Estrategia socialista y poder obrero – Una aportación al debate con el Movimiento Socialista (I)

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INTRODUCCIÓN

El Movimiento Socialista es la denominación común que agrupa a varias organizaciones comunistas de carácter fundamentalmente juvenil que han venido apareciendo de manera relativamente reciente: como el Mugimendu Sozialista en Euskal Herria, Horitzó Socialista en los Països Catalans, Purna en Aragón y Espacio por el Proceso Socialista en zonas de Castilla y Madrid.

Es una bocanada de aire fresco y de esperanza en el ambiente rancio y anquilosado de la izquierda “alternativa” estatal, que al final terminó aceptando el statu quo del sistema al que se ha terminado integrando, y al que solamente se propone hacerle unos pocos remiendos, cuando aquél amablemente le deja.

El Movimiento Socialista también es una respuesta categórica al callejón sin salida al que ha conducido la izquierda independentista en Euskal Herria y Catalunya al movimiento por la emancipación nacional en estos territorios, y a los miles de jóvenes que a través suya buscaban un espacio militante que trataba de conjugar la liberación nacional con la liberación social. Incapaz de enfrentarse de manera consistente al Estado burgués español, los dirigentes de la izquierda independentista han terminado también aceptando el statu quo en los hechos, contentándose como objetivo estratégico con sostener al precio que sea al gobierno “progresista” de PSOE-Unidas Podemos.

Por último, y no menos importante, este nuevo movimiento comunista emerge como alternativa a la miríada de grupúsculos y sectas estalinistas que pululan por todo el Estado, con su estrechez nacionalista española y su socialismo “nacional”, y que en general defienden un “obrerismo” ramplón que desprecia las reivindicaciones democráticas de otros grupos oprimidos dentro de la clase obrera (por sexo, género, etnia, nacionalidad, etc.), participando así en un frente único no declarado con la izquierda posmodernista en el fomento de la división dentro de nuestra clase.

El Movimiento Socialista declara sin ambages que su objetivo es el comunismo internacional y apela a la confluencia y organización de un movimiento comunista global. Y coloca a la clase obrera como el motor y eje de la lucha por este objetivo. Los compañeros además insisten, correctamente, en la necesidad de la independencia política del proletariado. Dicho objetivo y dicho papel central de la clase obrera en la lucha por el comunismo, coinciden plenamente con el horizonte y la estrategia de la Corriente Marxista Internacional, que es la característica básica del comunismo moderno desde su fundación hace ya más de 150 años.

Los compañeros del Mugimendu Sozialista en Euskal Herria han demostrado, en particular, una impresionante capacidad de organización y movilización, con eventos de todo tipo (manifestaciones, escuelas, actividades y acciones militantes) con la participación activa de miles de jóvenes comunistas. También los compañeros de Horitzó Socialista han emergido como una fuerza a tener en cuenta, ganando para las ideas comunistas internacionalistas a una parte significativa de las bases de la organización juvenil independentista Arran, en Catalunya y València.

Más modestamente, los compañeros de Purna y del Encuentro por el Proceso Socialista (EPS), también comienzan a aparecer como un punto de referencia, prueba de ello fue la excelente presentación pública de EPS, el pasado 8 de octubre en Madrid, en un acto con 250 participantes.

El Movimiento Socialista se ha embarcado en una campaña valiente de oposición a las políticas socialdemócratas de Unidas Podemos y la izquierda independentista, que basan su acción política en tratar de conseguir reformas parciales a través de las instituciones burguesas (parlamentos, ayuntamientos, etc.) como un fin en sí mismo sin cuestionar la dominación de clase de la burguesía, española o nacionalista; y cuando no, aceptan con los hombros encogidos los recortes del gasto social y en los derechos democráticos que impone el sistema.

Los compañeros del MS tienen toda la razón cuando afirman que en la fase actual de crisis orgánica del sistema capitalista, no hay espacio para reformas significativa y duraderas para la clase obrera, y que eso anula en su raíz la razón de ser de la socialdemocracia, convirtiéndola en copartícipe de las políticas burguesas contra las familias obreras, como de hecho ocurre. Sólo en la transformación socialista de la sociedad, con la propiedad colectiva de los medios de producción bajo el control democrático de la clase trabajadora, puede encontrar la humanidad una solución a los problemas irresolubles que ha creado el capitalismo en su fase actual de declive terminal.

