A raíz de la maravillosa lucha de masas en Francia contra la reforma de las pensiones, se ha generado un debate en la izquierda radical del Estado español. Los compañeros del Movimiento Socialista, particularmente en Euskal Herria, han incidido también en el debate, lo cual ha generado críticas por parte de un sector ¿Está justificada la crítica a las posiciones de MS? ¿Qué postura deben tener los comunistas acerca de los sindicatos?
Los sindicatos en nuestra época
Acertadamente, los compañeros del MS empiezan desarrollando su posición en base a un análisis general de los sindicatos en el contexto de nuestra época. Sólo así es posible acercarse a comprender la realidad que nos rodea.
En este sentido, explican que nuestra época es una de profunda crisis del sistema, dónde los capitalistas se ven obligados a atacar las condiciones de vida de la clase obrera para salir de la crisis: destrucción del Estado del bienestar, aumento del paro, etc. De ahí plantean, correctamente, que este período histórico se caracteriza no por las reformas sino por las contra-reformas de la burguesía, lo cual determina el papel del reformismo y de los sindicatos:
“A estas alturas de recesión económica les han menguado los márgenes para la mejora de las condiciones económicas, ya que la socialdemocracia y sus sindicatos tienen unos límites cada vez más evidentes para acordar el precio de venta de la fuerza de trabajo de la clase obrera. (La reforma de las pensiones en Francia y los límites del sindicalismo, Editorial 23/03/23, Gedar)”
El compañero Adam Radomski va más allá cuando afirma, en el podcast Estrategia a debate, episodio 3: El sindicalismo en crisis, que “en este contexto de ofensiva (de la burguesía) lleva a que se quede más obsoleta la lucha sindical clásica.”
Más allá del contexto actual de profunda crisis y sus consecuencias, hay otro factor, más fundamental aún, que caracteriza los sindicatos de nuestra época: el imperialismo.
Trotsky, en su artículo Los sindicatos en la era de la decadencia imperialista, escrito en agosto de 1940, explicó que la era del imperialismo ataba a los sindicatos al Estado burgués, independientemente de su carácter político concreto, siempre y cuando defendiera una política reformista. Citamos las razones que da Trotsky:
“El capitalismo monopolista no se basa en la competencia y en la libre iniciativa privada sino en una dirección centralizada. Las camarillas capitalistas que encabezan los poderosos trusts, monopolios, bancas, etc. encaran la vida económica desde la misma perspectiva que lo hace el poder estatal, y a cada paso requiere su colaboración. A su vez los sindicatos de las ramas más importantes de la industria se ven privados de la posibilidad de aprovechar la competencia entre las distintas empresas. Deben enfrentar un adversario capitalista centralizado, íntimamente ligado al poder estatal. De ahí la necesidad que tienen los sindicatos -mientras se mantengan en una posición reformista, o sea de adaptación a la propiedad privada- de adaptarse al estado capitalista y de luchar por su cooperación. A los ojos de la burocracia sindical, la tarea principal es la de “liberar” al estado de sus ataduras capitalistas, de debilitar su dependencia de los monopolios y volcarlos a su favor. Esta posición armoniza perfectamente con la posición social de la aristocracia y la burocracia obreras, que luchan por obtener unas migajas de las superganancias del imperialismo capitalista. Los burócratas hacen todo lo posible, en las palabras y en los hechos por demostrarle al estado “democrático” hasta qué punto son indispensables y dignos de confianza en tiempos de paz, y especialmente en tiempos de guerra.”
Es más, para poner un ejemplo especialmente llamativo, los sindicatos jugaron un papel abiertamente contrarrevolucionario durante la Primera Guerra mundial en los países contendientes, presentándose “con frecuencia en calidad de elementos del aparato militar de la burguesía” (El movimiento sindical, los comités de fábrica y de empresa, La internacional Comunista: tesis, manifiestos y resoluciones de los cuatro primeros congresos (1919-1922)).
