En la madrugada del viernes 24 de junio se produjo un intento multitudinario de saltar la valla de Melilla y cruzar al otro lado de la frontera por parte de varios cientos de migrantes, que resultó en la muerte de 37 personas confirmadas hasta ahora, según una ONG local, y 76 heridos, 13 de ellos graves. Este hecho se produce apenas unos meses después de la ratificación de las nuevas relaciones entre el gobierno español y la dictadura marroquí.
El gobierno es responsable
Se trata de la mayor tragedia producida en esta frontera hasta la fecha. Testigos, periodistas y vídeos que documentaron el suceso relatan cómo tanto los gendarmes marroquíes como miembros de la policía y guardia civil realizaron cargas y agredían con violencia a todos los migrantes que intentaban cruzar la valla. Un caso llamativo de esta intervención son las imágenes de los gendarmes marroquíes golpeando, cargando y realizando devoluciones en caliente con total impunidad dentro de la frontera española. En el pasado, las colaboraciones entre la policía y los gendarmes en este tipo de operaciones eran usuales, pero esta es la primera vez que los gendarmes actúan dentro de la frontera española. Este nivel de represión por parte de las fuerzas de seguridad provocó numerosas avalanchas en las que varias personas perdieron la vida por asfixia o siendo aplastadas. Además, muchas personas cayeron desde lo alto de la valla que, en algunos puntos, llega a diez metros de altura.
Si hay algo que pueda estar a la altura de la rabia y el estupor que producen las imágenes de personas muertas y heridas amontonadas en el suelo son las palabras de Pedro Sánchez al referirse a los hechos. El presidente ha cargado de forma hipócrita contra la trata de personas alegando y criminalizando a los migrantes que lo único que buscan es un futuro mejor lejos de la guerra y el hambre, causadas por el saqueo de los países africanos por las multinacionales europeas y chinas. Sánchez ha calificado los hechos como un acto “violento y organizado por parte de mafias que trafican con seres humanos a una ciudad que es territorio español”. “Fue un ataque a la entidad territorial de un país de manera violenta”. ¡Como si inmigrantes pobres y desesperados hubieran atacado la frontera con armas y bombas mientras que solo llevaban sus manos y torsos desnudos! Las declaraciones del presidente no se detuvieron ahí y aún le faltó tiempo para deshacerse en halagos hacia las fuerzas y cuerpos de seguridad que actuaron de forma desproporcionada y que provocaron la muerte de decenas de personas. “Si ustedes ven las imágenes, verán que la gendarmería marroquí se ha empeñado a fondo en tratar de evitar este asalto violento a la valla de Melilla. Es importante reconocer el extraordinario trabajo que están haciendo las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en Melilla, en la lucha contra la migración irregular, y también reconocer el trabajo que ha hecho el Gobierno marroquí para tratar de frenar un asalto violento que pone en cuestión nuestra propia integridad territorial”.
¡Ni una palabra de lamento sobre los muertos, ninguna muestra de sensibilidad humana sobre esta matanza de personas pobres! Estas declaraciones no expresan sino otra cosa que la sumisión de la política exterior del Estado español a los intereses de la dictadura marroquí y a los intereses del imperialismo yanki, pero también a los intereses que tiene el gran capital español, las grandes empresas del IBEX y otras, en Marruecos en todo tipo de sectores: agrícola, industriales y comerciales. Ellos son tan responsables como Sánchez de esta masacre.
El trato inhumano a estos inmigrantes pobres pone al desnudo la hipocresía repugnante de “defensa de los derechos humanos” que les gusta exhibir a las “democracias” capitalistas de los países ricos, basada en la bajeza moral, la codicia y el racismo. Contrasta este trato canalla hacia los subsaharianos con las palmas de olivo con que han recibido, sólo en España, a más de 100.000 refugiados ucranianos en apenas un mes, para los que parece que no hay problemas de alojamiento, de subsidios, ayudas e incluso de trabajo. Ningún hipócrita reaccionario de PP y Vox ha clamado al cielo por la “invasión” de ucranianos, ni le ha exigido a Sánchez o Yolanda Díaz que los metan en sus casas, como reclaman histéricamente cada vez que desde la izquierda nos pronunciamos contra la política represiva contra los inmigrantes.
