El golpe en Venezuela parece estancado, la oposición pierde su empuje y las divisiones internas resurgen. El imperialismo no ha logrado por ahora su objetivo de colocar a Guaidó en el poder, pero eso no impide que multiplique las sanciones y siga promoviendo más bloqueos. Mientras todo esto pasa, el gobierno venezolano comienza una tímida ofensiva, como tanteando cada paso, esperando la reacción del imperialismo. Y en medio de todo este caos, un pueblo que, sin servicio eléctrico, sin agua y en medio de una feroz crisis económica, se niega a rendirse.
Balance del golpe imperialista
Ya para nadie cabe la duda de que el golpe de Estado en Venezuela fue organizado por el imperialismo norteamericano, incluso sus socios ya lo reconocen públicamente como consta de la declaración del Ministro de Exteriores español Josep Borrell, quien en una entrevista ha dicho: “no me cabe ninguna duda, y supongo que, a nadie, de que EE.UU. ha estado propiciando lo que ha ocurrido desde el día 10 de enero”. Entre esas cosas que ha estado “propiciando” el imperialismo podemos enumerar varias: la autoproclamación el 23 de enero del diputado Guaidó como presidente encargado, los intentos de vulnerar la frontera el 23 de febrero con el pretexto de la ayuda humanitaria -confirmándose más tarde por una investigación del New York Times que la misma había sido incendiada por ellos mismos-, los continuos llamados a las Fuerzas Armadas para que desertaran y se pasasen al lado colombiano de la frontera -para luego ser abandonados a su suerte-, y el gran apagón que dejaría a más de la mitad del país sin energía eléctrica. Acciones consecutivas y planificadas de una agresión.
En un artículo anterior, Los acuerdos de la AN para promover un quiebre institucional y más bloqueos, analizábamos los frentes en los que pretendía avanzar el plan de la oposición: un frente interno, en el que se buscaría promover un quiebre de las Fuerzas Armadas y de la burocracia, mientras en el frente externo se promoverían mayores sanciones y bloqueos contra el país, además de los intentos de vulnerar la soberanía tras el pretexto humanitario. Para que el plan opositor tuviese éxito, era indispensable contar con el apoyo de un sector de altos oficiales de las fuerzas armadas que respaldasen al títere Guaidó, sin embargo, este tan esperado “quiebre” no llegó y los oficiales siguieron respaldando al presidente Maduro.
Este no fue un simple error de cálculo, sino que tiene que ver con la propia psicología de quienes durante años ha evitado reconocer al chavismo como una legítima fuerza política del país. Así, su discurso de “somos el 90% de país”, los llevaría luego a asegurar que contaban con el 90% de las Fuerzas Armadas, quedando atrapados en sus propias mentiras. Ahora, en vez de enfrentarse a la realidad tal como es, argumentan que el quiebre no se ha producido “por culpa de los miles de asesores cubanos insertos en la cadena de mando”. Pero esa reacción era de esperarse, si las cosas no salen bien, entonces la culpa es de Cuba.
En el frente internacional, y una vez demostrado que sin importar los ofrecimientos de amnistía o las amenazas del imperialismo no podrían quebrar la institucionalidad armada, Trump intentaría escapar de la trampa hacia adelante, imponiendo sanciones a Cuba para justificar el discurso opositor, pero también presionando a los países del grupo de Lima para construir una coalición que interviniese militarmente Venezuela. Para su desgracia, su homólogo y admirador brasileño, Jair Bolsonaro, sería uno de los primeros en decir que no contaran con él, y no porque no lo quisiera, sino porque tanto su propio ministro de la defensa como su vicepresidente, se han negado [1].
