Con gesto de incredulidad y de no entender mucho lo que estaba sucediendo, el Presidente Mauricio Macri junto a su gabinete, reconoció no solo la derrota en la casi totalidad del país sino, además, haber realizado una pésima elección.
La fórmula Fernández – Fernández obtuvo el 47,36% de los votos para la categoría Presidente y Vice, logrando una diferencia de 16,07% versus la dupla oficial Macri – Pichetto que obtuvo 32,09%. A lo que se suma el triunfo de Axel Kicillof en el distrito más importante del país como es la provincia de Buenos Aires, donde obtuvo el 49,26% de los votos, arrasando a la fórmula de Ma. Eugenia Vidal con un 16,60% más de votos. Con estos datos, aparece como incuestionable la llegada nuevamente al gobierno de F y F. El macrismo sólo logró un triunfo en la provincia de Córdoba con una diferencia del 10% sobre F y F y en CABA donde Rodríguez Larreta alcanzó el 46,3% de los votos. “No la vimos venir. Hubo un castigo que no supimos leer” se pudo leer el 12/08 en el periódico La Nación.
En estas PASO quedó demostrado que millones de trabajadores, de juventud y de sectores populares, dijeron basta al saqueo, la hambruna y pauperización, la desocupación y la degradación de las condiciones de vida de las familias obreras y de los sectores más castigados de la sociedad.
Ya hemos señalado en diferentes materiales que las innumerables luchas, movilizaciones y paros que los trabajadores desenvolvieron durante todo el 2018 para resistir los embates de los capitalistas y del gobierno de Macri, fue desviada con el operativo “no queremos un 2001, queremos un 2003”.
Por ello, la agudización de la lucha de clases tomó el camino electoral, condicionado no solo por las direcciones sindicales sino por el amplio abanico que desplegó el Estado Mayor de los capitalistas. La crisis social, que se traduce en crisis politica, se demuestra por el esfuerzo de la casi totalidad de los partidos del régimen para lograr un espacio político en común y dar batalla al gobierno de Cambiemos.
Desde que se insinuaba la tendencia ganadora de F y F, los medios radiales, escritos y televisivos comenzaron a fogonear la necesidad de apuntalar la gobernabilidad, interpelando a la fórmula ganadora de las PASO para mostrar confiabilidad a los mercados.
La respuesta no se hizo esperar. Con un salto de más del 30% el dólar trepó a $61, los bonos argentinos en el extranjero cayeron en un 15% y las acciones se derrumbaron a un 56%. El ritmo de devaluación de la jornada resulta sorprendente incluso para los economistas, al fin de la jornada llegó al 23% pero no se conoce el piso. El riesgo país alcanzó los 1400 puntos. “Podría haber un mayor grado de volatilidad en los mercados porque los resultados oficiales a la mañana de hoy indicaban que Alberto Fernández tenía suficiente apoyo para ganar la Presidencia en primera vuelta”, señala el texto de Reuters.
La respuesta del gobierno se orienta a “dejar hacer” en el día de hoy para que los mercados se “acomoden” y luego intervenir para sostener un dólar más “estable”. De todas formas la preocupación de los inversores es la venta masiva de bonos y de la volatilidad cambiaria que lesionen las posibilidades de reelección de Macri.
En realidad, de lo que hablan los inversores es de la inestabilidad social, que impide garantizar la seguridad jurídica de sus dineros y de la propiedad privada de los medios de producción. La polarización electoral es tan solo un episodio de la lucha de clases -que los capitalistas tienen plena conciencia- y puede en un tiempo corto pasar a las calles, a las fábricas, a los bancos y empresas, incluso en un futuro gobierno de Fernández y Fernández.
Un gobierno sorprendido
El gobierno de Mauricio Macri y el pleno de su gabinete quedaron sorprendidos por los resultados electorales. Habituados a su impunidad política, a la represión de la lucha social, al intento de disciplinamiento hacia los trabajadores, habituados a la impunidad de intentar arrasar conquistas, contó con el santo y seña de la oposición que mantuvo durante estos años de gobierno de Cambiemos, una política de salvaguardar la gobernabilidad.
El Gobierno tiene como objetivo conseguir que Macri finalice su mandato. El oficialismoa prácticamente no tiene chances hacia octubre ya que, aunque sumara los votos de Lavagna, Espert y Centurión, si Fernaández mantiene los resultados de las PASO, es quien va directo a la Casa Rosada.
El gobierno de Macri junto a la gran burguesía, y la formula F y F no tienen otro camino que armar un gran Acuerdo Nacional que incluya a todos los partidos del régimen capitalista para garantizar la gobernabilidad.
Los plumíferos de los medios escritos más importantes revelan su preocupación ante la situación explosiva de los de abajo. Circulan además los balances de lo que no se hizo y de las definiciones políticas que se hicieron mal, recayendo la responsabilidad en Duran Barba.
