Casi dos meses después del inicio del movimiento contra la reforma de las pensiones de Macron, la clase trabajadora han vuelto a demostrar su determinación de lucha. El martes 7 de marzo, según los sindicatos, cerca de 3,5 millones de personas salieron a la calle en 300 concentraciones en todo el país. Se trata de la sexta jornada de movilizaciones desde el 19 de enero, con cifras récord.
Mientras Macron parece mostrar total indiferencia ante el movimiento, bebiendo cervezas en discotecas congoleñas durante la jornada de movilización, su Gobierno intenta, en vano, desviar la atención de la gente.
El portavoz del gobierno, Olivier Véran, afirmó que “tenemos otras urgencias de las que ocuparnos”, refiriéndose al cambio climático, la inflación y la inminente intensificación de la crisis económica. Por supuesto, todos estos son productos del sistema capitalista corrupto y en crisis que Macron representa.
Los trabajadores y los jóvenes franceses no se vieron afectados en absoluto por este patético intento de restar importancia demagógicamente al conflicto de las pensiones. En todo caso, esta apestosa hipocresía sólo incrementa su ira.
Movilizaciones récord
La clase dominante esperaba que el movimiento se desvaneciera, pero en realidad está creciendo, aunque por ahora de forma gradual. A pesar de los esfuerzos de los burócratas sindicales que encabezan la lucha para desviarla hacia callejones sin salida y agotarla.
En Reims, hubo 7.500 manifestantes el martes, bastante más que durante el primer día de lucha el 31 de enero (cuando hubo 6.000).
También se registraron cifras récord de participación en Nantes (30.000), Caen (24.000), Angers (17.000), Rodez (14.500), Niort (8.000), Bayona (13.000), Pau (15.500), Chalon-sur-Saône (9.000), Chambéry (8.500), Besançon (11.000), Blois (11.000), Narbona (6.500) y un sinfín de ciudades y pueblos más.
En algunas ciudades pequeñas, estos manifestantes representaban hasta un tercio de la población. En las grandes ciudades, la movilización también ha ido en aumento. Según la confederación sindical CGT, sólo en las calles de Marsella se manifestaron 250.000 personas, y 700.000 en París.
La fuerza de estas movilizaciones se debe en parte a la inusual unidad de los sindicatos, que refleja la presión ejercida desde abajo sobre sus direcciones.
Todos los sindicatos, incluidos la CGT y la más conservadora CFDT, convocaron una huelga nacional el martes 7 de marzo. Movilizaron a miles de trabajadores de todos los sectores.
Las siete refinerías de petróleo francesas cerraron. Casi dos tercios de los profesores de primaria y una cuarta parte de los funcionarios están en huelga. Los ferrocarriles nacionales cancelaron tres cuartas partes de los trenes programados, mientras que las compañías aéreas cancelaron alrededor de un tercio de sus vuelos programados.
“Es una de las mayores huelgas e impactos en el sector energético que hemos visto”, comentó Emeric de Viganand, analista de Kepler. De hecho, el 50% de los trabajadores de la empresa energética EDF estaban en huelga ese martes.
La ira de las masas va en aumento, y muchos trabajadores van más allá de la exigencia general de retirar el reaccionario ataque de Macron a las pensiones. Están dirigiendo su furia contra el gobierno capitalista de los ricos. Como comentó un trabajador municipal y activista de la CGT en París:
“No estamos en la calle solo por nuestras pensiones, estamos en la calle porque estamos hartos. Ellos están sentados en un sillón de oro y nosotros en un cubo de basura”.
De hecho, en el último mes, en varios centros de trabajo, el movimiento ha desencadenado huelgas para exigir mayores aumentos salariales, en un contexto de elevada inflación. Esta radicalización también ha hecho que nuevos sectores de la clase obrera se unan a la lucha.
En el último mes, la CGT ha incorporado a 12.000 nuevos afiliados. Un número similar se ha afiliado a la CFDT.
La profunda crisis del capitalismo francés está teniendo un claro impacto en la conciencia de los trabajadores. Nuevas capas se dirigen hacia los sindicatos como el instrumento más básico para defender sus salarios, condiciones y nivel de vida, aunque por el momento en un número relativamente pequeño.
En todo el mundo se ha producido un fenómeno similar, con una cierta renovación de la lucha sindical en Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos y otros lugares. Sólo el conservadurismo de las cúpulas sindicales limita este renacimiento.
En Francia, durante años, la lucha sindical ha estado dirigida por los trabajadores del sector público. Pero si los sindicatos ampliaran sus reivindicaciones a la altura del estado de ánimo combativo de la sociedad, el movimiento podría inspirar confianza en capas más amplias de la sociedad y extenderse rápidamente al sector privado.
Por una huelga indefinida
Muchos trabajadores y jóvenes comprenden que un “día de lucha” más no bastará para derribar al gobierno. Han escuchado esta canción antes y saben cómo termina: con el agotamiento, la desmoralización y la derrota.
Algunos sectores de la clase obrera están sacando conclusiones más radicales sobre la estrategia de lucha necesaria para derrotar a Macron. En particular, las federaciones de la CGT que representan a los trabajadores del sector petroquímico; de los ferrocarriles; del sector energético; del vidrio y la cerámica; y de los puertos y muelles; ya han convocado huelgas indefinidas antes de la jornada de lucha del pasado martes.