Ante la frustración que debió significar que los sátrapas latinoamericanos no hiciesen lo que él como emperador les ordenaba, se orquestaría un primer ataque contra el ya débil y vulnerable sistema eléctrico nacional. Ciertamente, al igual que cuando señalamos que la supuesta ayuda humanitaria había sido quemada por los seguidores de Guaidó, todo parece indicar que el gran apagón de marzo fue provocado por el imperialismo, sin embargo, hay que señalar que lo que para la Capital fue algo inesperado, en el interior del país ya se habían venido sucediendo apagones durante más de un año, y esto debido a la falta de mantenimiento e inversión, producto de la corrupción que carcome a las instituciones y que en más de una oportunidad había sido denunciada por los trabajadores. En todo caso, si bien se produjo el ataque, también debe abrirse una investigación para que los responsables del estado del sistema eléctrico asuman parte de las consecuencias.
Por si fuese poco, el senador Marco Rubio, enemigo acérrimo de la revolución bolivariana ha amenazado en varias oportunidades a Maduro con la muerte, llegando a señalarle a Gadafi como ejemplo, lo que demuestra una vez más que la defensa de la democracia es para ellos una mera excusa para asesinar impunemente.
La oposición se desinfla
Si es verdad que al comienzo del golpe la oposición logró movilizar a una gran cantidad de personas a sus concentraciones, esto se debía en gran medida a su vieja táctica de prometer “la salida” del gobierno en poco tiempo. Sin embargo, tras los sucesivos fracasos, al intentar generar un “quiebre” en las Fuerzas Armadas o intentar ingresar la supuesta ayuda humanitaria, las movilizaciones también han ido menguando.
Por su parte, el ala más radical de la oposición liderada por María Corina Machado (MCM), quienes presionaban a Guaidó para que se juramentase como presidente, una vez visto que con la autoproclamación no se producía su tan cacareado “quiebre”, ahora presionan a la Asamblea Nacional para que se pida una intervención extranjera por medio de una mala interpretación del artículo 187 de la Constitución Nacional
Esta posición demuestra lo apátrida de la oposición, cuyos dirigentes además tienen a sus familiares en el extranjero y seguramente ellos mismos frente a una agresión imperialistas se pondrían a resguardo mientras el pueblo es asesinado. Así mismo, estos llamados a una intervención extranjera lo que evidencian es la poca capacidad de movilización con la que cuenta la oposición.
Ellos argumentan que el régimen no tiene apoyo, ni popular, ni militar, pero la culpa de no poder sacarlo es de los cubanos y por ello requieren de la intervención. Si todo eso fuese verdad, si Maduro no contase con apoyo popular y militar, entonces su caída sería inminente. Su discurso ni siquiera concuerda con casos históricos, para no ir muy lejos, la propia caída de Marcos Pérez Jiménez en enero del ‘58, demuestra que la historia la escriben las masas que cuando despiertan a la lucha política directa en repudio de cualquier régimen, un pequeño puñado de policías y burócratas no pueden detenerlas.
Ayer, no obstante, MCM recibiría una mala noticia de parte de sus amos norteamericanos, pues Elliot Abrams anunciaría que le parecía “prematuro” la solicitud de una intervención por parte de la Asamblea Nacional. Esto sería, en palabras del periodista de PanAmPost, Orlando Avendaño un “torpedo” contra Guaidó y la dirigente opositora.
Sin embargo, Machado está lejos de aceptar un NO como respuesta. Ante las declaraciones de Abrams, ha respondido que la misma demuestra que “los tiempos de nuestros aliados pueden diferir de los nuestros […] Hoy, con más razón, debemos presionar para q el auxilio internacional a Venezuela se acelere. Por eso, el 187.11”
Llegando a afirmar en otro tuit que debía imponerse el tiempo de los “venezolanos”, es decir, el suyo.
El desconcierto ha cundido hasta sus más acérrimos seguidores. Erik del Búfalo, p. ej., quien es uno de sus más cercanos asesores, ante la negativa de Abrams a invadir Venezuela (por ahora) se preguntaría si Bolsonaro estaría dispuesto, tal cual niño cuando le es negado el permiso por uno de sus padres y recurre entonces al otro.
