75 Aniversario de la huelga de camioneros de 1934 en Minneapolis

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La huelga de los camioneros de Minneapolis de 1934, dirigida por los trotskistas de la Liga Comunista Norteamericana (precursora del Socialist Worker Party), fue un momento decisivo en la historia del movimiento obrero norteamericano y para el movimiento socialista.

La huelga de camioneros de Minneapolis de 1934, dirigida por los trotskistas de la Liga Comunista Norteamericana (precursora del Socialist Worker Party), fue un momento decisivo en la historia del movimiento obrero norteamericano y para el movimiento socialista. En los años precedentes a la huelga muy pocos esperaban el movimiento que estalló en 1934.  A los largo de los años veinte no se reconoció ni un solo sindicato en las industrias básicas. Los trabajadores en empresas como Ford estaban desorganizados, lo mismo sucedía con los trabajadores en otros sectores de la producción en masa que no tenían ningún tipo de derecho laboral, estaban atomizados e indefensos ante los empresarios. A pesar de las heroicas luchas de los trabajadores norteamericanos en el pasado, desde los Caballeros del Trabajo, a las huelgas de 1877, los Molly Maguires [N. de T. Los Molly Maguires eran una sociedad secreta de mineros que luchaban contra los propietarios de las minas y su explotación] o el Industrial Workers of the World (IWW) y la lucha por la jornada de ocho horas, los pocos sindicatos que existían en aquella época eran pequeños, débiles y estaban limitados casi exclusivamente a los trabajadores cualificados. Los trabajadores estaban organizados en líneas puramente artesanales y los sindicatos estaban dominados por una rama conservadora del "sindicalismo empresarial".

En los años veinte los sindicatos que pertenecían a la Federación Estadounidense del Trabajo (AFL) experimentaron un continuo crecimiento. Pero entonces, como ahora, eso se cortó con la crisis económica. En 1929, el año del "Gran Crack" de Wall Street, la militancia de la AFL había quedado reducida a tres millones de afiliados. La jornada laboral media pasó de 10 a 12 horas diarias y los trabajadores estaban sometidos a un incremento despiadado del ritmo e intensidad del trabajo. A los trabajadores se les contrataba y despedía a voluntad del empresario y las horas extras pagadas eran inexistentes. Entre 1929 y 1933 la producción global cayó un 48,7 por ciento, provocando más de 17 millones de parados, casi una cuarta parte de la población activa. Después llegaron los recortes salariales con una caída media de los salarios a la mitad del nivel de 1925. En 1933 la militancia de los sindicatos se había reducido aún más, sólo a casi 2 millones de afiliados, dejando a la AFL reducida a casi el 50 por ciento de su tamaño de 1920.

En 1934 Minneapolis era una ciudad en su mayor parte sin sindicalizar y bajo el control de la Alianza Ciudadana, una violenta organización empresarial antisindical que se empeñaba en mantener la ciudad "libre de sindicatos". La economía de Minneapolis se basaba en ser un centro de transporte y agricultura regional, con un gran número de trabajadores en el transporte y almacenaje. Los camioneros y trabajadores del almacenaje estaban casi totalmente desorganizados, mal pagados y con un exceso de trabajo. Con este telón de fondo la Liga Comunista Norteamericana (LCA) de Minneapolis decidió en el invierno de 1933 lanzar una organización sindical entre los trabajadores de los pozos de carbón de la ciudad. La campaña de organización de la LCA fue dirigida por cinco trabajadores que cuando terminó la lucha se convertirían en nombres familiares para los trabajadores de Minneapolis: Vince, Grant, Miles Dunn, Carl Skoglund y Farrell Dobbs.

