La ruptura del pacto Kirchner-Duhalde y la presentación de dos listas peronistas enfrentadas en la provincia de Buenos Aires para las elecciones legislativas de octubre sitúa en un punto extremo la lucha por el control de las estructuras del PJ bonaerense y a nivel nacional.
Se consumó la ruptura entre Kirchner y Duhalde
La ruptura del pacto Kirchner-Duhalde y la presentación de dos listas peronistas enfrentadas en la provincia de Buenos Aires para las elecciones legislativas de octubre sitúa en un punto extremo la lucha por el control de las estructuras del PJ bonaerense y a nivel nacional.
Como hemos explicado reiteradamente desde El Militante, la disputa entre Kirchner y Duhalde no tienen un carácter trivial ni episódico sino que obedece a diferencias profundas en cuanto a táctica y estrategia política. Kirchner, que es un político burgués inteligente y cuya política satisface los intereses fundamentales de los capitalistas, es consciente de que necesita limpiar el PJ, profundizando la vertiente demagógica y populista de su discurso para atraer a las masas a su alrededor, ofreciendo algunas concesiones más o menos cosméticas aun al precio de confrontar eventualmente con algunos sectores de la burguesía a quienes intenta hacer entender que más vale sacrificar algunas migajas antes que arriesgarse a profundizar los antagonismos sociales que sacuden la sociedad argentina. Claro que Kirchner se puede permitir esta política, por ahora, en la medida que se mantenga el actual crecimiento económico, lo que le permite diluir parcialmente ante la opinión pública su política general a favor de los intereses empresariales.
Pero esta estrategia lo lleva a enfrentar a Duhalde por el control del PJ al aparato duhaldista en la provincia de Buenos Aires, la estructura peronista más fuerte en todo el país. El aparato duhaldista y los caudillos locales que lo sustentan no están dispuestos a sacrificar ninguno de sus privilegios ni ceder sus puestos a la camada de transversales que se arremolina alrededor de Kirchner. Los sectores decisivos de la burguesía argentina preferirían mantener el actual statu quo a favor de Duhalde como una manera de contener y controlar por derecha las pretensiones de Kirchner. No terminan de fiarse de su demagogia populista y tienen miedo de que éste se muestre incapaz mañana de contener a las masas.
En nuestro último artículo en El Militante nº 14, si bien no descartábamos la presentación de dos listas enfrentadas, planteábamos que lo más probable era un acuerdo final entre Kirchner y Duhalde en el que este último aceptaría estar en minoría. Teníamos presente el miedo de ambos (miedo compartido por los estrategas de la burguesía como se puede leer en diversos artículos publicados estos días en Clarín y La Nación) a la inestabilidad política del país que conllevaría una eventual ruptura del peronismo como consecuencia de la presentación de dos listas enfrentadas.
De hecho, hasta el último momento se barajó la posibilidad de un acuerdo. Según Clarín (30 de junio) Duhalde propuso meter sólo a 9 partidarios suyos de los 35 candidatos bonaerenses para la Cámara de Diputados de la Nación, una vez que se había alcanzado un principio de acuerdo en las listas de candidatos para las legislaturas provincial y del Senado. Pero la determinación de Kirchner de no aceptar más de 4 candidatos duhaldistas en las listas del Congreso nacional precipitó la ruptura.
Parece claro que Kirchner quiere jugarse el todo por el todo para disputar el control del PJ bonaerense a Duhalde, lo que le daría el control decisivo del partido en todo el territorio nacional, permitiéndole disponer de una mayoría suficiente de legisladores en las cámaras de diputados y senadores, frente a la situación actual donde gran parte de los decretos y leyes deben pasar antes por el filtro duhaldista en dichas cámaras legislativas.
De esta manera, la crisis del peronismo se sitúa a un nivel superior. En lo que a perspectivas se refiere, lo que parece claro es que Kirchner no plantea escindir el PJ y crear una fuerza política enfrentada, porque eso crearía un escenario muy peligroso que él no quiere transitar debido a las expectativas que podría despertar este hecho entre amplios sectores populares que lo interpretarían como una ruptura fundamental con el pasado e intentarían empujarlo a Kirchner más allá de sus deseos. Kirchner tiene muy claros sus intereses de clase burgueses y no tiene ningún interés en convertirse en una suerte de Chávez argentino enfrentado al imperialismo y a la oligarquía local. Más bien pretende desalojar a los duhaldistas del control de la estructuras del PJ bonaerense y aparecer como el único jefe del peronismo.
Hasta ahora siempre se detuvo en el momento decisivo cada vez que su disputa con Duhalde amenazaba con alcanzar el punto crítico de la ruptura. Pero la situación cambió. Kirchner, que todavía goza de un apoyo sólido en las encuestas, se siente fuerte y capaz de propiciar una derrota humillante a los duhaldistas en las elecciones de octubre en la provincia de Buenos Aires. Duhalde lo sabe, por eso días después de anunciada la ruptura y la candidatura de Chiche Duhalde como candidata a senadora para enfrentar a Cristina Kirchner, buscó intentar poner paños fríos. Pero el kirchnerismo, que ya se garantizó el apoyo del PJ porteño y de gran parte del peronismo del interior, optó por mantener el desafío al duhaldismo en su propio territorio.
Si bien no se puede descartar un acuerdo de última hora entre ambas listas antes del plazo legal del 24 de agosto, lo que sólo se podría dar bajo la forma de una claudicación humillante del duhaldismo, la perspectiva de un compromiso parece más lejana que nunca por las razones antes descriptas.
Ahora Kirchner hará uso de toda su demagogia para meter en la misma bolsa a toda la oposición (Duhalde, López Murphy, Macri, Cavallo, Carrió, radicales) identificándolos como los obstáculos que le impiden hacer avanzar al país, utilizando la clásica fórmula bonapartista de: Yo o el caos. Tratará de airear convenientemente los fantasmas del menemismo y de la década de los 90 para arrojárselos a la cara de sus oponentes políticos, pese a que él mismo y todos los dirigentes peronistas de la provincia de Buenos Aires y del interior del país que ahora lo acompañan fueron valedores y copartícipes de los mismos.
Como decíamos en el artículo de El Militante antes citado, la falta de una herramienta política obrera y de masas es lo que le permite a Kirchner aparecer, ante la ausencia de una alternativa a su izquierda que sea vista como viable por los trabajadores, como el único contendiente contra la derecha, y también ganar, sin gran entusiasmo, su apoyo en las encuestas.
Lamentablemente, la incapacidad de los grupos más relevantes de la izquierda para articular un frente único amplio, con un programa socialista, para las próximas elecciones de octubre, arroja agua al molino del kirchnerismo. A pesar de que los plazos se acortan apelamos una vez más a los dirigentes de estos grupos para que reconsideren su actitud dejando de lado mezquinos intereses de aparato, incomprensibles para decenas y cientos de miles de trabajadores y jóvenes que en el último período empezaron a mirar a la izquierda como una alternativa.
Pero la construcción de esa herramienta política es una tarea inaplazable. Si el fracaso de un frente electoral de la izquierda bloquea coyunturalmente esta salida, habrá que abordarla con las fuerzas que estén dispuestas a impulsarla y a empujarla hacia adelante en el nuevo período que se abrirá en el país tras las elecciones de octubre.