Como lo había anunciado antes de tomar la presidencia, Trump ratificó que el 5 de febrero entraría en vigor el cobro de aranceles de 25% a todas las mercancías que entraran a su país desde México y Canadá —exceptuando su petróleo que sería del 10%—, y el 10% para las mercancías de China. Esto se aplazó por un mes debido a las intensas negociaciones por parte de todos los involucrados. El gobierno mexicano se ha anotado una pequeña victoria, pero ¿a qué costo y cuánto va a durar?
Una nueva realidad bajo la era Trump
Trump es impredecible, si esta característica fuera la de una persona común y corriente simplemente no se le tomaría en serio, el problema es que él está sentado en la cúspide de la potencia imperialista más fuerte que jamás haya existido en la historia. Sus tonterías rápidamente pueden hacer entrar en pánico a inversionistas, presidentes y parlamentos.
Pero, como decía Shakespeare, en su locura hay un método. Sus comentarios y principalmente sus acciones van dejando una estela que nos permite ver hacia donde se mueven sus intenciones. Pero antes de entrar en esto podemos decir algunas palabras sobre su estilo o método de hacer política.
Trump no está hecho a imagen y semejanza de la burocracia gobernante tradicional, está formado en la dura batalla del sector inmobiliario de Nueva York. Es un empresario acostumbrado a negociar duro para conseguir sus objetivos. El gabinete de su gobierno está integrado por personajes como él, burgueses que están acostumbrados a mandar, reducir gastos, hacer “eficientes” a sus empresas y tener la última palabra en todo, cueste lo que cueste. No están acostumbrados a los trámites burocráticos ni a la diplomacia tradicional. Sus “métodos” de hacer política, a más de uno le están haciendo caer de la silla, porque rompen con todas las formalidades tradicionales y porque no les interesa seguir procedimientos administrativos para implementar sus propuestas. Esto le agrega una dosis de desequilibrio a todo el mundo y el periodo en que nos encontramos.
Más importante que esto es ver lo que hay de fondo en su política. Podría parecer desconcertante que, a diferencia de Biden, él esté planteando el alto a la guerra en Ucrania, forzó la negociación para frenar la masacre sionista en Gaza —aunque ahora dice que Gaza le va a pertenecer a los EEUU—, está retirando el apoyo a Europa y, en cambio, está planteando una ofensiva por recuperar el Canal de Panamá, disputar Groenlandia a Dinamarca y abrir una guerra comercial contra sus dos aliados más cercanos, México y Canadá.
En términos generales podemos decir que todo esto está relacionado con la idea de “hacer América más fuerte”. Estás acciones son un reconocimiento del declive relativo que ha sufrido el imperialismo norteamericano en el último periodo y se da cuenta que la forma de entrar en la batalla en las nuevas condiciones, —donde hay nuevas potencias disputando el mercado mundial, especialmente China—, es fortaleciéndose internamente para estar a la altura de los nuevos retos, no importa quien tenga que pagar por ello.
La manera en la que consiga estos objetivos es lo de menos, por ejemplo, no le importa destruir una relación comercial con sus socios más cercanos —México y Canadá— la cual se ha construido en los últimos 31 años, para Trump es más útil hacer que regresen las empresas a EEUU, que aprovechar las cadenas de producción que se han establecido durante todo el último periodo.
También es muy sintomático lo que está haciendo con Europa, la cual había sido una aliada incondicional a Biden y sus desastrosas ideas en la guerra de Ucrania. Ahora Trump les está amenazando con imponer aranceles, salirse de la OTAN y hacer que ellos paguen por el gasto militar en Ucrania. La burguesía europea está desconcertada y arruinada, impotente frente a las nuevas medidas.
La nueva política también está impactando a lo interior de los EEUU y tendrá grandes efectos. No estamos hablando de la política racista y antiinmigrante solamente, está atacando a la estructura del Estado desmantelando instituciones, ofreciendo retiros voluntarios, ajustando presupuestos, limitando derechos democráticos a las personas género diversas, etc. A mediano plazo todo esto va a tener consecuencias políticas y económicas.