El MS también ha delimitado con las teorías y prácticas “movimientistas”, de tipo “asambleario” y anarquista, que consideran la “lucha” un fin en sí mismo –un tipo de “reformismo” vuelto del revés– sin ningún horizonte político de transformación global, meramente localista, que desvincula sus luchas parciales de una lucha más amplia contra el sistema, y que no traen aparejadas la construcción de un movimiento político ni la elevación del nivel de conciencia de sus participantes, orientados hacia la transformación del capitalismo. Correctamente, el MS entiende la lucha por reformas como parte inseparable de una lucha más amplia por el socialismo.

La necesidad de un diálogo

El MS ha publicado bastantes escritos y desarrollado muchas actividades públicas donde defienden sus puntos de vistas más relevantes sobre una cantidad importante de temas: teoría, táctica, organización del movimiento, las fases de la lucha por el comunismo, y la abolición de la sociedad de clases. Todo esto es muy importante y debe interesar a todo militante comunista. 

La CMI se toma muy en serio la actividad y las posiciones del MS, y quiere entablar un diálogo con su movimiento. Nos interesa destacar los acuerdos fundamentales e identificar aquellas posiciones donde tenemos puntos de vista diferentes a fin de establecer un debate e intercambio sano de ideas para clarificarlos. Es por ello que iniciamos una serie de artículos sobre cuestiones muy importantes donde apreciamos algunas diferencias entre nuestras organizaciones en relación a teoría, estrategia y táctica que queremos abordar. Tales son, entre otras: el balance de la existencia de la URSS y las razones de su derrumbe, la estrategia para la toma del poder por la clase obrera y alcanzar el socialismo, el enfoque comunista de la lucha por reformas, y el carácter del partido comunista de masas. A cada uno de estos aspectos dedicaremos un artículo a lo largo de los próximos días, que iniciamos abordando el primer punto señalado.

Queremos aclarar que para la elaboración de nuestra crítica a determinadas posiciones del Movimiento Socialista hemos tomado como base, principalmente, textos de Horitzó Socialista (HS) y del Espacio por un Proceso Socialista (EPS), porque nos parecían que expresaban de una manera más nítida las posiciones generales del Movimiento Socialista. No obstante, entendemos que ambas organizaciones tienen una existencia muy reciente y es posible que sus posiciones estén aún en proceso de desarrollo, además del hecho de que no necesariamente todas las organizaciones que conforman el Movimiento Socialista en el Estado español tienen por qué defender exactamente las mismas posiciones en todos los aspectos.

El “estado de derrota global” y la caída de la URSS

Iniciamos con este texto la serie de artículos que dedicamos a analizar determinadas posiciones teóricas y estratégicas del Movimiento Socialista. En nuestra opinión, una comprensión clara y científica de lo que significó la URSS y las razones que condujeron a su caída y desaparición es clave para encarar correctamente las tareas que los comunistas tenemos ante nosotros.

El “estado de derrota global” y la “toma del Estado”

En un reciente artículo de los compañeros del Espacio por el Proceso Socialista (EPS), que son parte constituyente del Movimiento Socialista (MS) a nivel del Estado español, se sintetiza lo fundamental de sus posiciones en materia de estrategia y de fundamentación teórica de sus actividades, posiciones que son comunes a todo el MS en el conjunto del Estado español. Nos referimos a: Sobre medios y fines. Reflexiones para el momento político.

Para empezar, el artículo de los compañeros de EPS, afirma:

“Para la construcción de dicha alternativa [socialista], es necesario llevar a cabo una recomposición teórica y práctica del socialismo. Esta recomposición, que parte del cierre definitivo del pasado ciclo revolucionario y el fracaso de las diversas expresiones y propuestas socialistas que se dieron en su seno, tiene como primer objetivo salir del estado de derrota global en el que llevamos sumidas varias décadas, el cual ha conducido a que el socialismo sea totalmente extraño y poco deseable para la inmensa mayoría de la clase trabajadora.”