De todas maneras, incluso en este terreno es peligroso generalizar. La crisis del capitalismo, como bien dicen los compañeros, hace que éste tenga menor margen de maniobra para poder hacer concesiones (en aras de mantener la paz social y defender el sistema). Concesiones, algunas incluso importantes, que se conquistaron en el pasado están ahora bajo ataque. En general las condiciones de trabajo y salariales empeoran y se precarizan. Pero incluso en este contexto no está descartado que una lucha decidida por parte de la clase trabajadora, o en grupos de trabajadores que tienen un poder de negociación mayor, pueda lograr victorias parciales.
Por dar algunos ejemplos: el año pasado, las trabajadoras de la limpieza del Museo Guggenheim de Bilbao, después de 284 jornadas de huelga, firmaron un acuerdo que incluía una subida salarial del 20% y la desaparición de los contratos parciales. En Gran Bretaña, los estibadores portuarios, después de varias semanas de lucha, lograron en 2022, un aumento salarial de entre el 14,3% y el 18,5%, por encima de la inflación. Estos son algunos ejemplos de victorias de luchas recientes.
Aunque es cierto que la lucha sindical se da en condiciones en que es mucho más difícil conseguir victorias y concesiones que en una época de auge capitalista, no se puede afirmar que la lucha sindical haya quedado obsoleta.
Sin embargo, ¿todo esto agota la cuestión fundamental de la actitud de los comunistas acerca de los sindicatos, y de nuestras tareas?
Carácter de los sindicatos
El mismo texto de la Internacional Comunista, El movimiento sindical, los comités de fábrica y de empresa, continúa diciendo que, precisamente a consecuencia de la profunda crisis desatada por las contradicciones del capitalismo, “los sindicatos, que durante la guerra se habían convertido en los órganos del sometimiento de las masas obreras a los intereses de la burguesía, representan ahora los órganos de la destrucción del capitalismo.”
¿Cómo es posible un cambio de posición aparentemente tan contradictorio? Partiendo de un análisis histórico de los sindicatos y de su papel, llegamos a la conclusión que los sindicatos són los órganos (instituciones, según los términos que emplean los camaradas de MS) básicos de la clase obrera; que surgieron y se forjaron históricamente mediante el desarrollo de la lucha de clases en las fábricas entre la clase obrera y la burguesía; que, consecuentemente, su carácter y sus tareas se basan en luchas económicas, por mejores sueldos y condiciones de trabajo. De todo esto se desprende que, por su composición social y papel, tienen un carácter proletario.
La burguesía es bien conocedora de este hecho. Gracias a su posición social, como clase dominante, es consciente de sus intereses de clase. Así pues, trabaja incansablemente, mediante todos los métodos y con todos los recursos necesarios, para dominar y someter a los sindicatos a sus intereses. Los dirigentes reformistas y los burócratas son su correa de transmisión, sus agentes en el movimiento obrero. Es más, como explica Trotsky:
“La burocracia sindical es el principal instrumento de la opresión del Estado burgués. Hay que arrancar el poder de manos de la burguesía, por lo tanto su principal agente, la burocracia sindical, debe ser derrocado (Los errores de principio del sindicalismo, octubre de 1929).”
Aquí llegamos a lo que creemos que es el primer error de las tesis de los compañeros del MS, del cual se desprenden otros. Si bien están en lo cierto en su caracterización de nuestra época, su análisis se queda corto, basándose en generalizaciones.
La dialéctica nos enseña que la materia se encuentra en constante movimiento, en constante interacción y transformación. Esta ley se aplica igualmente a la sociedad, en que las condiciones objetivas actúan sobre y són transformadas por factores subjetivos. En palabras de Marx:
“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado.” (El dieciocho brumario de Luis Bonaparte)
De esto se desprende la importancia de la dirección del movimiento obrero, que ejerce un papel decisivo en el transcurso de la lucha de clases como factor subjetivo. Por tanto, es absolutamente necesario saber separar correctamente a la clase de su dirección, a la base sindical de los dirigentes sindicales, para desarrollar una estrategia y tácticas adecuadas. No hemos podido leer ni escuchar en ningún lugar un análisis del MS sobre esta base. Es más, la única referencia explícita a esta cuestión la plantea la compañera Lucía Manara cuando dice “…esta falacia de los sindicatos, no es algo contingente que dependa de la voluntad de los dirigentes de estos sindicatos, sino que caracteriza casi esencialmente a los sindicatos en la sociedad capitalista (Estrategia a debate, episodio 3, El sindicalismo en crisis)”.
