Una alternativa marxista a la crisis global del capitalismo (1ª Parte)

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¡Qué la crisis la paguen los patrones! 

Manifiesto de la Corriente Marxista Internacional

La crisis del capitalismo es global y está teniendo un impacto profundo en las condiciones de vida de millones de trabajadores de todo el mundo. Entre los trabajadores y jóvenes comienza a formarse la conciencia de que algo en este sistema va seriamente mal, que esta no es la manera en la que deben vivir los seres humanos. Los trabajadores buscan una explicación y alternativas para salir de este caos.

¡Qué la crisis la paguen los patrones! 

Manifiesto de la Corriente Marxista Internacional

La crisis del capitalismo mundial es un hecho que nadie puede ignorar. Ayer mismo los economistas nos aseguraban que era imposible un  nuevo 1929. Ahora hablan de la amenaza de otra Gran Depresión. El FMI advierte del riesgo de una recesión económica severa y prolongada a escala mundial. Lo que comenzó como un colapso financiero en EEUU se ha extendido ahora a la economía real, amenazando los empleos, las viviendas y las vidas de millones de personas.

El pánico se ha apoderado de los mercados. Richard Fuld, ex-ejecutivo jefe del banco quebrado Lehman Brothers, dijo en el Congreso norteamericano que su banco había volado debido a una "tormenta de miedo". Esa tormenta no muestra signos de amainar. No sólo los bancos están amenazados con la bancarrota, sino también países, como demuestra el ejemplo de Islandia. Asia se suponía que salvaría al mundo de la recesión, pero los mercados asiáticos han sido arrastrados por el torbellino general. Diariamente se registran caídas exorbitantes desde Tokio a Shanghái, desde Moscú a Hong Kong.

Este es el mayor colapso financiero desde 1929. Y como ocurrió con el gran crack, también ha estado precedido de una especulación masiva durante el período anterior. La magnitud de la especulación en las últimas dos décadas no tiene precedentes. La capitalización bursátil en EEUU pasó de 5,4 billones de dólares en 1994 a 17,7 billones en 1999, y a 35 billones en 2007. Esto supera con creces la cantidad de capital especulativo que estaba presente antes de 1929. El mercado mundial de "derivados" alcanza por lo menos los 500 billones de dólares, lo cual es diez veces más que el total de la producción mundial de mercancías y servicios.

En los años de boom, cuando los banqueros consiguieron acumular cantidades incalculables de riqueza, no se planteaba compartir las ganancias con el resto de la sociedad. Pero ahora que tienen dificultades recurren al gobierno exigiendo dinero. Si un jugador compulsivo pide prestados mil dólares y los pierde, al ser incapaz de devolverlos irá a prisión. Pero si un banquero rico apostó miles de millones de dólares del dinero de otras personas y los pierde, no sólo no va a prisión, sino que además el Estado lo recompensará con más miles de millones de dólares de otras personas.

Enfrentados al riesgo de un colapso total del sistema bancario, los gobiernos están tomando medidas desesperadas. La administración Bush ha inyectado 700.000 millones de dólares en las arcas de los banqueros en un intento frenético de infundir vida a un sistema financiero moribundo. Es el equivalente de aproximadamente 2.400 dólares por cada hombre, mujer y niño de EEUU. El gobierno británico ha anunciado un plan de rescate superior a los 400.000 millones de libras (proporcionalmente muy superior al de EEUU) y la Unión Europea ha añadido otros tantos miles de millones. El plan de rescate alemán asciende a aproximadamente el 20 por ciento del PIB de la economía más grande de Europa. El gobierno de Angela Merkel prometió 80.000 millones de euros para recapitalizar los bancos con problemas, y el resto ha sido destinado a cubrir las garantías de los préstamos y las pérdidas. Hasta ahora se han gastado ya en el mundo aproximadamente 2,5 billones de dólares y eso no ha conseguido detener la espiral descendente.

Medidas desesperadas

La crisis actual está lejos de haber terminado todo su recorrido. Las medidas que han tomado gobiernos y bancos centrales no la detendrán. Al arrojar grandes sumas de dinero a los bancos sólo conseguirán, en el mejor de los casos, un respiro temporal y aliviar ligeramente la crisis a costa de una enorme carga de deuda para las futuras generaciones. Pero todo economista serio sabe que los mercados tienen que caer aún más.

En cierto sentido, la situación actual es aún peor que en los años treinta. La enorme oleada de especulación que precedió y preparó esta crisis financiera es varias veces mayor que la que desencadenó el crack de 1929. Las cantidades de capital ficticio que se han bombeado al sistema financiero mundial y que constituyen un veneno que amenaza con destruirlo todo, son tan formidables que nadie es capaz de cuantificarlas. La consiguiente "corrección" (por hacer uso del eufemismo actual al que recurren los economistas) será por tanto incluso más dolorosa y duradera.

En los años treinta EEUU era el mayor acreedor del mundo, ahora es el mayor deudor. En la época del New Deal, Roosevelt, en un intento de sacar la economía norteamericana de la Gran Depresión, tenía a su disposición enormes cantidades de dinero. Hoy, Bush tiene que suplicar a un Congreso reticente que le entregue un dinero que no tiene. La aprobación del regalo de 700.000 millones de dólares a los grandes negocios significa el aumento correspondiente del endeudamiento público. Esto a su vez significa todo un período de austeridad y recortes de los niveles de vida para millones de ciudadanos estadounidenses.

Estas medidas de pánico no evitarán la crisis, que apenas acaba de comenzar. De la misma manera, el New Deal de Roosevelt, contrariamente a la percepción popular, no detuvo la Gran Depresión. La economía norteamericana permaneció en situación de depresión hasta 1941, cuando EEUU entró en la Segunda Guerra Mundial y el gigantesco gasto militar finalmente acabó con el desempleo. Una vez más nos enfrentamos a un período largo de declive de los niveles de vida, cierres de fábrica, reducción de los salarios, recortes del gasto público y austeridad general.

Los capitalistas se encuentran en un callejón sin salida y no ven una alternativa. Todos los partidos tradicionales están en una situación de perplejidad que raya la parálisis. El presidente Bush le ha dicho al mundo que "llevará su tiempo" para que su plan de rescate financiero funcione. Mientras tanto, más empresas caen en la bancarrota, más gente pierde su empleo y más naciones se arruinan. La crisis crediticia está comenzando a estrangular a empresas antes sanas. Incapaces de conseguir capital, las empresas tendrán que recortar primero la inversión fija, después el capital circulante y finalmente el empleo.

Los empresarios están rogando a los gobiernos y bancos centrales que recorten los tipos de interés. Pero en las circunstancias actuales esta medida no ayudará. El recorte coordinado de medio punto porcentual fue seguido por caídas profundas en los mercados bursátiles mundiales. El caos en los mercados no se resolverá con reducciones de los tipos de los tipos de interés de los bancos centrales. Frente a una recesión global nadie quiere comprar acciones y nadie está dispuesto a prestar dinero. Los bancos dejan de prestar dinero porque no confían en recuperar ese dinero. Todo el sistema está amenazado con la parálisis.

A pesar de los esfuerzos coordinados de los bancos centrales para inyectar dinero al sistema, los mercados del crédito siguen obstinadamente congelados. El gobierno británico dio a los banqueros un regalo superior a los 400.000 millones de libras. La reacción fue una caída de la bolsa. De hecho, el tipo de interés de los préstamos interbancarios aumentó después del anuncio de este donativo y tras el anuncio de que el Banco de Inglaterra reduciría los tipos de interés medio punto porcentual. Por lo general, estos recortes no se están trasladando a los prestatarios ni a los compradores de casas. Estas medidas no han solucionado la crisis, sino más bien han metido dinero en los bolsillos de la misma gente cuya actividad especulativa, si no causó la crisis, sí la ha exacerbado enormemente y le ha dado un carácter convulso e incontrolable.

Los banqueros nunca pierden

En el pasado, el banquero era percibido como un hombre respetable con traje gris que se suponía era un modelo de responsabilidad y que sometía a la gente a una severa investigación antes de prestar dinero. Pero en el último período todo eso cambió. Con los tipos de interés bajos y abundante liquidez, los banqueros dejaron a un lado la cautela y prestaron miles de millones de dólares por altos márgenes a gente que, cuando subieron los tipos de interés, descubrieron que eran incapaces de devolver los préstamos. El resultado fue la crisis de las hipotecas subprime que ayudó a desestabilizar todo el sistema financiero.

Los gobiernos y bancos centrales conspiraron para avivar las llamas de la especulación en un intento de evitar una recesión. Con Alan Greenspan al frente de la Reserva Federal de Estados Unidos los tipos de interés se mantuvieron muy bajos. Esta medida fue alabada como una política sabia. Pero estos métodos de posponer el día funesto sólo sirvieron para hacer que la crisis fuera mil veces peor cuando ésta finalmente llegó. El dinero barato permitió a los banqueros participar en una orgía de especulación. Los individuos pedían dinero prestado para invertir en propiedad o comprar bienes; los inversores utilizaban la deuda barata para invertir en valores con mayor rendimiento o vivían de prestado a costa de las inversiones existentes; los préstamos bancarios iban muy por delante de los depósitos bancarios alcanzando un nivel sin precedentes, y las actividades dudosas no se apuntaban en los libros de balance.

Ahora toda esta situación se ha convertido en su contrario. Todos los factores que impulsaron la economía se combinan ahora para crear una fiera espiral descendente. Cuando llega la hora de pagar la deuda, la escasez de crédito amenaza con paralizar toda la economía. Si un trabajador comete un grave error en su trabajo, será despedido. Pero cuando los banqueros arruinan todo el sistema financiero, esperan ser recompensados. Los hombres con trajes elegantes que hicieron fortunas especulando con el dinero de otros ahora exigen que el contribuyente los rescate. Esta es una lógica muy peculiar que la mayoría de la gente tiene dificultades para comprender.

