La vitalidad de la revolución venezolana se sigue expresando, década y media después de comenzada. Así lo demuestran los resultados electorales del 7 de octubre y 16 de diciembre, las movilizaciones contra los intentos destituyentes de la oligarquía y el imperialismo ante la enfermedad del presidente Chávez y el recibimiento popular en su retorno a Caracas. Sin embargo la revolución no ha sido completada y se enfrenta a una serie de importantes desafíos en 2013.
El 8 de diciembre Chávez anunció que tenía que someterse a una nueva intervención quirúrgica en Cuba. Añadió que, en caso de quedar inhabilitado para seguir ejerciendo, recomendaba a Nicolás Maduro como sustituto para posibles elecciones presidenciales. Decenas de miles de venezolanos salieron el día siguiente a las calles para mostrar su apoyo al presidente.
La oligarquía venezolana y el imperialismo se lanzaron inmediatamente sobre este anuncio para tratar de deshacerse ¨legalmente¨ de Chávez y desmoralizar a las masas revolucionarias. Calculan que si Chávez es “impredecible”, cualquiera que lo reemplace será más fácil de derrotar electoralmente o más presionable. Un chavismo sin Chávez, piensan, perdería su filo revolucionario, llegando a ser mucho más seguro para los intereses de la propiedad privada.
Ante esta arremetida de la derecha (y a pesar de todas las críticas que existen entre las bases bolivarianas hacia los burócratas y arribistas que dominan las altas esferas del movimiento y las gobernaciones y municipios) los sectores populares apoyaron masivamente al PSUV en las elecciones a gobernadores. El 16 de diciembre sus candidatos ganaron 20 de los 23 estados del país, incluyendo 5 que estaban gobernados por la oposición. La derecha mantuvo el importante estado Miranda, donde ganó su candidato presidencial derrotado, Capriles. El descontento contra los dirigentes chavistas de todas formas se manifestó con interesantes porcentajes para candidatos alternativos, de izquierda, y con el repudio a algunos burócratas que debieron resignar su candidatura.
El 10 de enero era la fecha en que Chávez debía jurar como Presidente reelecto de Venezuela. Sin embargo, con las complicaciones postoperatorias sufridas, cada vez fue quedando más claro que no podría regresar. A la campaña sañuda y repugnante de rumores y mentiras acerca del auténtico estado de salud del presidente Chávez, la derecha le sumó la pretendida defensa de la Constitución bolivariana, la misma que han violado y boicoteado con golpes y sabotajes varios. Además los empresarios acompañaron todo esto con un feroz acaparamiento de alimentos y artículos de primera necesidad.
Una vez más el látigo de la contrarrevolución azuzó el espíritu revolucionario de las masas. El 5 de enero, decenas de miles de personas se concentraron en la Asamblea Nacional, convocados desde abajo y espontáneamente, para mostrar su repudio a la campaña de la oligarquía. El 10 nuevamente marcharon al Palacio de Miraflores para mostrar su apoyo al presidente. De manera simbólica, el pueblo revolucionario juró el cargo ese día, con la consigna: “Yo soy Chávez”.
Se destacan también las multitudinarias movilizaciones del 23 de enero, aniversario de la caída de la dictadura de Pérez Jiménez, lo que hizo desarmar una convocatoria de la derecha para no mostrar, por contraste, su debilidad, y los festejos por el regreso del presidente Chávez a Venezuela el 18 de febrero con centenares de miles de venezolanos en las calles dejando claro que no aceptarán un retroceso en el proceso revolucionario.
A fines de enero el gobierno, con la ayuda de la inteligencia popular, dio una serie de golpes certeros a los acaparadores, confiscando en apenas una semana más de 3.000 toneladas de alimentos básicos en almacenes y galpones en todo el país. Pero el 8 de febrero se anunció la devaluación de la moneda de 4,3 a 6,3 bolívares por dólar tras dos años de estabilidad, lo que puede generar un mayor ingreso por exportaciones petroleras pero encarecerá productos básicos de consumo, como alimentos, muchos de ellos importados. La derecha, hipócritamente, se muestra crítica y se disfraza de defensora de los pobres, cuando históricamente fue hambreadora y explotadora.
Después de 14 años de revolución hay avances sociales muy importantes, como los ya mencionados. Incluso más allá de esos logros materiales, los sectores más oprimidos de la sociedad sienten que por primera vez cuentan para algo en el proceso político. Se ha dado un extraordinario salto adelante en el nivel de conciencia política y de organización de los trabajadores y el pueblo pobre.
Al mismo tiempo también existe un fuerte sentimiento de frustración y rabia ante muchos de los problemas que permanecen. No sólo materiales (como la inflación y el crimen), sino particularmente el problema de la burocracia y el reformismo dentro de las filas de la revolución bolivariana. Los trabajadores y los sectores pobres de la población son conscientes de que esta revolución es suya, pero al mismo tiempo carecen de una organización con una estructura democrática a través de la cual se puedan expresar e imponer sus opiniones sobre el curso a seguir por la revolución. Esta necesidad se hace más aguda ante la posibilidad de que falte el presidente Chávez, en el que las masas siguen depositando sus expectativas
Un sector de la dirigencia bolivariana aboga por una economía mixta en la que los elementos “socialistas” se extenderían progresivamente hasta superar, en algún futuro, a los capitalistas. Al parecer, se llegaría a una sociedad socialista sin molestar demasiado a la clase dominante ni demasiado pronto. En nuestra opinión, este es un camino suicida, porque significa que se está entorpeciendo el funcionamiento normal de la economía capitalista de mercado sin que sea reemplazada por un plan democrático de producción basado en la nacionalización de los medios de producción. Esta situación lleva a la escasez, al sabotaje, a la inflación y a la desorganización general de la economía, que golpean principalmente a los sectores más pobres, la base natural de apoyo a la revolución.
La única manera de resolver este desafío es avanzar de manera clara hacia el socialismo. Esto pasa por expropiar las palancas básicas de la economía (banca, grandes empresas, monopolios y latifundios) y ponerlos bajo el control democrático de la clase trabajadora, para poder planificar la economía en beneficio de la mayoría. Por otra parte es necesario destruir el estado burgués que, aunque debilitado, todavía existe, y reemplazarlo por un nuevo estado revolucionario basado en los consejos de trabajadores y los consejos comunales.
Para luchar por ello, además, es necesario construir una fuerte corriente marxista dentro del PSUV y con raíces en las fábricas y los barrios obreros que muestre el camino. ¡Ni conciliación ni pactos: Adelante hacia el socialismo!