Este 30 de abril, convocado por el Frente Sindical, las CTAs y con la adhesión del Sindicalismo Combativo, tendrá lugar un paro contra el ajuste Macrista. Si bien casi 70 regionales de la CGT se suman a la medida la conducción de la Confederación General del Trabajo, vergonzosamente y de acuerdo a lo esperado, no será parte de la convocatoria. Los $32.000 millones para el financiamiento de la “caja negra” de las obras sociales, prometidos por el Gobierno de Cambiemos, fueron más que suficientes para que la burocracia cegetista venda nuevamente a los trabajadores. Este nuevo paro llega en un momento crítico para los trabajadores y los sectores populares. El Indec anunció que la inflación de marzo trepó al 4,7% y en el primer trimestre del 2019 los precios ya han aumentado un 11.8%. El incremento interanual escaló al 54,7% y es el peor dato desde la salida de la hiperinflación en 1991. Esto se traduce en miseria para las familias trabajadoras en un país en donde el 32% de la población está debajo de la línea de pobreza con perspectivas a seguir subiendo. A su vez, el Gobierno responde con una serie de “medidas” absolutamente insuficientes que no tendrán prácticamente impacto alguno en la economía real. La actitud del empresariado en el poder se asemeja a la del plomero del Titanic intentando poner un parche de bicicleta para frenar su hundimiento. Ante este panorama, si el Gobierno aún se sostiene es debido a la amplia gobernabilidad que le han prestado, de una forma u otra, los partidos patronales. Sumado a la ausencia de un plan de lucha serio, que tenga como objetivo concreto poner un final definitivo a las políticas de ajuste impulsadas por el macrismo a nivel nacional y por los Gobernadores a nivel provincial. En general se hacen comunicados que hablan de la necesidad de un “plan de lucha” pero que nunca llega. Por lo tanto, lo que vemos son medidas aisladas unas de otras que no expresan una continuidad que ponga fin al ajuste. Los paros inconexos unos de otros y con reivindicaciones generales no son suficientes para torcer el rumbo del país. Lo que necesitamos es un auténtico plan de lucha que se construya con la fuerza de las bases en asambleas democráticas y que tengan un objetivo claro y concreto: Echar al gobierno de Macri e impulsar, con la fuerza de la calle, una serie de medidas económicas concretas que impliquen que la crisis la paguen los patrones y no los trabajadores y la clase obrera. Aquellos que plantean un supuesto respeto a la “democracia” en abstracto lo único que hacen es permitir que el ajuste siga corriendo y profundizándose hasta fines de este año ¿Pueden los trabajadores seguir soportando más ajuste y degradación? ¿De qué democracia hablan? No puede haber ningún tipo de democracia posible cuando hay hambre. Solo una democracia obrera puede garantizar una salida para los de abajo y para eso es necesario poner un final a la democracia burguesa y patronal. Es por eso que los trabajadores debemos debatir una serie de medidas junto con las acciones necesarias para que las mismas se materialicen, de nada sirve hablar de reivindicaciones sino se va a organizar la fuerza necesaria para que estas se concreten. Tenemos que pelear para que el salario y la jubilación mínima sean equivalentes al costo de la canasta familiar y que esto sea acompañado por una escala móvil de los salarios y una escala móvil de las horas de trabajo. Los sindicatos y las organizaciones de masas, que defienden los intereses de la clase trabajadora, deben unir a aquellos que tienen trabajo con los que carecen de él, así el trabajo existente es repartido entre todas las manos obreras existentes y es así como se determina la duración de la semana de trabajo, para de esta manera poner un freno a la desocupación que ya trepa al 9,1 %, según informo el Indec en marzo, reflejando que hay 400.000 desocupados más que hace un año. El derecho al trabajo es el único derecho que tiene el trabajador en una sociedad fundada sobre la explotación, por lo tanto, no podemos ser flexibles o blandos en esto. Tenemos que oponernos tajantemente a los despidos y los retiros voluntarios planteando la ocupación de toda fábrica o empresa que cierre, suspenda o despida.