En los años de boom el sector bancario y financiero consiguió enormes ganancias. Sólo en el año 2006 los grandes bancos generaron aproximadamente el 40 por ciento de todos las ganancias empresariales de EEUU. Es una industria donde los altos ejecutivos reciben recompensas 344 veces superiores a lo que cobra un trabajador medio norteamericano. Hace treinta años un presidente medio de una empresa conseguía aproximadamente 35 veces el salario de un trabajador medio. El año pasado, el presidente de una de las 500 primeras empresas recibió en concepto de "compensación" 10,5 millones de dólares.

Los banqueros quieren que olvidemos todo esto y nos concentremos en la urgencia de salvar los bancos. Todas las necesidades apremiantes de la sociedad se dejan a un lado y la riqueza de la sociedad se pone enteramente a disposición de los banqueros, cuyos servicios a la sociedad se supone que son más importantes que los servicios de enfermeras, médicos, profesores o trabajadores de la construcción. Los gobiernos de la Unión Europea (UE) y EEUU gastaron en una semana el equivalente a lo que sería necesario para aliviar el hambre mundial durante casi 50 años. Mientras millones pasan hambre, los banqueros continúan recibiendo suntuosos salarios y bonificaciones, y mantienen un estilo de vida extravagante a costa de la población. El hecho de que exista una crisis no supone ninguna diferencia para ellos.

"¿En interés de todos?"

A la mayoría de la gente no le convence los argumentos de los banqueros y políticos. Se sienten amargamente molestos por el hecho de que su dinero, tan difícil de ganar, sea entregado a los banqueros y a los ricos. Pero cuando protestan se encuentran con un coro ensordecedor de políticos que dicen: "No hay alternativa". Este argumento se repite con tanta frecuencia e insistencia que silencia a la mayoría de los críticos, especialmente cuando todos los partidos políticos están de acuerdo en ello.

Demócratas y Republicanos, socialdemócratas, demócrata-cristianos, conservadores y laboristas, todos han unido sus fuerzas en una auténtica conspiración para convencer a la opinión pública de que está "en el interés de todos" robar a la clase obrera para poner más dinero en manos de los gánsteres empresariales. "Necesitamos un sistema bancario sano (es decir, rentable)", gritan. "Necesitamos restaurar la confianza porque, si no, tendremos un Apocalipsis mañana por la mañana".

Este tipo de argumentación pretende generar una atmósfera de pánico y temor para que sea imposible tener una discusión racional. Pero, ¿en qué consiste realmente este argumento? Despojado de todas las sutilezas, significa sólo una cosa: Ya que los bancos están en manos de los ricos, y ya que los ricos sólo "arriesgarán" su dinero si consiguen una alta tasa de ganancia, y ya que de momento no están consiguiendo ganancias sino sólo pérdidas, el gobierno debe intervenir y darles grandes sumas de dinero para restaurar sus ganancias y, por tanto, su confianza. Así, y sólo así, todo estará bien.

El famoso economista norteamericano John Kenneth Galbraith resumió este argumento de la siguiente forma: "Los pobres tienen demasiado dinero y los ricos no tienen suficiente". La idea es que si a los ricos les va bien entonces a largo plazo algo de la riqueza se derramará y nos beneficiaremos todos. Pero como decía Keynes: a largo plazo todos estaremos muertos. Además, esta teoría ha demostrado ser falsa en la práctica.

El argumento de que es absolutamente necesario inyectar enormes sumas de dinero público en los bancos porque no hacerlo significaría una catástrofe, no convence a los trabajadores. Estos últimos hacen una pregunta muy sencilla: ¿por qué debemos pagar nosotros por los errores de los banqueros? Si ellos son los que se han metido en este lío, entonces ellos deberían salir solos. Aparte de una considerable pérdida de empleos en los sectores financiero y de servicios, la crisis bancaria afecta en otros sentidos a los niveles de vida. La agitación en los mercados ha hundido la bolsa y devastado los ahorros de trabajadores y clase media.

Hasta la fecha, los planes privados de jubilación en EEUU han perdido 2 billones de dólares. Eso significa que gente que ha trabajado duro durante toda su vida y ahorrado dinero con la esperanza de tener una jubilación relativamente digna, ahora tiene que cancelar esos planes y retrasar su jubilación. Más de la mitad de las personas entrevistadas en una encuesta reciente decían que les preocupaba tener que trabajar más horas porque el valor de sus ahorros para la jubilación había caído y casi uno de cada cuatro ha tenido que aumentar el número de horas de trabajo.

Mucha gente se enfrenta a los desahucios y a la pérdida de sus hogares. Si una familia pierde su casa, se dice que es el resultado de su propia codicia y falta de previsión. Las férreas leyes del mercado y la "supervivencia del más fuerte" los condenan a vivir en la calle. Es una cuestión privada y no preocupa al gobierno. Pero si un banco se arruina por la especulación voraz de los banqueros, es una terrible desgracia para toda la sociedad y, por tanto, toda la sociedad debe unirse para salvarlo ¡Esta es la lógica retorcida del capitalismo!

Hay que luchar contra este intento vergonzoso de colocar la carga de la crisis sobre los hombros de los que menos tienen. Para resolver la crisis es necesario arrebatar todo el sistema bancario y financiero de las manos de los especuladores y ponerlo bajo el control democrático de la sociedad, para así servir a los intereses de la mayoría y no a los intereses de los ricos.

Nosotros exigimos:

1)   ¡No más rescates a los ricos! ¡Ninguna compensación a los peces gordos! Nacionalización de los bancos y aseguradoras bajo el control y administración democrática de los trabajadores. Las decisiones bancarias se deben tomar en interés de la mayoría de la sociedad y no en el interés de una minoría de zánganos ricos. La compensación por los bancos y empresas nacionalizadas sólo se debe pagar en caso de necesidad comprobada a pequeños inversores. La nacionalización de los bancos es la única manera de garantizar los depósitos y ahorros de la gente corriente.

2)   Control democrático de los bancos. Los consejos de administración deberían estar formados de la siguiente manera: un tercio elegido por los trabajadores del banco, un tercio elegido por los sindicatos para representar a los intereses de la clase obrera en su totalidad y un tercio por el gobierno.

3)   Prohibición inmediata de las bonificaciones exorbitantes, los salarios de todos los ejecutivos deberían limitarse al salario de un trabajador calificado. ¿Por qué un banquero debe ganar más que un médico o un dentista? Si los banqueros no están dispuestos a cumplir unos términos razonables, hay que mostrarles la puerta y sustituirlos por licenciados calificados, muchos de los cuales buscan empleo y están dispuestos a servir a la sociedad.

4)   Reducción inmediata de los tipos de interés, que deberían limitarse a los costos indispensables de las operaciones bancarias. Disposición de crédito barato para aquellos que lo necesiten: pequeñas empresas y trabajadores para comprar casas, y no para los banqueros y capitalistas.

5)   Derecho a una vivienda, paralización inmediata de los remates y desahucios, reducción general de los alquileres y un programa masivo de construcción de viviendas sociales baratas y de calidad.

La causa de la crisis

La causa de fondo de la crisis no es el mal comportamiento de algunos individuos. Si eso fuera así entonces la solución sería sencilla: conseguir que en el futuro se comporten mejor. Eso es lo que Gordon Brown quiere decir cuando habla de la "transparencia, honestidad y responsabilidad". Pero todo el mundo sabe que las finanzas internacionales son tan transparentes como un pozo negro, que la fraternidad bancaria es tan honesta como una reunión de la mafia, y es tan responsable como un jugador compulsivo. Pero incluso si todos los banqueros fueran unos santos, eso no supondría ninguna diferencia fundamental.

No es correcto atribuir la causa de la crisis a la avaricia y la corrupción de los banqueros (aunque son sumamente codiciosos y corruptos). Más bien es una expresión de la enfermedad del sistema en general, una expresión de la crisis orgánica del capitalismo. El problema no es la codicia de ciertos individuos, ni la falta de liquidez o la ausencia de confianza. El problema es que el sistema capitalista a escala mundial está en un absoluto callejón sin salida. La causa primordial de la crisis es que el desarrollo de las fuerzas productivas ha superado los estrechos límites de la propiedad privada y el Estado nacional. La expansión y contracción del crédito con frecuencia se presenta como la causa de la crisis, pero en realidad es sólo el síntoma más visible. Las crisis son una parte integral del sistema capitalista.

Marx y Engels hace tiempo explicaron que:

"Las condiciones de producción y de cambio de la burguesía, el régimen burgués de la propiedad, la moderna sociedad burguesa, que ha sabido hacer brotar como por encanto tan fabulosos medios de producción y de transporte, recuerda al brujo impotente para dominar los espíritus subterráneos que conjuró. Desde hace varias décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de las modernas fuerzas productivas que se rebelan contra el régimen vigente de producción, contra el régimen de la propiedad, donde residen las condiciones de vida y de predominio político de la burguesía.

"Basta mencionar las crisis comerciales, cuya periódica reiteración supone un peligro cada vez mayor para la existencia de la sociedad burguesa toda. Las crisis comerciales, además de destruir una gran parte de los productos elaborados, aniquilan una parte considerable de las fuerzas productivas existentes. En esas crisis se desata una epidemia social que a cualquiera de las épocas anteriores hubiera parecido absurda e inconcebible: la epidemia de la superproducción. La sociedad se ve retrotraída repentinamente a un estado de barbarie momentánea; se diría que una plaga de hambre o una gran guerra aniquiladora la han dejado esquilmada, sin recursos para subsistir; la industria, el comercio están a punto de perecer ¿Y todo por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos, demasiada industria, demasiado comercio.

"Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya para fomentar el régimen burgués de la propiedad; son ya demasiado poderosas para servir a este régimen, que embaraza su desarrollo. Y tan pronto como logran vencer este obstáculo, siembran el desorden en la sociedad burguesa, amenazan dar al traste con el régimen burgués de la propiedad. Las condiciones sociales burguesas resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza por ellas engendrada. ¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía? De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remedia unas crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas".

Estas palabras de El Manifiesto Comunista, escrito en 1848, son tan relevantes y están tan vigentes hoy como cuando fueron escritas. Podían haber sido escritas ayer.

En cualquier caso, la cuestión más importante no es la banca sino la economía real: la producción de mercancías y servicios. Para poder obtener ganancias, los capitalistas estos deben encontrar un mercado. Pero la demanda está sufriendo una abrupta caída y la situación se ha agravado por la falta de crédito. Nos enfrentamos a una crisis clásica del capitalismo que ya se ha cobrado muchas víctimas inocentes. El colapso de los precios inmobiliarios en EEUU ha llevado a una crisis en la industria de la construcción, que ya ha destruido miles de puestos de trabajo. La industria automotriz está en crisis, las ventas en EEUU están en su nivel más bajo en 16 años. Esto a su vez significa una caída de la demanda de acero, plástico, caucho, electricidad, petróleo y otros productos. Tendrá consecuencias en toda la economía, supondrá un aumento del desempleo y una caída de los niveles de vida.

Anarquía capitalista

Durante los últimos treinta años o más, nos han insistido que el mejor de los sistemas económicos posibles era algo llamado economía de libre mercado. Desde finales de los años setenta, el mantra de la burguesía fue "dejá los mercados a rienda suelta" y "mantené al Estado fuera de la economía". Se suponía que el mercado poseía poderes mágicos que le permitían organizar las fuerzas productivas sin la intervención del Estado. Esta idea es tan vieja como Adam Smith, que en el siglo XVIII hablaba de la "mano invisible del mercado". Los políticos y economistas alardeaban de haber eliminado el ciclo económico. "No regresaremos al ciclo de boom y recesión", repetían una y otra vez.

¡Ni hablar de seguir regulación alguna! Todo lo contrario, exigían a gritos que se suprimieran todas las regulaciones ya que iban en "detrimento del libre mercado". Por lo tanto, arrojaron a la hoguera todas las regulaciones y dejaron que las fuerzas del mercado reinaran libremente. La concupiscencia por el beneficio hizo el resto, según se movían de un continente a otro cantidades enormes de capital sin ningún tipo de obstáculo, destruyendo industrias y derrumbando divisas nacionales sólo con apretar la tecla de una computadora. Es lo que Marx denominaba la anarquía del capitalismo. Ahora vemos los resultados. Con 700.000 millones de dólares del gobierno estadounidense y más de 400.000 millones de libras del británico, el Estado se verá implicado en la economía durante muchos años. 400.000 millones de libras es el equivalente a la mitad de la renta nacional británica. Incluso si esta cantidad se reembolsa (que es mucho suponer) eso significa muchos años de aumentos de impuestos, recortes del gasto social y austeridad.

El instinto de manada, una ley muy vieja, es lo que gobierna el comportamiento de los mercados. El apenas perceptible olor de un león merodeando en la sabana conseguirá que una manada de ñus se asuste y provocará una estampida que nada detendrá. Este es el tipo de mecanismo que determina los destinos de millones de personas. Esta es la cruda realidad de la economía de mercado. Igual que el ñu puede oler a un león, los mercados pueden oler la inminencia de la recesión. La perspectiva de una recesión es la verdadera causa del pánico. Una vez que esto ocurre, nada puede detenerlo. Todos los discursos, todos los recortes de tipos de interés, todas las limosnas a los bancos no tendrán efecto en los mercados financieros. Verán que los gobiernos y bancos centrales tienen miedo y sacarán las conclusiones necesarias.

El pánico que ha recorrido los mercados amenaza con aplastar todos los intentos de los gobiernos de contener la crisis. Ninguna de las medidas desesperadas adoptadas por la Reserva Federal de EEUU, ni los gobiernos europeos, ni por los bancos centrales han conseguido detener la estampida. El efecto de este escándalo es mayor porque la misma gente que ahora pide a gritos la ayuda estatal es la que siempre gritaba que el gobierno no tenía cabida en el funcionamiento de la economía y que el libre mercado debía funcionar sin regulaciones ni ninguna otra forma de intromisión del Estado.

Ahora todos se quejan amargamente de que los reguladores no hicieron bien su trabajo. Pero hasta hace poco todos estaban de acuerdo en que la tarea de los reguladores era sencillamente dejar solos a los mercados. Las autoridades protectoras tienen mucha razón cuando dicen que su trabajo no es dirigir los bancos, porque ese fue el mantra de los últimos treinta años. Desde Londres a Nueva York y Reikjiavik los reguladores fracasaron y dieron rienda suelta a los "excesos" de la industria financiera. Durante las últimas tres décadas todos los defensores de la economía de mercado exigieron la supresión de las regulaciones.

La competencia por los negocios entre centros financieros se suponía que garantizaba que el mercado funcionase de manera eficiente, gracias a la mano invisible del mercado. Pero la bancarrota de esta política de laisez-faire quedó cruelmente al descubierto el invierno de 2007. Ahora todos se dan golpes en el pecho y gimen por las consecuencias de sus propios actos. La sociedad paga ahora la factura de una política que permitió a los capitalistas y a sus representantes políticos intentar mantener un boom inflando constantemente la burbuja especulativa. Todos participaron en este masivo fraude. Republicanos y Demócratas, laboristas y conservadores, socialdemócratas y ex "comunistas", todos abrazaron la economía de mercado y aplaudieron este alegre carnaval de hacer dinero.

Es muy fácil ser sabio después de que han sucedido los acontecimientos, como te dirá cualquier borracho a la mañana siguiente después de una borrachera. Todos juran que han aprendido la lección y que nunca más beberán, una decisión excelente que sinceramente quieren cumplir, hasta la siguiente borrachera. Ahora los reguladores financieros están metiendo la nariz en incluso los aspectos más pequeños de los asuntos de la banca, pero sólo después de que los bancos se pusieran al borde del colapso. ¿Dónde estaban antes los reguladores?

Ahora todo el mundo culpa de la crisis a los banqueros codiciosos. Pero sólo ayer estos mismos banqueros codiciosos eran saludados universalmente como los salvadores de la nación, los creadores de riqueza, los emprendedores de riesgos y los creadores de empleo. Muchos en la City de Londres y en Wall Street ahora se enfrentan a la pérdida de sus puestos de trabajo. Pero los negociantes habrán conseguido millones por la especulación en el mercado. Los jefes de los operadores en los consejos de administración permitieron que continuara el casino porque su salario estaba también vinculado a los resultados a corto plazo.

Tardíamente las autoridades intentan poner freno a los salarios de los banqueros como uno de los precios de los planes de rescate. Lo hacen no por principio ni convicción, sino porque temen la reacción de la población ante el escándalo de que se paguen enormes sobresueldos de los fondos públicos a las mismas personas que han causado el caos en la economía. A los empresarios no les importa el ambiente de rabia y odio que se está acumulando en la sociedad. En cualquier caso, les es indiferente. Pero los políticos no se pueden permitir ser totalmente indiferentes a los votantes que pueden echarlos en las próximas elecciones.

El problema al que se enfrentan es que es imposible regular la anarquía capitalista. Se quejan de la codicia, pero ésta es el corazón de la economía de mercado y no se puede evitar. Todos los intentos de limitar la "excesiva" remuneración, las comisiones, etc., se encontrarán con un sabotaje. El mercado expresará su desaprobación con repentinas caídas de los precios de las acciones. Eso servirá para concentrar la mente de los legisladores y los obligará a prestar atención al electorado real: los propietarios de la riqueza. Cuando un trabajador sacrifica este año un aumento salarial, ese dinero está perdido para siempre. Pero esa misma regla no se aplica a los banqueros y capitalistas. Incluso si estos últimos, por razones cosméticas, aceptan restringir este año sus gratificaciones, compensarán este gran "sacrificio" aumentado sus ingresos el próximo año. No es nada difícil.

La idea de que los hombres y las mujeres son incapaces de ordenar mejor sus asuntos es una calumnia monstruosa contra la raza humana. Durante los últimos 10.000 años la humanidad ha demostrado ser capaz de superar todos los obstáculos y avanzar hacia el objetivo final de la libertad. Los maravillosos descubrimientos de la ciencia y la tecnología han puesto en nuestras manos la perspectiva de resolver todos los problemas que nos han atormentado durante siglos y milenios. Pero este colosal potencial nunca se podrá desarrollar hasta su máxima plenitud mientras esté subordinado al sistema de la ganancia.

Por una vida mejor

Increíblemente, en sus esfuerzos por defender el capitalismo, algunos comentaristas intentan culpar de la crisis a los consumidores y compradores de casas. "Todos somos culpables", dicen, sin ni siquiera ruborizarse. Después de todo, según dicen, nadie nos obligó a tomar un 125 por ciento de hipoteca ni a endeudarnos para pagar las vacaciones en el extranjero o zapatos de diseño. Pero en una situación donde la economía se desarrolla rápido y el crédito es barato, incluso los pobres tienen la tentación de "vivir más allá de sus posibilidades". En realidad, en determinado momento los tipos de interés reales en EEUU fueron negativos (porque los tipos de interés estaban por debajo de a inflación), eso significaba que a la gente se la castigaba por no adquirir un préstamo.