Aunque no compartimos el tono ligeramente sombrío de los compañeros sobre la situación general –en realidad, estamos entrando en un período tormentoso de lucha de clases que va a abrir innumerables oportunidades revolucionarias, y donde las ideas comunistas empiezan a tener un atractivo en capas crecientes de la juventud de muchos países– queremos detenernos en las conclusiones que parecen derivar de lo que llaman “estado de derrota global”.

Con esta denominación los compañeros parecen referirse, por un lado, a la desaparición de la URSS y demás Estados obreros deformados de la antigua Europa del Este establecidos después de la 2ª Guerra Mundial; y, por otro, al reconocimiento cierto de que las ideas del marxismo revolucionario y del comunismo todavía representan una pequeña minoría en la izquierda mundial. Con ello parecen deducir que se necesita una revisión o actualización de la teoría revolucionaria y en la manera práctica de luchar por el comunismo (“una recomposición teórica y práctica del socialismo”), como si hubiera habido un fallo en la teoría misma o una aplicación incorrecta de la misma, que explicaran esta derrota.

Es significativo que, para sacar esta conclusión, en sus diversos escritos, los compañeros del MS no partan de un análisis o balance histórico de lo ocurrido en la URSS, ni siquiera de la propia Revolución Rusa, ni del devenir de la Internacional Comunista. En realidad, no se encuentra –o no hemos podido encontrar– ningún análisis sobre esto en los escritos publicados en sus páginas web.

La corrección de una idea o teoría, su correspondencia con la realidad, sólo puede verificarse en la práctica. Y, frente a eso, no es suficiente quedarse en los hechos superficiales dados (acreditar simplemente la desaparición de la URSS), sino que hay que estudiar concienzudamente las causas motrices que llevaron a dicho resultado. La única referencia remota que se encuentra en las posiciones del MS en relación a las posibles causas del fracaso de la URSS es su rechazo, que luego abordaremos, a lo que llaman el “asalto” o la “toma insurreccional del Estado”. De esto podría inferirse que la causa de los males que arruinaron el desarrollo de la URSS y del comunismo fue la toma insurreccional del poder por la clase obrera rusa, bajo la dirección del Partido bolchevique, que el MS entiende como la “toma del Estado”. Así, se supone que al ser el Estado un instrumento de dominación sobre las clases oprimidas, dicho Estado absorbió al núcleo dirigente del Partido bolchevique tras la Revolución Rusa de 1917, volviéndose él mismo contra dichas clases oprimidas, reproduciendo una dinámica de opresión y estableciendo un régimen fallido que finalmente fracasó.

El problema de este análisis es que, por una parte, deja de lado la teoría marxista de la revolución proletaria y del Estado, tal como la formularon Marx, Engels y Lenin; y, por otra parte, y más importante aún, pasa por alto los hechos históricos concretos que tuvieron lugar. 

Un estudio atento del carácter de la Revolución Rusa y de la historia de la URSS, tiene un gran importancia en nuestro debate con los compañeros del MS, porque de unas conclusiones que ellos han sacado de estas experiencias, y que consideramos incorrectas, han erigido todo el cuerpo doctrinal de su estrategia socialista, de ahí la relevancia que le damos en esta contribución, y a la que dedicamos esta primera parte de nuestro debate con los compañeros.

¿Cómo triunfó la Revolución rusa de 1917?

En primer lugar, el Partido bolchevique nunca tomó el control del Estado ruso. De la misma manera que es falsa la propaganda burguesa de que la toma del poder en octubre de 1917 consistió en un “golpe de Estado”, un “putsch”, cometido por los dirigentes bolcheviques. 

La Revolución Rusa fue la revolución más democrática de la historia. Duró 9 meses, de febrero a octubre de 1917, y durante ese período hubo una situación de “doble poder”. Por un lado, estaba el poder oficial de la burguesía, aliada con la nobleza terrateniente, representado por el gobierno provisional establecido a comienzos de marzo de 1917 –junto a su arsenal de jueces, administración estatal, policías y oficiales del ejército. Y por otro lado, estaba el poder obrero representado por los “soviets”, consejos de delegados obreros surgidos en la revolución y que eran elegidos directamente en las fábricas, los barrios obreros, incluso en las aldeas y los barracones de los soldados. La masa de obreros y campesinos siguió y apoyó el poder representado por los “soviets”. Los bolcheviques consiguieron alcanzar una mayoría aplastante en los soviets de toda Rusia en octubre de 1917 con votaciones democráticas en cada fábrica, barrio, aldea y comité de soldados. La propia toma del poder el 25 de octubre (o 7 de noviembre, en el calendario moderno) fue votada abrumadoramente en el II Congreso de los soviets de toda Rusia por cientos de delegados que representaban a millones de trabajadores y campesinos. De no haber procedido así y tomado el poder, la revolución habría sido derrotada y se habría establecido en Rusia, no una democracia burguesa idílica, sino una dictadura policíaco-militar sangrienta.