Hemos empezado a ver algunas manifestaciones de esto en acción. Por ejemplo, la SNCF, la compañía nacional de ferrocarriles, anunció que iba a prestar un servicio limitado durante la semana pasada.
Del mismo modo, ni una gota de petróleo saldrá de las refinerías en ese periodo de tiempo. A pesar de que el gobierno afirmaba que el suministro de combustible estaba bajo control en las gasolineras, se han producido algunos desabastecimientos.
La producción de electricidad se ha visto gravemente reducida, y la distribución de gas natural licuado está paralizada en todo el país.
En el momento de escribir estas líneas, en los puertos de La Rochelle, Le Havre, Ruán y Marsella, el 100% de los trabajadores están en huelga, con el objetivo de lograr “puertos muertos”.
Los aeropuertos también siguen afectados: entre el 20% y el 30% de los vuelos se cancelarán debido a la huelga de pilotos y controladores aéreos.
En París y Montpellier, un número importante de trabajadores de los servicios de recogida de basuras iniciaron una huelga indefinida que provocó la suspensión de varios puntos de recolección.
Sin embargo, la incapacidad de los dirigentes sindicales nacionales para coordinar estas huelgas indefinidas y hacerlas parte de un llamamiento general a la huelga indefinida hace que estos sectores corran el riesgo de quedar aislados.
A pesar del creciente apoyo al movimiento, esta escalada dividida y desordenada por parte de las capas más frustradas y radicales de los sindicatos conducirá a derrotas y salidas en falso, que en última instancia tendrán un efecto desmovilizador sobre la lucha en su conjunto. Esto significa que la lucha se desvanecerá, como hemos visto muchas veces en los últimos 15 años.
En lugar de aprovechar los esfuerzos de los sectores en huelga indefinida y extender el movimiento, los sindicatos han convocado otros dos días aislados de lucha los días 11 y 15 de marzo, mientras abogan por un lugar en la mesa de negociaciones con el gobierno de Macron.
Esta es la misma estrategia en bancarrota que hemos visto en innumerables ocasiones: tratar el movimiento de masas de la clase obrera como un grifo que se puede cerrar y abrir a voluntad, para presionar a la clase dominante a negociar entre bastidores.
Lo que los burócratas sindicales temen es que el movimiento huelguístico “se les vaya de las manos”, es decir, que se transforme en una huelga general total, fuera de su control.
Al mismo tiempo, Jean Luc Melenchon, el líder del movimiento de izquierda La Francia Insumisa y del bloque de oposición NUPES en el parlamento, está llamando a un referéndum público sobre el proyecto de ley de pensiones, o a una disolución del parlamento para “romper el punto muerto”.
Lo que esto representa en realidad es un intento de dirigir la lucha contra la reforma de las pensiones y la administración de Macron hacia los canales seguros del institucionalismo, en lugar de desarrollar una estrategia creciente de lucha de clases para derribar a Macron.
Un enorme potencial
Hasta este momento, la juventud y el movimiento estudiantil se han mantenido al margen, a pesar de algunos bloqueos escolares, como en el instituto parisino Racine, así como ocupaciones universitarias en París, Toulouse y Rennes.
Pero la manifestación del martes y la movilización del 8 de marzo por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora registraron un aumento significativo del número de organizaciones juveniles y estudiantiles que salieron a la calle.
El potencial de una lucha sin cuartel, que una a estudiantes y trabajadores en huelga, es enorme. Pero para que este potencial se manifieste en acción, el movimiento necesita ampliar su atractivo centrándose en los problemas concretos a los que se enfrentan los jóvenes estudiantes y los trabajadores.
Esto significa reivindicaciones salariales, contra las privatizaciones, por una financiación adecuada de los servicios públicos, contra los cambios reaccionarios en las admisiones universitarias, etcétera. Por encima de todo, el movimiento debe presentar el objetivo político explícito de derribar al odiado gobierno de Macron.
El movimiento de huelga cuenta con un apoyo masivo, lo que demuestra la profundidad de la rabia en la sociedad francesa. El 70 por ciento de la población se opone a la contrarreforma de Macron contra las pensiones, mientras que el 56 por ciento apoya la medida de los sindicatos de hacer huelgas continuas.
Sin embargo, en lugar de impulsar el movimiento, los líderes reformistas en los sindicatos y en el parlamento están confinando la lucha a los procedimientos parlamentarios y a los llamamientos a negociar con Macron. Esto podría resultar fatal.
Pero a pesar de todos sus esfuerzos, es posible que el ejemplo dado por la vanguardia obrera en lucha electrifique la situación y dé confianza cada vez a más sectores para declarar luchas indefinidas.
Los próximos días dirán si nuevos sectores se unen a las huelgas reconducibles (huelgas indefinidas que se votan y renuevan cada día). A pesar de la estrategia conservadora de la dirección, es posible que surjan huelgas indefinidas en una serie de centros de trabajo.
Una cosa está clara: los viejos métodos han sido probados una y otra vez, y no sirven. Las masas obreras francesas aún conservan notables reservas de espíritu de lucha, pero el movimiento debe avanzar o se verá condenado a la derrota.