Ya los inmigrantes se han organizado y movilizado, principalmente en las calles de Los Ángeles están llevando adelante un boicot a empresas como Coca Cola y Walmart. Ha habido algunas inconformidades de los trabajadores del Estado, pero aún no ha sido significativo. Está claro que lo que pretende es darle una rasurada profunda al Estado para ahorrar recursos y también para deshacerse de enemigos incómodos. Este plan de ajuste también llegará a la clase media y los trabajadores. Sus medidas económicas, como el destruir las cadenas productivas y regresar empresas a EEUU e intensificar las redadas contra trabajadores migrantes repercutirán en los bolsillos de la clase obrera norteamericana.
Trump y la amenaza contra los carteles mexicanos
El anuncio de los aranceles vino envuelto en una serie de ataques y amenazas contra el gobierno de Claudia Sheinbaum, diciendo que el gobierno era cómplice de los grupos del narcotráfico. Esto se suma al decreto firmado donde declara a los carteles de la droga organizaciones terroristas. Estas acusaciones tienen dos propósitos, por un lado, utilizan el gran problema de salud pública estadounidense —la gran cantidad de gente que está muriendo y siendo envenenada por las drogas— como argumento de fuerza para negociar a su favor frente al gobierno mexicano. La segunda, es para lavarse las manos olímpicamente, echando la culpa a México por esa situación tan brutal que se vive en los EEUU.
La negociación para que no impusieran los aranceles el 1 de febrero implicó que el gobierno mexicano movilizara 10 mil elementos de las fuerzas armadas a la frontera norte. Se puede decir que este es un costo menor que el de los aranceles. Si el argumento es económico seguramente es menos el mandar a la Guardia Nacional a la frontera. El problema es cómo va a afectar en la seguridad del resto del país la movilización de estos elementos a la frontera. Claudia ha dicho que no tendrá ningún efecto porque se han sacado de lugares donde no hay muchos problemas, pero esto no se puede creer.
La situación de violencia y descomposición social que afecta a estados como Sinaloa, Sonora, Zacatecas, Tamaulipas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Michoacán, Guerrero, Chiapas, Tabasco, Veracruz y Estado de México, no es poca. Son estados completos, desangrados por el conflicto entre bandas del narco y donde la presencia de la Guardia Nacional o el ejército atenúan un poco los delitos. Seguramente esta movilización a la frontera tendrá consecuencias y lo veremos a corto plazo.
El problema del tráfico de fentanilo no va a disminuir en un mes por la presencia militar en la frontera, porque es un problema que tiene muchas aristas. Esta medida podrá tener un efecto a mediano plazo, pero mientras exista la demanda en el mercado gringo, las drogas van a llegar por uno u otro lado.
Como lo hemos dicho antes, el problema del tráfico y consumo de droga es un problema complejo y resolverlo implicaría cerrar el tráfico de armas estadounidenses; incautar en el sistema bancario de ambos países cantidades ingentes de dinero provenientes del tráfico; detener a políticos y gente que trabaja en el Estado, de ambos países, que tienen vínculos con el tráfico —dentro de ellos estarían gente de la DEA, la CIA, guardias fronterizos y miembros del ejército mexicano y estadounidense—; detener y expropiar a banqueros, etc. Pero no se está hablando nada de esto. En este sentido, la lucha contra el fentanilo es un cuento, una moneda de negociación sobre otros temas.
Trump ha pedido a su gabinete que se revise a fondo la estrategia de seguridad nacional y antinarcóticos e implemente un “cambio fundamental en la mentalidad y el enfoque” y conseguir la “eliminación total” de los carteles. En un memorándum que había firmado el 5 de febrero se explica este llamado, propone que se juzguen en “fast track y de forma prioritaria a todos los capos del crimen organizado y lideres de las organizaciones delictivas para sentenciarlos a pena capital.” Estas medidas podrían tener cierto impacto en EEUU, pero en México no.
