¿Hacia dónde va la Revolución Bolivariana y cuáles son las tareas del movimiento obrero y popular?
Manifiesto de la Corriente Marxista del PSUV – Parte I
El día de hoy, lunes 20 de mayo, mientras a altas horas de la noche todavía se desarrollan las discusiones entre el compañero Nicolás Maduro y diversos empresarios del sector de los medios televisivos, hemos decidido publicar el siguiente manifiesto, elaborado por los compañeros y compañeras que militamos en la Corriente Marxista del PSUV, a fin de ofrecer una contribución desde el punto de vista del socialismo científico al importante debate sobre el papel de los acuerdos y negociaciones recientes que se han sostenido entre el gobierno bolivariano y diversos representantes de la burguesía, de cara a la feroz guerra económica que hemos enfrentado durante los últimos meses, y que todavía enfrentamos, y ante la necesidad de radicalizar la revolución en líneas socialistas como única salida a la sucia guerra económica y al golpe de estado soterrado que se lleva adelante para aplastar de manera definitiva a la Revolución Bolivariana. A continuación les presentamos la primera parte del manifiesto, y durante los proximos dias estaremos publicando el resto del documento.
I. Primera parte:
¿Quiénes son los enemigos de clase de la Revolución Bolivariana?
¿Quién es Lorenzo Mendoza y qué representa este señor para la clase trabajadora y el pueblo pobre?
Lorenzo Mendoza, propietario principal de Empresas Polar, es uno de los principales enemigos de la clase obrera y del pueblo pobre y oprimido de Venezuela, y ello no puede ser de otra forma. Creer que el diálogo o la negociación con este representante de la alta burguesía, pueden convertirlo en un elemento neutral a la Revolución, o incluso, en un elemento “aliado” a la revolución, en lo que respecta al desarrollo económico y social del país, es un absoluto error, que puede conducirnos a graves consecuencias dentro del proceso revolucionario.
Los intereses de Lorenzo Mendoza, y de todo el grupo de accionistas del monopolio Polar, son diametralmente opuestos a los del pueblo trabajador de Venezuela, y por lo tanto, diametralmente opuestos a los intereses, fines y objetivos históricos de la Revolución Bolivariana. No puede cabernos la menor duda de ello.
Mendoza es un capitalista, y como tal, es decir como propietario de medios de producción, posee el “sagrado derecho” de apropiarse de la ganancia o excedente que con su sudor y esfuerzo, producen los obreros y obreras que laboran en sus empresas, todo ello debidamente justificado y legitimado por la legalidad burguesa, legalidad con la que todavía no hemos roto, a pesar de que ya llevamos 14 años de revolución en Venezuela.
El mecanismo fundamental de la acumulación capitalista, es decir, del proceso de enriquecimiento de la burguesía y empobrecimiento del pueblo trabajador, radica precisamente en que, en todo proceso capitalista de producción, los capitalistas, se apropian de la mayor parte de la riqueza que produce la clase trabajadora dentro de las fábricas, sin que por ello, los trabajadores y trabajadoras perciban una contraparte igual, sino que por el contrario, éstos últimos se llevan a cambio un salario que sólo les permite sobrevivir.
De esa forma, la clase obrera no acumula riqueza alguna, sino que más bien, acumula deudas y necesidades, ya que prácticamente la totalidad del salario de cada familia obrera, se consume mensualmente en gastos de vivienda, transporte, alimentos y otros gastos dirigidos a satisfacer necesidades básicas, mientras los capitalistas se llevan a sus bolsillos el 50%, 60%, y hasta el 70% de la riqueza que produce el conjunto de la clase trabajadora de nuestro país, acumulando cientos, miles y hasta millones de millones de bolívares todos los años en sus cuentas bancarias personales.
La garantía de que tal mecanismo funcione con absoluta regularidad y normalidad en la sociedad es, como hemos dicho, el derecho de propiedad privada sobre los grandes medios de producción, derecho tan ardorosa y apasionadamente defendido por los políticos de la burguesía, y que no es otra cosa que el vil derecho de una minoría de la sociedad, propietaria de los medios de producción, de expoliar a la gran mayoría de la sociedad. He ahí las bases de las contradicciones irreconciliables que existen entre Lorenzo Mendoza y la Revolución Bolivariana: por un lado, la acumulación de enormes cantidades de capital, a costa del sudor de la clase obrera, y por otro, el derecho de propiedad que garantiza tal explotación del hombre por el hombre.
