La intervención reciente de la presidente Cristina Fernández en la reunión del G-20 en Francia tuvo un gran impacto en la opinión pública. Especialmente llamativas fueron sus palabras cuando denunció el “anarco-capitalismo financiero” que hoy domina el sistema capitalista global y lo opuso a un capitalismo “en serio” ideal, hoy ausente, que estaría basado en la producción industrial.
El discurso de Cristina Fernández
La presidente Cristina Fernández tuvo fases de un discurso valiente en un foro donde dominan los intereses directos de las grandes multinacionales y corporaciones capitalistas del planeta. Por ejemplo, se opuso a las políticas de ajuste recomendadas por algunos de sus colegas. También criticó a los especuladores y negocios financieros que se limitan a comprar barato y vender caro sin crear un átomo de riqueza.
Igualmente, señaló que existen sectores minoritarios pero económicamente poderosos a quienes es necesario enfrentar cuando ponen en peligro los intereses generales de la sociedad.
El papel histórico progresivo del capitalismo
A diferencia de sus críticos ultraizquierdistas, nosotros compartimos con la presidente el reconocimiento del carácter históricamente progresista que jugó el capitalismo clásico sustentado en la producción industrial, en oposición a la economía “de casino” actualmente dominante. Pese a sus crímenes, el mérito histórico del capitalismo “en serio”, para utilizar las palabras de Cristina Fernández, reside en que durante un período histórico fue capaz de desarrollar de manera colosal las fuerzas productivas de la sociedad (la industria, la agricultura, la ciencia y la tecnología, el desarrollo cultural, etc.) y con ello a la clase obrera, creando las bases que permiten el paso a un sistema social de producción más avanzado y humano, el socialismo.
El papel de la “codicia” en la economía capitalista
Para la presidente pareciera que optar por un tipo de capitalismo u otro dependería de la decisión particular de cada país o gobierno, como si esto aconteciera por mala voluntad o por falta de ella, por una suerte de malentendido o de falta de previsión. Nosotros pensamos que la actual fase de desarrollo capitalista nace de las características inherentes al capitalismo: la propiedad privada de los medios de producción y la sed ilimitada por las ganancias.
El capitalismo, sea cual sea la forma particular que asuma, parte de un elemento común que lo dota de la misma cualidad esencial en cualquier circunstancia: la codicia. La codicia no es una mera categoría moral, como podría parecer, es una categoría económica de primer orden en un sistema social, como el capitalista, basado en la producción y venta de mercancías.
Hace ya mucho tiempo, Henry Ford, fundador de la compañía que ostenta su apellido, declaró: “Yo no fabrico coches, yo fabrico dinero”. Esto significa que la fuerza moral y económica de la producción capitalista “seria” es la codicia por acumular dinero y capital, y la producción sólo es el medio para conseguirlo; ni más ni menos que la fuerza moral y económica que empuja al bróker, en la Bolsa o a través de una sofisticada ingeniería financiera, para tratar de sacar más dinero del que pone en el sistema financiero. Esta acumulación de dinero y capital es la fuente de los privilegios materiales y de la “buena vida” que se dan una minoría de potentados en cada país.
Y lo que la experiencia también demostró es que no existe un grado de codicia “razonable”, “limitado” o “bueno”; la codicia capitalista es irrefrenable, por eso todo el sistema económico y social se sustenta en estimularla y defenderla, con sus leyes y su ideología.
Codicia y ganancia capitalista
Marx explicó en El Capital que el ciclo del capital es D-M-D’, donde D es el capital adelantado para iniciar la producción, M la mercancía producida para la venta y D’ el dinero obtenido con la venta de la mercancía que incluye el dinero inicialmente adelantado (D) más un incremento que incorpora el trabajo no pagado al obrero. Precisamente, es el trabajo no pagado al obrero – como Marx descubrió – lo que explica que el fabricante obtenga una ganancia, un dinero extra, por encima del costo de producción de sus mercancías.
De esta manera, el capitalismo “serio” no sólo es movilizado por la codicia, sino que se sustenta en la explotación y el robo de los trabajadores. Esto es lo que explica que todos los capitalistas “serios” traten de prolongar lo más que puedan la jornada laboral de los trabajadores y pagarles lo menos posible: mientras más larga sea la jornada laboral y menor sea el salario mayor es la cantidad de trabajo no pagado al obrero que se apropia el capitalista, el patrón. Marx denominó Plusvalía al valor que el obrero añadía a la mercancía producida que se apropia el patrón y que, por lo tanto, no se le retribuye en salario.