Una intervención armada de parte de EEUU traería serias consecuencias y no se ve como una probabilidad. El sentimiento nacional es muy vigente entre los trabajadores y campesinos pobres y no se quedarían con los brazos cruzados frente a un intento de intervención. Y esto no es porque exista una simpatía a los narcos, sino porque no van a estar dispuestos a permitir que el país imperialista entre y haga lo que a ellos les convenga. Este sentimiento nacional se complementa con un sentimiento antiimperialista que se vive en la juventud.
No podemos predecir hasta qué punto va a llegar Trump, pero sí podemos pensar que el problema del narcotráfico lo utilizará como un garrote para dar en la cabeza del gobierno continuamente y mantenerlo amenazado. Si decide dar un paso al frente, la situación cambiará radicalmente el estado de ánimo y provocará un movimiento que no se podrá mantener en los límites establecidos.
Las deportaciones de migrantes
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Trump, México y la nueva realidad
Por Ubaldo Oropeza
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Como lo había anunciado antes de tomar la presidencia, Trump ratificó que el 5 de febrero entraría en vigor el cobro de aranceles de 25% a todas las mercancías que entraran a su país desde México y Canadá —exceptuando su petróleo que sería del 10%—, y el 10% para las mercancías de China. Esto se aplazó por un mes debido a las intensas negociaciones por parte de todos los involucrados. El gobierno mexicano se ha anotado una pequeña victoria, pero ¿a qué costo y cuánto va a durar?
Una nueva realidad bajo la era Trump
Trump es impredecible, si esta característica fuera la de una persona común y corriente simplemente no se le tomaría en serio, el problema es que él está sentado en la cúspide de la potencia imperialista más fuerte que jamás haya existido en la historia. Sus tonterías rápidamente pueden hacer entrar en pánico a inversionistas, presidentes y parlamentos.
Pero, como decía Shakespeare, en su locura hay un método. Sus comentarios y principalmente sus acciones van dejando una estela que nos permite ver hacia donde se mueven sus intenciones. Pero antes de entrar en esto podemos decir algunas palabras sobre su estilo o método de hacer política.
Trump no está hecho a imagen y semejanza de la burocracia gobernante tradicional, está formado en la dura batalla del sector inmobiliario de Nueva York. Es un empresario acostumbrado a negociar duro para conseguir sus objetivos. El gabinete de su gobierno está integrado por personajes como él, burgueses que están acostumbrados a mandar, reducir gastos, hacer “eficientes” a sus empresas y tener la última palabra en todo, cueste lo que cueste. No están acostumbrados a los trámites burocráticos ni a la diplomacia tradicional. Sus “métodos” de hacer política, a más de uno le están haciendo caer de la silla, porque rompen con todas las formalidades tradicionales y porque no les interesa seguir procedimientos administrativos para implementar sus propuestas. Esto le agrega una dosis de desequilibrio a todo el mundo y el periodo en que nos encontramos.
Más importante que esto es ver lo que hay de fondo en su política. Podría parecer desconcertante que, a diferencia de Biden, él esté planteando el alto a la guerra en Ucrania, forzó la negociación para frenar la masacre sionista en Gaza —aunque ahora dice que Gaza le va a pertenecer a los EEUU—, está retirando el apoyo a Europa y, en cambio, está planteando una ofensiva por recuperar el Canal de Panamá, disputar Groenlandia a Dinamarca y abrir una guerra comercial contra sus dos aliados más cercanos, México y Canadá.
En términos generales podemos decir que todo esto está relacionado con la idea de “hacer América más fuerte”. Estás acciones son un reconocimiento del declive relativo que ha sufrido el imperialismo norteamericano en el último periodo y se da cuenta que la forma de entrar en la batalla en las nuevas condiciones, —donde hay nuevas potencias disputando el mercado mundial, especialmente China—, es fortaleciéndose internamente para estar a la altura de los nuevos retos, no importa quien tenga que pagar por ello.
La manera en la que consiga estos objetivos es lo de menos, por ejemplo, no le importa destruir una relación comercial con sus socios más cercanos —México y Canadá— la cual se ha construido en los últimos 31 años, para Trump es más útil hacer que regresen las empresas a EEUU, que aprovechar las cadenas de producción que se han establecido durante todo el último periodo.