No en una, sino en varias oportunidades, Mendoza ha luchado contra la Revolución Bolivariana buscando su derrota definitiva
El primer choque directo de intereses entre la revolución y Mendoza, arranca precisamente con el inicio mismo de la revolución. Durante los primeros años de ésta, el comandante Chávez no hablaba todavía de socialismo, y sólo planteaba hacer reformas progresistas al sistema capitalista, como es el caso de las leyes habilitantes de 2001, entre las que destacaban la ley de tierras, de hidrocarburos y de pesca, sin embargo, tales reformas tenían como objetivo que las masas trabajadoras pudieran tener acceso a una mayor parte de la riqueza que ellas mismas producen, a través de diversos planes de inversión social, y que por lo tanto dicha riqueza no quedara totalmente en manos de las burguesías imperialistas y de su lacaya, la burguesía venezolana.
Ya esto, que no significaba todavía atacar de manera radical los privilegios de la burguesía, basados en la propiedad privada sobre los medios de producción, fue suficiente para que la burguesía venezolana organizara un golpe de estado con el apoyo y la dirección del imperialismo norteamericano contra la Revolución Bolivariana, obviamente debido a que medidas de ese tipo generan horror y terror en la oligarquía, al pensar que tales conquistas puedan conducir y estimular a la clase obrera y a las masas oprimidas del país a exigir más, y a dirigirse entonces contra sus privilegios como clases dominantes.
¿Y cuál fue entonces el papel de Mendoza? Pues obviamente, el de cualquier burgués de Venezuela, es decir, el de apoyar de manera frontal el golpe de estado y participar de manera activa en todo cuanto le fuera posible para que se concretara la retoma del gobierno a manos de la burguesía. Para muestra de ello, hemos tomado un párrafo del correo electrónico que Mendoza envió a distintos gerentes y directivos de Alimentos Polar el día 12 de Abril de 2002, y que ha sido difundido por los camaradas de Aporrea.org, (http://www.aporrea.org/actualidad/n228852.html):
“…A pesar de la injustificable tragedia que nos enluta, la inolvidable jornada civil del Jueves 11, que enaltece la conducta y el valor ciudadanos de nuestra población, puso en marcha poderosas fuerzas de cambio que, en definitiva, dieron al traste con la insostenible situación política, económica, y sobre todo social, que progresivamente venía erosionando el ánimo nacional y minando las normas básicas de gobernabilidad que sirven de sustento a toda sociedad organizada. En el transcurso de las históricas jornadas de los últimos días, Empresas Polar ha actuado en línea con la estrategia definida por el movimiento empresarial organizado, del cual formamos parte. Es por ello que saludamos con beneplácito el advenimiento de un gobierno de transiciónque siente las bases para recuperar la institucionalidad perdida y que promueva el reencuentro y el entendimiento de todos los venezolanos para la lucha de un objetivo común: El progreso del país y la búsqueda de una vida mejor para todos, sustentada en el trabajo y en el esfuerzo individual y colectivo.” (El subrayado es nuestro).
Este pequeño ejemplo, muestra claramente como Mendoza ha estado desde el principio totalmente comprometido con la contrarrevolución y por el derrocamiento y aplastamiento de la Revolución Bolivariana, pero como ya hemos dicho, no podría ser de otra forma. Como buen burgués, sus acciones están en perfecta consonancia con la defensa de sus intereses de clase dominante.
Pero hay otro ejemplo de importancia que debe ser recordado, y es el caso del paro patronal de 2002-2003, en el cual Mendoza, al igual que la grandísima mayoría de los burgueses de este país, cerró sus empresas de manera indefinida, con el fin de golpear al pueblo a través del desabastecimiento, mientras que, a la diferencia del resto de la patronal, a la misma vez pagaba los salarios completos a los trabajadores y trabajadoras de sus empresas, para no provocar una respuesta por parte de éstos, mientras él podía hacerle la guerra económica a la Revolución Bolivariana y al Comandante Chávez, esperando por esta vía, agotar al gobierno para luego poder derribarlo.
El segundo choque directo entre los intereses de Mendoza y de la revolución, se da precisamente después del paro patronal, cuando el presidente Chávez decide aplicar los controles de precios a los productos de la canasta básica, como medida de defensa contra el proceso de encarecimiento de la canasta básica, que se venía desarrollando producto del feroz paro patronal. Desde ése momento y hasta el día de hoy, he allí uno de los principales puntos de conflicto entre el gobierno bolivariano y Mendoza. Veamos por qué.