Como decíamos en un párrafo anterior, lejos de tomar el control del viejo Estado zarista, como también hizo la Comuna de París 46 años antes, la clase obrera lo destruyó de raíz y construyó uno nuevo, basado en los organismos de poder obrero y campesino que emergieron en la revolución, los soviets. Disolvió el Ejército con su cuerpo de oficiales, la odiada policía, las instituciones burguesas, el aparato judicial y la alta administración.

Habiendo dejado clara la dinámica real de la Revolución Rusa y el modo en que se llevó a cabo la toma del poder por la clase obrera en este país, debemos continuar con la cuestión más importante: Si la revolución rusa se desarrolló de manera correcta, en esencia ¿por qué fracasó la URSS? ¿Por qué degeneró primero, y fue derrotada posteriormente?

La degeneración de la URSS

Para responder a estas cuestiones, debemos volver nuevamente a los hechos. La causa más general de la degeneración burocrática de la URSS fue que la revolución quedó aislada durante años en un país pobre y atrasado, económica y culturalmente, asediado por el imperialismo, que organizó una intervención militar externa durante tres años después de la revolución de 1917. Este aislamiento se reforzó con el fracaso de la oleada revolucionaria que sacudió a toda Europa en los años inmediatamente posteriores: en Alemania, Finlandia, Italia, Hungría, Baviera, España, etc. por la traición de la socialdemocracia, que se mantenía como una fuerza de masas tras girar a la izquierda en palabras, y por la juventud e inexperiencia de los nuevos partidos comunistas que se formaron apresuradamente y no pudieron aprovecharse de la situación. Fue este aislamiento prolongado lo que provocó una involución interna en la URSS, sumado al cansancio y la penuria de las masas trabajadoras, que se fueron apartando de la actividad política, cuyo hueco fue ocupado progresivamente por el aparato del partido y del Estado soviético. Es decir, lejos de atenuarse las contradicciones sociales dentro de la URSS, éstas se exacerbaron notablemente a causa de todo lo anterior, de ahí que el poder del Estado obrero en lugar de relajarse se reforzara a niveles extremos para evitar que la sociedad soviética se desintegrara. El aparato del Estado y del Partido Comunista ruso, cuya fracción mayoritaria había perdido la fe en la revolución mundial y en la capacidad de la clase obrera europea de hacer la revolución, estableció un control burocrático creciente en el Estado soviético y la economía, adoptando un punto de vista nacionalista y conservador. Esta fue la fracción encabezada por Stalin. 

Aunque se mantuvieron los fundamentos de una economía socialista, la propiedad colectiva y la planificación, se aplastó la democracia obrera de los primeros años de la URSS, en vida de Lenin. Los dirigentes soviéticos adoptaron el punto de vista de mantener el statu quo con la burguesía mundial, haciendo de la URSS un fin en sí mismo en lugar de una palanca para impulsar la revolución socialista internacional. 

Sin embargo, el proceso de burocratización de la URSS no fue automático ni inevitable. La fracción dominante purgó el “ala izquierda” del Partido Comunista, dirigida por Trotski, que exigía la vuelta al internacionalismo revolucionario. La burocracia estalinista tuvo que lanzar una guerra civil unilateral contra el partido de Lenin, eliminando en las grandes purgas a todo el cuadro dirigente del partido bolchevique que había dirigido la revolución en 1917. 