También es muy sintomático lo que está haciendo con Europa, la cual había sido una aliada incondicional a Biden y sus desastrosas ideas en la guerra de Ucrania. Ahora Trump les está amenazando con imponer aranceles, salirse de la OTAN y hacer que ellos paguen por el gasto militar en Ucrania. La burguesía europea está desconcertada y arruinada, impotente frente a las nuevas medidas.
La nueva política también está impactando a lo interior de los EEUU y tendrá grandes efectos. No estamos hablando de la política racista y antiinmigrante solamente, está atacando a la estructura del Estado desmantelando instituciones, ofreciendo retiros voluntarios, ajustando presupuestos, limitando derechos democráticos a las personas género diversas, etc. A mediano plazo todo esto va a tener consecuencias políticas y económicas.
Ya los inmigrantes se han organizado y movilizado, principalmente en las calles de Los Ángeles están llevando adelante un boicot a empresas como Coca Cola y Walmart. Ha habido algunas inconformidades de los trabajadores del Estado, pero aún no ha sido significativo. Está claro que lo que pretende es darle una rasurada profunda al Estado para ahorrar recursos y también para deshacerse de enemigos incómodos. Este plan de ajuste también llegará a la clase media y los trabajadores. Sus medidas económicas, como el destruir las cadenas productivas y regresar empresas a EEUU e intensificar las redadas contra trabajadores migrantes repercutirán en los bolsillos de la clase obrera norteamericana.
Trump y la amenaza contra los carteles mexicanos
El anuncio de los aranceles vino envuelto en una serie de ataques y amenazas contra el gobierno de Claudia Sheinbaum, diciendo que el gobierno era cómplice de los grupos del narcotráfico. Esto se suma al decreto firmado donde declara a los carteles de la droga organizaciones terroristas. Estas acusaciones tienen dos propósitos, por un lado, utilizan el gran problema de salud pública estadounidense —la gran cantidad de gente que está muriendo y siendo envenenada por las drogas— como argumento de fuerza para negociar a su favor frente al gobierno mexicano. La segunda, es para lavarse las manos olímpicamente, echando la culpa a México por esa situación tan brutal que se vive en los EEUU.
La negociación para que no impusieran los aranceles el 1 de febrero implicó que el gobierno mexicano movilizara 10 mil elementos de las fuerzas armadas a la frontera norte. Se puede decir que este es un costo menor que el de los aranceles. Si el argumento es económico seguramente es menos el mandar a la Guardia Nacional a la frontera. El problema es cómo va a afectar en la seguridad del resto del país la movilización de estos elementos a la frontera. Claudia ha dicho que no tendrá ningún efecto porque se han sacado de lugares donde no hay muchos problemas, pero esto no se puede creer.
La situación de violencia y descomposición social que afecta a estados como Sinaloa, Sonora, Zacatecas, Tamaulipas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Michoacán, Guerrero, Chiapas, Tabasco, Veracruz y Estado de México, no es poca. Son estados completos, desangrados por el conflicto entre bandas del narco y donde la presencia de la Guardia Nacional o el ejército atenúan un poco los delitos. Seguramente esta movilización a la frontera tendrá consecuencias y lo veremos a corto plazo.
El problema del tráfico de fentanilo no va a disminuir en un mes por la presencia militar en la frontera, porque es un problema que tiene muchas aristas. Esta medida podrá tener un efecto a mediano plazo, pero mientras exista la demanda en el mercado gringo, las drogas van a llegar por uno u otro lado.
Como lo hemos dicho antes, el problema del tráfico y consumo de droga es un problema complejo y resolverlo implicaría cerrar el tráfico de armas estadounidenses; incautar en el sistema bancario de ambos países cantidades ingentes de dinero provenientes del tráfico; detener a políticos y gente que trabaja en el Estado, de ambos países, que tienen vínculos con el tráfico —dentro de ellos estarían gente de la DEA, la CIA, guardias fronterizos y miembros del ejército mexicano y estadounidense—; detener y expropiar a banqueros, etc. Pero no se está hablando nada de esto. En este sentido, la lucha contra el fentanilo es un cuento, una moneda de negociación sobre otros temas.
