que sí existe es la ausencia de un referente opositor con influencia, dentro de los sindicatos, que les muestre otro camino y una alternativa. Pensar que los trabajadores pueden marchar a la lucha no sólo al margen de una mala dirección sino también sin ninguna dirección es una tontería mayúscula. Nunca sucedió y nunca sucederá tal cosa.
Por eso, en lugar de poner la pelota en el campo de los trabajadores, la obligación de la vanguardia es colocarla justamente en el campo del activismo sindical de izquierda.
El 9 de abril reveló el enorme malestar con las condiciones de vida y de trabajo, el hartazgo con la arrogancia de los patrones y con las mil y una humillaciones diarias que se ven obligados a soportar los trabajadores en su lugar de trabajo. Pero también reveló la actitud extremadamente crítica hacia una dirigencia sindical complaciente con sus patrones (privados y públicos). Y mostró la enorme disposición a la lucha que existe entre los trabajadores.
Esto crea condiciones extraordinariamente favorables para el desarrollo y extensión de una oposición clasista en el seno de los sindicatos. La corriente sindical opositora y clasista más relevante, amplia y honesta que existe, el Movimiento Intersindical Clasista (MIC) debería tomar nota de esto.
No es suficiente con hablar de clasismo y reflexionar sobre la experiencia de los 70. Lo cual es muy importante. Hay que arremangarse y pasar de las palabras a los hechos. Fue importante en este sentido que el MIC emitiera un comunicado de condena de los hechos de Neuquén y el apoyo dado al paro nacional del 9 de abril. Pero no entendemos, por ejemplo, por qué la Mesa Nacional del MIC no editó un volante para las marchas, para que fuera repartido masivamente, dando su punto de vista sobre la situación y proponiendo una alternativa de lucha, no sólo al sector docente sino al conjunto de la clase trabajadora. Hubo 300 actos en todo el país y más de 150.000 trabajadores participando en los mismos, pese a las limitaciones horarias y organizativas del paro. Esto habría permitido dar a conocer el movimiento a decenas de miles de trabajadores y captar la atención y la organización para el mismo si no a miles, al menos a cientos de ellos.
También los hechos han dado la razón a aquellos que, como los activistas obreros de la Corriente Socialista El Militante y otros, propusimos en el plenario del MIC de diciembre la convocatoria de plenarios trimestrales del movimiento para adecuar nuestra intervención a la coyuntura de la lucha de clases. Un plenario convocado para el mes de marzo, en el inicio de la discusión de las paritarias y de las luchas de docentes y estatales, habría armado al MIC para la intervención, fijando su posición a través de una declaración pública sobre las negociaciones paritarias y contra el techo salarial, y sobre las luchas que se estaban dando.
Sin duda, se habría captado la atención de los mejores activistas en las empresas que permanecen sin organizar en un movimiento sindical antiburocrático, no sectario y amplio como el que representa el MIC. Y podría haber capitalizado, aunque no fuera más que parcialmente, el enorme descontento manifestado por los trabajadores el 9 de abril contra sus dirigentes sindicales. Lamentablemente, esta propuesta no fue aceptada, acordándose en su lugar plenarios semestrales, cuando los tiempos y las dinámicas de la lucha sindical serán otros y no tan favorables para la intervención, en medio de los debates electorales y tras la finalización de las discusiones paritarias, al menos en los gremios y sectores más importantes.
Estamos seguros que éstas, como otras debilidades del MIC, serán superadas por la reflexión colectiva del conjunto de sus integrantes. A diferencia de los pequeños aparatos sectarios autoproclamados, el MIC tiene un promisorio potencial de desarrollo, si saca todas las lecciones de la experiencia presente y pasada, y se pone manos a la obra para construirse y desarrollarse.
En ese sentido, creemos que se dieron pasos adelante muy importantes, como la convocatoria regular de plenarios nacionales de docentes del MIC. En el último, celebrado el 31 de marzo, se acordó el lanzamiento de una corriente sindical nacional opositora en el seno de la CTERA. Esto, sin duda, apunta en el camino correcto.
Por eso, sería necesaria la celebración de un nuevo plenario nacional del MIC, convocado con carácter de urgencia para fines de abril. Lo cual nos ayudaría a adecuar nuestras posibilidades de desarrollo a las tareas que tenemos por delante y que la situación nos demanda.
Conclusiones
Como señalábamos en una declaración anterior, la jornada de lucha del 9 de abril no es el final de nada, sino que debe ser el primer paso para responder a la degradación de nuestros salarios y empleos, incluyendo la demanda de la depuración del aparato represivo bajo el control de los sindicatos y las organizaciones populares. Debemos continuar la lucha para que se satisfagan plenamente todos los reclamos docentes y de los demás sectores en lucha, unificando y extendiendo la lucha por sectores y a nivel nacional. Incluyendo la demanda de cárcel perpetua para el criminal que asesinó a Carlos Fuentealba y la renuncia inmediata del gobierno de Sobisch.
Por último, la jornada del 9 de abril, debe ser el punto de arranque de una campaña nacional contra el pacto social acordado secretamente entre el gobierno, la patronal y la dirección de la CGT y que pretende limitar los reclamos salariales a un aumento del 15% y mantener como están las condiciones de trabajo.
Fuera Sobisch y demás políticos reaccionarios de los gobiernos municipales, provinciales y nacional.
Por la unificación nacional de la lucha docente
No al empleo en negro y precario. Salario básico mínimo de $1.200 y salarios equivalentes a la canasta familiar ($2.400) para quienes no alcancen ese monto.
Por una jubilación con el 82% móvil
Por dirigentes sindicales que asuman las tareas para las que fueron elegidos.
Compañero Carlos Fuentealba, ¡Presente!