El capitalismo crea constantemente nuevas necesidades y la publicidad es ahora una gran industria, que utiliza los métodos más sofisticados para convencer a los consumidores de que deben tener esto o aquello. El estilo de vida colmado de las ricas "celebridades" se presenta ante la mirada fija de los pobres, les presentan una visión distorsionada de la vida y les lavan el cerebro para que aspiren a cosas que nunca serán suyas. Después, los hipócritas burgueses señalan con el dedo acusador a las masas que, como Tántalo, están condenados a observar el banquete mientras sufren todos los tormentos del hambre y la sed.

No hay nada inmoral e ilógico en aspirar a una vida mejor. Si los hombres y las mujeres no aspiraran constantemente a algo mejor, entonces nunca habría progreso. La sociedad se hundiría en una situación de estancamiento e inercia. Ciertamente, debemos aspirar a una vida mejor, porque sólo tenemos una. Y si todo lo que podemos esperar es lo que ahora existe, la perspectiva de la humanidad realmente sería sombría. Lo que sí es inmoral e inhumano es la lucha incesante por la supervivencia que ha creado el capitalismo, que se basa en la codicia individual, no simplemente como una virtud sino como el motivo principal de todo progreso humano.

La clase capitalista cree en la presunta supervivencia del más fuerte. Sin embargo, lo que quieren decir con esta supervivencia no es el más fuerte o más inteligente, sino sólo el rico, a pesar de que pueda ser débil, estúpido, feo o enfermo, y da igual cuántos seres inteligentes y fuertes mueran en el proceso. Se cultiva sistemáticamente la idea de que mi avance personal debe ser a costa de los demás, que mi codicia personal debe ser satisfecha con las pérdidas de los otros y que para avanzar es necesario pisotear a los demás. Este tipo de violento individualismo burgués es la base moral y psicológica de muchos de los males que actualmente afectan a la sociedad, que corroe sus entrañas y la arrastran al nivel de la barbarie primitiva. Es la moralidad de la competencia brutal, el concepto de "sálvese quien pueda y tonto el último".

Esta caricatura miserable de la selección natural es una calumnia a la memoria de Charles Darwin. De hecho, no fue la competencia sino la cooperación la clave para la supervivencia y el desarrollo de la raza humana desde sus primeros orígenes. Nuestros primeros ancestros en la sabana del África oriental (porque todos descendemos de inmigrantes africanos) eran criaturas débiles y pequeñas. Carecían de garras y dientes fuertes. No podían correr tan rápido como los animales que querían comer o los depredadores que los querían comer. De acuerdo con la "supervivencia del más fuerte" nuestra especie se habría extinguido hace millones de años. La principal ventaja evolutiva que poseían nuestros ancestros fue la cooperación y la producción social. El individualismo en esas condiciones habría significado la muerte.

Cambios en la conciencia

A los defensores de la llamada teoría de la supervivencia del más fuerte sólo hay que hacerles una pregunta sencilla: ¿por qué a los bancos, que han demostrado una incapacidad total para la supervivencia, no les dejan morir sino que se los debe salvar a toda costa con la generosidad de esa misma sociedad que se supone no existía? Para salvar a los bancos débiles y no aptos, dirigidos por banqueros estúpidos e ineficientes, se supone que la mayoría inteligente y trabajadora debe sacrificarse con mucho gusto. Pero la sociedad de ninguna manera está convencida de la utilidad de esta noble causa, ni de que deban abandonarse cosas "superfluas" como hospitales y escuelas, ni aceptar un régimen de austeridad en el futuro.

Las sacudidas económicas que diariamente aparecen en los diarios y pantallas de televisión cuentan una historia cuyo significado es claro para todos: el sistema actual no funciona. Por utilizar una expresión norteamericana: no ha estado a la altura de la situación. No hay dinero para la salud, escuelas o pensiones, pero para Wall Street hay todo el dinero del mundo. En palabras del escritor norteamericano más grande de la actualidad, Gore Vidal, lo que tenemos es "socialismo para los ricos y economía de libre mercado para los pobres".

Mucha gente normal está sacando de esta situación conclusiones correctas. Comienzan a cuestionar el sistema capitalista y buscan alternativas. Desgraciadamente, no hay alternativas inmediatamente evidentes. En EEUU miran a Obama y los Demócratas. Pero los Republicanos y los Demócratas sólo son la bota derecha e izquierda del Gran Capital. Gore Vidal dijo: "En nuestra República hay un solo partido, el Partido de la Propiedad, con dos alas de derecha". Obama y McCain apoyaron lealmente el plan de rescate de 700.000 millones de dólares para el Gran Capital. Representan los mismos intereses con sólo leves variaciones en la táctica.

Estos acontecimientos tendrán un efecto poderoso sobre la conciencia. Una proposición elemental del marxismo es que la conciencia humana es profundamente conservadora. En general a la gente no le gusta el cambio. El hábito, la tradición y la rutina juegan un papel muy importante en la modelación de la psicología de las masas, que normalmente se resiste a la idea de alteraciones importantes en sus vidas y costumbres. Pero cuando los grandes acontecimientos sacuden la sociedad hasta sus cimientos, la gente se ve obligada a reconsiderar sus viejas ideas, creencias y prejuicios.

Ahora hemos entrado en ese período. El largo período de relativa prosperidad que ha durado dos décadas o más en los países capitalistas desarrollados dejó su huella, fuera de una suave recesión en 2001. A pesar de todas las injusticias manifiestas del capitalismo, a pesar de las largas horas de trabajo, la intensificación de la explotación, la bruta desigualdad, el lujo obsceno de la riqueza desfilando vergonzosamente al lado de un número creciente de pobres y marginados, a pesar de todo esto, la mayoría de la gente creía que la economía de mercado funcionaba y que podría incluso beneficiarla. Esto fue particularmente cierto en EEUU. Pero para un número de gente cada vez mayor eso ya no es así.

Cómo combatir el desempleo

Durante el boom, cuando se hacían fantásticas ganancias, la mayoría de la clase obrera no experimentó un aumento real de los salarios. Fue sometida a una incesante presión para conseguir una productividad cada vez mayor y más horas de trabajo. Pero ahora, cuando la crisis comienza a golpear, la clase obrera está amenazada no sólo por los drásticos recortes de los niveles y condiciones de vida, sino también con la pérdida de sus empleos. Los cierres de fábricas y el aumento del desempleo están a la orden del día. Esto a su vez significa una profundización de la crisis y un mayor deterioro de los niveles de vida de la población. A escala mundial, millones se enfrentan al peligro de ser arrojados al pozo de la pauperización.

Durante diez años la economía española se presentó como el motor de la creación de empleo de la zona euro. Ahora las filas de desocupados en España han aumentado en más de 800.000 personas el año pasado. El colapso de la larga década del boom de la construcción ha empujado la tasa de desempleo española al 11,3 por ciento, la mayor de la Unión Europea. "Lo peor está por llegar, esto sólo acaba de comenzar", decía Daniele Antonucci, un economista de Merrill Lynch International con base en Londres. Pronostica que la tasa de desempleo española aumentará el próximo año hasta el 15 por ciento, mientras que el desempleo europeo pasará al 8,1 por ciento desde el 7,5 por ciento de fines de 2008. En realidad, las cifras del desempleo son aún peores, pero los gobiernos recurren a todo tipo de trucos para reducirlas. La misma situación existe, en mayor o menor grado, en todos los países.

Si no pueden aumentar o mejorar su nivel de vida, los trabajadores deben al menos defenderlo. El desempleo amenaza a la sociedad con la desintegración. La clase obrera no puede permitir el desarrollo de un desempleo masivo crónico. El derecho al trabajo es un derecho fundamental. ¿Qué tipo de sociedad condena a millones de hombres y mujeres sanos a una vida de inactividad forzosa cuando su trabajo y habilidad es necesario para satisfacer las necesidades de la población? ¿Acaso no necesitamos más hospitales y escuelas? ¿No necesitamos buenas rutas y viviendas? ¿No necesitamos reparar y mejorar la infraestructura y el sistema de transportes?

La respuesta a todas estas preguntas es bien conocida. Pero la respuesta de la clase dominante siempre es la misma: no podemos costear estas cosas. Ahora todo el mundo sabe que esta respuesta es falsa. Sabemos que los gobiernos pueden generar enormes cantidades de dinero cuando conviene a los intereses de la minoría rica que posee y controla los bancos y la industria. Sólo cuando la mayoría de la clase obrera pide que se atiendan sus necesidades entonces los gobiernos dicen que la caja está vacía.

¿Qué demuestra esto? Demuestra que en el sistema en que vivimos las ganancias de unos pocos son más importantes que las necesidades de muchos. Demuestra que todo el sistema productivo está basado en una única y exclusiva cosa: la ganancia o, por decirlo claramente, la codicia. Cuando los trabajadores van a la huelga, la prensa (que también es propiedad y está controlada por un puñado de multimillonarios) los ridiculizan calificándolos como "avariciosos". Pero su "avaricia" es sólo la lucha para cubrir sus necesidades: pagar el alquiler o la hipoteca, pagar la comida y el combustible que suben cada mes, satisfacer las necesidades de sus hijos y familias.