Trump ha pedido a su gabinete que se revise a fondo la estrategia de seguridad nacional y antinarcóticos e implemente un “cambio fundamental en la mentalidad y el enfoque” y conseguir la “eliminación total” de los carteles. En un memorándum que había firmado el 5 de febrero se explica este llamado, propone que se juzguen en “fast track y de forma prioritaria a todos los capos del crimen organizado y lideres de las organizaciones delictivas para sentenciarlos a pena capital.” Estas medidas podrían tener cierto impacto en EEUU, pero en México no.
Una intervención armada de parte de EEUU traería serias consecuencias y no se ve como una probabilidad. El sentimiento nacional es muy vigente entre los trabajadores y campesinos pobres y no se quedarían con los brazos cruzados frente a un intento de intervención. Y esto no es porque exista una simpatía a los narcos, sino porque no van a estar dispuestos a permitir que el país imperialista entre y haga lo que a ellos les convenga. Este sentimiento nacional se complementa con un sentimiento antiimperialista que se vive en la juventud.
No podemos predecir hasta qué punto va a llegar Trump, pero sí podemos pensar que el problema del narcotráfico lo utilizará como un garrote para dar en la cabeza del gobierno continuamente y mantenerlo amenazado. Si decide dar un paso al frente, la situación cambiará radicalmente el estado de ánimo y provocará un movimiento que no se podrá mantener en los límites establecidos.
Las deportaciones de migrantes
En estas dos semanas que Trump ha estado en el poder, la Secretaría de Gobernación reporta que han sido deportados 8 mil mexicanos a territorio nacional, algunos más de otras nacionalidades. Ahí no para la cosa porque aviones de EEUU han salido a países como Venezuela, Colombia, Guatemala, El Salvador, Honduras y Panamá con más deportados. Además, ya se ha reportado el primer vuelo de inmigrantes a Guantánamo.
8 mil es una cantidad insignificante si tomamos en cuenta la cantidad de inmigrantes mexicanos que viven en los EEUU, los cuales se cuentan por millones. Es de esperarse que en las siguientes semanas y meses la cantidad siga creciendo y con ello incrementándose los problemas para el gobierno mexicano. Trump no está contento con la cantidad de deportados y ha pedido que se incrementen las detenciones.
Aparte de los deportados, Claudia debe lidiar con otro problema que está íntimamente relacionado a la política migratoria estadounidense. Tomemos en cuenta que en los primeros 8 meses del 2024 se reportaron que entraron al país 925,085 migrantes, la mayoría de ellos estacionados en estados como Tabasco y Chiapas. Los migrantes que buscaban llegar a los EEUU ahora buscarán refugio en México.
Nosotros los comunistas estamos de acuerdo que el gobierno mexicano dé asilo a todo migrante que lo requiera, nuestra política de principios es que no debería existir ningún límite migratorio para nadie. Una vez dicho esto, una cantidad importante de inmigrantes que ya no buscarán salir del país y las cifras que se siguen acumulando de deportados, meterá fuertes presiones al gobierno actual.
Hasta ahora se han habilitado 10 grandes centros de atención a migrantes en la frontera. El gobierno ha dicho que dará una tarjeta con 2 mil pesos a cada deportado para que pueda regresar a su lugar de origen. También ha facilitado asesorías legales en los consulados en EEUU, así como otorgado tarjetas que, en caso de ser detenidos les permita mantener sus ahorros.
En términos concretos un gobierno reformista como el mexicano no puede brindar una alternativa real a los inmigrantes. Solo liberando las fuerzas productivas de la propiedad privada se podría emplear a todo mundo reduciendo la jornada laboral sin reducción salarial, sin embargo, dentro del capitalismo esto está descartado.