Todo es especulación ya que el voto castigo que recibió ayer y el desplome de las expectativas de un triunfo en octubre, se debe a dos elementos que se combinaron: la crisis mundial y su expresión en la región y los planes de ajuste sostenidos desde 2015 hasta hoy. No podemos dejar de lado que en noviembre, en las elecciones Legislativas, Macri y Cambiemos arrasaron pintando de amarillo el territorio nacional. Solo pasaron un poco más de 30 días para producirse un punto de inflexión en la cabeza de cientos de miles de trabajadores, ante la votación en diciembre de la Reforma Previsional. Es acá que debemos entender el comienzo de la cuenta regresiva para Macri y Cambiemos.
La Izquierda
Los partidos de la izquierda que presentaron una alternativa de independencia política, quedaron atravesados por la polarización de la situación política, económica y social que viven millones de trabajadores y que se expresó en los resultados de las PASO.
Comparando los resultados del FIT-U en las elecciones presidenciales del 2015 en donde obtuvieron el 3,25% con las PASO 2019 donde alcanzaron el 2,86%, bajaron un 0,39%. Pero a esto debemos sumarles los votos del MST-Nueva Izquierda que en las PASO 2015 saco el 0,42 % de los votos.
Es decir que en las PASO 2015 el FIT y el MST sacaron por separado 3.67% mientras que ahora los dos juntos sumaron el 2.86%. Se oberva entonces un retroceso del 22% de los votos aproximadamente.
Podemos afirmar que, si se constata definitivamente que el nuevo MAS y Autodeterminación y Libertad no pasaron el piso prescriptivo, nos encontramos ante un retroceso general de la izquierda. Sumamos además como una causa de jerarquía la ausencia de una correcta política de Frente Único hacia las masas de trabajadores que ven en F y F una herramienta viable para la defensa de los derechos perdidos y la conquista de nuevas reivindicaciones. No hay que confundir la independencia de clase en términos de programa y en relación al Estado capitalista, que independencia política con relación a las masas y su vanguardia.
En general vemos una oscilación entre oportunismo y sectarismo en su conducta política. Por un lado, la adaptación a la lógica parlamentaria y por otro su sectarismo orgánico ante las masas. Estos errores se pagan caro en política.
Repetimos que se podría considerar como atenuante que en general en las elecciones presidenciales se produce cierta polarización y más en estas elecciones en un contexto de miseria y desesperación de amplios sectores de la población.
Por una salida revolucionaria
Nos encontramos ante una crisis mundial de profunda envergadura. La crisis que comenzó en 2008 no se resuelve, por el contrario se profundiza con las medidas que tomaron las economías de los países centrales. La guerra comercial que lidera EEUU es la expresión más cruda de la crisis de sobreproducción que vive el capitalismo.
El posible gobierno de F y F que asumiría el 10 de diciembre tendrá entre manos una bomba de tiempo. El pago de la deuda externa, la presión de los capitalistas y el FMI que piden a viva voz la reforma laboral, un Brasil que no puede hacer despegar su economía y nuestra dependencia en las exportaciones que mantenemos con este país, la necesaria respuesta ante la demanda de pan, trabajo y estabilidad, son todos indicadores de una situación de inestabilidad extrema.
Estas demandas de los de abajo chocan con el discurso de F y F que sostienen que la situación amerita dejar de lado las diferencias, siendo muy claro en su discurso de agradecimiento: “venimos a arreglar lo que otros desarreglaron, como también lo hicieron Néstor y Cristina en 2003” sostuvo Alberto Fernández.
El Gran Acuerdo Nacional o Pacto Social que se encuentra en elaboración no debe detener nuestras demandas de salud, educación, trabajo y salarios acorde a la canasta básica de alimentos.
Pero estas demandas deben estar ligadas a la posibilidad de un debate concreto y leal del conjunto de la izquierda en la perspectiva de avanzar en la construcción de un poderoso Partido Revolucionario. No son estas elecciones ni en el Parlamento los que posibilitan el pan, el trabajo, la salud y la educación. No es de la mano de los capitalistas que podremos satisfacer nuestros reclamos.
Nos encontramos nuevamente ante una oportunidad histórica para la vanguardia revolucionaria; el 2001 nos ha dejado como enseñanza la esterilidad de las políticas sectarias y de aparato de los grupos mayoritarios de la izquierda. Debemos construir una alternativa para que no solo se vaya Macri sino además para que el conjunto de trabajadores tiremos al basurero de la historia al capitalismo.
Nuestras banderas y demandas no deben postergarse, por ello debemos construir una nueva legalidad, debemos bregar por un Gobierno de los Trabajadores y por el Socialismo.