Sin embargo, el marxismo ha defendido siempre como principio la absoluta necesidad de luchar firmemente contra el reformismo, lo cual se traduce en el terreno de lo concreto en una lucha sin cuartel contra los dirigentes reformistas y los burócratas. Es más, los compañeros ya apuntan en esta dirección cuando plantean que una de las principales tareas de los comunistas es luchar contra la hegemonía de la burguesía. Sin los reformistas y burócratas y su papel imprescindible como última (y principal) defensa del capitalismo, haría mucho tiempo que la clase obrera habría tomado el poder. La burguesía, por encima de todo, necesita a los dirigentes reformistas (que los compañeros del MS señalan correctamente como socialdemócratas) para mantenerse en el poder.
Ganar a las masas al programa comunista
El marxismo es la ideología y experiencia histórica de la clase obrera. Por sus condiciones de vida, que ya hemos explicado en detalle en el artículo Estrategia socialista y poder obrero – Una aportación al debate con el Movimiento Socialista (II) Los comunistas y la toma del poder, sólo una pequeña capa de la población llega y asume las ideas del marxismo fuera de una situación revolucionaria. Esta constituye su vanguardia, la capa consciente armada con las ideas del comunismo científico para acabar con la división de la sociedad en clases y la propiedad privada. Pero esta vanguardia debe ser parte del movimiento obrero, echar raíces profundas en las capas más conscientes y organizadas del proletariado. Esto es así porque el marxismo parte de la comprensión de que son las masas trabajadoras, dirigidas por la clase obrera, quienes deben y hacen la revolución social para acabar con su opresión.
De esto se desprende que los comunistas están obligados a trabajar ahí dónde estén los trabajadores, por muy difícil, burocrático, e incluso reaccionario que pueda ser dónde se encuentran, para, acompañando a las masas en su experiencia, tratar de convencerlas de la necesidad del comunismo. La misión histórica de los comunistas es ganar a la clase obrera a la bandera del comunismo, empezando por sus elementos más avanzados, y dirigirla a la toma del poder.
Lenin era muy claro en esto:
“Para saber ayudar a la “masa” y conquistar su simpatía, su adhesión y su apoyo no hay que temer las dificultades, las quisquillas, las zancadillas, los insultos y las persecuciones de los “jefes” (que, siendo oportunistas y socialchovinistas, están en la mayor parte de los casos en relación directa o indirecta con la burguesía y la policía) y se debe trabajar sin falta allí donde estén las masas. Hay que saber hacer toda clase de sacrificios y vencer los mayores obstáculos para llevar a cabo una propaganda y una agitación sistemáticas, tenaces, perseverantes y pacientes precisamente en las instituciones, sociedades y sindicatos, por reaccionarios que sean, donde haya masas proletarias o semiproletarias. (La enfermedad infantil del “ultraizquierdismo” en el comunismo)
Los camaradas del MS admiten que los sindicatos clásicos (entendemos por este término los sindicatos de clase) son “organizaciones, por lo general, de gran tamaño, con grandes medios, alto nivel de profesionalización e importante número de afiliados, capaces de forzar algunos cambios en las condiciones de venta de la fuerza de trabajo” (Organicemos la autodefensa socialista, Karla Pisano eta Adam Radomski). Es decir, que concentran a masas de trabajadores, y que ejercen un papel crucial en la lucha de clases.
Independientemente de la opinión que nos merezcan los sindicatos de masas y las limitaciones que ofrece el capitalismo para otorgar concesiones importantes o duraderas, millones de trabajadores, la mayoría apáticos en cuestiones políticas o desprovistos incluso de una conciencia de clase desarrollada, se ven obligados a girar hacia los sindicatos para defender sus condiciones laborales y de vida, por salarios y empleo digno, contra los despidos y las arbitrariedades del patrón. Este es un hecho objetivo que no podemos cambiar con admoniciones desde fuera del movimiento, alertando a esos trabajadores que serán traicionados por sus dirigentes.