Esta medida de parte del gobierno de Trump no es muy popular entre empresarios y granjeros estadounidenses, los salarios de los inmigrantes empujan a la baja los salarios de todos los demás; hay trabajos, principalmente en la agroindustria, que los trabajadores norteamericanos no quieren realizar, por lo pesado que son. Seguramente lo que se buscará es incrementar la cantidad de trabajadores temporales que se van a EEUU, con permisos delimitados y con un trabajo determinado. Aun así, tendrá un impacto negativo en la economía norteamericana.
La única razón por la cual se está impulsando esta política racista es para mantener una base de apoyo —la extrema derecha racista— motivada y en expectativa. La economía de los EEUU depende del trabajo de los migrantes legales e ilegales, algunos medios dicen que el 4% del PIB norteamericano proviene de los migrantes ilegales. Mientras sean expulsados más migrantes, mayores serán las contradicciones en la economía norteamericana y latinoamericanas que están recibiendo deportados.
El problema de los aranceles
A pesar de que la negociación dio como resultado el aplazamiento de la imposición del 25% de aranceles durante un mes, no está claro que se dé marcha atrás de forma definitiva. Este arancel va a tener un impacto brutal en la economía mexicana: las cifras nos dicen que entre el 80 y 90% de las exportaciones totales de México van a parar al vecino del norte.
México es el principal socio comercial de los EEUU, el intercambio entre ambos países es de 839 mil 900 millones de dólares anuales. Esto representa un aumento de 5.2% con respecto al año 2023. Estos son datos impresionantes y reflejan lo amalgamada que está la economía mexicana a la norteamericana, así como la dependencia que México tiene de esas exportaciones a los EEUU, las cuales representan un 40% del PIB.
Esta amenaza de imposición de aranceles, el trato a los migrantes ilegales y las amenazas con respecto al narcotráfico debe ser asumida por lo que son: un ataque imperialista contra el país. El gobierno imperialista de los EEUU, pensando en sus intereses, quieren deshacer esa integración que ellos mismos forzaron desde 1994, cuando se firmó el Tratado de Libre Comercio y ahora su continuación del T-MEC.
La economía mexicana desde esa fecha se fue organizando a partir de lo que el imperialismo fue dictando, creándose miles de armadoras, maquiladoras, aprovechando la mano de obra y los recursos naturales baratos —así como todas las facilidades de excepciones de impuestos y demás— para abaratar sus productos y ser competitivos en el mundo entero.
Principalmente las armadoras de automóviles fueron las grandes beneficiadas. Se montaron empresas de uno y otro lado de la frontera y vías férreas por las cuales pasar las mercancías varias veces al día. Las empresas se aseguraron de que los trabajos que tocaban al lado mexicano fueran los menos cualificados y más repetitivos, con poco valor agregado.
Miles de empresas invadieron la franja fronteriza y estados como Querétaro, Aguascalientes, Jalisco, Puebla, etc. Esto se vendió, por parte de los gobiernos priistas como un logro y se llegó a decir que nos iba a colocar en el primer mundo, sin embargo, después de 31 años nada de gloria hay en aquellas medidas. El proceso de industrialización se dio bajo la lógica de las necesidades imperialistas, no para solucionar los problemas fundamentales que vive la clase obrera de este país.
La gran paradoja es que el gobierno de AMLO y ahora el de Sheinbaum lejos de romper este esquema económico de subordinación, impulsaron una integración y dependencia mayor. El desarrollo de los grandes proyectos de infraestructura durante el gobierno anterior tenía ese fin, atraer a los grandes capitales estadounidenses que pudieran invertir en México. Lo que se estaba anunciando el año pasado como el “Milagro Mexicano” fue básicamente una coyuntura que el gobierno estaba aprovechando, el llamado nearshoring, un reacomodo del gran capital por la guerra comercial entre China y EEUU buscó un lugar seguro para que sus mercancías pudiesen entrar en el mercado estadounidense. Quien mejor aprovechó esto fue la burguesía china, principalmente las armadoras de autos eléctricos.