Por otro lado, la codicia de los banqueros y capitalistas es la codicia de acumular inmensas fortunas a partir del trabajo de otros (porque ellos no producen nada). Con ese dinero compran obras de arte, no para su regocijo personal sino sólo como otro tipo de inversión rentable, un estilo de vida opulento y extravagante, o para satisfacer una nueva especulación que siempre termina en colapso económico y miseria, no para ellos mismos, sino para la mayoría sobre la que descansa el trabajo productivo de la sociedad.

En el pasado los empresarios decían que la nueva tecnología aliviaría la carga de trabajo, pero ha ocurrido lo contrario. ¡La UE acaba de aprobar una ley que aumenta la jornada laboral semanal máxima a 60 horas! Esto sucede en la primera década del siglo XXI, cuando los milagrosos avances de la ciencia y la tecnología modernas han producido más aparatos para ahorrar trabajo que en toda la historia anterior. ¿Qué sentido tiene? ¿Cuál es el sentido de tener un gran número de desempleados pagados por no hacer nada mientras en los centros de trabajo a otros se los obliga a trabajar largas horas de trabajo extra forzoso?

Durante el boom, los empresarios obligaron a los trabajadores a largas horas de trabajo extra, para exprimir hasta la última onza de plusvalía de su trabajo. Pero cuando la recesión comienza y ya no tienen mercado para sus mercancías, no vacilan en cerrar sus fábricas como si se tratasen de cajas de fósforos, echando a los trabajadores a la calle mientras explotan hasta el límite a los demás. El callejón sin salida del capitalismo es tal que el desempleo ya no tendrá un carácter "coyuntural", sino que cada vez será más orgánico o "estructural". Un hombre o una mujer con más de 40 ó 50 años de edad probablemente no trabajará más en su vida, mientras que muchas personas calificadas que pierden su empleo tendrán que aceptar empleos no calificados y peor pagos para sobrevivir.

¡Esta es la economía de un manicomio! Desde un punto de vista capitalista es bastante lógico. ¡Pero nosotros rechazamos esta lógica loca del capitalismo! Contra la amenaza del desempleo debemos defender la consigna de obras públicas y repartir el trabajo sin pérdida de salario. La sociedad necesita escuelas, hospitales, rutas y viviendas. ¡Los desocupados deben tener trabajo en un programa de obras públicas!

Los sindicatos deben garantizar que los desempleados estén estrechamente vinculados a los trabajadores, unidos en la solidaridad y la responsabilidad mutua. ¡Es necesario compartir el trabajo disponible sin pérdida de salario! Todo el trabajo disponible se debe dividir entre la fuerza laboral de acuerdo con la jornada laboral semanal definida. El salario medio de cada trabajador debe ser el mismo que existía con la antigua jornada laboral. Los salarios, garantizando estrictamente un mínimo, deben subir de acuerdo con los precios. Este es el único programa que puede proteger a los trabajadores en tiempos de crisis.

Cuando consiguen enormes ganancias los dueños de la propiedad guardan celosamente sus secretos empresariales. Ahora que hay crisis, señalarán a sus libros de balance como una "prueba" de que no pueden satisfacer las reivindicaciones de los trabajadores. Este es especialmente el caso de los capitalistas más pequeños. Pero la cuestión no es si nuestras reivindicaciones son "realistas" o no desde el punto de vista de los empresarios. Tenemos el deber de proteger los intereses vitales de la clase obrera y protegerla de los peores efectos de la crisis. Los empresarios se quejarán de que esto reducirá sus ganancias y que tendrá un efecto negativo en su incentivo para invertir. ¿Pero qué incentivo tiene la mayoría de la población en un sistema basado en la ganancia privada? Si los intereses vitales de la mayoría son incompatibles con las demandas del sistema actual, ¡entonces al diablo el sistema!

¿Realmente es lógico que la vida y el destino de millones de personas estén determinados por el juego ciego de las fuerzas del mercado? ¿Es justo que la vida económica del planeta se decida como si fuera un casino gigantesco? ¿Está justificado que la codicia de ganancias sea la única fuerza motriz que decide si hombres y mujeres tendrán un empleo o un techo sobre sus cabezas? Aquellos que poseen los medios de producción y controlan nuestros destinos responderán de manera afirmativa porque corresponde a sus intereses. Pero la mayoría de la sociedad, que son las víctimas inocentes de este sistema caníbal, tendrá una opinión muy distinta.

Luchando por defenderse contra los intentos de hacerles pagar la crisis, los trabajadores comprenderán la necesidad de un cambio fundamental de la sociedad. La única respuesta a los cierres de fábrica son las ocupaciones de fábrica: "Fábrica cerrada, fábrica tomada". Esa es la única consigna efectiva para combatir los cierres. Las ocupaciones de fábrica necesariamente llevan al control obrero. A través del control obrero los trabajadores adquieren la experiencia de la contabilidad y administración de la empresa que les permitirá más tarde dirigir la sociedad en general.

Esta ha sido la experiencia de las luchas obreras más avanzadas en los años recientes, sobre todo en América Latina. En Brasil (CIPLA/Interfibras, Flaskô y otras fábricas), Argentina (Brukman, Zanon, IMPA y muchas otras) y en Venezuela, donde la gigantesca empresa PDVSA fue dirigida y volvió a ser puesta en funcionamiento por los obreros durante los meses que duró el cierre patronal en 2002-2003, y donde en 2005 se desarrolló el movimiento de fábricas ocupadas alrededor de INVEVAL y que cobra mayor fuerza.

En todos estos casos y en muchos más, los trabajadores han intentado con éxito, a pesar de todos los inconvenientes, dirigir sus empresas bajo el control y administración de los trabajadores. Pero el control obrero no puede ser un fin en sí mismo. Plantea la cuestión de la propiedad. Plantea la pregunta: ¿Quién es el dueño de la casa? El control obrero o bien lleva a la nacionalización o bien simplemente será un episodio efímero. La única solución real al desempleo es una economía socialista planificada, basada en la nacionalización de los bancos y de las principales industrias bajo el control y administración democrática de los trabajadores.

Nosotros exigimos:

1)   ¡No al desempleo! ¡Trabajo o salario completo para todos!

2)   ¡No a los secretos empresariales! ¡Apertura de los libros de balance de las empresas! Los trabajadores deben tener acceso a información sobre todas las estafas, especulación, evasión de impuestos, acuerdos sospechosos y comisiones o compensaciones económicas excesivas. ¡Que los trabajadores puedan ver cómo han sido estafados y quién es el responsable del caos actual!

3)   ¡No a los cierres de fábricas! ¡Fábrica cerrada, fábrica tomada!

4)   ¡Nacionalización de las fábricas amenazadas de cierre bajo el control y gestión de los obreros!

5)   Por un amplio programa de obras públicas. Por un programa de emergencia de construcción para satisfacer la demanda de vivienda social, escuelas, hospitales y rutas que dé empleo a los desocupados.

6)   ¡Introducción inmediata de la jornada laboral de 32 horas semanales sin reducción salarial!

7)   Por una economía socialista planificada, donde se elimine el desempleo y la sociedad inscriba en su bandera: DERECHO UNIVERSAL AL TRABAJO

¡Luchar por la defensa del nivel de vida!

Mientras los banqueros y los empresarios conseguían fabulosas ganancias, los salarios de la mayoría se estancaban o caían en términos reales. El abismo entre ricos y pobres nunca ha sido tan grande como hoy. Las ganancias récord han ido acompañadas de una desigualdad récord. The Economist (no sospechoso de ser un periódico de izquierda) decía: "La única tendencia verdaderamente continua durante los últimos 25 años ha sido hacia una mayor concentración de la renta de los más ricos". (The Economist, 17/6/2006.) Una ínfima minoría se ha enriquecido obscenamente, mientras que la parte de la renta nacional que corresponde a los trabajadores se ha reducido constantemente y los sectores más pobres se han hundido en una pobreza cada vez más profunda. El huracán Katrina reveló ante todo el mundo la existencia de una subclase de ciudadanos empobrecidos que viven en condiciones tercermundistas en el país más rico del planeta.

En EEUU millones están amenazados con la pérdida de sus empleos y viviendas, mientras la explotación continúa a ritmo acelerado. Al mismo tiempo que Bush anunciaba el plan de rescate de 700.000 millones de dólares, las empresas energéticas norteamericanas registraban un aumento de la morosidad en el pago de facturas de gas y electricidad. El mayor incremento de cortes de suministros de energía eléctrica se dio en los Estados de Michigan (22 por ciento) y Nueva York (17 por ciento), aunque también se acrecentó en Pensilvania, Florida y California.

Los trabajadores de EEUU producen un 30 por ciento más que hace diez años. Pero los salarios apenas han aumentado. La estructura social cada vez está más forzada. En el seno de la sociedad han aumentado enormemente las tensiones, incluso en el país más rico del mundo. Se está preparando el terreno para una explosión aún mayor de la lucha de clases. No sólo es el caso de EEUU. En todo el mundo el boom ha ido acompañado de un desempleo elevado. Las reformas y las concesiones retrocedieron incluso en el punto álgido del boom. Pero la crisis del capitalismo no sólo significa que la clase dominante ya no pueda soportar más reformas, sino que ni siquiera puede permitir la existencia de aquellas reformas y concesiones conquistadas por los trabajadores en el pasado.

La clase obrera no ha sacado ningún beneficio real del boom y ahora le presentan la factura de la recesión. En todas partes se atacan los niveles de vida. Para defender las ganancias de los empresarios y banqueros, hay que reducir los salarios, aumentar las horas e intensidad del trabajo, y reducir el gasto en escuelas, hospitales y viviendas. Esto significa que incluso las condiciones de vida semi-civilizadas conseguidas en el pasado ahora están amenazadas. En las condiciones actuales no se puede conseguir ninguna reforma significativa sin una lucha seria. La idea de que es posible conseguirlo mediante el compromiso con los empresarios y los banqueros es falsa hasta la médula.

