Coincidiendo con el 71 aniversario de la muerte de Trotsky, publicamos la tercera parte de nuestra serie de artículos sobre el método de Trotsky en su lucha por una Internacional revolucionaria, analizando el significado de la política proletaria militar. Tratamos de hacer, además, un balance breve y puntual del trabajo de la IV internacional durante la Segunda Guerra Mundial y los errores políticos de los dirigentes que posteriormente dieron origen a su colapso.
[También puedes leer la parte I y parte II]
Trotsky y la Segunda Guerra mundial: La política militar proletaria
Para entender la postura que Trotsky desarrolló en sus últimos escritos, es necesario tener una comprensión general del contexto histórico de aquel entonces. Desde la victoria de Hitler en Alemania, los ojos de los trabajadores de toda Europa estaban fijados en el ascendente triunfo del fascismo en un país tras otro. La instalación de regímenes fascistas en Austria, España, parte de Polonia, Checoslovaquia, etc. eran fuertes señales de alarma para la clase obrera mundial. Posteriormente, también fueron ocupadas por el ejército alemán Holanda, Francia y Dinamarca.
Las potencias imperialistas de Gran Bretaña y los Estados Unidos, por supuesto, no se opusieron a Hitler por motivos morales, aunque posteriormente vendieron la idea de una “guerra por la democracia”. En realidad, el primer ministro británico Churchill había sido un gran admirador del fascismo en su primera etapa, aplaudiendo la discriminación racial y el “predominio del hombre blanco”. Lo que preocupaba a las potencias aliadas no eran la “democracia”, ni los “derechos humanos” (durante la propia guerra mostraron su brutal cinismo con las masacres completamente innecesarias en Dresden, Nagashaki e Hiroshima), sino sus intereses imperialistas; es decir, el control sobre mercados, recursos naturales y zonas de influencia.
Trotsky no tenía ninguna ilusión en la propaganda de los países occidentales y definió desde el comienzo a la Segunda Guerra Mundial como una guerra imperialista, una continuación de la Primera Guerra Mundial. No obstante, entendió el sano rechazo instintivo de los trabajadores al fascismo y su deseo de luchar contra él. Esta fue parte de la razón por la que desarrolló la Política Proletaria Militar. En su opinión no era suficiente oponerse simplemente a la guerra, sino desarrollar una política obrera en este terreno. En uno de sus últimos escritos explicó lo siguiente:
“La guerra actual, como lo manifestamos en más de una ocasión, es una continuación de la última guerra. Pero una continuación no significa una repetición. Como regla general, una continuación significa un desarrollo, una profundización, una agudización. Nuestra política, la política del proletariado revolucionario, hacia la segunda guerra imperialista es una continuación de la política elaborada durante la guerra imperialista anterior, fundamentalmente bajo la conducción de Lenin. Pero una continuación no significa una repetición. También en este caso, una continuación significa un desarrollo, una profundización y una agudización.”
“Durante la guerra pasada no sólo el proletariado en su conjunto sino también su vanguardia y, en cierto sentido, la vanguardia de la vanguardia, fueron tomados desprevenidos. La elaboración de los principios de la política revolucionaria hacia la guerra comenzó cuando ya ésta había estallado plenamente y la maquinaria militar ejercía un dominio ilimitado. Un año después del estallido de la guerra, la pequeña minoría revolucionaria estuvo todavía obligada a acomodarse a una mayoría centrista en la conferencia de Zimmerwald. Antes de la Revolución de Febrero, e incluso después, los elementos revolucionarios no se sintieron competentes para aspirar al poder, salvo la oposición de extrema izquierda. Hasta Lenin relegó la revolución socialista para un futuro más o menos distante…Si así veía Lenin la situación no creemos entonces que haya necesidad de hablar de los otros.”
“Esta posición política del ala de extrema izquierda se expresaba gráficamente en la cuestión de la defensa de la patria.”
“En 1915 Lenin se refirió en sus escritos a las guerras revolucionarias que tendría que emprender el proletariado victorioso. Pero se trataba de una perspectiva histórica indefinida y no de una tarea para mañana. La atención del ala revolucionaria estaba centrada en la cuestión de la defensa de la patria capitalista. Los revolucionarios replicaban naturalmente en forma negativa a esta pregunta. Era completamente correcto. Pero mientras esta respuesta puramente negativa servía de base para la propaganda y el adiestramiento de los cuadros, no podía ganar a las masas, que no deseaban un conquistador extranjero.”