Desde el 2017, el año en que Trump comenzó a imponer aranceles a mercancías chinas, en su primer periodo presidencial, las inversiones del país oriental comenzaron a incrementarse en México. Del total de las inversiones chinas en México el 77% se dieron entre el 2018 al 2024. Son 1069 empresas chinas quienes registran los flujos de inversión extranjera directa. Aunque la cantidad invertida desde el 2006 al 2024 es de 2549 mdd —aún es poca en comparación con la estadounidense—, están orientadas en sectores claves, como lo es el automotriz, principalmente coches eléctricos. Además, entre instituciones educativas y ciertas instancias del gobierno se piensa que hay un subregistro de las inversiones chinas, las cuales pueden ser entre 6 y 9 veces mayores, esto porque hay mucho capital chino que no viene directo de China, sino de paraísos fiscales e incluso de EEUU —empresas que han salido de allá para plantarse aquí—.
Además de estos datos, que son muy relevantes para entender qué es lo que hay detrás de la amenaza de aranceles, debemos decir otra cosa, desde el 2000 al 2024 el valor del intercambio comercial entre China y América Latina se incrementó en 35 veces, pasando de 14 mil mdd a 500 mil mdd. China exporta a América Latina 22% del total de sus exportaciones y absorbe el 13% de las importaciones de los países latinoamericano. Si se quita a México de la lista, el porcentaje sube exponencialmente. Solo en países como México, Centroamérica y Colombia, Estados Unidos es dominante con respecto a la comercialización. En el resto del continente es China quien domina como socio comercial.
EEUU entiende perfectamente que la batalla central en estos momentos es con China, lo ha dejado claro en varias ocasiones, esto es lo que motiva su intención por Groenlandia y su interés renovado por el Canal de Panamá, país que ya dio un giro significativo al salir de la ruta trazada por China como prioritaria, por las amenazas imperialistas de los gringos. Trump también ha dicho claramente que es por México donde entran mercancías chinas al mercado estadounidense, aprovechando el tratado comercial. Esta es la razón de la exigencia del gobierno norteamericano a revisar el T-MEC este año.
La finalidad del gobierno de Trump al imponer aranceles a México y Canadá, son dos, por un lado proteger su mercado de mercancías chinas, principalmente de automóviles eléctricos. Por otro lado, quiere forzar a las empresas norteamericanas y demás capitales extranjeros a regresar a los Estados Unidos para aumentar su capacidad industrial.
No es posible saber hasta dónde va a llegar Trump con esto, pero no es muy seguro que vaya a dar marcha atrás en sus ideas de hacer “América más fuerte”. Es posible que dentro de las negociaciones para evitar aranceles y la revisión al T-MEC vengan fuertes exigencias como el evitar que el gobierno mexicano vete la utilización de maíz transgénico, que toda inversión a México tenga que ser aprobada por un comité binacional donde EEUU tenga poder de veto y decidir quién invierte en el país e incluso que se impongan aranceles diferenciados a algunas mercancías en específico o que el monto de estos no sea del 25 sino del 10%.
Tenemos que ir siguiendo el transcurso de las negociaciones que hay entre el imperialismo y el gobierno mexicano. El mercado mundial es el reflejo de la inutilidad de los Estados nacionales, la integración económica mundial no es errónea en sí, pero bajo el capitalismo y el dominio imperialista, esta integración sirve para mantener el control de unos pocos burgueses encima de millones y millones de seres humanos. Los comunistas no queremos una economía aislada, sino aspiramos a una federación de repúblicas socialistas de América donde puedan colaborar armoniosamente para solucionar la pobreza y cuidar el medio ambiente. Para lograr esto necesitamos terminar con el capitalismo en México, EEUU y todo el mundo.
Lo que Trump tiene en mente es una economía nacional fuerte, por eso no le interesa mucho mantener la integración económica anterior, solo si le es útil a sus planes la mantendrá. El gobierno reformista de México no tiene un plan serio para salir del atolladero, incluso sustituir importaciones dentro del capitalismo es limitado, y tomemos en cuenta que ahora México no tiene las capacidades para hacerlo.
Una política revolucionaria frente a los ataques imperialistas implicaría expropiar las empresas de capital norteamericano y nacional, y ponerlas a funcionar bajo control de los trabajadores. Este debería de ser el primer paso para una economía planificada donde la prioridad sean necesidades de la gente, al tiempo que luchamos por extender la revolución a los EEUU.
