El embargo de Estados Unidos y la constante agresión imperialista durante más de 55 años contra Cuba han fracasado en el objetivo de desestabilizar al gobierno cubano. En lugar de ello, el pueblo cubano ha demostrado un notable valor y firmeza para resistir todas las maniobras del imperialismo estadounidense y en la defensa de los numerosos logros de la revolución–logros que van desde el sistema médico de Cuba a menudo elogiado, a las campañas de alfabetización de los primeros días de la revolución, y por supuesto, la economía planificada que los hicieron posibles.
Parece que el sistema médico cubano es demasiado eficiente para permitir que el virus imperialista gane algún punto de apoyo por medio de los embargos y las aventuras de la CIA. Sin embargo, es bien conocido el principio de que “una cucharada de azúcar ayuda a tragar la medicina” (Mary Poppins), incluso si la “medicina” es un veneno de serpiente imperialista.
El vendedor en jefe de este veneno o panacea, Barack Obama, visitó recientemente Cuba para vender este producto indeseable. El presidente de Estados Unidos llegó a Cuba rodeado por los representantes de las grandes empresas, que van desde el Director Ejecutivo del MARRIOTT, Arne Sorenson, al Comisionado de Grandes Ligas de Beisbol, Rob Manfred, deseosos de aprovechar las oportunidades creadas por una modificación de la política de Estados Unidos y su presencia expone el verdadero propósito de ese cambio en la política. El imperialismo norteamericano no ha cambiado su objetivo de revertir las conquistas políticas y económicas de la revolución cubana, el objetivo de imponer un gobierno amistoso por parte de Estados Unidos hacia Cuba es la privatización de la economía potencialmente muy rentable. Bajo la presión de las empresas multinacionales, la boca se les hace agua al pensar en acuerdos comerciales rentables y en los mercados cubanos sin explotar, la burguesía estadounidense ha comenzado a girar hacia una política de socavar la revolución cubana por medio del acuerdo económico. El comercio con las empresas estadounidenses ejercería presión sobre la economía cubana para adaptarse al mercado mundial y fortalecería al ala capitulacionista de la burocracia cubana, la cual busca llevar a Cuba por la “vía china” –sacrificando los logros económicos de la revolución para asegurar su propio poder político, ofreciendo al pueblo cubano en el altar del capitalismo como materia prima para la explotación con la esperanza de tener un poco de crecimiento económico.
El presidente Obama ofrece una esperanza para esto, y trata de justificar esta maniobra del imperialismo estadounidense mediante la denuncia de violaciones a los derechos humanos en Cuba. Los cargos de esta naturaleza procedentes de los EE.UU. parecen hipócritas en el extremo cuando se tiene en cuenta el comportamiento monstruoso del imperialismo de Estados Unidos involucrado de forma continua en todo el mundo. Por supuesto, tales violaciones sí ocurren en la isla, sobre todo en el centro de detención de Guantánamo que controla EE.UU.
Se considera absurdo que un presidente de Estados Unidos visite la Plaza de la Revolución para rendir homenaje al revolucionario cubano José Martí y la lucha heroica de Cuba por la autodeterminación. Desde el mismo comienzo de la participación del imperialismo norteamericano en Cuba, el objetivo era el de subvertir la libre determinación de Cuba y establecer la hegemonía estadounidense sobre la isla. Este fue el objetivo de la Guerra Hispano-Norteamericana y la Enmienda Platt, las cuale fueron rotas solamente por la revolución cubana de 1959.
Incluso esa hipocresía, sin embargo, parece insignificante comparada con la suprema ironía de una foto de amplia circulación del presidente Obama, el líder de la burguesía occidental y representante del imperialismo estadounidense, de pie delante de un mural del Che Guevara, un revolucionario y antiimperialista comprometido.
Es muy posible, por supuesto, que un futuro presidente de Estados Unidos, pudiera intentar revertir el relajamiento de la tensión que ha iniciado Obama. Esto se deriva tanto de los desacuerdos dentro de la burguesía estadounidense sobre cómo lograr mejor sus objetivos, y del hecho de que los EE.UU. tienen a menudo no tanto una política hacia Cuba sino más bien una política hacia Florida en la medida que los políticos se acomodan a los intereses de la burguesía cubana exiliada con el fin de ganar el apoyo de valiosos distritos electorales. Sin embargo, la mayoría de los burgueses de América se están alejando cada vez más de esta perspectiva y las corporaciones hambrientas de una nueva fuente de ganancias ejercerán presión sobre cualquier presidente para que continúe la estrategia de Obama, por lo que es cada vez más probable que los EE.UU. normalicen plenamente las relaciones con Cuba en el futuro cercano.
Mientras que los marxistas nos opusimos a los intentos de los EE.UU. de bloquear a Cuba hasta la sumisión e históricamente hemos exigido la abolición del embargo, es importante reconocer que este cambio de táctica por parte de la burguesía norteamericana es sólo la última maniobra en su campaña para revertir todos los logros económicos de la revolución cubana. También es importante evitar caer en la trampa de apoyar a uno u otro partido imperialista simplemente porque trata de normalizar las relaciones en el interés de las empresas estadounidenses. En cambio, los marxistas nos oponemos a todos los intentos—cualquiera que sea la forma que adopten—de la burguesía estadounidense de imponer el capitalismo de mercado en Cuba y defendemos las conquistas de la revolución contra estos abusos. Por otra parte, los marxistas reconocemos que los problemas a los que se enfrenta actualmente la revolución cubana derivan de su aislamiento, una pequeña isla en el mar del capitalismo mundial. En estas condiciones, hay sectores de la dirección cubana que han abrazado el llamado “modelo chino”, lo que llevaría a la restauración capitalista en la isla.