“En Rusia, antes de la guerra, los bolcheviques constituían las cuatro quintas partes de la vanguardia proletaria, esto es, de los obreros que participaban en la vida política (periódicos, elecciones, etcétera). Luego de la Revolución de Febrero el control ilimitado pasó a manos de los defensistas, los mencheviques y los eseristas. Cierto es que los bolcheviques, en el lapso de ocho meses, conquistaron a la abrumadora mayoría de los obreros. Pero el papel decisivo en esta conquista no lo jugó la negativa a defender la patria burguesa sino la consigna “¡Todo el poder a los soviets!” ¡Y sólo esta consigna revolucionaria! La crítica al imperialismo, a su militarismo, el repudio a la defensa de la democracia burguesa, etcétera, pudo no haber llevado jamás a la mayoría abrumadora del pueblo al lado de los bolcheviques…1
Sus instrucciones a los revolucionarios del mundo eran bien claras:
“La militarización de las masas se intensifica día a día. Rechazamos la grotesca pretensión de evitar este militarización con huecas protestas pacifistas. En la próxima etapa todos los grandes problemas se decidirán con las armas en la mano. Los obreros no deben tener miedo a las armas; por el contrario, tienen que aprender a usarlas. Los revolucionarios no se alejan del pueblo ni en la guerra ni en la paz. Un bolchevique trata no sólo de convertirse en el mejor sindicalista sino también en el mejor soldado.”
“No queremos permitirle a la burguesía que lleve a los soldados sin entrenamiento o semientrenados a morir en el campo de batalla. Exigimos que el Estado ofrezca inmediatamente a los obreros y a los desocupados la posibilidad de aprender a manejar el rifle, la granada de mano, el fusil, el cañón, el aeroplano, el submarino y los demás instrumentos de guerra. Hacen falta escuelas militares especiales estrechamente relacionadas con los sindicatos para que los obreros puedan transformarse en especialistas calificados en el arte militar, capaces de ocupar puestos de comandante.”
En junio de 1940 la burguesía francesa capituló a Hitler y entregó Paris sin ofrecer resistencia. Trotsky pensaba que este acontecimiento confirmaba que las burguesías nacionales de los países del bloque aliado no estaban realmente interesadas en defender a los trabajadores contra el fascismo. Por esta razón declaró que los revolucionarios deberían agitar entre las masas por que el mando militar pasase a manos de la clase obrera, la única clase realmente capaz de erradicar el fascismo:
“El Instituto de la Opinión Pública estableció que más del setenta por ciento de los trabajadores están a favor de la conscripción. ¡Es un hecho de tremenda importancia! Los trabajadores toman seriamente todas las cuestiones. Si la patria debe ser defendida, entonces la defensa no puede abandonarse a la voluntad arbitraria de los individuos. Debería tratarse de una actitud común. Esta concepción realista muestra cuánta razón teníamos al rechazar de antemano al pacifista puramente negativo o las actitudes semipacifistas. Nos colocamos en el mismo terreno que el setenta por ciento de los trabajadores -contra Green y Lewis- y en base a esta premisa comenzamos a desarrollar una campaña con el fin de enfrentar a los trabajadores con sus explotadores en el campo militar. Ustedes, trabajadores, quieren defender y mejorar la democracia. Nosotros, miembros de la Cuarta Internacional, queremos ir más allá. Sin embargo, estamos listos para defender la democracia con ustedes, sólo con la condición de que sea una defensa real y no una traición a la manera de Petain.¨2
En una discusión, sobre “Problemas norteamericanos” 3, repitió las mismas ideas de una forma aún más aguda. Subrayó que los revolucionarios deberían decir:
“defenderemos a Estados Unidos con un ejército obrero, con oficiales obreros, con un gobierno obrero, etcétera. Si no somos pacifistas que esperan un futuro mejor, y si somos revolucionarios activos, nuestra tarea es penetrar en toda la maquinaria militar. (…)
Debemos usar hasta el fin el ejemplo de Francia. Tenemos que decir: “¡Les advertimos, obreros, que ellos (la burguesía) los traicionarán! ¡Miren a Petain, que es amigo de Hitler! ¿Dejaremos que pase lo mismo en este país? Debemos crear nuestra propia maquinaria, bajo el control de los trabajadores.” Debemos ser cuidadosos para no identificarnos con los chovinistas, ni con los confusos sentimientos de autoconservación, sino que debemos entender sus sentimientos y adaptarnos a los mismos críticamente y preparar a las masas para una mejor comprensión de la situación; de lo contrario seguiremos siendo una secta, cuya variante pacifista es la más miserable.”