Está muy lejos de esto lo que plantea el gobierno de Claudia Sheinbaum. El Plan México estaba ofreciendo integrarse aún más a los EEUU, sustituir las exportaciones chinas por mexicanas y mantenerse cómodo bajo el ala imperialista. El problema es que ahora, para Trump este modelo ya no es funcional. Alguna otra idea tendrá que proponer el gobierno mexicano, pero siempre bajo las márgenes capitalistas.
Una posición antiimperialista y anticapitalista
La vieja izquierda nacional —reformistas de todo tipo y supuestos socialistas— tenían la demanda de terminar con el Tratado de Libre Comercio y aspiraban a regresar a los buenos tiempos del nacionalismo priista, cuando el Estado capitalista y burocrático tenía el control de empresas claves y daba trabajo a millones de trabajadores. Su principal demanda es: contra el neoliberalismo, en otras palabras, por un capitalismo nacional. Es por esto que defienden con uñas y dientes la política del gobierno de AMLO y ahora el de Sheinbaum, que plantea un nacionalismo de palabra, aunque en términos económicos dependa de los EEUU.
Lógicamente que estos sectores cierran brecha ahora con la presidenta frente a los ataques imperialistas, pero no critican absolutamente nada sobre los errores que estos gobiernos han cometido, como por ejemplo el Plan México y su intención de aumentar la dependencia económica con los EEUU o la posibilidad de más concesiones para empresas mineras.
Nosotros los comunistas denunciamos estos ataques imperialistas y creemos que debemos de levantar una gran movilización para defendernos, incluso pasar a la ofensiva expropiando las empresas, como ya lo mencionamos. El llamado que está haciendo el gobierno de “defensa de la soberanía nacional” lo tomamos con cuidado, porque hay una diferencia entre cómo entiende un trabajador y como lo entiende este gobierno y la burguesía nacional.
Para los trabajadores defender la soberanía implica sacudirnos el yugo imperialista, nacionalización de empresas de capital gringo, agitar sobre la independencia económica y que todo ello se refleje en los niveles de vida de nuestra clase.
Para la burguesía y para este gobierno la defensa de la soberanía nacional implica un pacto entre los burgueses nacionales y todos los que apoyan este gobierno, un Frente Unido, que defienda los intereses de la burguesía nacional: darles facilidades para que inviertan, por ejemplo, que paguen menos impuestos o que el gobierno les financie sus ‘inversiones de riesgo’ sin que ellos tengan que arriesgar nada.
Pensamos que el sentimiento nacionalista de la clase obrera es progresista en el sentido que repudia el ataque imperialista, pero solo es medio camino, el restante es la necesidad de oponernos firmemente al imperialismo americano pero tomando medidas anticapitalistas: organizarnos en las empresas, fábricas maquiladoras de la frontera norte y del país para evitar un posible cierre, en caso de que los dueños quieran sacar su producción del país: organizar a la clase obrera en ambos lados de la frontera para detener las redadas de migrantes y cuidarles de ataques racistas; no debemos de pensar en una industria nacional sino internacional pero sobre bases socialistas, donde la prioridad de la producción sean las necesidades de la gente y el cuidado del medio ambiente, no el interés imperialista o de la burguesía nacional.
Debemos organizarnos y agitar contra el imperialismo y contra el capitalismo a los dos lados de la frontera, entre los trabajadores, los jóvenes y las mujeres, en defensa de nuestros derechos como lo puede ser: emigrar con libertad y seguridad, un empleo digno, salarios suficientes, sanidad pública de calidad, respeto a los derechos democráticos de las mujeres como el aborto y por los derechos de la comunidad género diversa, etc. Estas consignas son importantes para organizar a los diferentes sectores en lucha, pero quedarían inconclusas si no planteamos también la lucha contra el capital.
Te invitamos a organizarte con nosotros y luchar por un programa antiimperialista y anticapitalista contra los ataques de Trump.