La degeneración de la Internacional Comunista

Los métodos burocráticos de dirección y la mediocridad política de la nueva casta dirigente se trasladaron al plano político en cuanto a análisis, orientación y actuación dentro de la URSS y a la Internacional Comunista. La previsión, y una política socialista e internacionalista consecuente, fueron sustituidas por el impresionismo, el oportunismo y la defensa de los estrechos intereses nacionalistas de la burocracia rusa, que resultó en zig-zags políticos continuos a izquierda y derecha. 

Dada la autoridad que el régimen soviético tenía en los militantes comunistas de todos los países, la burocracia rusa pudo maniobrar para impedir cualquier debate democrático en el seno de la Internacional sobre la lucha fraccional surgida en la URSS a la muerte de Lenin y sobre todos los desarrollos políticos trascendentales acaecidos a lo largo de la década siguiente.

La falsa política establecida por la Internacional Comunista en cada país condujo inexorablemente a derrotas amargas desde 1923 en adelante durante esa década (Alemania, China, Gran Bretaña, Bulgaria, etc.). Para preservar su prestigio y autoridad, los dirigentes de Moscú culpaban de dichas derrotas a los dirigentes nacionales por una mala aplicación de la línea política. Así se inició la política, instaurada por Zinoviev cuando era aliado de Stalin, de deponer y nombrar burocráticamente desde Moscú a las direcciones nacionales, sin permitir un debate democrático en los partidos comunistas de cada país. Esto castró el desarrollo de cuadros políticos adiestrados en la lucha, y en el debate político y el balance honesto sobre las políticas aplicadas. Este tutelaje burocrático de los partidos comunistas nacionales prosiguió con el descabezamiento de todos los dirigentes nacionales que escapaban al control de la burocracia moscovita o se atrevían a cuestionar sus políticas.

En lo que se refiere a los aspectos políticos y teóricos, la dirección del PCUS bajo Stalin promulgó ya en 1924 la teoría antimarxista del “socialismo en un solo país”, la idea de que la URSS con sus propios esfuerzos podría llegar al socialismo de manera aislada, lo cual no podía nunca ser el caso, como así sucedió. El socialismo supone un desarrollo productivo y tecnológico, y de bienestar social, superior al de la nación capitalista más desarrollada, pues no otra es la justificación histórica del socialismo. Y, paralelamente, el socialismo implica la extinción gradual del Estado y de todo tipo de represión, en flagrante contradicción con el régimen terriblemente burocrático y totalitario que se impuso en la Unión Soviética.

No obstante, esta política iba a tener consecuencias de más largo alcance para los partidos comunistas nacionales. Si la URSS podía construir el socialismo sin necesidad de extender la revolución socialista a nivel internacional, la tarea prioritaria de los partidos comunistas en cada país no sería impulsar su propia revolución socialista sino maniobrar con su burguesía nacional para impedir la asfixia económica y diplomática de la URSS, como primer y único Estado obrero que había que preservar a toda costa. Además, cada partido comunista podría argüir su propia “vía nacional al socialismo” sin la necesidad de la solidaridad y de la lucha de clases internacional. De manera brillante, León Trotsky pronosticó que esto conduciría a la degeneración nacional-reformista, socialdemócrata, de los partidos comunistas en todos los países, que es lo que finalmente ocurrió. Esto se hizo completamente evidente a partir de 1933-34 con la política de los Frentes Populares de colaboración con una inexistente burguesía “democrática” y con la restauración de la “teoría de las dos etapas” defendida por los mencheviques en la Revolución Rusa: la primera etapa sería la colaboración con la burguesía “democrática” contra los resabios feudales para instaurar una república capitalista avanzada, y en una etapa posterior e indeterminada se plantearía la lucha por el socialismo. 

Impresionismo, statu quo y liquidación de la Internacional Comunista

El método impresionista de análisis condujo, como ya se dijo, a continuos zig-zags a izquierda y derecha, maleducando y desorientando a los jóvenes partidos comunistas de todos los países. Tras la muerte de Lenin tuvo lugar un primer giro a la derecha. En dicho período la burocracia soviética favoreció la acumulación capitalista en el campo soviético y despreció el programa “industrialista” de la Oposición de Izquierdas. A nivel internacional, fue el período de contemporización con la burocracia sindical de Occidente y con el burgués Kuomintang en China, que resultaron en terribles derrotas para los trabajadores. 