El punto central era revelar la incapacidad orgánica de la burguesía para una verdadera defensa contra el fascismo y así ajustar la agitación revolucionaria al pensamiento y preocupaciones de las masas. Por el otro lado, el destacado énfasis en la militarización de la organización revolucionaria significaba que Trotsky aconsejaba sus seguidores buscar todas las vías para acercarse a la clase obrera y fusionarse con ella para dotarla del programa revolucionario necesario para la victoria.
En una situación donde toda la atención de los trabajadores estaba principalmente en la guerra, en algunas fábricas se trabajaba hasta 14 o 16 horas para la industria de armamento. Trotsky entendió que cualquier consigna abstracta de oposición a la guerra solo podía conducir al aislamiento de las fuerzas del bolchevismo-leninismo. Sin dejar de explicar el verdadero carácter de la guerra imperialista, Lev Davidovich instruía a las secciones nacionales a adaptar las consignas transitorias al estado concreto de desarrollo de la conciencia de las masas. No es ninguna coincidencia que el mismo viejo explicara cómo el bolchevismo era sencillamente la historia de la capacidad para realizar “cambios bruscos y repentinos” en la táctica y las consignas de cada momento.
La IV internacional durante la Segunda Guerra Mundial
La muerte de Trotsky, que cayó asesinado por el agente de la GPU Ramón Mercader del Río el 20 de agosto de 1940, fue un tremendo golpe a las fuerzas de la Cuarta Internacional. Vimos en las partes anteriores de este artículo cómo incluso los dirigentes del SWP norteamericano carecían de la misma capacidad teórica y del método dialéctico que tenía Trotsky para entender una situación cambiante. Para ser honestos, también debemos admitir que la Cuarta Internacional en la mayoría de los países estaba fundada sobre bases organizativas muy inestables.
Uno de los casos más graves era probablemente Francia, dónde los seguidores de la sección nacional, el POI (Partido Obrero Internacionalista) se habían escindido otra vez a comienzos de 1939 sobre la cuestión de la entrada al PSOP, una escisión centrista del Partido Socialista. La sección estaba en un verdadero estado de caos, cuando la ocupación nazi de Francia tuvo lugar en junio de 1940. Rápidamente, los principales dirigentes (Jean Rous, Pierre Naville, Joannès Bardin [Boitel]) se adaptaron al nacionalismo burgués y/o abandonaron el movimiento trotskista. Nuevas fuerzas, en su mayoría muy jóvenes, tuvieron que reconstruir la organización bajo condiciones sumamente difíciles.
Por supuesto, no queremos menospreciar el heroico trabajo que centenares de partidarios de Trotsky realizaron en una Europa bajo el talón de hierro del fascismo, ni olvidar por un momento los mártires del movimiento bolchevique-leninista. Podemos mencionar algunos de los casos más emblemáticos:
A pesar de varias oleadas de represión contra sus cuadros dirigentes, la organización trotskista de Francia, logró editar 73 ediciones de su periódico, La Verité, que estuvo circulando con un tiraje de 15.000 copias por número. La Gestapo (la polícia secreta de Alemania) logró encontrar y asesinar a docenas de trotskistas franceses, incluido Marcel Hic, el secretario general de la sección, quien fue deportado a Buchenwald y luego a Dora, donde lo mataron4.
Los trotskistas franceses, incluso, publicaron un periódico en alemán, titulado Arbeiter und Soldat (Trabajador y soldado), que estaba dirigido explícitamente a las tropas alemanas para ganarlos a posiciones revolucionarias. Su editor, Paul Widelin, fue detenido en 1944 y asesinado por la Gestapo.
En Bélgica, uno de los países dónde la Cuarta había tenido más fuerza, la represión también dejó su huella; Dirigentes reconocidos como León Lesoil y Abraham Leon, entre decenas de otros trotskistas, fueron detenidos y ejecutados. A pesar de todo esto lograron publicar un periódico en francés (La voz de Lenin) y otro en flamenco (La lucha de clases) con 10.000 y 7.000 ejemplares respectivamente.