La contradicción fundamental entre Mendoza y la Revolución Bolivariana, entre la oligarquía y el pueblo pobre, es la contradicción entre el capital y el trabajo.
Cuando se controlan los precios de venta de los diferentes rubros de la canasta básica, mientras a la vez se lleva a cabo un proceso sistemático de alzas salariales a nivel nacional todos los años, como lo hacía el presidente Chávez, entonces evidentemente se afecta con ello la tasa de ganancia de los capitalistas que producen dichos rubros con precio de venta regulado. Ello, es debido a que al subir los salarios todos los años, se aumenta el tamaño de la parte de la riqueza total que produce la clase obrera en las fábricas, que corresponde a ésta en forma de salario, sin que a la vez, como consecuencia de ello, los capitalistas de ese mismo ramo puedan aumentar los precios de venta de sus productos, a fin de lograr recuperar esa parte de más que ahora ganan los trabajadores, para poder resarcir ésa “pérdida”, como los burgueses suelen llamarle, que no es otra cosa realmente, que una “disminución” de su ganancia capitalista en beneficio de los oprimidos de siempre, en beneficio del pueblo trabajador.
Todo ello quiere decir, que evidentemente, la regulación de los precios de venta de productos como el arroz, las pastas de trigo, el aceite vegetal y la harina precocida de maíz entre otros, afectó en una cierta medida la tasa de ganancia que Mendoza obtiene del grupo de empresas suyas dedicadas producir estos rubros.
Nuevamente, ante esta pugna entre intereses económicos opuestos, donde por un lado, se encontraba el pueblo trabajador buscando acceder a los productos de la canasta alimentaria a precios bajos, y por el otro, el interés de Mendoza de continuar su acumulación voraz de capital, Mendoza respondió como todo “buen burgués” lo haría, a saber, reduciendo los niveles de inversión y de producción, lo que obviamente tuvo un impacto directo en la cantidad de oferta que a partir de ese momento estaría a disposición de las familias trabajadoras.
El sistema capitalista funciona sobre la base de la máxima acumulación de riqueza al menor costo posible. Al ponerle topes y regulaciones a la tasa de ganancia de los capitalistas, estos pierden su interés en producir, ya que ahora la misma cantidad de producción no les generará la misma cantidad de dividendos, es allí cuando dejan de invertir, bajan los niveles de producción o incluso, como ha sido harto común durante estos últimos 7 u 8 meses, llevan a cabo una política feroz de desabastecimiento, con el respectivo impacto inflacionario severo al cual tales acciones conllevan.
He allí la contradicción fundamental, como ya lo hemos mencionado, entre Mendoza y el resto de la burguesía parásita, por un lado, y la revolución por el otro. Es pues, el control de la plusvalía, del excedente, de la riqueza que produce la clase trabajadora del país, el meollo de todo este asunto, riqueza que ahora mismo en su mayor parte, sigue en manos de las clases dominantes, tal y como ha sido durante todo el siglo pasado, gracias al “sagrado derecho” de propiedad privada sobre los medios de producción. He ahí el centro y raíz de todo el debate sobre las contradicciones entre la burguesía y la revolución, entre la oligarquía y el pueblo.
La revolución ha impuesto controles y regulaciones progresivas a la ganancia capitalista, lo que ha significado una mayor participación del pueblo trabajador en el usufructo y administración de dicha ganancia, pero los controles a medias no son suficientes para resolver los problemas acuciantes de las masas, ni tampoco son suficientes para evitar que los capitalistas saboteen la economía.
Por lo tanto, la Revolución Bolivariana tiene ante sí una profunda e irreconciliable contradicción por resolver, y es por ello que actualmente nos encontramos en el medio de una encrucijada decisiva para el futuro de la misma. O se resuelve de manera socialista esta contradicción fundamental entre el capital y el trabajo, nacionalizando los grandes medios de producción, bajo el control democrático de la clase obrera, para generar un plan nacional de producción que permita acabar con el desabastecimiento y la inflación, o la burguesía, que no puede de ninguna manera continuar permitiendo los controles y regulaciones que se le han impuesto, y que obviamente afectan sus intereses, hará todo lo que está dentro de sus posibilidades para acabar con la revolución, y no descansará hasta lograrlo, no debe cabernos la menor duda de ello.