La idea de la "unidad nacional" para combatir la crisis es un engaño cruel ¿Qué unidad de intereses puede existir entre los millones de trabajadores y los super-ricos explotadores? Sólo puede ser la unidad del caballo y el jinete que clava sus espuelas en el lomo. Los dirigentes de los partidos socialistas, laborista y de izquierda que aprobaron las "medidas contra la crisis" que suponen regalos abundantes a los banqueros, recortes y austeridad para la mayoría de la sociedad, lo que hacen es traicionar los intereses de la gente que los eligieron. Aquellos dirigentes sindicales que argumentan que en una crisis "todos debemos trabajar codo con codo" e imaginan que es posible obtener concesiones mediante la moderación salarial, aceptando todas las imposiciones de los empresarios, conseguirán lo contrario de lo que pretenden. ¡La debilidad invita a la agresión! Cada paso atrás que demos, los empresarios exigirán tres más. Por el camino de la colaboración de clases y el llamado nuevo realismo sólo hay nuevas derrotas, cierres de fábricas y reducciones de los niveles de vida.

Mientras aumenta de manera inexorable el desempleo, también aumenta el costo de la vida. La nafta, el gas, la electricidad, los alimentos, todo ha subido, mientras que los salarios se han congelado y los beneficios de las grandes empresas energéticas se disparan. En el período pasado los economistas burgueses decían que habían "domado la inflación". ¡Qué ridículos suenan hoy esos argumentos! Las familias que ayer vivían con dos salarios ahora viven con uno, o ninguno. La lucha por la vida asume ahora un significado cada vez más cruel para millones de personas. La inflación y la austeridad simplemente son las dos caras de la misma moneda. No pueden servir a los intereses de la clase obrera. Rechazamos totalmente todos los intentos de colocar la carga de la crisis, la desorganización del sistema bancario y todas las demás consecuencias de la crisis del sistema de la ganancia capitalista sobre los hombros de la clase trabajadora. Exigimos empleo y condiciones decentes de vida para todos.

La única solución al ascenso galopante de los precios es la escala móvil salarial. Esto significa que los convenios colectivos de trabajo deberían garantizar una suba automática de los salarios con relación al incremento de los precios de los bienes de consumo. Los banqueros y sus representantes políticos dicen a las masas: no podemos ofrecer salarios más altos porque eso provocará inflación. Pero todo el mundo sabe que los salarios lo único que intentan siempre es alcanzar a los precios, y no al contrario. La respuesta es la escala móvil de precios-salarios, mediante la cual los salarios automáticamente se vinculen a los incrementos del costo de la vida. Sin embargo, incluso esto no es suficiente. Los índices oficiales de inflación están truchados para que subestimen el dato real de inflación y, por tanto, se les pide a los trabajadores que pidan aumentos salariales que no superen estas cifras falsas. Por esa razón es necesario que los sindicatos sean los que elaboren la tasa real de inflación, basada en el precio de las necesidades básicas (incluidos alquileres y costos de vivienda) y la revisen continuamente. Todas las reivindicaciones salariales se deberían basar en esto.

Nosotros exigimos:

1)   ¡Un salario y una jubilación decentes para todos!

2)   Escala móvil salarial, vinculando los aumentos salariales con el incremento del costo de la vida.

3)   Los sindicatos, cooperativas y asociaciones de consumidores son los que deben elaborar el índice real del costo de la vida en lugar del índice "oficial" que no refleja la verdadera situación.

4)   Creación de comités de trabajadores, amas de casa, pequeños comerciantes y desempleados para controlar los aumentos de precios.

5)   Abolición de todos los impuestos indirectos e introducción de un sistema fuertemente progresivo de impuestos directos. Supresión de todos los impuestos a los pobres y que paguen los ricos.

6)   ¡Reducción drástica de la factura del combustible! Eso sólo se puede conseguir mediante la nacionalización de las empresas energéticas, lo que nos permitiría imponer controles de precios a los precios del gas y la electricidad para los consumidores. ¡No más beneficios a costa de la población!

Los sindicatos

En el período actual, los trabajadores más que nunca necesitan de sus organizaciones de masas, sobre todo los sindicatos. El sindicato es la unidad básica de organización. No será posible luchar por la defensa de los salarios y niveles de vida sin sindicatos poderosos. Por eso los empresarios y sus gobiernos siempre tratan de socavar los sindicatos y restringir su esfera de acción mediante la legislación antisindical.

El largo período de boom ha afectado a los dirigentes sindicales, los cuales han abrazado la política de colaboración de clases y se han convertido en "sindicatos de servicios", precisamente cuando las condiciones para este tipo de cosas han desaparecido. Los dirigentes sindicales de derecha son la fuerza más conservadora de la sociedad. Dicen a los trabajadores que "todos estamos en el mismo barco" y que todos debemos hacer sacrificios para salir de la crisis, que los empresarios no son el enemigo y que la lucha de clases es algo "pasado de moda".

Alaban la negociación entre los asalariados y el Capital, que consideran como el "nuevo realismo". En realidad, es el peor tipo de utopía. Es imposible reconciliar intereses de clases mutuamente excluyentes. En las condiciones actuales la única manera de conseguir reformas y aumentos salariales es a través de la lucha. De hecho, será necesario luchar para defender las conquistas del pasado que en todas partes están amenazadas. Esto está en contradicción directa con la política de colaboración de clases defendida por los dirigentes sindicales, que reflejan el pasado, no el presente ni el futuro.

En sus intentos de castrar los sindicatos y convertirlos en instrumentos para controlar a los trabajadores, la clase dominante utiliza todo su poder para corromper a la cúpula de los sindicatos e incorporarlos al Estado. Nos oponemos a todos estos intentos y defendemos el fortalecimiento y democratización de la organización sindical a todos los niveles. Los sindicatos deben ser independientes del Estado y deben controlar a sus dirigentes, y obligarlos a luchar enérgicamente por los intereses de los trabajadores.

Los dirigentes sindicales reformistas, a los que les gusta considerarse a sí mismos como prácticos y realistas, en realidad son totalmente ciegos y obtusos. No tienen la más mínima idea de la catástrofe que está preparando la crisis del capitalismo. Imaginan que es posible salir del paso, aceptando recortes y otras imposiciones con la esperanza de que todo finalmente irá bien. Se aferran a las "buenas relaciones" con los capitalistas e imaginan que ellos pueden cambiar su comportamiento. Por el contrario, toda la historia demuestra que la debilidad invita a la agresión. Por cada paso atrás que nosotros demos, los empresarios exigirán tres más.

Incluso cuando se ven obligados, debido a la presión desde abajo, a convocar huelgas y huelgas generales, hacen todo lo que está en su poder para limitar estas acciones a simples gestos, limitados en el tiempo y su alcance. Cuando se ven forzados a convocar manifestaciones de masas, las convierten en espectáculos y carnavales con globos y bandas musicales, sin ningún contenido de clase combativo. Para los dirigentes eso es sólo una válvula de escape. Para los sindicalistas serios, al contrario, las huelgas y manifestaciones son una forma de conseguir que los trabajadores comprendan su poder y preparar el terreno para un cambio fundamental de la sociedad.

Incluso en el período anterior ya existía una corriente subterránea de descontento debido a los ataques contra los derechos de los trabajadores y la legislación anti sindical. Ahora saldrá a la superficie y encontrará una expresión en las organizaciones de masas de la clase obrera, empezando por los sindicatos. La radicalización de la base entrará en conflicto con el conservadurismo de la dirección. Los trabajadores exigirán una transformación total de los sindicatos, de arriba abajo, y lucharán por transformarlos en verdaderas organizaciones de lucha.

Defendemos la construcción de sindicatos de masas, democráticos y combativos, que sean capaces de organizar a la mayoría de la clase obrera, formarla y prepararla prácticamente, no sólo para una transformación radical de la sociedad, sino para la dirección real de la economía en una futura sociedad socialista democrática.

Nosotros exigimos:

1)   Total independencia de los sindicatos del Estado.

2)   Fin de la conciliación obligatoria, no a los acuerdos anti huelgas y otras medidas que restringen el margen de acción de los sindicatos.

3)   ¡Democratización de los sindicatos y que estén firmemente controlados por los militantes!

4)   ¡Supresión de la elección de por vida! ¡Elección de todos los dirigentes sindicales con derecho a revocación!

5)   ¡Contra la burocracia y el arribismo! Ningún dirigente sindical puede cobrar un salario superior al de un obrero calificado. Todos los gastos deben estar disponibles para ser inspeccionados por la militancia.

6)   ¡No a la colaboración de clases! Por un programa militante que movilice a los trabajadores en defensa de los empleos y sus niveles de vida.

7)   Por la unidad sindical sobre la base de las reivindicaciones antes mencionadas.

8)   Control por la base, incluido el fortalecimiento de los comités de delegados sindicales y la creación de comités de huelga durante las mismas y otros conflictos, como una forma de garantizar la máxima participación del mayor número de trabajadores.

9)   Por la nacionalización de los altos comandos de la economía y la creación de una democracia industrial donde los sindicatos jugarían un papel clave en la administración y control de todos los centros de trabajo. El sindicalismo no es un fin en sí mismo, sino sólo un medio para un objetivo, que es la transformación socialista de la sociedad.