Es más, en la época actual, y cómo se está demostrando en Francia, esto es incluso más cierto. Los sindicatos, por mucho que nos genere desprecio (bien merecido) su dirección burocrática y reformista, deben ser para los comunistas un campo de batalla en la lucha de clases.
Así pues, para los marxistas, la tarea consiste en disputar la dirección de estos sindicatos de masas, con influencia en la lucha de clase, a los agentes de la burguesía. Esto es, librar una batalla política. Parte de esta batalla es justamente señalar las limitaciones de la lucha puramente sindical y explicar la necesidad de la toma del poder político por parte de la clase trabajadora.
¿Participación en los sindicatos u organización de la “autodefensa socialista”?
Sin embargo, una vez los compañeros han establecido su análisis de los sindicatos, contestan a la pregunta ¿Qué papel juega la lucha sindical en una estrategia revolucionaria? de la siguiente forma (citamos extensamente):
“Al contrario, debemos plantearnos cómo pueden integrarse en la estrategia socialista, cómo pueden responder a ella, asumiendo sus límites y potencialidades. Es decir, las instituciones socialistas deben acertar en su papel mediador entre la conciencia espontánea que se genera en las luchas salariales y la estrategia socialista. Así, el fin último no pueden ser las mejoras económicas en sí mismas, nunca definitivas, sino mejorar la posición de poder del proletariado en las luchas a través del desarrollo de sus instituciones independientes.
“Por lo tanto, la organización comunista debe imponerse una tarea urgente, organizar la autodefensa socialista. La autodefensa socialista asume tres principales tareas que, a día de hoy, deben entenderse desde las capacidades existentes y a la luz de su desarrollo potencial: la expansión del programa comunista, la defensa y mejora efectiva de las condiciones de vida y la creación y consolidación de instituciones proletarias.” (Cursivas nuestras)
En su editorial del dia 23/03/23, La reforma de las pensiones en Francia y los límites del sindicalismo, dicen, en la misma línea planteada arriba:
“para ello, es necesario estructurar y orientar de forma organizada e independiente las movilizaciones y protestas multitudinarias como las que se han visto en el Estado francés.”
Esta conclusión, para nosotros, equivale a plantear una solución organizativa a un problema político. Los compañeros llegan a esta conclusión por varias razones, pero principalmente al exagerar un factor por encima de otros, es decir, el papel de los dirigentes actuales y los burócratas, obviando la lucha viva entre las clases, los partidos y las direcciones.
En este sentido, Trotsky, en su artículo Los sindicatos en Gran Bretaña, dijo:
“Frente a esta situación, surge inmediatamente una idea ¿No es posible superar a los sindicatos? ¿No es posible reemplazarlos por alguna organización nueva, incorrupta, algo así como sindicatos revolucionarios, comitès por empresa o soviets? El error fundamental de este tipo de errores reside en que reducen a experimentos organizativos el gran problema político de cómo liberar a las masas de la influencia de la burocracia sindical. No basta con ofrecerles a las masas otro lugar al que dirigirse. Hay que ir a buscarlas donde están y guiarlas.”
La actitud de los comunistas frente al reformismo
Para los comunistas, la tarea actual consiste en luchar dentro de los sindicatos existentes contra la burocracia sindical mediante una oposición revolucionaria. Pero, ¿cómo se debe llevar a cabo esta lucha?
Para comprender correctamente esta cuestión fundamental, es necesario estudiar al bolchevismo, en particular a Lenin, su máximo dirigente.