Sin embargo, y como hemos señalado arriba, tanto el vicepresidente como el ministro de la defensa brasileños han repetido en varias oportunidades que no está abierta la posibilidad de una intervención. Las palabras de su vicepresidente, textualmente han sido: “Vamos manter a linha de não intervenção, acreditando na pressão diplomática e econômica para buscar uma solução. Sem aventuras” [2].
El gobierno contrataca
La posición del gobierno ante el golpe ha sido defensiva. Desde el inicio, Maduro hizo continuos llamados a Trump para poder dialogar, además de dejar en evidencia que incluso desde antes de la autoproclamación de Guaidó, altos dirigentes del PSUV se estaban reuniendo con éste.
Esta línea de negociación no podía conducir sino a una escalada de las agresiones, como vimos posteriormente, sin embargo, el gobierno sabe que el tiempo es un aliado, pues cada día que se mantiene en el poder desmoraliza a la oposición interna y dificulta a los países de “occidente” que mantienen relaciones con Venezuela que no lo reconozcan, por lo menos fácticamente.
Además, una táctica del gobierno ha sido la de convocar a marchas institucionales para demostrar su capacidad de movilización, marchas que ante la arremetida imperialista se nutrieron de militantes de base, pero que a medida que la oposición se desinfla y la amenaza inminente se pierde del horizonte cercano, vuelven a convertirse en movilizaciones desde la institucionalidad.
Recientemente, el gobierno ha tomado la iniciativa. En primer lugar, la Contraloría de la República ha inhabilitado a Guaidó para el ejercicio de cargos públicos por 15 años, al no declarar la procedencia del dinero con los cuales realizó su gira suramericana. Luego, el Tribunal Supremo de Justicia solicitó a la Asamblea Nacional Constituyente que se allanase la inmunidad parlamentaria, lo que fue acordado en la sesión del martes 2 de abril, y que abre la puerta para que el diputado pueda ser enjuiciado por el TSJ.
Esto no cae del cielo, sino que es producto de la presión de las masas, pero sobre todo de la vanguardia del chavismo, para quienes la libertad de Guaidó sigue representado un insulto. Sin embargo, el gobierno actúa con cautela, esperando la reacción del imperialismo a cada acción.
Ahora que Guaidó no cuenta con inmunidad parlamentaria y que además los norteamericanos han bajado de la mesa (por ahora) la intervención militar, hoy más que nunca es el momento para apresar a Guaidó y hacerlo pagar por sus crímenes, sin embargo, no descartamos que estas medidas sean para provocar su huida del país más que para detenerlo. De resultar detenido, sería más como consecuencia de la presión de las bases del chavismo y de la negativa de Guaidó de salir del país, más que de la propia iniciativa del gobierno.
Maniobrando con sus alianzas internacionales, el gobierno ha permitido la entrada de dos aviones rusos con soldados y pertrechos, además de recibir un primer cargamento de ayuda proveniente de China que sería distribuida por la Cruz Roja. La primera acción, se presenta como una demostración por parte de Maduro de sus apoyos foráneos, golpeando de esta manera a la oposición interna desmoralizándola aún más (ya que, en vez de venir los gringos, los que realmente llegaron fueron los rusos). Mientras que el ingreso de la ayuda china sirve para reforzar su argumento de que la escasez de medicamentos es producto del bloqueo norteamericano.
¿Dónde queda el pueblo?
Ante todo esto, la situación del pueblo no ha dejado de empeorar. Si antes del golpe de Estado la situación económica era la principal preocupación de los venezolanos, con una hiperinflación que llegó a estar por sobre el millón por ciento, ahora se le suma la crisis eléctrica y la falta de agua.
En primer lugar, debemos señalar que las medidas para detener la hiperinflación fueron totalmente liberales, ninguna fue revolucionaria. La estabilización del tipo de cambio se logró liberándolo, y la estabilización de los precios se alcanzó estrangulando la capacidad de compra, tal como señalaría Jorge Martín.