En Grecia, Pantelis Pouliopoulis, uno de los dirigentes del grupo trotskista fue fusilado por los ocupantes italianos en junio de 1943 junto a 17 camaradas suyos. Pero antes de morir tuvo el coraje de dar un discurso revolucionario a los soldados italianos en su idioma, lo cual provocó un motín entre los mismos soldados que negaron a cumplir la orden de fusilamiento. Fueron los propios tenientes-coroneles quienes tuvieron que hacer el trabajo sangriento.
Uno de las pérdidas más trágicas del movimiento, fue probablemente el de Pietro Tresso [Blasco], uno de los primeros miembros de la Oposición de Izquierda en el Partido Comunista Italiano. Aunque logró escaparse de la cárcel en Marsella en 1943, fue secuestrado y asesinado por los estalinistas.
En este breve recuento no podemos entrar en todos los detalles, pero sería incorrecto olvidar dar mención al heroico trabajo de los trotskistas en Sri Lanka e Indochina (Vietnam). Durante la guerra los partidarios de Trotsky en ambos países se opusieron al dominio sangriento del imperialismo británico, mientras los estalinistas sacrificaron cualquier pretexto de lucha anti-imperialista en nombre de su “sagrada alianza” con las potencias aliadas.
Posteriormente, esto condujo al PC de la India a aceptar en 1947 la criminal división en líneas religiosas del país, abriendo el paso a la creación de un estado musulmán (Pakistán) y al aborto, por medios violentos, de la revolución. En contraste, los trotskistas construyeron un fuerte partido en Vietnam que incluso llegó a ganar las elecciones locales en Saigon en 1939. Trágicamente, el máximo líder de este grupo, el legendario Ta Thu Thau, fue ejecutado por los estalinistas en septiembre de 1945, probablemente por órdenes directas de Ho Chi Min5. En Sri Lanka se formó el primer núcleo del LSSP, (Laja Sama Samanka Party), que estaba afiliado a la Cuarta Internacional y dirigió grandes huelgas generales contra los poderes coloniales, convirtiéndose en la segunda fuerza política de la isla.
Los trotskistas y la Política Militar Proletaria
A pesar de esta gran muestra de sacrificio y trabajo consistente, no podemos evitar una revisión crítica de la política de los bolchevique-leninistas durante la guerra. Recordamos las líneas centrales de la Política proletaria militar de Trotsky: conectar con el sentimiento anti-fascista de las masas y sobre todo mostrar que la burguesía era orgánicamente incapaz de luchar contra el fascismo, que solamente la clase obrera estaba en la posición de destruir de raíz los regímenes de Hitler y Mussolini.
Pero, con algunas excepciones importantes que trataremos más adelante (sobre todo el WIL/RCP de Gran Bretaña), se puede constatar que la gran mayoría de partidos y grupos trotskistas se opusieron al significado de los últimos escritos de Trotsky, o por lo menos no lo entendieron. Varios dirigentes en las secciones nacionales, incluida la sección griega, el grupo alrededor de Grandizo Munis, la sección oficial en Inglaterra (RSL) y otros, rechazaron la nueva política porque, según ellos, hacía concesiones al social-chauvinismo, y mantuvieron la postura del “derrotismo revolucionario” que Lenin había adelantado durante la Primera Guerra Mundial, pero que en las nuevas condiciones les condenaba al aislamiento total. La sección belga, incluso, llegó al extremo de censurar algunas partes del Manifiesto de la Conferencia de Emergencia de mayo de 1940, que había redactado Trotsky.
El otro gran problema fue la incomprensión del concepto de “militarización”. La política proletaria militar no era simplemente una idea propagandística, sino sobre todo una orientación práctica de Trotsky a sus seguidores. Como había explicado en su Historia de la Revolución Rusa, “La mayoría no se cuenta, se conquista” – los trotskistas deberían conquistar a las masas, comenzando en las fuerzas armadas. Encontramos muy poco ejemplos de un trabajo sistemático en este sentido. A pesar de algunas referencias de los trotskistas franceses en sus documentos a la importancia del movimiento partisano, no hubo una participación orgánica en él.