El sindicato de camioneros, ayer igual que hoy, era el sindicato tradicional que representaba a los trabajadores del transporte comercial y este sindicato fue elegido como el motor de la organización de la campaña. El local 574 del sindicato era una de las pocas agrupaciones locales del sindicato que no estaba organizada en líneas puramente artesanales, representaba a un número pequeño de trabajadores del carbón, conductores de cabina y otros. El objetivo de la campaña era organizar a cada trabajador de los pozos de carbón en el local 574. La organización inicial de la campaña tuvo que luchar contra todo tipo de obstáculos burocráticos presentados por la dirección del sindicato, desde la necesidad de tener autorización legal para la huelga hasta períodos obligatorios de "enfriamiento" de la lucha, o arbitrajes forzosos recogidos en las leyes internas del sindicato y el monopolio del poder en manos de la burocracia oficial. A pesar de eso, la campaña de organización siguió adelante y cada vez más mineros se unían al local 574. Pero los empresarios del carbón, apoyados por la Alianza Ciudadana, se negaron a reconocer el sindicato.

Este hecho llevó a la primera huelga, comenzó el 7 de febrero de 1934 y cerró 65 pozos de carbón. Antes del inicio de la huelga los trabajadores eligieron un comité de huelga que también nombró a los responsables de los piquetes que debían rendir cuentas ante el comité y no ante la burocracia oficial. La necesidad de crear un comité elegido por la base fue evidente cuando la dirección nacional del sindicato se negó a dar apoyo económico a los trabajadores en huelga, así que la huelga se lanzó sin la aprobación del presidente del sindicato.

Los huelguistas reconocieron desde el principio la necesidad de impedir la entrada de camiones esquiroles a los pozos y desarrollaron la táctica de "patrulla de piquetes". Se trata de piquetes móviles que además de tener como objetivo la vigilancia de la entrada de trabajadores a pie a los pozos clave, se organizaban coches con piquetes que seguían a los camiones que pretendían entrar en los pozos y les obligaban a deshacerse de sus cargamentos. Los piquetes móviles paraban a los camiones esquiroles y les explicaban a los conductores las razones de la huelga, es decir, conseguir subidas salariales, derechos sindicales y dignidad en los centros de trabajo, además explicaban a todos los trabajadores no organizados cómo se debía realizar la huelga. ¡Con este método el sindicato fue capaz de  ganar para el sindicato a muchos de los que hacían de esquiroles! Pero si los esquiroles se negaban a descargar voluntariamente el carbón entonces era volcado por los propios piquetes.

Con estos métodos llevaron a cabo una huelga sólida que paralizó todo movimiento de mercancías, los empresarios debido a la presión tuvieron que reconocer al local 574 como el representante de los trabajadores del carbón. Después de este primer triunfo el sindicato comenzó otra campaña aún más ambiciosa: organizar a todos los camioneros y trabajadores del almacenaje de la ciudad. Basándose en el nombre que se había ganado entre los trabajadores gracias a su lucha combativa contra los empresarios del carbón, el sindicato consiguió ganar en sólo dos meses a 3.000 trabajadores. Pero sólo se trataba del inicio de la lucha. Cuando parecían que las cosas regresaban a la normalidad los empresarios se negaron a reconocer el nuevo sindicato así que se hizo necesaria una lucha aún más enérgica.

Para preparar la segunda huelga los trabajadores abrieron un local de huelga en un garaje desde el que salían los piquetes móviles. Se creó un hospital para hacer frente a la violencia policial que se esperaba, también un comedor para servir comidas a los piquetes y un taller para reparar los vehículos de los piquetes. Durante el transcurso de la huelga muchos trabajadores se alojaban a las fueras del local durmiendo a la intemperie o en tiendas de campaña. Los trabajadores tomaron estas iniciativas para defender la huelga ya que la dirección sindical nacional hizo todo lo posible para limitar el alcance de la misma, insistiendo en la necesidad de hacer una lucha estrictamente legal y atenerse a las leyes decretadas por los tribunales de los empresarios. En palabras de Harry Deboer, un participante de la huelga, el local 574 "con las leyes empapelaba las paredes".

