La desaparición de Julio López, la derrota kirchnerista en Misiones, la violencia patoteril mostrada por la podrida burocracia sindical de la CGT, o la persistencia del conflicto de las pasteras han mostrado un gobierno vacilante y a la defensiva, abonando el terreno para que la demagogia de la derecha reagrupe y dé nuevos bríos a su base social de apoyo, con el sustento de los medios de comunicación burgueses.
Un giro anunciado
La desaparición de Julio López, la derrota kirchnerista en Misiones, la violencia patoteril mostrada por la podrida burocracia sindical de la CGT, o la persistencia del conflicto de las pasteras han mostrado un gobierno vacilante y a la defensiva, abonando el terreno para que la demagogia de la derecha reagrupe y dé nuevos bríos a su base social de apoyo, con el sustento de los medios de comunicación burgueses.
Esto contrasta con los 3 años precedentes, donde el gobierno de Kirchner mantuvo la iniciativa política en todos los frentes, reduciendo a la mínima expresión al resto de la oposición política. El "secreto" de su éxito descansaba en sus políticas y discursos demagógicos "de izquierda" que la mayoría de los trabajadores y capas populares interpretaron como una ruptura con las políticas de los gobiernos burgueses que lo precedieron en los 20 años anteriores.
Kirchner tuvo la suerte, además, de que su mandato coincidiera con el mayor auge económico de los últimos años lo que le permitió revertir, parcial y coyunturalmente, el pavoroso cuadro social de pobreza y desempleo que dejó la crisis capitalista entre 1998 y el 2002.
El caso AMIA, D’Elía y Scioli
No obstante, las masas sienten que los cambios son lentos y los problemas de fondo permanecen sin solución: el nivel de vida no mejora sustancialmente, la calidad del empleo tampoco, los precios suben, los servicios públicos siguen siendo deplorables (transporte, agua, infraestructuras barriales, salud, educación, etc.), los mismos políticos corruptos siguen sentados en el Congreso y en las legislaturas provinciales y municipales, la mayoría de ellos adscritos ahora al "kirchnerismo".
Todo esto ha "enfriado" las expectativas de las masas populares en el gobierno de Kirchner.
Paradójicamente, la conclusión sacada por Kirchner y sus asesores es que fueron demasiado lejos en su perfil "izquierdista" y de lo que se trata es de disputar el espacio de "centroderecha" a Macri y Lavagna.
Esto era esperable, tarde o temprano. Sin tiendo la presión de la derecha, el “izquierdismo” kirchnerista alcanzó sus límites y ahora trata de reconciliarse con la burguesía y el imperialismo, sintiéndose seguro de que nada tiene que temer por izquierda. Así, cada vez guarda más distancias con Venezuela y refuerza su alineamiento con el imperialismo norteamericano. Una expresión de esto fue la manipulación del caso AMIA, donde el gobierno participó de una maniobra armada por EEUU e Israel para acusar a Irán del atentado, como parte de su campaña internacional para aislar al régimen islámico.
La expulsión de D"Elía de su cargo de funcionario responde a lo mismo. A Kirchner le vino como anillo al dedo la denuncia que hizo D"Elía de la manipulación del caso AMIA para desembarazarse de un personaje que podría resultarle muy incómodo en este nuevo curso.
Tampoco es casualidad que Kirchner proponga ahora al Vicepresidente Scioli como candidato para Gobernador de la provincia de Buenos Aires. Scioli, más allá de ser el miembro más mediocre y con menos carisma del gabinete de Kirchner, siempre se ubicó en el ala derecha del mismo.
No hay giro la derecha en la sociedad
Esta nueva situación política en absoluto refleja un giro a la derecha en la sociedad, como afirman algunos escépticos en la izquierda. Difícilmente encontrarán eco popular los discursos de la derecha a favor de las multinacionales y las subas de tarifas, o de apoyo a los terratenientes que suben el precio de la carne, o contra las luchas salariales y a favor de reforzar los vínculos con el imperialismo yanki.
La ausencia de una alternativa genuina de izquierda y de clase en nuestro país no refleja el estado de ánimo de los trabajadores ni su complacencia "con lo que hay", sino la inmadurez, el divisionismo estéril y la desorientación política demostrados en estos años por las direcciones de los débiles grupos de izquierda, para armar una alternativa creíble unificada. Ya es hora de cambiar de rumbo.