La juventud

La crisis del capitalismo tiene unos efectos particularmente negativos en el caso de la juventud, que representa la clave para el futuro de la raza humana. La decadencia senil del capitalismo amenaza con socavar la cultura y desmoralizar a la juventud. Capas enteras de jóvenes no ven salida a este callejón sin salida, convirtiéndose en carne de cañón del alcoholismo, las drogas, la delincuencia y la violencia. Cuando los jóvenes son asesinados por una zapatillas o una campera debemos preguntarnos en qué tipo de sociedad vivimos. La sociedad anima a la gente joven a que aspire a tener productos de consumo que no se puede permitir, después levantan las manos horrorizados por los resultados.

Margaret Thatcher, la máxima predicadora de la economía de mercado, dijo en cierta ocasión que la sociedad no existe. Esta filosofía nociva ha tenido los resultados más devastadores desde que fue puesta en práctica hace treinta años. El crudo individualismo ha contribuido poderosamente a crear un espíritu de egoísmo, avaricia e indiferencia hacia los sufrimientos de los demás que se ha filtrado como un veneno en el cuerpo de la sociedad. Es la esencia real de la economía de mercado.

La verdadera medida del nivel de civilización de una sociedad es cómo ésta cuida a sus ancianos y jóvenes. Partiendo de esta medida, esta sociedad no consigue la clasificación de sociedad civilizada, más bien la de una sociedad que está al borde de la barbarie. Incluso en el período de boom ya existían síntomas de barbarie en la sociedad, con una oleada de crimen y violencia, y la proliferación de actitudes antisociales y nihilistas entre una capa de la juventud. Pero este ambiente es un reflejo fiel de la moralidad del capitalismo.

Los reaccionarios protestan estrepitosamente por esta situación pero, como no pueden admitir que este tipo de cosas son la consecuencia del sistema social que ellos defienden, son impotentes para proponer ninguna solución. Su única respuesta es llenar las prisiones con jóvenes, que aprenden cómo ser verdaderos criminales en lugar de ser simples aficionados. Y así entramos en un círculo vicioso de alienación social, drogadicción, degradación y crimen.

La "respuesta" del establishment es criminalizar a la juventud, culparla de los problemas generados por la propia sociedad, aumentar la política represiva, construir más prisiones y endurecer el código penal. En lugar de solucionar el problema, estas medidas sólo pueden agravarlo y crear un círculo vicioso de crimen y alienación. Este es el resultado lógico del capitalismo y la economía de mercado, que trata a las personas como simples "factores de producción" y subordina todo a la búsqueda de ganancias. Nuestra respuesta para la juventud es: ¡organícense y únanse junto a la clase obrera en la lucha contra el capitalismo y por el socialismo!

La crisis del capitalismo significa más desempleo y un nuevo deterioro de la infraestructura, educación, salud y vivienda. Esta decadencia de los niveles civilizados conlleva el riesgo de más desintegración social. Supondrá un aumento del crimen, del vandalismo, del comportamiento antisocial y la violencia.

Es necesario tomar medidas urgentes para evitar que nuevas capas de la juventud se hundan en el pantano de la desmoralización. La lucha por el socialismo significa la lucha por la cultura en su sentido más amplio, elevar las aspiraciones de los jóvenes y darles un objetivo en la vida, que sea más que la supervivencia a un nivel apenas superior al de los animales. Si se trata a las personas como animales se comportarán como animales. Si se las trata como seres humanos reaccionarán en consecuencia.

Los recortes en la educación, la eliminación de las becas y la imposición de aranceles y préstamos de estudios significan la exclusión de los jóvenes de la clase obrera de la educación superior. En lugar de ser adecuadamente formados para satisfacer las necesidades de la sociedad y tener acceso a la cultura, la mayoría de los jóvenes están condenados a una vida de trabajo pesado y empleos no calificados y mal pagos. Al mismo tiempo, se permite a las empresas privadas interferir en la educación, tratándola cada vez más como otro mercado donde conseguir ganancias.

Nosotros exigimos:

1)   Educación decente para todos los jóvenes. Programa masivo de construcción de escuelas y un sistema verdaderamente gratuito de todos los niveles educativos.

2)   Supresión inmediata del arancelamiento de la educación e introducción de becas dignas para todos los estudiantes que quieren acceder a la enseñanza superior.

3)   Empleo garantizado para cada estudiante al abandonar los estudios con un salario decente.

4)   No al dominio y explotación de la educación por el gran capital. ¡Fuera la empresa privada de la educación!

5)   Creación de clubs juveniles bien equipados, bibliotecas, polideportivos, cines, piletas y otros centros recreativos para los jóvenes.

6)   Programa de construcción de vivienda pública accesible a los estudiantes y parejas jóvenes.

"Viabilidad"

La crisis del capitalismo significa que en todas partes los banqueros y capitalistas quieren poner toda la carga de la crisis sobre los hombros de la gente que menos puede permitirse pagarla: los trabajadores, la clase media, los desempleados, los ancianos y los enfermos. El argumento que repiten constantemente es que, como hay crisis, no podemos mejorar y ni si quiera mantener los niveles de vida.

El argumento de que no hay dinero para pagar las reformas es una falsedad descarada. Hay mucho dinero para armas y para pagar las guerras criminales de agresión en Iraq y Afganistán. Pero no hay dinero para escuelas y hospitales. Hay mucho dinero para subvencionar a los ricos, como hemos visto con el pequeño regalo de Bush de 700.000 millones de dólares a los banqueros. Pero no hay dinero para las jubilaciones, hospitales o escuelas.

El argumento sobre la "viabilidad" por tanto cae por su propio peso. Una reforma concreta es "viable" o no dependiendo de si es para el interés de una clase determinada o no. En última instancia, independientemente de si es viable (es decir, si se podrá poner en práctica) depende de la lucha de clases y de la correlación real de fuerzas. Cuando la clase dominante está amenazada con perder todo, siempre estará dispuesta a hacer concesiones que "no puede permitirse". Esto se pudo ver en mayo de 1968 en Francia, cuando la clase dominante francesa concedió un importante aumento salarial y mejoras importantes en las condiciones y horas de trabajo para acabar con la huelga general y conseguir que los trabajadores abandonaran las fábricas que habían ocupado.

El comienzo de la crisis puede provocar conmoción al principio, pero pronto se transformará en rabia cuando la gente comience a ser consciente de que se les pide que paguen el peso de la crisis. Habrá cambios repentinos en la conciencia, que se puede transformar en un espacio de 24 horas. Un gran movimiento en un solo país importante puede provocar un cambio rápido de toda la situación, como ocurrió en 1968. La única razón por la que esto aún no ha ocurrido es porque la dirección de las organizaciones obreras de masas va a remolque de los acontecimientos y no consigue presentar una alternativa real. Sin embargo, ya hay síntomas de cambio.

En el período reciente ha habido huelgas generales y manifestaciones de masas en toda Europa. En Grecia, desde que en 2004 llegó al poder el partido de derecha Nueva Democracia, ha habido nueve huelgas generales. En los primeros seis meses de 2008 en Bélgica presenciamos una oleada de huelgas no autorizadas que recordaban a los años setenta. El movimiento se extendió rápida y espontáneamente de un sector a otro. En marzo de 2008 la Empresa de Transporte de Berlín (BVG) estuvo paralizada debido a una huelga larga y combativa de los conductores, del personal de mantenimiento y de la administración. Después de años de concesiones por parte de los sindicatos, los trabajadores han dicho basta. Miles de estudiantes tomaron las calles del Estado español el miércoles 22 de octubre último para protestar contra los planes de privatizar la educación universitaria y oponerse a cualquier plan de hacer pagar a los trabajadores la crisis capitalista a través de recortes en educación, salud y otros servicios públicos.

En Italia los estudiantes se están movilizando. Cientos de miles de estudiantes de secundaria y universidad, junto a profesores y padres, se están movilizando por toda Italia contra el intento de Berlusconi de privatizar aún más la educación. Esto ha llevado a ocupaciones de escuelas y universidades. La respuesta del gobierno ha sido amenazar con el uso de la policía armada contra los estudiantes. El sábado 11 de octubre 300.000 trabajadores y jóvenes se manifestaron en Roma en una manifestación convocada por Rifondazione Comunista.

Todo esto demuestra que los trabajadores no se van a quedar de brazos cruzados mientras se destruyen sus condiciones de vida. El escenario está preparado para un auge de la lucha de clases. Los trabajadores no están interesados en la lógica del sistema de la ganancia capitalista. Nuestro deber es defender los intereses de nuestra clase y mejorar las condiciones de vida de los trabajadores a unos niveles que se aproximen a una vida civilizada. ¡Si hay dinero para los banqueros, entonces hay dinero para financiar el tipo de reformas que necesitamos para hacer de la sociedad un lugar apto para vivir!

¡Defensa de los derechos democráticos!

Durante más de medio siglo los trabajadores de Europa Occidental y Norteamérica creyeron que la democracia era algo fijo y permanente. Pero esto es una ilusión. La democracia es una construcción muy frágil y sólo es posible en los países ricos donde la clase dominante puede hacer determinadas concesiones a las masas para mitigar la lucha de clases. Pero cuando las condiciones cambian, la clase dominante en los países "democráticos" puede pasar a la dictadura con la misma facilidad que un hombre pasa de un compartimento de tren a otro.