Para evitar la interferencia de los dirigentes oficiales del sindicato, los trabajadores eligieron de nuevo su comité de huelga que a su vez elegía a los responsables de los piquetes. El sindicato hizo todo lo posible para ganar el apoyo de todo el movimiento obrero. Con la consigna: "cada militante un organizador", los trabajadores asistían a las reuniones de otros sindicatos y pedían el apoyo para la lucha del local 574, ya que era la lucha de toda la clase obrera. Con intervenciones como ésta los trabajadores consiguieron que otros sindicatos les apoyaran. Más tarde se harían huelgas de solidaridad, incluida una huelga de 35.000 trabajadores de la construcción en mayo de 1934.

Frente a los estrechos límites del "sindicalismo" oficial de la dirección nacional del sindicato, los trabajadores del local 574 se dirigieron a toda la clase obrera de la zona para pedir el apoyo a su lucha, eso se aplicaba especialmente a las mujeres y parados. El sindicato colaboraba con los consejos de parados que se habían extendido para luchar por el empleo, el seguro y el subsidio para los parados. El Partido Comunista de EEUU había jugado un papel de dirección en la organización de estos consejos en todo el país. Los parados se unieron a la lucha como voluntarios en los piquetes y actuaban como exploradores, vigilaban los movimientos de la policía, a los empresarios de la Alianza Ciudadana y a los esquiroles. Por su parte, el local 574 planteó en el movimiento obrero la necesidad de apoyar a los parados y fue capaz de presionar a otros sindicatos para que lucharan para que en los proyectos de obras públicas se contratara a parados con derechos y salarios sindicales.

El local 574 también formó un Comité Auxiliar de Mujeres para integrar en la lucha a los familiares y mujeres de los trabajadores. En aquella época todos los camioneros y trabajadores de almacenaje eran hombres, las mujeres en general sólo estaban empleadas en pocos sectores, en industrias como el textil (a finales de 1934 hubo una gran huelga de trabajadoras del textil en el sudeste del país). Las mujeres jugaron un papel clave en la huelga de camioneros: desde llamadas telefónicas para distribuir los piquetes, a trabajar en el comedor y hospital de campaña, la distribución del periódico del comité de huelga o la participación en los piquetes móviles e incluso en las batallas contra la policía y las bandas a sueldo de la Alianza Ciudadana. El Comité Auxiliar también jugó un papel importante en conseguir apoyo para el sindicato y la huelga, cabe destacar una marcha de 700 mujeres hasta la oficina del alcalde para exigir la retirada de los cuerpos "especiales" de policía.

La diferencia clave en esta huelga fueron las estructuras democráticas en la organización de la lucha y que existían desde el inicio. El comité de huelga tenía el control ejecutivo sobre la huelga, después estaba el "comité de cien", se trataba de un órgano más amplio formado por los responsables de los piquetes y veteranos huelguistas. Cuando era posible todas las decisiones importantes se sometían al comité de cien y de ahí se transmitían al conjunto de la militancia. Con eso se conseguía que los dirigentes de la huelga estuvieran sometidos directamente a la base y más tarde, cuando arrestaron a los dirigentes clave del comité de huelga, permitió la continuación de la huelga. También se eligió un comité negociador con dos personas, que tenía la autorización para reunirse con los empresarios y el Estado, proponía y recibía las propuestas, pero no negociaba ni llegaba a un acuerdo independientemente de los huelguistas.

Al llevar a cabo una huelga combativa utilizando métodos de la lucha de clases, el sindicato fue capaz de conseguir un amplio apoyo y la clase obrera de la ciudad estuvo detrás de los camioneros. Eso a pesar de que la clase capitalista puso en funcionamiento su prensa, policía, tribunales, prisiones y Alianza Ciudadana contra los trabajadores.

La huelga se encontró con la total hostilidad de la prensa capitalista, pero los trabajadores también supieron responder. Por primera vez en una huelga en EEUU los trabajadores editaron un periódico diario, The Organizer (El Organizador), en el que se explicaba la lucha del sindicato y sus reivindicaciones, se publicaban informes sobre el desarrollo de la huelga y se distribuía ampliamente en toda la ciudad y la región. Los empresarios eran conscientes del valor que tenía el periódico y pusieron en su punto de mira a los distribuidores e impresores. En el periódico el comité de huelga pedía a los trabajadores que no confiaran en la imparcialidad del gobierno o en la de sus árbitros.