Lenin, en su obra maestra sobre la táctica comunista, La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, nos explica lo que no debe suceder:
“Estamos librando una lucha contra la “aristocracia obrera” en nombre de las masas de trabajadores y para ganarlos para nuestro lado; estamos librando la lucha contra los líderes oportunistas y socialchovinistas para ganar a la clase obrera de nuestro lado. Sería absurdo olvidar esta verdad elementalísima y evidente. Sin embargo, es este mismo absurdo el que perpetran los comunistas de “izquierda” alemanes cuando, debido al carácter reaccionario y contrarrevolucionario de la cúpula sindical, llegan a la conclusión de que… debemos retirarnos de los sindicatos, negarnos a trabajar en ellos ¡y crear formas nuevas y artificiales de organizaciones obreras!” (Cursiva en el original)
Establecido esto, es necesario resaltar que los comunistas defendemos la lucha por las reformas, por la mejora de las condiciones de vida de las masas bajo el capitalismo. En esto, creemos que en gran parte, coincidimos con los compañeros del MS. Lenin, en su artículo El marxismo y el reformismo, dice:
“A diferencia de los anarquistas, los marxistas admiten la lucha por las reformas, es decir, por mejoras de la situación de los trabajadores que no lesionan el poder, dejándolo como estaba, a manos de la clase dominante. Pero, al mismo tiempo, los marxistas combaten con la mayor energía a los reformistas, que circunscriben directa o indirectamente los anhelos y la actividad de la clase obrera a las reformas. El reformismo es una manera que la burguesía tiene de engañar a los obreros, que seguirán siendo esclavos asalariados, a pesar de algunas mejoras aisladas, mientras subsista el dominio del capital.”
Por lo tanto, los marxistas deben combinar una lucha a favor de las reformas con una lucha contra el reformismo, una lucha por la independencia política de nuestra clase contra la colaboración de clases. No hay una única receta acabada que podamos aplicar en cualquier situación y momento para realizar correctamente esta tarea. Sin embargo, el estudio profundo del marxismo y de la historia de la lucha de clases nos permite desarrollar la comprensión necesaria para orientarnos correctamente ante la situación cambiante.
Guiados por los principios de la independencia de clase y la necesidad de la revolución socialista, los marxistas deben exigir a los dirigentes reformistas que cumplan con su programa; en el caso de los sindicatos, defender los salarios y condiciones de trabajo de nuestra clase. Mediante la táctica del frente único, de luchar juntos pero marchar separados, los marxistas deben presionar a los dirigentes reformistas para que en la práctica se vean comprometidos al no cumplir su programa. Paralelamente, deben criticar todas las vacilaciones, maniobras, cobardía y traiciones de los dirigentes reformistas, mediante una explicación política de los límites, sobre todo en nuestra época, del reformismo. Esto último debe ir ligado a la necesidad de plantear nuestro programa en oposición al programa reformista, vinculando las luchas y demandas parciales a la necesidad de luchar contra el sistema en su conjunto, a la necesidad de la revolución socialista.
Vincular hábilmente las reivindicaciones parciales con la revolución es especialmente importante en nuestra época, ya que la contradicción entre la situación objetiva, de un capitalismo mundial podrido que se traduce cada vez más en barbarie para la mayoría, y la debilidad del factor subjetivo, de la organización revolucionaria que pueda dirigir a nuestra clase y a los oprimidos a la toma del poder, obliga a los comunistas a plantear demandas puente que eleven la conciencia de nuestra clase a su tarea histórica, la destrucción del capitalismo mediante la revolución. Hemos desarrollado este punto en otros artículos, como por ejemplo Estrategia socialista y poder obrero – Una aportación al debate con el Movimiento Socialista (III) Los comunistas y la lucha por reformas
La lucha sindical en Francia y la CGT
En Francia, precisamente, se está dando un proceso concreto que confirma la corrección de la táctica del marxismo de participar dentro de los sindicatos.
La decadencia del capitalismo francés y los ataques de la burguesía están provocando la respuesta combativa de la clase obrera. Esta lucha general se ve reflejada de manera concreta en las capas avanzadas de la CGT, que se han organizado para disputarle la dirección a los dirigentes derechistas, sostén de los intereses de la burguesía. Es más, en el reciente Congreso, la dirección saliente perdió una votación clave sobre el balance de su gestión, indicando el ambiente combativo que se respira entre las bases del sindicato y que se refleja incluso, de manera atenuada, en el ambiente más burocrático que existe dentro del Congreso.
La izquierda sindical de la CGT (Unité CGT) se basa en la poderosa federación de trabajadores de la industria química (que organiza a los trabajadores de las refinerías, depósitos de combustible, etc), y en la Unión Departamental de Bouches du Rhône (Marsella). Estos sectores, con otros, han criticado la táctica de la dirección burocrática de la CGT de convocar a una repetición de “jornadas de lucha” espaciadas, hasta que al final la lucha se desinfla por puro cansancio y falta de perspectiva, y han propuesto una estrategia de huelgas reconducibles (indefinidas) en sectores clave de la producción para confluir en una huelga general que paralice el país.
