8M Para que termine la opresión de la mujer, el capitalismo debe caer

Vivimos en una época de crisis extrema del sistema capitalista, donde la brecha social entre ricos y pobres es cada vez más prominente, y donde la violencia de género, la homofobia y el racismo están cada vez más presentes en la sociedad.

Se calcula que, en el mundo, una de cada tres mujeres sufre algún tipo de violencia. Antes de la pandemia, se estima, según datos de ONU Mujeres, que 243 millones de mujeres de entre 15 y 49 años en el mundo han sufrido algún tipo de violencia.

Durante la pandemia se intensificaron los casos de violencia doméstica contra las mujeres y los niños. Entre las posibles causas de esta intensificación de la violencia se encuentran: las preocupaciones económicas, sanitarias y de seguridad, las condiciones de vida limitadas, el aislamiento con el autor de la violencia, ya sea la pareja u otro miembro de la familia, las restricciones de movimiento.

Durante la pandemia de Covid-19, muchas mujeres se vieron obligadas a estar aisladas con sus agresores, lo que aumentó la probabilidad de sufrir violencia y hasta de ser víctimas de femicidios.

Argentina no es una excepción en lo que respecta a la violencia de género, durante 2021 hubo 35 mujeres víctimas de femicidio, eso significa, según el informe de MuMalá (Mujeres de la Matria Latinoamericana) una mujer muerta cada 29 horas.

Los feminicidios más allá de la cuestión de género tienen mucho que ver con la situación de descomposición social que estamos viviendo, un momento de extrema barbarie del sistema capitalista, donde todo tipo de violencia se hace más evidente y donde las contradicciones sociales aumentan.

La legalización del aborto y los derechos de la mujer

En un momento histórico para Argentina, en 2020 se legalizó el aborto con una aprobación en el Senado de 38 votos a favor, 29 en contra y una abstención, poniendo a Argentina en el mapa de los países que han legalizado el aborto en América Latina y el Caribe junto con Uruguay, Cuba, Guyana y Guayana Francesa.

La nueva ley del aborto permite a las mujeres interrumpir voluntariamente un embarazo hasta la semana 14º de gestación, y también estipula un plazo de 10 días entre la solicitud de interrupción del embarazo y su realización, con el objetivo de impedir maniobras que retrasen el aborto hasta evitarlo.

El derecho al aborto es el resultado de una lucha histórica en Argentina, es el resultado de años de luchas y manifestaciones en las calles para hacerlo posible. Ya que es una lucha que viene desde el año 2003, cuando empezó a surgir en el Encuentro Nacional de Mujeres, las asambleas y las marchas a favor del aborto, y fue también cuando surgió el pañuelo verde que es el símbolo de la lucha por el aborto Legal, Seguro y Gratuito.

Aunque el aborto ha sido legalizado, lo cual es un logro que tiene mucho significado en las luchas de las mujeres, la lucha femenina todavía tiene un largo camino por recorrer, las mujeres necesitan conseguir la igualdad salarial en el trabajo y también el fin de la violencia machista.

La lucha de las mujeres no debe separarse de la lucha de clases, sólo con reivindicaciones como la igualdad de trabajo, la igualdad salarial, la igualdad en el ámbito laboral, ya que, en Argentina, por ejemplo, según estudios de Adecco Argentina, las mujeres reciben salarios 22% menor que los hombres.

En este 8 de marzo es importante recordar de qué lado de las trincheras están la gran mayoría de las mujeres, el 8 de marzo no es sólo un día de lucha de las mujeres trabajadoras, sino un día de lucha de toda la clase obrera y la juventud.

Al contrario de lo que intentan hacernos creer los movimientos de interseccionalidad, los enemigos de las mujeres no son los hombres, al igual que los enemigos de los negros no son los blancos, el mayor enemigo de la clase obrera es un enemigo de clase, y se llama burguesía.

Por esto, que de cierto modo la clase dominante hasta simpatiza con los movimientos relacionados con la interseccionalidad, precisamente porque no ayudan a la clase obrera y minimizan sus luchas, e impiden que los trabajadores vean que precisamente la raíz de toda opresión, ya sea de género, o de raza, o de cualquier otro tipo, es la división de la sociedad en clases y la propiedad privada de los medios de producción.

Solo con la unión de la clase obrera en un partido verdaderamente revolucionario, será posible luchar para vencer este sistema que tanto oprime a todos.