El periódico estaba editado por Max Schachtmann y James Cannon, los dos dirigentes nacionales del Socialist Worker Party (SWP).

Incapaces de acabar con la huelga de mayo a través de los tribunales, los empresarios intentaron romperla utilizando la violencia. Los "especiales" y la policía entraron en City Market con sus camiones y arsenal, el 21 y 22 de mayo hubo enfrentamientos entre trabajadores y policía. Los trabajadores recuperaron el control de City Market en lo que se calificó como "The Battle of Deputy’s Run". No se movía un camión en la ciudad y sus alrededores sin el permiso del sindicato. La huelga terminó el 25 de mayo con el reconocimiento del sindicato, el aumento de los salarios y también con el compromiso de que no se tomarían represalias contra ninguno de los huelguistas después de su regreso al trabajo.

Sin embargo, desde el principio los empresarios dejaron claro que no cumplirían el acuerdo y continuaron negándose a reconocer a los trabajadores de almacenaje las mismas condiciones que los camioneros. Eso llevó en el mes de julio a la tercera y última huelga. Los empresarios envalentonados con el ataque a la dirección del local 574 iniciaron una campaña de calumnias contra ellos, en la prensa capitalista se hacía un llamamiento a los sindicatos a "salvar Minneapolis del comunismo". Los empresarios no sólo querían golpear a los trabajadores, sino que querían literalmente deshacerse de ellos.

Cuando entraron en acción los piquetes móviles, la policía se preparó para la masacre. El 20 de julio, conocido como el Viernes Sangriento, la policía armada con fusiles abrió fuego contra un camión que llevaba diez piquetes, asesinando a Henry Ness y John Belar, e hiriendo a otros 55 trabajadores. Los heridos se dirigieron al local del comité de huelga conde fueron curados por médicos y enfermeras voluntarios. Veinte minutos después de la masacre la Guardia Nacional estaba en las calles y se decretó el estado de excepción. Pero los trabajadores no se dejaron intimidar, el sindicato revocó sus permisos de viaje y paró todos los camiones. La policía se estacionó cerca del local del comité de huelga. 40.000 personas asistieron al funeral de Harry Ness, durante el mismo la policía desapareció de las calles y los trabajadores dirigieron el tráfico.

Poco después, la Guardia Nacional detuvo al comité de huelga. Pero la huelga continuó, después de esas detenciones, una manifestación con más de 40.000 trabajadores exigió la liberación de los dirigentes detenidos. Finalmente, el 22 de agosto los empresarios aceptaron las principales reivindicaciones del sindicato.

La huelga de camioneros de Minneapolis fue un modelo de sindicalismo de clase. En las huelgas posteriores otros trabajadores utilizaron los mismos métodos, en el acero, automóvil,  caucho, textil y otras industrias, además de extender las huelgas de brazos caídos a la industria de automóvil, una forma de ocupar la fábrica. Más tarde, la creación del Congreso de Organizaciones Industriales (CIO), la federación sindical que organizaría a los sectores claves de la economía industrial más grande del mundo, cambió la correlación de fuerzas entre la clase obrera y la clase capitalista en EEUU, permitió la consecución de salarios más altos, más beneficios, la jornada de 40 horas semanales, las horas extras y vacaciones pagadas, inspecciones sanitarias y laborales en los centros de trabajo y más, todo eso es lo que permitió el aumento de los niveles de vida. La fusión del AFL y el CIO en 1955 crearía la mayor federación sindical de cualquier otro país capitalista.

