El pasado 11 de febrero la actriz Margarita Rosa de Francisco leyó la proclama del “Pacto Histórico” que propone Gustavo Petro Urrego, líder máximo de Colombia Humana (CH). La iniciativa venía respaldada por Unión Patriótica (UP), Partido Comunista Colombiano (PCC), Polo Democrático Alternativo (PDA), Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS), Partido del Trabajo de Colombia (PTC), Unidad Democrática (UD) y Todos Somos Colombia. En principio, esto es una buena noticia que saludamos. Escenarios que llamen a una oposición unida son urgentes. Sin embargo, es importante analizar los hechos políticos con perspectiva crítica.
¿Qué propone el “Pacto Histórico”?
La iniciativa surge de un artículo publicado por Gustavo Petro el 19 de julio del año pasado. A partir de lo que evidenciaban las cifras de entonces sobre los perjuicios que produce un sistema de salud basado en garantizar el lucro para el gran capital, Petro se valía del concepto de “aporicidio” (asesinato de pobres) para describir la situación de opresión del país. Este escenario, —dice Petro— responde a una larga tradición que empezaría con el genocidio de los indígenas durante la Conquista y se prolongaría hasta la “seguridad democrática”; es decir, los dos primeros gobiernos de Uribe. Esta tradición se explicaría por la mentalidad esclavista de las élites colombianas. El cambio de mentalidad llegaría con un “Pacto histórico” que mezcla a López Pumarejo con Gaitán, Rafael Uribe Uribe, Simón Bolívar y José María Melo. Estos últimos cuatro nombres resultan muy inspiradores para los trabajadores de Colombia pero, ¿qué hace López en ese “sancocho nacional”?
El documento que con voz segura y magnífica dicción leyó de Francisco está dirigido a progresistas, socialdemócratas y liberales. Tiene como objetivo fundamental la defensa de los derechos que resultaría de un “gobierno de reconstrucción nacional”, un “Congreso renovado”, y un programa consensuado por las organizaciones sociales. En este sentido, le apuestan a implementar la Constitución de 1991, un documento de inspiración liberal que se ha reelaborado con visión conservadora pero que sólo parcialmente se ha llevado a la práctica. La estrategia para cumplir con esta tarea es crear listas al Congreso con las cuales plantear las reformas agraria, política, laboral y pensional, de la educación, de la salud, de la justicia, y de legislación ambiental. Además, buscar la renta básica para las familias vulnerables. Esto último, una iniciativa que surge a partir de la coyuntura del COVID-19.
En general, parecería una propuesta sensata. Sobre todo cuando Colombia sufre un gobierno tan mediocre como criminal, parece que lo apropiado es defender las instituciones. Y es que la marca histórica del uribismo ha sido destruirlas, malvenderlas o preñarlas de corrupción: desde las empresas de servicios públicos hasta la Constitución, pasando por los partidos políticos. Por otra parte, las reformas que buscan responden a deudas históricas de una burguesía que no ha podido cumplir con sus mínimas tareas políticas. Ésta, a su vez, pasa por la peor crisis de liderazgo de su historia. Dentro de esto, Petro descolla como un auténtico jefe político que claramente cuenta con apoyo popular. Además, no ha tenido mal desempeño en sus cargos públicos lo cual es muy importante para un país dominado por cinco siglos de ineptitud extrema.
La cuestión de clase
La dificultad con este llamado de unidad es su perspectiva de clase. Si se le mira en detalle, no es una proclama que llame a la unidad de los trabajadores sino a los sectores más avanzados de la pequeña burguesía. Las reformas que propone apuntan a fortalecer sobre todo a la capa de pequeños y medianos empresarios. Éstos llegan a concentrar el 80 % del empleo y, aunque en las últimas dos décadas, sobre todo han apoyado a Uribe, hoy son ignorados por su gobierno. Bajo esta circunstancia, fortalecer políticamente a la pequeña burguesía, en alguna parte, traería ventajas para los trabajadores. Esto puede ser cierto pero en las actuales circunstancias de crisis es una apuesta que se queda corta.
En lo práctico del “Pacto Histórico” se comenzaron a ver las primeras dificultades a pocos días de leída la proclama. Carlos Lozada, excomandante de las FARC-EP y ahora senador por el partido Comunes, anunció la disposición de su organización a integrar el “Pacto”. Gustavo Bolívar, ex-guionista de series como Sin senos sí hay paraíso y Tres caínes, junto a David Racero, ambos congresistas por CH, dijeron que los excombatientes no harían parte de la coalición porque no necesitan hacer proselitismo, ya que el acuerdo de paz les garantiza diez curules (!). Esto, más que explicación, suena a justificación para excluirlos. ¿Es que no es válido para Comunes buscar alianzas que les permitan aspirar a más curules de las que garantiza el acuerdo de paz que firmaron? ¿Son esas reflexiones tan “democráticas” las que guiarán un gobierno del “Pacto Histórico”?