Los feminicidios la otra pandemia inocultable

El 2020 sin lugar a dudas supuso un parte aguas en la historia reciente, el planeta entero atravesó la pandemia de la enfermedad del Covid 19, un lamentable hecho que vino a exponer sin ningún velo ni vestidura el horror y la inviabilidad del capitalismo como sistema, donde la salud no está asegurada para la gran mayoría de la población, no está garantizada la seguridad social, el empleo, y demostró que ante crisis de estas magnitudes los gobiernos solo optan por ajustar y salvar al empresariado y los capitales dominantes.

El Covid-19 ha dejado a su paso millones de hombres, mujeres, niños, niñas y ancianos en la más absoluta pobreza, y es aquí donde problemáticas como la violencia de genero se disparan y ponen las alertas por el cielo; Este escenario de clara regresión social ha impactado a las mujeres de una forma brutal, donde la violencia machista, de clase se ha disparado, aunque es un flagelo multifactorial  anclada en la cultura patriarcal machista que rige, es importante destacar que la mayoría de los casos de violencia contra la mujer se desarrollan con mayor incidencia en sectores vulnerables y de escasos recursos; siendo en la clase trabajadora como en ningún otro sector de la sociedad, en el que las mujeres sufren con mayor intensidad del Estado capitalista y de todas las maneras que puedan expresarse la expoliación, opresión y la explotación.

La degradación social actual multiplica la violencia existente, los casos se han disparado al punto que organizaciones internacionales y a fines han puesto sus ojos y prioridades en el financiamiento de campañas de intervención para frenar los asesinatos de mujeres, y la violencia de género, en dichos proyectos Argentina y México figuran como los focos más importantes en la región, debido a las altas cifras de asesinatos

El problema de estas campañas son sus limitaciones y su clara orientación a una lucha contra los hombres violentos, contradiciendo a sus mismos indicadores e informes que evidencian que son la miseria, las profundas desigualdades, el acceso a la salud, y el desempleo generalizado las causas fundamentales sobre las que se desarrolla la violencia de genero.

Vivimos en una sociedad clasista que arremete contra la clase trabajadora, que precariza, explota y embrutece a los hombres, quienes crecieron con una cultura que les enseña a ver a las mujeres como una posesión, como un ser inferior, confinada al hogar, los hijos y el cuidado de otros familiares; en este contexto los hombres también se convierten en víctimas al mismo tiempo que victimarios desarrollándose un círculo de violencia y asumiéndose conductas agresivas que transcienden el hogar e impregnan la sociedad por entero, cada vez que los países atraviesan fuertes crisis y caídas económicas la violencia en general se exacerba, los delitos, robos, violaciones están a la orden del día.

Desde la Corriente Socialista Militante lamentamos y luchamos contra la fuerte ola de violencia y asesinato de mujeres, niñas y otros grupos que sufren violencia de género, celebramos que gracias al movimiento mundial de mujeres trabajadoras que ha despertado, los Estados, organizaciones e instituciones mundiales se han visto presionadas a accionar en función de la lucha de las mujeres en la calle y que las conquistas que se han logrado en términos legislativos o financieros son muestras de que estamos avanzando; pero de igual forma no dejamos de remarcar que la cuestión primaria es de clase, donde la permanencia de un sistema capitalista se encuentra a contra mano de las aspiraciones igualitarias, de eliminar la opresión de la mujer y violencia contra la mujer trabajadora.

Las mujeres y niñas que sufren algún tipo de violencia en un 80% a nivel  mundial comparten la pobreza y la incapacidad de medios propios para independizarse de sus agresores o del medio hostil que las violenta debido aspectos fundamentalmente económicos por encima de los culturales o algún otro aspecto circunstancial como las guerras o el actual confinamiento; procurar una sociedad más segura y más igualitaria no se va solucionar con políticas culturales, educativas, legislativas o interventoras como es el abordaje que durante  en los últimos años han venido dando las naciones, ministerios, organizaciones o instituciones de cualquier alcance internacional, y para muestra los resultados insuficientes en el que dichas medidas o campañas llegan a un grupo reducido de mujeres, niñas y grupos en situación de vulnerabilidad, que aun cuando para estos supone una ayuda deja por fuera a miles y millones, y lo peor son impotentes para frenar los feminicidios.