En condiciones de intensa lucha de clases, la clase dominante comenzará a girar en dirección a la reacción. Se quejará de que hay demasiadas huelgas y manifestaciones y exigirá "orden". Recientemente entrevistaron a Cossiga, un demócrata-cristiano que fue ministro de interior en Italia durante los años setenta y más tarde presidente de la República y ahora es senador vitalicio, y le preguntaron qué se debería hacer con las manifestaciones de estudiantes. Respondió lo siguiente:

"Déjenlos seguir durante un tiempo. Retirar a la policía de las calles y campus, infiltrarse en el movimiento con agentes provocadores dispuestos a todo, dejar a los manifestantes unos diez días para que devasten tiendas, quemen autos y pongan las ciudades patas arriba. Después de eso, tras haber ganado el apoyo de la población, garantizar que el sonido de las sirenas de las ambulancias sea mucho más bajo que el los policías y carabinieri (antidisturbios), las fuerzas del orden deberían atacar despiadadamente a los estudiantes y enviarlos a los hospitales. No detenerlos, porque los jueces los liberarían inmediatamente, golpearlos y también a los profesores que fomentan el movimiento".

Esta es una advertencia de lo que podemos esperar en el próximo período de intensa lucha de clases en Italia y en otros países. En el futuro, debido a la debilidad de los dirigentes reformistas, es posible que pudieran instalar algún tipo de dictadura bonapartista (policíaco-militar) en un país europeo u otro. Pero en las condiciones modernas este régimen sería muy inestable y probablemente no duraría mucho.

En el pasado, en Italia, Alemania y España existía un campesinado y pequeña burguesía importantes, que formaban la base de masas de la reacción. Esto ha desaparecido. En el pasado, la mayoría de los estudiantes procedían de familias ricas y apoyaban a los fascistas. Ahora la mayoría de los estudiantes son de izquierda. Las reservas sociales de la reacción son muy limitadas. Las organizaciones fascistas son pequeñas, aunque pueden ser extremadamente violentas, lo que refleja debilidad, no fortaleza. Además, después de la experiencia de Hitler, la burguesía no tiene intención de entregar el poder a los perros rabiosos. Prefieren basarse en los "respetables" oficiales del ejército, utilizando como auxiliares a las bandas fascistas.

Ya en el período reciente en todas partes se han atacado los derechos democráticos. Utilizando la excusa de la legislación antiterrorista, la clase dominante está introduciendo nuevas leyes que restringen los derechos democráticos. Después de los atentados terroristas del 11 de septiembre, Bush aprobó a toda prisa la Ley de Seguridad Interior (HSA). La administración Bush intenta destruir las bases del régimen democrático establecido por la Revolución Americana y moverse hacia una forma de dominio libre de leyes restrictivas. En Gran Bretaña y otros países se han aprobado leyes similares.

Lucharemos por la defensa de todos los derechos democráticos conquistados por la clase obrera en el pasado. Sobre todo, defenderemos el derecho de huelga y manifestación, nos oponemos a todas las restricciones legales contra los sindicatos. Todo el mundo debe tener el derecho de afiliarse a un sindicado y junto con otros trabajadores defender sus derechos. Muy a menudo los defensores del capitalismo oponen socialismo a democracia. Pero las mismas personas que se atreven a acusar a los socialistas de ser antidemocráticos y se presentan como defensores de la democracia, siempre han sido los más feroces enemigos de la democracia. Olvidan de manera conveniente que estos derechos democráticos fueron conquistados por la clase obrera hace tiempo en una lucha encarnizada contra los ricos y poderosos que se opusieron enérgicamente a cualquier reivindicación democrática.

La clase obrera está interesada en la democracia porque nos proporciona unas condiciones más favorables para el desarrollo de la lucha por el socialismo. Pero comprendemos que bajo el capitalismo la democracia tiene necesariamente un carácter restringido, unilateral y ficticio. ¿Qué utilidad tiene la libertad de prensa cuando todos los grandes diarios, revistas y cadenas de televisión, salas de reunión y teatros, están en manos de los ricos? Mientras la tierra, los bancos y los grandes monopolios sigan en manos de unos pocos, todas las decisiones realmente importantes que afectan a nuestras vidas se tomarán, no en los parlamentos y por los gobiernos elegidos, sino tras las puertas cerradas de los consejos de administración de los bancos y grandes empresas. La crisis actual ha sacado a la luz esta realidad para que todos la puedan ver.

El socialismo es democrático o no es nada. Defendemos una verdadera democracia donde el pueblo tomará en sus propias manos la administración de la industria, la sociedad y el Estado. Esa sería una genuina democracia, y no la caricatura que tenemos ahora, donde todos pueden decir (más o menos) lo que quieren, pero las decisiones importantes que afectan a nuestra vida se toman detrás de las puertas cerradas por pequeños grupos no elegidos por nadie en los consejos de administración de los bancos y grandes monopolios.

Nosotros exigimos:

1)   Derogación inmediata de todas las leyes antisindicales.

2)   Derecho de todos los trabajadores a unirse a un sindicato, a un piquete y a manifestarse.

3)   Derecho a la libertad de expresión y libertad de reunión.

4)   No a las restricciones de los derechos democráticos con el pretexto de supuestas leyes antiterroristas.

5)   Las organizaciones de trabajadores deben rechazar la idea equivocada de la "unidad nacional" con gobiernos y partidos capitalistas con el pretexto de la crisis. Estos últimos son los responsables de la crisis y quieren pasar la factura a la clase obrera.

Otro mundo es posible: el socialismo

Algunas personas equivocadamente dicen que el problema radica en los avances de la ciencia. Creen que seríamos más felices agachados en una casa de barro trabajando deslomados desde el amanecer hasta el anochecer en los campos. Esto es una sandez. La manera de conseguir la verdadera libertad para desarrollar el potencial de hombres y mujeres hasta su plenitud está precisamente en el máximo desarrollo de la industria, la agricultura, la ciencia y la tecnología. El problema es que estos instrumentos poderosos del progreso humano están en manos de individuos que los subordinan a la ganancia, distorsionando su propósito, limitando su aplicación y retrasando su desarrollo. Está claro que la ciencia habría descubierto hace mucho tiempo ya una cura contra el cáncer o encontrado una alternativa limpia y barata a los combustibles fósiles si no estuviese encadenada al carro de la ganancia.

La ciencia y la tecnología sólo podrán materializar su tremendo potencial cuando se libere del abrazo sofocante de la economía de mercado y se ponga al servicio de la humanidad en un sistema de producción democrático y racional, en el que primen las necesidades de la sociedad  y no las ganancias. Esto nos permitiría reducir las horas de trabajo al mínimo, liberando así a hombres y mujeres de las largas jornadas de esclavitud en el trabajo y permitirles desarrollar el potencial físico, intelectual o espiritual que puedan tener. Este es el salto de la humanidad "del reino de la necesidad al reino de la libertad".

Después de la caída de la Unión Soviética los defensores del viejo orden estaban exultantes. Hablaban del fin del socialismo e incluso del final de la historia. Nos prometieron una nueva era de paz, prosperidad y democracia, gracias a los milagros de la economía de libre mercado. Ahora, sólo quince años después, estos sueños se han reducido a un montón de cenizas. No queda piedra sobre piedra de estas ilusiones. Los problemas serios requieren medidas serias. ¡No es posible curar el cáncer con una aspirina! Lo que hace falta es un cambio real de la sociedad. El problema fundamental es el propio sistema. Aquellos expertos económicos que afirmaban que Marx no tenía razón y que las crisis capitalistas eran aguas pasadas (el "nuevo paradigma económico") han demostrado estar equivocados.

El último boom económico tuvo todas las características del ciclo económico descrito por Marx hace mucho tiempo. El proceso de la concentración de capital ha alcanzado niveles asombrosos. Hubo una orgía de fusiones y un aumento de la monopolización, alcanzando proporciones inimaginables. Este proceso no llevó como en el pasado al desarrollo de las fuerzas productivas. Cerraron fábricas como si fueran cajas de fósforos y miles de personas se quedaron sin empleo. Ahora este proceso se acelerará, a medida que el número de bancarrotas y cierres aumente según pasan los días.

¿Cuál es el significado de todo esto? Estamos presenciado la dolorosa agonía de un sistema social que no merece vivir, pero que se niega a morir. Eso no es sorprendente. Toda la historia nos demuestra que ninguna clase dominante renuncia a su poder y privilegios sin luchar. Esa es la explicación real de las guerras, el terrorismo, la violencia y la muerte que son las características de la época en la que vivimos. Pero también presenciamos los dolores de parto de una nueva sociedad, una sociedad justa, un mundo adecuado para que vivan hombres y mujeres. A través de estos acontecimientos sangrientos, en un país tras otro, está naciendo una nueva fuerza, la fuerza revolucionaria de los trabajadores, campesinos y jóvenes.

George Bush está borracho de poder e imagina que su poder no tiene límites. Desgraciadamente, hay algunos en la izquierda que creen lo mismo. Pero están equivocados. Una oleada revolucionaria recorre América Latina. La revolución venezolana fue un terremoto que provocó ondas sísmicas en todo el continente. El movimiento de las masas en América Latina es la respuesta final a todos los que dicen que la revolución ya no es posible. No sólo es posible, sino absolutamente necesaria, si se quiere evitar un desastre para el mundo en un futuro próximo.

Millones de personas comienzan a reaccionar. Las masivas manifestaciones contra la guerra de Iraq sacaron a millones de personas a las calles. Esa fue una señal del inicio de un despertar. Pero el movimiento carecía de un programa coherente para cambiar la sociedad. Se acabó el tiempo para los cínicos y escépticos. Es el momento de empujarlos a un costado y luchar. La nueva generación está dispuesta a luchar por su emancipación. Busca una bandera, una idea y un programa que pueda inspirarla y dirigirla hacia la victoria. Eso sólo puede ser la lucha por el socialismo a escala mundial. La elección que tiene ante sí la raza humana es socialismo o barbarie.

Segunda Parte