A fines de la década de 1920, aterrorizada por el fortalecimiento de los campesinos ricos, los kulaks, la burocracia moscovita imprimió un giro brusco hacia un izquierdismo furioso con la colectivización forzosa del campo soviético que tuvo efectos catastróficos en la agricultura y en hambrunas, y la llamada política del “Tercer Período”, que sería supuestamente la fase final de la lucha contra el capitalismo, y que consideraba a todas las demás tendencias del movimiento obrero (trotskistas, anarquistas, socialdemócratas, sindicalistas) como enemigas y contrarrevolucionarias. La política del Frente Único con otras organizaciones de masas del movimiento obrero, aprobada en el III Congreso de la Internacional Comunista, fue arrojada a la basura. Esta política ultraizquierdista loca terminó en el desastre de la toma del poder por Hitler en Alemania en 1933, ya que la negativa de los dirigentes del Partido Comunista alemán a proponer a los socialdemócratas un frente único de lucha contra los nazis, permitió a estos acceder al poder sin una oposición seria de la clase obrera alemana, que quedó paralizada por sus partidos. 

Finalmente, una vez que Stalin se quemó los dedos con estas políticas, y temiendo una guerra con la Alemania nazi, dio paso a un nuevo giro a la derecha declarando la época de los Frentes Populares, es decir una alianza de los partidos obreros con sectores burgueses “democráticos” contra el fascismo, al precio de paralizar toda acción revolucionaria del proletariado en dichos países. El Frente Popular, pese a su apariencia, no tiene nada que ver con la política del Frente Único proletario leninista. Más bien, lo contrario. La política leninista en pro de la revolución socialista mundial fue sustituida por el mantenimiento del “status quo” con las potencias capitalistas “democráticas” europeas. Una política que llegó para quedarse hasta el final de la existencia de la URSS, décadas más tarde. Un punto culminante de esta política fue la decisión de Stalin de disolver la Internacional Comunista en 1943 “como un gesto de buena voluntad” hacia sus aliados de los países capitalistas “democráticos” en medio de la 2ª Guerra Mundial.

¿Por qué cayó la URSS?

Pese al carácter totalitario del régimen de Stalin, la propiedad colectiva de los medios de producción y la planificación de la economía permitieron a la URSS desarrollar las fuerzas productivas y hacer avances colosales a lo largo de las décadas siguientes. A comienzos de los años 70 del siglo pasado, cuando la URSS ya disponía de una economía moderna y sofisticada, empezaron a ponerse de manifiesto claramente los efectos del burocratismo extremo y la ausencia de democracia y control obrero, con una pérdida de fuelle del crecimiento económico, ineficiencia, despilfarro y corrupción; hasta que a comienzos de los años 80 la economía amenazaba con un estado de colapso. Fue esto lo que provocó una lucha en el aparato y la aparición de un ala procapitalista (Yeltsin) que se propuso terminar con la planificación y reconvertir a la burocracia dominante en una nueva clase capitalista que se apropiara de la riqueza del pueblo, como efectivamente sucedió a comienzos de los 90. Un proceso similar se reprodujo en la Europa del Este. Tal fue el final ignominioso de la URSS y la derrota histórica que sufrió el proletariado mundial con la pérdida del primer Estado obrero (aunque degenerado) de la historia.

Los partidos comunistas de occidente, rompieron formalmente con la URSS y el estalinismo en los años 60, pero en lugar de adoptar una política revolucionaria, simplemente adoptaron una política totalmente reformista, como vimos por ejemplo durante la huelga general francesa de 1968 y el movimiento revolucionario de la mal llamada Transición en el Estado español. En realidad, no se diferencian, en cuanto a táctica y programa, de cualquier partido socialdemócrata.

Las generalizaciones teóricas, y sus conclusiones, deben proceder de un estudio atento y exhaustivo de la realidad, y no imponerse sobre ella. No fue una mala aplicación de la teoría marxista, una mala lectura de El Capital de Marx, una toma equivocada del poder o el genio maligno de Stalin los que provocaron la degeneración y caída de la URSS, sino factores materiales concretos, tanto objetivos (el aislamiento de una revolución socialista en un país atrasado) como subjetivos (la traición de la socialdemocracia y la falta o debilidad de partidos comunistas de masas en medio de la revolución europea).