No se han limitado a criticar a la dirección, sino que varios sectores (químico, basuras) han salido a la huelga reconductible, utilizando métodos de lucha clasistas y combativos: la organización de piquetes intersindicales (con militantes de varios sectores defendiendo la huelga en sitios clave), asambleas generales regulares para tomar las decisiones, el desafío a las órdenes de requisa de trabajadores por parte de las autoridades (con piquetes masivos), la acción directa de trabajadores de la energía para cortar el suministro a los capitalistas, etc.
Es cierto que estos métodos, los únicos que podrían conducir eventualmente a una victoria aunque sea parcial, han sido torpedeados por la dirección moderada de la CGT, llevando la lucha a un impasse. Pero el hecho de que una alternativa organizada a la izquierda de la dirección oficial, más radical, haya surgido dentro de la propia CGT, al calor de una lucha intensa, nos debe hacer reflexionar sobre el carácter de los sindicatos reformistas, que no son entes fijos e inamovibles. Tarde o temprano, terminan reflejando la dinámica de la lucha de clases cuando ésta alcanza una altura superior.
¿Cuál debe ser la actitud de los comunistas en esta situación? La pregunta se responde por sí misma. Los comunistas deben de participar en la lucha que se está librando de manera activa, codo a codo con los cientos de miles y millones de trabajadores que han pasado a la acción. Pero esa participación no puede ser simplemente seguidista de la dirección sindical actual. Al contrario. Los comunistas deben empujar en todo momento a vincular la lucha actual con las tareas generales de la lucha por el socialismo y sacarla del marco estrecho de la lucha puramente sindical, ayudando a los trabajadores a sacar las conclusiones más generales de su propia experiencia, ligándose en primer lugar a la capa más avanzada.
En este sentido, los compañeros de Révolution, sección francesa de la CMI en Francia, están participando en la medida de nuestras fuerzas en el bloque de izquierdas, apoyando esta lucha contra la dirección actual y la burocracia mientras que a la vez aportamos nuestras ideas, críticas y consignas. Mediante este trabajo, luchamos codo a codo con el ala de izquierdas contra la derecha y difundimos las ideas del marxismo científico. Esta es una lucha viva que se está desarrollando y que todavía está por ver cómo termina. En nuestra opinión, los comunistas tienen la obligación de participar en ella, lo que incluye necesariamente participar dentro de los sindicatos existentes y especialmente en la corriente de izquierda de la CGT, para contribuir a su victoria y a la vez elevar su horizonte político a la necesidad de la revolución social.
Conclusiones
Nuestra época es una de profunda crisis económica, social, política y medioambiental, donde la burguesía no puede dominar como lo hacía antes. Su única salida pasa por atacar brutalmente a la clase obrera y a las masas, haciéndonos pagar su crisis.
Sin embargo, como ya estamos viendo por todo el mundo, la clase obrera no permitirá que esto suceda sin una lucha. Además, los grandes acontecimientos que estamos viviendo y que se avecinan jugarán un papel fundamental en el desarrollo de la conciencia de nuestra clase. A través del desarrollo de su conciencia, la clase obrera pondrá a prueba una organización tras otra, una dirección tras otra, desechando aquellas que no defiendan consecuentemente sus intereses. En definitiva, hemos entrado en un nuevo contexto de intensa lucha de clases, donde se abren tremendas oportunidades para los comunistas.
Los marxistas deben aprovechar esta nueva época histórica participando activamente ahí donde se encuentren las masas para disputar la hegemonía actual del reformismo. Combinando la lucha codo a codo con las masas para conquistar demandas parciales con la propaganda y agitación comunista, debemos construir las fuerzas del marxismo a nivel mundial, la organización capaz de ponerse a la cabeza de la lucha de clases para tomar el poder. A través de un trabajo paciente pero resuelto, que fluye de una confianza plena en el potencial revolucionario de la clase obrera, estamos convencidos que la hora del comunismo ha llegado.