Por otra parte, Petro no ha tenido ningún reparo en aceptar el apoyo de políticos como Armando Benedetti y Roy Barreras que vienen del partido de la U, el partido que creó Juan Manuel Santos para promover la reelección de Álvaro Uribe Vélez. En esos casos, los cuadros de CH dan respuestas como: “hay que darle cabida a candidatos que sumen.” El uribismo ha aprovechado la coyuntura para mover en la Corte Suprema de Justicia un proceso penal contra Benedetti por enriquecimiento ilícito de servidor público. Por supuesto, no nos interesa aquí defenderle pero la inversión que implica una curul en el Congreso para cualquier político burgués, hace sospechoso de ese cargo a la mayor parte de esa corporación. La coyuntura dio para un enfrentamiento por redes sociales entre Gustavo Bolívar y Armando Benedetti. El uribismo, siempre necesitado de desplegar ataques contra algún opositor para disimular el desastre de gobierno que ejercen, aprovechó la situación. A este momento las diferencias ya fueron superadas y Comunes sigue fuera del Pacto.
Una de las dificultades con Petro es su total oposición a girar a la izquierda, como si los límites del capitalismo fueran sagrados. Así, aunque fue uno de los pocos políticos colombianos que defendió el fallido golpe de estado de Hugo Chávez en 1992, fue de los primeros en distanciarse cuando el comandante bolivariano comenzó a orientarse hacia el socialismo. Durante su paso por el PDA, Petro y sus simpatizantes se encargaron de que las ideas socialistas permanecieran por fuera de la agenda. En días recientes, el senador Juan Luis Castro señaló que en 2018 fue vetado de CH por ser hijo de Piedad Córdoba.
Otras cuestiones prácticas
Por otra parte, surge la cuestión del triunfo electoral. Recordemos que, a pesar de que en la primera vuelta del 2018 se encontraron formularios alterados, la Registraduría dijo que no hubo fraude. Iván Duque es hijo de Iván Duque Escobar quien se esforzó por dilatar su retiro hasta que resultó posesionado Álvaro Uribe como presidente de la República por primera vez. Hace tres años era registrador Juan Carlos Galindo, hijo de un importante cuadro conservador, y lo sucedió en el cargo Alexander Vega, uno de esos carreristas con tantos “amigos” en el poder político que no tiene ningún interés en que Colombia se convierta en una democracia burguesa moderna. Es seguro que la burguesía colombiana hará todo lo posible por sabotear el Pacto Histórico. Por supuesto, esto no es motivo para arredrarnos sino para insistir en sacar del poder a una clase que basa su moral en los principios más viles.
Hace poco, Petro concedió una entrevista a Vicky Dávila, una propagandista al servicio del uribismo que dirige Revista Semana tras ser adquirida por los banqueros Gilinski. Allí se esfuerza por dejarle claro que no hará ningún ataque al sector financiero. La respuesta de Dávila es someterlo a toda clase de juicios hasta llamarlo hampón. No importa qué garantías le dé Petro al capital, la burguesía colombiana será fiel a su principio de no ceder una milésima de poder político a otra clase. Por otro lado, Petro reconoce que CH necesitará más de un período presidencial para adelantar reformas. Esto es importante porque, por fin, se empieza a tomar consciencia de que es hora de superar el caudillismo. Este “Pacto Histórico” puede ser una ocasión para promover debates donde se forme el liderazgo que necesitamos.
¿Qué podemos hacer los trabajadores?
Con Petro en la Presidencia de la República o sin él, la burguesía se prepara para crear un clima de violencia como no se ha visto desde los años cincuenta. A pesar de que la crisis económica tiene a los colombianos sufriendo desempleo y hambre, Duque está considerando comprar aviones F-16 por 4.500 millones de dólares, lo cual implica una deuda a diez años. Ya el año pasado se gastó 7.900 millones de pesos (USD $2.235.871, aprox.) en tanquetas para la Policía antidisturbios. Que aún el país no cuente con vacunas suficientes contra el COVID-19 les es irrelevante, al parecer.
Más allá de Duque, los inversionistas de su régimen saben que sólo el constante derramamiento de sangre les permite conservar el poder político. Para enfrentar esta realidad no basta un caudillo. Incluso, si llegamos a encontrar esos ciento cuarenta y un congresistas decentes, todavía sería poco. Lo que nos urge realmente es un partido de los trabajadores: un proyecto que hace poco cumplió un siglo y aún no se logra concretar. Quizá este “Pacto” pueda ser la antesala a crear ese partido.
Un partido político, más que una personería jurídica, una sede o un aparato administrativo se define por tener ideas, programa, métodos, tradiciones, estrategia y táctica. En Colombia contamos desde hace unos años con las condiciones para crear ese partido. Este proceso de construcción del Pacto Histórico nos brinda la oportunidad de intercambiar ideas sin sectarismos al tener que darle forma a un programa que todavía está en construcción. Además, la promoción de espacios de debate donde cada idea tenga que construirse el mejor soporte para destacarse, nos permitirá construir unidad sobre las naturales diferencias que surgen en todo proceso que aspire a ser democrático. En ese sentido, el Pacto Histórico puede ser la ocasión apropiada para adelantar la formación de liderazgos. Crear espacios de discusión permitirá a los trabajadores afilar sus ideas y, además, reconocer quiénes son capaces de llevarlas a la práctica.
En última instancia, el pacto que realmente necesitamos construir es el que sume a todos los trabajadores. Como parte de ello, ponemos en consideración nuestro programa. Les invitamos a discutirlo con sus vecinos, amigos o compañeros de trabajo. Por supuesto, estamos atentos a los comentarios, aportes o críticas que quieran hacerle. Asimismo, les invitamos a sumarse a nuestros círculos de lectura y compartirnos sus posiciones sobre los clásicos del marxismo. La Historia anuncia años de aprendizaje. Formémonos para poder enfrentar las pruebas que nos pongan y crear las condiciones para la victoria.