Nos están matando y no hay nada que lo evite, a pesar de las políticas, las reformas legislativas, las campañas mediáticas, las mujeres en el poder, los financiamientos internacionales, las denuncias, las cifras suben y es cada vez más terrorífico, más espeluznante, con más violencia y más crueldad, mientras el sistema capitalista como se da auto felicitaciones y se congracia de que “están haciendo algo”, “están interviniendo e invirtiendo”.

¿Qué más resultados necesita la clase trabajadora para darse cuenta que el asunto es de clase?, ¿no es cada vez más evidente que no son los o el hombre machista el único culpable?, ¿Qué la transformación cultural y educativa no resuelve lo económico?

La mujer trabajadora que lucha por sus derechos

El primer paro mundial de mujeres del 8M en 2017 acompañado de la lucha histórica por el aborto legal y gratuito impulso como nunca antes la unificación internacional de la lucha de las mujeres, creándose un movimiento imparable, que ha tenido conquistas importantes y que han servido como ejemplo para muchas luchas en todos los países. Hoy más que nunca las mujeres trabajadoras estamos en alerta, militando de forma permanente, agitando, reclamando, denunciando, gritando y exigiendo a los Estados, organizaciones y a la sociedad no solo nuestros derechos sino evidenciando las grandes brechas de desigualdad y vulnerabilidad en la que nos encontramos, la violencia a la que estamos expuestas y su acelerado incremento.

El movimiento de mujeres  no solo ha crecido y fortalecido también ha sido caldo de cultivo para educar, concientizar acerca de la lucha por más derechos, es así como las nuevas generaciones han comenzado a integrar nuevas formas de relacionarse teniendo como criterio primordial la crítica a la herencia patriarcal en la sociedad y a transformar desde la cotidiano hacia afuera las conductas machistas en general, emanadas desde los hombres, las mujeres, las instituciones o el Estado.

Las mujeres no solo estamos en la calle y dispuestas a que arda todo si nos tocan a una de nosotras sino que cada vez estamos más formadas y consientes, gracias a la militancia permanente, que el problema es estructural; que celebramos las conquistas formales, de reformas y políticas igualitarias, entre muchas otras iniciativas, pero no nos subimos al carro feminista pequeño burgués, que no nos representa sino que además ha demostrado su corto alcance y su escasa capacidad de incidir realmente en la realidad concreta de las mujeres trabajadoras. Aunque hayan aumentado las cuotas de participación burocrática, aunque se hable de la necesidad de compartir las tareas del hogar, aunque se esgriman nuevas leyes, aunque se viralice y masifique el rechazo al macho maltratador y las conductas similares, la realidad es que las mujeres trabajadoras seguimos siendo las más explotadas, las más vulnerables y las que siguen inundando las páginas rojas de los reportes criminales.

Pero además las mujeres trabajadoras contamos con hombres trabajadores que luchan a diario a nuestro lado para que esto cambie, para que cese la violencia, para que paren de matarnos, por la igualdad para sus hijas, compañeras, madres y demás. 

Los hombres trabajadores también están en la calle luchando a nuestro lado, consientes y dispuestos, claros en que lo fundamental es que el capitalismo caiga y que junto con él se vaya también la violencia machista y la desigualdad de género ; esta es la bandera  que nos representa la que habla de la igualdad desde lo cotidiano que supone el acceso a los bienes primordiales y la seguridad social, a la protección de la familia trabajadora.

No es coincidencia ni mucho menos el gran interés que ha tomado el movimiento de mujeres como movimiento para los Estados y organizaciones internacionales, no es de extrañar el bombardeo mediático en este sentido y que se le quiera dar un abordaje individual, nacional o grupal, esa distinción vestida de particularidad que nos quieren hacer creer, como esto de hay países más violentos o con más femicidios que otro, la inútil diferencia de los sufrimientos de unas mujeres trabajadoras con otras apoyados en la cultura, la religión, el orden social, la región, el color de piel o la sexualidad; la lucha es una sola, aunque el sufrimiento sea bajo otro cielo, otro clima u otra bandera, aunque varíe de nombre o edad, la violencia de género, el hambre, el acceso a la salud y la desigualdad no discrimina en este lado de la trinchera, todas y todos somos oprimidos y explotados por igual, todos y todas ponemos a diario nuestras manos, nuestras vidas y en definitiva nuestra fuerza de trabajo para mover el mundo, con esa misma fuerza vamos a cambiarlo.

 ¡Mujer trabajadora la lucha es una sola!