Es importante observar que la huelga de camioneros de 1934 estuvo dirigida por los trotskistas,  jugaron un papel clave militantes del SWP como Dunne Brothers, Carl Skoglund y Farrell Dobbs. Eso elevó enormemente la autoridad del SWP en los sindicatos y representó una importante oportunidad para que el trotskismo se convirtiera en una corriente mucho más amplia en la clase obrera norteamericana. Desgraciadamente, esta oportunidad no fue aprovechada. A pesar de ganar trabajadores, no uno o dos, sino más de 10 y 20, el SWP no fue capaz de realizar un trabajo político en los sindicatos.

Para los marxistas es necesaria la orientación hacia las organizaciones de masas de la clase obrera, eso incluye a los sindicatos, porque es ahí donde primero se dirige la clase cuando se pone en movimiento. Siempre luchamos hombro con hombro junto a nuestra clase, luchando por sus reivindicaciones cotidianas y por un sindicalismo de clase, explicando pacientemente que los intereses de los empresarios y los intereses de los trabajadores no se pueden reconciliar, manteniendo viva la memoria de nuestras tradiciones de lucha. Pero al mismo tiempo ofrecemos una explicación política de la crisis capitalismo e intentamos ganar a los trabajadores y los sindicatos a un programa revolucionario.

En lugar de hacer eso el SWP llevó a cabo una política sindical en gran parte apolítica, no fue más allá de los límites del sindicalismo. Este tipo de trabajo es importante pero no suficiente. Los trabajadores deben tener una expresión política para sus necesidades y aspiraciones y esto, en última instancia, requiere la construcción de un partido político de clase y de masas independiente basado en los sindicatos. Un papel clave de los marxistas en los sindicatos es explicar pacientemente esta idea a nuestra clase. Hay una diferencia fundamental entre hacer trabajo sindical en los sindicatos y hacer un trabajo político revolucionario en los sindicatos.

León Trotsky criticó al SWP, tenía serías preocupaciones con sus métodos y había síntomas que podrían llevar al oportunismo, al intento de buscar atajos donde no existían. Como señalamos: "Proponemos una política sindical no una política bolchevique La política bolchevique comienza fuera de los sindicatos. El trabajador es un sindicalista honesto pero lejos de la política bolchevique. El militante honesto puede desarrollarse pero no es idéntico a ser un bolchevique". Las críticas de Trotsky más tarde demostraron ser correctas, como el SWP continuó adaptándose a sectores de la burocracia sindical y terminó perdiendo a toda una capa de trabajadores que había ganado en las luchas de los años treinta. Desgraciadamente, después de la muerte de Trotsky, el SWP perdió su rumbo en esto y en toda una serie de cuestiones internas e internacionales.

Hoy los sindicatos están a la defensiva. Sólo el 12,4 por ciento de los trabajadores USA están sindicalizados, empresas como GM están despidiendo a decenas de miles de trabajadores sindicalizados y la historia se repite en otras partes. Similar al período que llevó a las huelgas de camioneros, los sindicatos están dominados por una burocracia conservadora atada y las grandes empresas, incapaz de luchar incluso por reformas más básicas. No han dado una respuesta seria a los ataques de los empresarios y el gobierno durante décadas. En realidad, juegan un papel clave en el mantenimiento de la paz social subordinando los intereses de los trabajadores y los mantienen unidos al Partido Demócrata. Pero, como demostró hace 75 años la experiencia de la huelga de camioneros, los sindicatos se pueden transformar, prácticamente de la noche a la mañana, cuando los trabajadores comiencen a mirar hacia los sindicatos en busca de una respuesta a sus problemas, y especialmente si son militantes dedicados en los sindicatos que pueden ganarles a los métodos de la lucha de clases.

Aunque de momento la clase obrera en su mayor parte está hundida por el peso de la recesión, preocupados por tener un empleo y un techo bajo el que cobijarse, cuando la clase se comience a sentir más segura en su situación se moverá para resarcirse con creces. Por eso la tarea de la clase obrera norteamericana es la lucha por la transformación de los sindicatos para convertirles en verdaderos órganos de la lucha de clases y acabar con los partidos políticos de los empresarios.