El historiador francés Pierre Broué dio algunas reflexiones interesantes sobre este problema. En un escrito crítico que publicó en su revista Cahiers León Trotsky, afirmó:
“Toda la evidencia muestra que el llamamiento de Trotsky por una posición de lucha armada y su propuesta de que todos los socialistas revolucionarios deberían “militarizarse” para jugar un papel en un mundo militarizado, estaban ausentes en este concepto o por lo menos reducido a un nivel secundario, “partisano”, completamente subordinado a la “lucha en la fábrica”. El descubrimiento de que la “lucha armada” ejerció una fuerza atractiva sobre las masas debe haber presentado muchos problemas cuando la dimensión que Trotsky atribuyó a la “militarización” estaba ausente.
(…)
En el mismo orden de ideas, la vacilación con la cual los trotskistas miraban hacia la resistencia armada surgiere que sería interesante estudiar cómo fue concebida la revolución dentro de la Cuarta Internacional durante la guerra. Parece que a veces fue concebida como algo apocalíptico que ocurriría independientemente de lo que estaba pasando y no como el resultado de un trabajo por ella. ¿Había sido su educación principalmente “propagandística”, que implica la utilización de armas tales como las denuncias y la “explicación”- que claramente eran las actividades esenciales de una organización cuyas líderes sentían que estaban “nadando contra la corriente-, lo que había preparado a los cuadros para tal concepción? [de la revolución]”6
Un ejemplo cualitativamente distinto: La WIL y el RCP
Hubo excepciones a esta actuación, grupos e individuos que sí trataron de aplicar la política proletaria militar al trabajo revolucionario cotidiano. El SWP norteamericano, presionado por Trotsky hasta su muerte, había aprobado formalmente esta política y la llevó acabo de forma parcial, defendiendo esta línea en público e incluso cuando fueron enjuiciados por el Estado norteamericano en las juicios de Minneapolis, acusados y sentenciados por “trabajo subversivo”7. Como resultado, el SWP tuvo un crecimiento notable en este período, aunque hay que decir que Cannon y los otros líderes pusieron énfasis sobre todo en el aspecto propagandístico de la política, pero no en el trabajo político en las fuerzas armadas.
Un grupo que sí destaca por haber llevado acabo la política proletaria militar de forma enérgica es la WIL británica (Liga Internacional de Trabajadores – desde el 1944 conocida como el RCP, Partido Comunista Revolucionario). El primer núcleo de este grupo se formó en Gran Bretaña a finales de 1937 alrededor de jóvenes inmigrantes provenientes de Sudáfrica como Ralph Lee y Ted Grant.
El estado de los distintos grupos trotskistas en este país era particularmente lamentable, la mayor parte de ellos habían rechazado los consejos de Trotsky de entrar primero al ILP (Partido Laborista Independiente) en 1934 y, posteriormente, el giro que propuso hacia el Partido Laborista. La composición de estos grupos era muy mala, la mayoría de los miembros provenían de sectores pequeño-burgueses y el ambiente era muy cerrado. Sus militantes gastaban más tiempo en peleas internas que en el verdadero trabajo político.
Después un intento de reformar a los grupos existentes, Ralph Lee, Ted Grant, Jock Haston y unos pocos camaradas decidieron abandonarlos a su propia suerte y formar un nuevo grupo que desde sus inicios tuviera una base sana y un trabajo real en el movimiento obrero. Fundaron la WIL con tan solo siete camaradas en 1938.
En septiembre del mismo año rechazaron un intento por parte de Cannon y de otros representantes del SWP norteamericano de hacer una unificación sin principios. Los camaradas de la WIL explicaron que estaban a favor de la unidad con los otros grupos, pero solamente sobre la base de un acuerdo político. Hicieron hincapié en el trabajo entrista en la juventud del Partido Laborista y también en la aceptación de la política proletaria militar. Cuando era evidente que los otros grupos trotskistas no estaban de acuerdo, el WIL descartó la unificación y previó que la unificación de tres grupos sobre una base política heterogénea iba a dar lugar a cinco o seis escisiones en el corto plazo.