De esta Plusvalía el fabricante paga la comisión correspondiente al comerciante que le vende la mercancía, al banquero el interés del crédito, en el caso de la producción agrícola la renta que va al terrateniente por alquilar sus campos, los impuestos al Estado, y la parte que se reserva – cuando es el caso – para ampliar y extender la producción. Lo que sobra es su ganancia. De esta manera, todos los capitalistas, los “serios”, los menos serios, y sus representantes políticos, vayan al Parlamento, o vistan de uniforme, toga o sotana; todos ellos viven del trabajo de la clase obrera, todos viven a costa de los trabajadores: de sus penalidades, esfuerzos, lágrimas y sacrificios. Esta es la verdad “de la milanesa”, la verdad más elemental del capitalismo, y es la que se empeñan en ocultar todos los defensores de este sistema capitalista injusto y explotador.
Cómo el capitalismo “en serio” deviene en “anarco-capitalismo financiero”
Como decíamos, el ciclo del capital viene dado por la fórmula D-M-D’; en su momento, Marx ya señaló que el ideal de todo capitalista (el propietario del capital) es tratar de saltar sobre la fase dolorosa y azarosa de la producción de mercancías, para hacer dinero del dinero; es decir D-D’. El “anarco-capitalismo financiero” (D-D’) que denunció la presidenta no es más que la tendencia capitalista llevada hasta sus últimas consecuencias y que todo capitalista “serio” tiene incorporada en su ser.
Por eso, los capitalistas “serios” tratan de barrer con todo lo que se interpone entre el dinero inicialmente invertido y el monto de ganancia que le espera. Por eso cargan contra los trabajadores que se organizan para mejorar sus salarios y reducir la jornada laboral; por eso compran a los políticos que hacen y votan las leyes más favorables para la explotación capitalista; por eso tratan de corromper a los dirigentes obreros y fomentar la burocratización sindical. Y por eso, disponen de jueces y policías a sueldo que entran en acción cuando los factores anteriores se muestran impotentes para doblegar los reclamos de los trabajadores.
Dada la tendencia inherente de la economía capitalista a la sobreproducción de mercancías y a la sobrecapacidad productiva, los márgenes de rentabilidad caen porque no hay posibilidad de colocar en el mercado una cantidad creciente de mercancías, de ahí que conseguir ganancias del dinero mismo sea la obsesión del momento para las grandes multinacionales y grupos financieros. El capitalismo “en serio” deriva indefectiblemente en “anarco-capitalismo financiero”.
Pero, a fin de cuentas, tiene razón la presidente Cristina Fernández. La única riqueza real, el único dinero que representa esa riqueza, proviene del trabajo humano productivo; por ende, del trabajo del obrero, de la producción industrial y agrícola. El misterioso dinero mágico puesto en movimiento por la especulación D-D’ no puede provenir más que de la Plusvalía, de la explotación de los trabajadores. Por eso, reducir la parte productiva de la economía a costa de ampliar su parte especulativa y “anarco-capitalista” lleva al desastre, porque el dinero puesto en juego ya no refleja riqueza real ni trabajo humano productivo, sino que es sustituido por dinero ficticio, créditos basados en el vacío, simples papeles pintados. Fue justamente esta gran bacanal de créditos sustentados en la nada, en Europa, EEUU y otras partes, durante más de una década lo que llevó a la bancarrota económica que hoy vemos en estos países con las consecuencias sociales terribles para cientos de millones de trabajadores y sus familias.
Nuestro anarco-capitalismo local
Pese a los dichos de la presidente, Argentina no está libre del tipo de “anarco-capitalismo” que ella criticó. En 5 años, los terratenientes y exportadores de granos y carnes han impuesto subas del 300% en los precios de los alimentos y de los productos básicos, amparándose en los precios internacionales. Y el gobierno se mostró impotente para impedirlo. Ahora asistimos a una corrida bancaria, que incluye fuga de divisas y un intento por forzar una devaluación del peso argentino, por parte de los grandes empresarios y financieros, que están moviendo miles de millones de dólares. Se prevé que en este año 2011 habrán fugado 21.000 millones de dólares del país, que se suman a los más de 150.000 millones de dólares que los capitalistas argentinos tienen colocados – según la cifras reconocidas oficialmente – en cuentas en el extranjero, que deberían estar acá para ser invertidas productivamente.