El acuerdo con Marruecos era esto
Los halagos y agradecimientos del presidente Sánchez hacia la dictadura marroquí y su actuación en la frontera no son casualidad. Sánchez sabe que, en un contexto de incremento de las tensiones entre países, saqueo imperialista de los países pobres de África, crisis económica global y cambio climático, los movimientos migratorios no harán más que crecer en los próximos años. Por eso necesita la figura del “portero de discoteca”, que pueda mantener a raya a los “indeseables” y que no le tiemble el pulso a la hora de expulsar a quien no sea bienvenido, sea como sea. Sánchez ve en Marruecos al socio perfecto para cumplir con ese cometido y, por otro lado, a Marruecos no le importa hacer de esa figura, a cambio de una cosa: la política exterior del gobierno español estará supeditada a los intereses no solo de la dictadura marroquí, sino de uno de sus socios y valedores más importantes, Estados Unidos. Al final vemos que, en materia de política exterior, no hay apenas diferencias entre un gobierno de PSOE–UP y gobiernos como el de Zapatero, Rajoy y Aznar. A la hora de los hechos la política exterior del Estado español se caracteriza por el servilismo al imperialismo norteamericano, (servilismo que inauguró el franquismo y que a día de hoy poco ha cambiado) y por la supeditación a los intereses de la OTAN, como se ha visto recientemente en la guerra de Ucrania.
Si dejamos a un lado todos los eufemismos, las nuevas relaciones con Marruecos consistían lo siguiente: el Estado español renuncia a todas las pretensiones sobre el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui y se pliega a los intereses de Mohamed VI, y éste le “guarda el gallinero” con la fuerza y el coste de vidas humanas que sea necesario.
¿Cuál es la posición de Unidas Podemos?
Como, por desgracia, ya nos tienen acostumbrados, las quejas de los dirigentes de UP han sido tibias y lastimeras. De momento no han pasado de quejas abstractas sobre la política de fronteras y sobre las nuevas relaciones con Marruecos. En lo práctico, lo único que se ha efectuado es una solicitud de investigación a la Unión Europea para que investigue los hechos. Y es que la situación en la que se encuentra UP no es fácil. Por un lado, se encuentran maniatados a un gobierno que no dudará en emplear las armas que sean necesarias para contener a las personas que intenten cruzar la frontera y que, además, se presenta como el lacayo más servil de los intereses de Estados Unidos y la OTAN. Por otro lado, no son capaces de organizar nada que salga fuera de lo puramente institucional. Que lo único que puedan ofrecer sea una supuesta investigación por parte de la UE dice mucho de la bancarrota ideológica y organizativa en la que están sumidos. ¿A que Unión Europea han pedido una investigación? ¿A la misma que lleva años condenando a los refugiados sirios y de zonas de Oriente Medio a malvivir en campos de refugiados en Lesbos? ¿A aquella que condena a morir ahogados a cientos de personas en el Mediterráneo todos los años mientras que los refugiados ucranianos son recibidos con los brazos abiertos? Seguro que la Unión Europea estará tremendamente disgustada con la actuación del gobierno español y la dictadura marroquí.
Debemos rechazar toda la charlatanería y todas las medidas de medias tintas sobre este asunto. Los movimientos migratorios serán más fuertes y más recurrentes en los próximos años. El capitalismo solo ofrece una solución ante esta perspectiva: más muros, más concertinas, más violencia, más muerte. Los comunistas ofrecemos otra perspectiva más esperanzadora y fructífera: la de la expropiación de los ricos, la del control de las principales palancas de la economía por los trabajadores y la de la plena democracia representada por la democracia obrera. Solo así podremos acabar no solo con el drama de la inmigración, sino con todos los males que azotan a nuestra clase. La pobreza, el hambre, la desigualdad serán problemas del pasado. Las fronteras se difuminarán cada vez más hasta eliminarse en pos de la hermandad mundial libre y voluntaria de los pueblos. Solo así, el ser humano conocerá la verdadera libertad.