Esto fue exactamente lo que ocurrió. Mientras el grupo “unificado”, la RSL (Liga Socialista Revolucionaria), se destacó por su fraccionamiento en tres partes distintas y su pasividad durante prácticamente toda la guerra; la WIL, que partió de nueve miembros a comienzos de 1938, creció hasta transformarse en una importante fuerza política durante la guerra con más de quinientos miembros. Si analizamos este fenómeno detenidamente, veremos cómo fue la aplicación acertada de la política de Trotsky lo que hizo toda la diferencia.
Al aceptar la política proletaria militar, la WIL la adaptó a las circunstancias peculiares de Gran Bretaña, formulando un programa concreto que incluía la exigencia de que el Partido Laborista tomara el poder para combatir al fascismo, formando un ejército obrero compuesto por destacamentos armados de los sindicatos y con la elección de los oficiales por los soldados. Desnudando la hipócrita posición de la burguesía británica, la WIL agitó a favor de libertad para todas las colonías para luchar así realmente contra el fascismo a nivel mundial.
Contrario a cualquier tipo de pacifismo, la WIL ordenó que todos sus miembros deberían entrar en las fuerzas armadas si fueron convocados. Allí fueron instruidos a hacer trabajo revolucionario junto a sus hermanos de clases, ganando el respeto como los mejores soldados en el ejército. Miembros del WIL que estaban en el frente norteafricano del ejército británico utilizaron los foros legales, las asambleas denominadas “Army Bureau of Current Affairs – ABCA” para explicar pacientemente el verdadero significado de la guerra y en varios casos ganaron la mayoría en los ABCA, como en Benghazi, en Libia, y El Cairo, en Egipto.
Incluso en las fuerzas aéreas británicas, las RAF, la WIL logró hacer un importante trabajo político, a través de un piloto llamado Frank Ward que dio clases a otros pilotos como instructor con el programa de la Cuarta Internacional. El ambiente en amplios sectores del ejército británico, sobre todo en el Octavo Armé en el desierto norteafricano, era muy explosivo. Muchos soldados confesaron que ¡querían volver con las armas a Gran Bretaña, una vez que la guerra terminara, para asegurar que las cosas realmente cambiaran!
Conforme la euforia inicial de la guerra comenzaba a disiparse entre las masas trabajadoras, varias huelgas tuvieron lugar en la industria, donde los obreros estaban trabajando hasta catorce horas diarias para sostener los suministros de guerra. A la misma vez, el Partido Comunista giró su postura 180 grados desde su oposición a la guerra a un apoyo ciego al gobierno de Churchill. La razón de ello era, evidentemente, el ataque de Hitler contra la URSS en 1941 que obligó Stalin a cambiar de política para acercarse a los “aliados democráticos”. Por eso, el PC británico comenzó a jugar un papel directamente rompe-huelgas a partir de 1941, denunciando cada conflicto laboral como “sabotaje a la guerra anti-fascista”.
Esta situación colocó a la WIL con mayores posibilidades aún para intervenir entre las masas trabajadoras y participar en las huelgas que estallaron durante la guerra. El año 1942 vio un gran crecimiento en el número de huelgas, y los miembros de la WIL intervinieron con gran éxito en algunos de los paros más emblemáticos como el de los aprendices de Tyneside, Rolls Royce Aircraft Works, y Glasgow, en agosto de 1941 y de nuevo en julio de 1943, en la huelga de Barnbow Royal Ordnance Factory en junio de 1943, y en la huelga del transporte en Yorkshire en mayo de 1943.
El éxito del WIL (y posteriormente del RCP), fue visto como una amenaza seria por parte de la clase dominante británica. Esto se deduce de los informes secretos que hizo la inteligencia británica sobre el WIL y el RCP, explicando en detalle su estrategia, tácticas, fuerzas numéricas, posiciones sindicales, etc 8
Hemos resaltado el ejemplo de la WIL porque muestra que no era cierto que los trotskistas estaban condenados al aislamiento por la situación objetiva. Por el contrario, se ve como un grupo pequeño armado con un programa, orientación y táctica correctos puede hacer un trabajo muy exitoso, mientras que las organizaciones más numerosas que no saben adaptarse a una nueva situación sí son impotentes.
Si la Cuarta Internacional, como organización mundial, hubiera seguido la política de Trotsky con la misma capacidad que la WIL, su desarrollo posterior probablemente habría sido distinto. En la próxima parte de este artículo veremos qué posibilidades y desafíos colocó frente a los revolucionarios el final de la Segunda Guerra Mundial…
[Continuará….]
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