Todas estas medidas hechas en el marco del capitalismo, terminan colocando el peso de la crisis en los hombros de los trabajadores en lugar de avanzar definitivamente hacia la expropiación y la puesta en marcha de una economía bajo control obrero y democrático de os trabajadores.
Respecto a la crisis de los servicios, el gobierno recientemente ha destituido al que fuese ministro de Energía Eléctrica, el Mayor General Motta Domínguez, sin embargo, hasta ahora no se ha anunciado una investigación para determinar su responsabilidad en el deterioro del sistema. Por el contrario, la solución del gobierno ha sido la aplicación de un plan de racionamiento (llamado de “administración de carga”), en el que se excluye a la capital, pero se condena al interior del país a interminables apagones para mantener el suministro eléctrico en la Gran Caracas.
Estados como el Zulia (que tiene uno de los niveles más altos de consumo), han venido sufriendo constantes apagones por más de un año. Con el mega apagón de marzo, su situación se ha hecho crítica. Según el plan de racionamiento, al estado le corresponderían entre 4 y 6 horas de servicio eléctrico, es decir, entre una sexta o cuarta parte del día. ¡Una situación insoportable!
Respecto al tema del agua, la crisis eléctrica ha afectado el ya comprometido servicio, ya que el no poder encenderse las bombas hidráulicas, también se corta el suministro (que ya estaba racionado). Nuevamente, se requiere, pero no se ha anunciado, una investigación para dar con la causa de la escasez de agua. Incluso, durante los apagones, el servicio de agua mediante cisternas se estaba cobrando en dólares, por lo que sólo los que podían pagar tenían acceso.
Ante esta situación el gobierno ha hecho poco. No se ha visto a los alcaldes, gobernadores, diputados, constituyentes o concejales electos por el PSUV apoyando, o por lo menos acompañando, a quienes en los barrios de las grandes ciudades se están organizando para resistir colectivamente a la debacle.
Como vemos, el gobierno no está considerando el potencial revolucionario del pueblo para solventar la debacle a través de su auto organización, ni tampoco para enfrentar el golpe de Estado.
Desde nuestra perspectiva, derrotar definitivamente el golpe de Estado solo es posible adoptando medidas revolucionarias firmes y basándose en la movilización revolucionaria de la clase trabajadora y el pueblo pobre. En primer lugar, resolver la crisis económica en términos socialistas, esto es, expropiando a la burguesía, reduciría los apoyos de la oposición a lo interno. Por otro lado, el control obrero de las instituciones y ministerios, como primer paso en la demolición del aparato estatal burgués y la edificación de un nuevo poder, evitaría la corrupción que ha llevado a los servicios públicos al deplorable estado en el que se encuentran. Por último, un llamado al pueblo a participar activamente en el combate al golpe de Estado, armando a las milicias populares y organizando a la población para tomar las empresas y espacios de los que conspiran contra la república debería ser prioridad antes que las negociaciones ocultas y los pactos con la derecha.
Una verdadera salida a la crisis sólo se logrará de la mano del pueblo. No serán los rusos o los chinos los que mantengan la estabilidad en el país para el beneficio de los intereses soberanos de Venezuela. Si este proceso se ha mantenido por el estoicismo de un pueblo que sigue luchando día a día y se niega a rendirse, a pesar de tener una dirección vacilante y en muchos casos contrarrevolucionaria.
Nuestro llamado es a la organización con autonomía e independencia de clase, para la defensa de los intereses de las grandes mayorías de trabajadores y jóvenes. A la lucha por impulsar la construcción de una alternativa revolucionaria que haga frente al imperialismo, a la burguesía, a sus títeres de derecha, y también a la quinta columna que está traicionando al proceso bolivariano desde dentro. Todo esto, para disputar el poder, establecer un gobierno obrero y completar la revolución.