El pasado 23 de enero, desde el balcón del pueblo, el Presidente Nicolás Maduro pronunció un discurso, en el que señaló: «hay unos divisionistas por ahí tratando de dañar el chavismo desde adentro, lo alerto. Por primera vez lo alerto. Cuidado con los divisionistas que tratan de llamarse marxistas-leninistas y que son más chavistas que Chávez. Cuidado porque detrás está la mano del imperialismo norteamericano. Alerta en los barrios, en las universidades, en las calles. Mosca».
Lo curioso de dicha advertencia, es que durante el mismo acto, después de haber señalado a la izquierda supuestamente divisionista de colaboración con el imperialismo norteamericano, el presidente le propone a Biden «pasar la página», y «andar un nuevo camino de relaciones con el gobierno de Joe Biden sobre la base del respeto mutuo, el diálogo, la comunicación y el entendimiento», haciendo pública por lo tanto, una nueva propuesta de diálogo entre su gobierno y el mismo imperialismo norteamericano.
Luego el 25 de enero planteó, como presidente del PSUV, «convocar unitariamente todas las fuerzas del Gran Polo Patriótico Simón Bolívar (GPPSB), consolidar una gran alianza nacional y denunciar de frente, con nombre y apellido, a los divisionistas (de la Revolución Bolivariana) estén donde estén, ante el país y ante el mundo, porque es un crimen contra la patria, la paz y la Revolución, pretender dividir al movimiento revolucionario venezolano», a lo que remató diciendo: “los divisionistas se han prestado y se prestan conscientemente por su ego, se ofenden cuando les digo izquierda trasnochada, izquierda divisionista, veo maldad, egoísmo, perversidad, mezquindad, y bajeza moral en ellos».
Esta amenaza, esta «alerta» del presidente Maduro, no es más que el desarrollo natural de una tendencia hacia el bonapartismo, que la Corriente Marxista Lucha de Clases viene alertando desde hace varios años. Recordemos, que el bonapartismo es esa política de intentar ponerse por encima de las clases sociales y gobernar, por la fuerza de la espada y la violencia, a favor de la clase dominante.
La aplicación de la actual política económica “neoliberal” y antiobrera, requiere ser impuesta por la fuerza, aunque de manera selectiva inicialmente. Por esa razón, es que hemos visto la rudeza con la que actúan los cuerpos de represión para desalojar a campesinos o contener protestas, incluso pequeñas y de sectores afines al gobierno, como las de habitantes de barrios o pueblos que luchan por el gas, agua o comida. Vemos también, cómo despiden a trabajadores/as por exigir sus justas reivindicaciones, y encarcelan a dirigentes sindicales por reclamar sus derechos utilizando cualquier excusa, por ejemplo, la célebre «incitación al odio». Peor aún es el caso de Alfredo y Aryenis, quienes, tras denunciar actos de corrupción en Pdvsa, han sido sometidos al escarnio público. Desde el gobierno se les ha tildado de «traidores de la patria», y llevan casi un año injustamente presos en una cárcel de máxima seguridad.
Esta política de represión contra la clase obrera en lucha, viene acompañada de un conjunto de negociaciones y pactos con capitales nacionales y multinacionales, y de una absoluta libertad de accionar para ellos y sus representantes políticos. Recordemos por ejemplo, las negociaciones con Lorenzo Mendoza en 2018, a fin de impedir su candidatura presidencial. Luego de dichas negociaciones ha sido pública y notoria la total impunidad con la que Mendoza cierra fábricas enteras, despide a miles de trabajadores/as, no respeta reenganches y fija los precios que desea en el monopolio de alimentos de su propiedad. Asimismo, esta semana hemos visto la cordialidad con la que el presidente de la Asamblea Nacional se reunió con FEDECAMARAS, instalando una comisión permanente de trabajo, dirigida por el hijo del presidente Maduro. Sin duda alguna, el pacto con la cúpula empresarial –o al menos con un sector de dicha cúpula-, está sellado.
Por otro lado, durante los últimos dos años hemos sido testigos del accionar apátrida y totalmente servil al imperialismo yankee de Guaidó, y la total impunidad con la que opera. De ello se concluye que Guaidó es una pieza en las negociaciones del gobierno y los gringos, porque detrás de él sí está totalmente metida, la mano de imperialismo. Paradójicamente, mientras Guaidó trataba una y otra vez derrocar al gobierno, en muchos casos mediante el uso de la violencia, el gobierno le ha tratado con guante de seda, pero, al mismo tiempo, como ya hemos señalado, arremetía –y aún arremete- con excesiva fuerza y brutalidad contra dirigentes campesinos y obreros, comunidades que protestan por servicios públicos, etc.
La urgente necesidad del gobierno de intentar conciliar con el imperialismo para obtener alguna flexibilización del bloqueo económico, requerirá fuertes señales de voluntad política para profundizar y acelerar el ajuste económico burgués en marcha, y además deslindarse de su antigua retórica de izquierda. La burocracia dirigente debe mostrarse capaz no sólo de gobernar a favor de los capitalistas, sino también de perseguir a la izquierda. En tal sentido, los hechos han demostrado que, con tal de conservar el poder, la burocracia ya tomó su decisión, ya emprendió ese camino sin retorno.