Otro ejemplo es la “sojización” de la economía argentina, con la siembra indiscriminada de millones de hectáreas en un cultivo que deja enormes ganancias a los propietarios rurales pero empobrece los campos, estimula la suba de los alimentos y la especulación inmobiliaria, el envenenamiento de amplias zonas del país y genera muy pocos empleos. Los operadores privados de los ferrocarriles no ponen un peso en inversiones, arreglos de vías y formaciones, ni en aumentos de salarios; todo lo pone el Estado y ellos ingresan millones con los subsidios estatales. Las grandes multinacionales mineras se llevan todo el mineral que pueden sacar del país, sin control alguno y con impuestos mínimos; y así podríamos poner muchos ejemplos más.
En estos años se avanzó mucho en bastantes aspectos económicos, sociales y democráticos que explican el gran apoyo popular conseguido por el kirchnerismo en las elecciones pasadas, pero siguen siendo los mismos quienes tienen la sartén por el mango: los grandes banqueros, monopolios y terratenientes; apenas 100 familias poseen la riqueza fundamental del país y todos ellos comparten negocios “serios” y especulativos. Aunque es verdad que el gobierno trata de contener las tendencias más depredadoras de los grandes capitalistas – obligándolos a hacer algunas concesiones a favor de los trabajadores, a realizar algunas inversiones, a limitar algunos negocios especulativos – y mantener así cierto grado de independencia de sus intereses; esto pudo funcionar mal que bien en el contexto de un importante auge económico que se ha mantenido casi sin interrupción durante 8 años. Estos grandes capitalistas pueden tolerar a regañadientes que el Estado les lime un poco las uñas mientras pueden seguir engullendo bocados apetitosos, pero cuando los efectos de la crisis capitalista mundial se hagan más presentes y sus esferas de negocio se vean afectadas de manera sustancial se revolverán como bestias salvajes contra el gobierno y el pueblo, como en otras épocas pasadas de nuestra historia.
Sólo el socialismo internacional puede terminar, en serio, con el “anarco-capitalismo”
La presidente Cristina lo ha reconocido honestamente. Ella defiende un capitalismo “en serio” y no tiene alternativa a él ni se lo plantea. Por eso trata de convencer los capitalistas y a sus gobiernos de que inviertan, que se conformen con ganancias razonables, y que no lleven las cosas a los extremos. Nosotros, como socialistas, pensamos que las tendencias depredadoras, bárbaras e irracionales del capitalismo; las tendencias de este régimen social sustentado en la propiedad privada de los medios de producción y en la codicia individual, son irreformables, no pueden ser cambiadas a voluntad. Nosotros, los socialistas revolucionarios, sí tenemos una alternativa al capitalismo: es el socialismo internacional, que nada tiene que ver con el modelo burocrático, dictatorial y nacionalista del modelo estalinista desarrollado en la antigua Unión Soviética, el este de Europa, y China.
El capitalismo tiene en la codicia el motor de su funcionamiento, el socialismo en la fraternidad y la colaboración humanas. El capitalismo se sustenta en la propiedad individual de los medios de producción (fábricas, latifundios bancos, grandes comercios, etc.), el socialismo en la propiedad y gestión colectiva de los mismos. Y esto implica, además, una mayor eficiencia económica como se desprende claramente de la planificación colectiva de la riqueza para atender el interés común y no los intereses individuales de un puñado de multimillonarios que nos explotan, nos condenan a una vida de esclavitud física y espiritual, y amenazan el futuro de la vida en el planeta con la agresión al medio ambiente.
La rebelión de masas iniciada en el mundo árabe, Europa y EEUU –como la que sigue en marcha en América Latina desde la década pasada- no es más que la expresión de la lucha inconsciente de millones de trabajadores, desempleados, jóvenes sin futuro y de amplios sectores populares desposeídos, por cambiar la sociedad y arrancar de las manos de los poderosos las palancas económicas y políticas que gobiernan sus vidas. Es la lucha inconsciente por un mundo socialista.
Por eso, de lo que se trata es de hacer consciente los deseos e intereses inconscientes que animan la rebelión de los millones de esclavos modernos. La única doctrina que puede plantearse esa tarea es la del socialismo científico, las ideas del marxismo revolucionario. De ahí la importancia de agitar y difundir estas ideas en el seno de la clase trabajadora, de la juventud y del activismo popular, y en sus organizaciones. Para eso, precisamos de la mayor participación de los trabajadores, jóvenes y luchadores. Unite a nosotros para desarrollar esta tarea.