La masacre ya ha comenzado. Toneladas de bombas caerán sobre la población iraquí. Miles de familias serán masacradas sin piedad. Es la devastación de un país sin ninguna posibilidad de defenderse de su agresor. Esta guerra es una acción criminal, imperialista, contra todo un pueblo. Bush se ha convertido en un asesino a gran escala, y Aznar y Blair son cómplices directos de esta masacre.
Si estás a favor de la paz, luchá por el socialismo
La masacre ya ha comenzado. Toneladas de bombas caerán sobre la población iraquí. Miles de familias serán masacradas sin piedad. Es la devastación de un país sin ninguna posibilidad de defenderse de su agresor. Esta guerra es una acción criminal, imperialista, contra todo un pueblo. Bush se ha convertido en un asesino a gran escala, y Aznar y Blair son cómplices directos de esta masacre.
El objetivo de esa masacre es clarísimo: ocupar el país, instaurar una dictadura servil a los intereses imperialistas y hacerse con el control directo de la segunda reserva de petróleo del mundo. Con esa brutal demostración de capacidad destructiva el imperialismo norteamericano también cumple su objetivo de reafirmar su superioridad militar a todos los demás países y pueblos del mundo.
Para intentar convencer a la población de la necesidad de la guerra los imperialistas y sus secuaces han tenido que mentir y ocultar su actuación en un pasado no muy lejano, cuando financiaron y armaron a Sadam Hussein en la guerra contra Irán o en sus masacres contra la población kurda. Hoy en día el imperialismo apoya a regímenes que asesinan, torturan y encarcelan a trabajadores y jóvenes que luchan en Paquistán, Turquía, Arabia Saudita e Israel, por citar sólo algunos ejemplos. Todos estos países tienen armas de destrucción masiva, sin necesidad de ninguna inspección. Pero eso no importa, por que son “regímenes amigos”.
De la mano del imperialismo jamás vendrá la justicia social, la democracia y la liberación de los pueblos. La sustitución del régimen de Sadam por un régimen de auténtica democracia, que ponga al servicio de la población los enormes recursos naturales del país, sólo puede venir de la lucha del pueblo iraquí, en unidad con el conjunto de los pueblos de la zona. Esta lucha sólo puede tener una carácter antiimperialista y anticapitalista, en definitiva socialista e internacionalista.
Como denunciamos desde EL MILITANTE, ni la ONU, ni la oposición de Alemania y Francia, iban a detener la guerra. La ONU no ha sido creada para repartir justicia entre los pueblos sino para dar una patina legal al accionar de los imperialistas. Con el mandato de ese organismo se sometió durante 12 años a la población iraquí a un cruel embargo, provocando centenares de miles de muertos por falta de alimentos y de asistencia médica.
La oposición de Alemania, Rusia y Francia a esta guerra, refleja el enfrentamiento de intereses entre diferentes potencias capitalistas. Estos países habían alcanzado acuerdos secretos con Irak para la explotación del petróleo, y la guerra les viene a estropear los negociados. Estos son los verdaderos intereses de los diferentes imperialismos, nada más lejos de la preocupación sobre las desastres humanitarios provocados por la guerra.
Esta guerra sólo se puede parar con un fuerte movimiento de la clase obrera en todo el mundo, basándose en sus propios métodos, programa y perspectivas, de forma totalmente independiente de las maniobras e intereses de la burguesía, por más que a veces utilice una máscara pacifista. En muchos países, particularmente de Europa, los trabajadores y la juventud han pasado a la acción para oponerse a la guerra, con innumerables marchas y huelgas parciales. Este es el camino que hay que profundizar en todas partes.
La clase obrera, también en la Argentina, tiene que tomar en sus manos la lucha contra la guerra imperialista en todo el mundo. Además de la exigencia de “ni un centavo, ni una bala y ni un soldado para esta guerra”, las movilizaciones de los trabajadores deberían estar ligadas a la defensa de demandas fundamentales: contra la suba de la nafta y las tarifas, contra el trabajo precario, la defensa de empleo genuino para todos, de un salario mínimo digno, de un plan de inversiones públicas en sanidad y en educación, la defensa contundente de los derechos democráticos como la libertad de expresión, de asociación y de manifestación, aspectos que están siendo claramente cuestionados por los diferentes gobiernos capitalistas.
Paralelamente, los sindicatos y las organizaciones de izquierda deberían impulsar seriamente la formación de comités contra la guerra en todos los centros de trabajo y de estudio, y en los barrios y ciudades. Estos Comités darían un carácter más organizado a la lucha contra la guerra, ampliando la participación y jugarían el rol de contrarrestar la propaganda demagógica de los gobiernos y de los medios de comunicación burgueses que, en un contexto de guerra, van a mentir más que nunca.
Todas estas medidas deben estar ligadas a la perspectiva de la lucha por la transformación socialista de la sociedad. No basta con parar esta guerra, no basta con derrotar a los gobiernos más directamente implicados en la guerra. Mientras exista capitalismo seguirán habiendo guerras, injusticia y opresión. La única forma de parar las guerras imperialistas es con la lucha de clases, expropiando a las multinacionales, los bancos y las grandes empresas y haciendas agrícola-ganaderas. Y con la planificación racional y democrática de todos los recursos productivos, en Argentina y en el mundo entero. Con un sistema socialista de economía planificada y democracia obrera, la miseria y la opresión de los pueblos pasaría inmediatamente a ser un pesadilla del pasado.
A la clase obrera en lucha, y con un programa socialista revolucionario, no habrá fuerza sobre la tierra que la pueda detener. Esa es la lucha de los socialistas internacionalistas de El Militante en la Argentina.