El Presidente Maduro nos acusa de divisionistas, cuando es su política la que está acentuando la división de clases existente, entre los que vivimos de nuestro trabajo y los explotadores, los viejos ricos (los Mendoza, Vollmer, Cisneros, etcétera) y los nuevos ricos, hoy reunidos y representados en el gobierno. Cada día que pasa se agudiza la división entre los que no paran de engordar y los que no siempre logramos las tres comidas diarias (incluyendo a los que buscan en la basura alimentos); entre los que vivimos una cotidianidad plagada de dificultades, con unos servicios públicos deficientes y sufriendo para comprar alimentos por sus precios inaccesibles y a los que les salen cayos en actividades sociales en el Humboldt y en sus casinos, los que compran en bodegones y beben y comen fastuosas comidas. La desigualdad social se ha desatado en tal medida, que la brecha entre los trabajadores y los empresarios hoy en Venezuela es vergonzosa e insoportable. Esa es la verdadera división que su gobierno ha acentuado hoy por hoy.
El presidente Maduro hace un llamado a denunciar con nombre y apellido a los divisionistas, ¿por qué en lugar de emprender esta cruzada contra la izquierda, no denuncia con nombre y apellido a los corruptos, ineficaces e indolentes que pululan en la gestión pública? ¿Por qué no publican la lista de los empresarios que recibieron dólares preferenciales durante los años del control cambiarlo? Los nombres de las industrias de los sectores farmacéutico, automotriz y alimentos son harto conocidos en el país –ni hablar de las empresas de maletín que sirvieron como medio para la fuga masiva de divisas-. ¿Por qué no publican la lista diputados/as, ministros y viceministros que firmaron contra Chávez y hoy son parte de la dirección del gobierno? ¿Por qué no persiguen a los criminales que, serviles al imperialismo yankee, estafan y desangran a la nación? Mientras que el gobierno persigue a dirigentes obreros, campesinos y populares, estos criminales disfrutan de total impunidad, e incluso algunos han sido indultados, siendo traidores a la patria de manera reincidente.
Desconocemos si en el seno de su partido -porque en realidad es suyo, ya que allí se hace «lo que diga Nicolás»-, existen fisuras, aunque es muy probable que existan. Donde sí sabemos que se generaron fuertes divisiones fue en partidos del Gran Polo Patriótico, ya que mediante la intervención del TSJ, le arrebataron las tarjetas a las fracciones mayoritarias del PPT, UPV y TUPAMAROS que hoy no apoyan la política económica emprendida por el gobierno del PSUV, y acompañan la construcción de la Alternativa Popular Revolucionaria.
Lo que en realidad es un crimen, no son las críticas, protesta o denuncias que provienen de la izquierda revolucionaria, sino el atentado en marcha contra el salario, las prestaciones sociales, derecho al trabajo y la libertad sindical. Ese es el verdadero crimen contra la patria y la Revolución.
El gobierno nos ataca, porque, a pesar de tener a los 5 poderes públicos bajo su control absoluto, sabe que la APR es una chispa capaz de encender la pradera. Más allá de ese ilimitado poder que hoy pareciera tener el gobierno, si el conjunto de la clase obrera, del campesinado y del pueblo oprimido comienza a movilizarse, no habrá fuerza sobre la tierra capaz de detenernos.
Nuestro llamado es a seguir impulsando la organización de la clase trabajadora y los campesinos, participando en las luchas concretas en las fábricas, en los barrios, en las universidades y en las calles. En ese sentido, la construcción y consolidación de la Alternativa Popular Revolucionaria es una orientación fundamental para este año. El desarrollo de campañas nacionales por un salario igual a la canasta básica, tierras para los campesinos y servicios públicos de calidad deben ser el puente para conectar las múltiples luchas actualmente dispersas, y darles una dimensión nacional. Es urgente evitar más retrocesos y lograr pasar a la ofensiva revolucionaria, articulando a los sectores de la vanguardia organizada hoy, con el conjunto del heroico pueblo trabajador que resiste y lucha.
No debemos sembrar ilusiones en la cúpula del gobierno del PSUV, ya han develado sus intenciones de perseguir y reprimir a la izquierda. Han evidenciado que su política está al servicio del gran capital, y están dispuestos a entregar los activos de la patria a las multinacionales, ya sean estadounidense, rusas, chinas o turcas. Miles de compañeros y compañeras ya hemos sido víctimas de estas prácticas, al ser despedidos de empresas del Estado ahora privatizadas, mientras que millones de trabajadoras y trabajadores padecen un calvario cotidiano al cobrar un salario menor a un dólar en el sector público, complementado con bonos sin incidencia salarial o con una bolsa de comida, por demás insuficiente para cubrir nuestras necesidades.
Nuestro trabajo consistirá en seguir explicando pacientemente la naturaleza del giro a la derecha del gobierno, su carácter irreversible, y la imperiosa necesidad de convertirnos en una alternativa capaz de disputar las grandes mayorías del pueblo trabajador para conquistar el poder y llevar a cabo una genuina revolución socialista, porque la Revolución Bolivariana ha sido traicionada. Esta alternativa debe ser capaz de instaurar un gobierno de, por y para los trabajadores y trabajadoras. Hoy somos la chispa y, tarde o temprano, de una chispa la vieja llama se reavivará.
¡Abajo la conciliación de clases y las políticas antiobreras del gobierno!
¡Por un salario igual a la canasta básica!
¡Construyamos la Alternativa Popular Revolucionaria!
¡Únete a la Corriente Marxista Lucha de Clases!