Otro de los ataques brutales que venimos soportando los trabajadores son los impagables tarifazos de luz, agua, gas y transporte. Según el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina en los últimos tres años los tarifazos en servicios públicos llegaron al 2.338 %, llevándose en algunos casos el 13,3% del salario. Esta situación debe ser revertida con carácter de urgencia. El acceso a los servicios básicos representa un derecho humano para los trabajadores por lo cual es necesario romper con la visión mercantilista propia del capitalismo. Debemos exigir la reestatización de todas las empresas privatizadas de servicios, bajo control de los trabajadores y usuarios, para parar en seco el tarifazo y ofrecer un servicio de calidad y a precio de costo para la clase trabajadora y los sectores populares. Un ejemplo de lucha nos han mostrado a los trabajadores franceses anunciado que le cortarían la electricidad a los barrios ricos y a las empresas que despidieran a sus trabajadores y se la re-conectarían a los hogares que no tuvieran servicio por falta de pago. Según datos del Banco Central la fuga de capitales sumó U$S61.287 millones desde que asumió Cambiemos, en enero fue de U$S2.000 millones. La “formación de activos externos del sector privado no financiero” no es otra cosa que la timba financiera. Esta es un eje central del Gobierno de Macri y la oligarquía financiera, que representa un saqueo obsceno a las riquezas que producimos los trabajadores día a día. Esta sangría constante hace cada día más rico a los ricos y más pobres a los pobres. Algo que queda claramente a la vista cuando vemos los propios datos del BCRA que arrojan que el sistema financiero cerró el año 2018 con una rentabilidad de $172.106 millones, un alza de 121% respecto a los $77.709 millones de 2017. Es por eso que los sindicatos deben plantear dentro del plan de lucha, la nacionalización de la banca privada para establecer el monopolio estatal de la banca y frenar el derroche espantoso de trabajo humano que resulta de la anarquía del capitalismo y sus especuladores financieros. Los recursos que los trabajadores producimos deben ser para los trabajadores mismos y no para enriquecer a un puñado de buitres nacionales y extranjeros. Los bancos reflejan, bajo una forma concentrada, toda la estructura del capitalismo: tendencia al monopolio y la anarquía. Esta medida debe ser acompañada a su vez de la nacionalización del comercio exterior que es otra fuente a través de la cual los capitalistas se hacen de millones de dólares que no van a la producción sino a la especulación y la timba. La Bolsa de Comercio de Rosario estimó un ingreso de dólares por exportaciones del complejo de la soja en torno a los U$S 18.000 millones a la que accede una minoría ínfima, ya que el 0,94% de los dueños de las grandes extensiones productivas maneja el 33,89% del total del territorio argentino. Lo cual también evidencia la necesidad que tenemos de discutir la tenencia común de la tierra, ya que quien ejerce el control de la tierra decide sobre su uso y determina el destino de los beneficios de su explotación. La nacionalización del comercio exterior nos permitiría contar con los recursos que hoy se embolsan los grandes terratenientes, y se podría subsidiar los precios internos de productos básicos de la canasta familiar asegurándonos la comida en cada mesa obrera. Otro aspecto fundamental que debe ser contemplado en el plan de lucha es la ruptura completa con el FMI. No hay país posible con el lastre brutal de la deuda, solo entre 2022 y 2023, Argentina tendrá que devolver ¡U$S45.800 millones! al Fondo Monetario Internacional por el acuerdo La continuidad del FMI sobre la economía nacional representa una bota en el cuello para cualquier tipo de recuperación. Incluso la renegociación o restructuración de la deuda con los usureros es absolutamente imposible ya que es un camino directo al fracaso. Tenemos decenas de ejemplos que dan cuenta de esto. Desde 1978 hasta la fecha unos 22 países han re-negociado sus deudas con el FMI, todos terminaron mal y empujaron la economía de esos países hacia la depresión. Grecia es uno de los ejemplos más recientes. No obstante, debemos tener claro que para una efectiva soberanía territorial, económica y financiera es necesario nacionalizar, bajo control obrero, todas las palancas fundamentales de la economía para la planificación de la misma. El control obrero significa exactamente lo que dice: la clase obrera y sus representantes en las fábricas gestionan y desarrollan el proceso de producción y comercialización. Somos los trabajadores los que con nuestros brazos y cabezas creamos la riqueza en esta sociedad a la vez que somos la inmensa mayoría de la población, somos la columna vertebral que sostiene todo el andamiaje económico y social del país. Pero el problema central es que solo una minoría de capitalistas se apropia de estos inmensos recursos. Esto implica que los trabajadores necesitamos reorganizar todo el sistema de producción y distribución para orientar la economía a satisfacer las necesidades de los propios trabajadores, que el capitalismo no puede satisfacer por su propia lógica de funcionamiento anárquica que se orienta a la pura y simple persecución del lucro. Los burócratas de los sindicatos se opondrán, por regla general, a este tipo de medidas por lo tanto es necesario que impulsemos comités de fábricas que nos unan por encima de las direcciones sindicales y que seamos las bases, las que independientemente de a que sindicato o central obrera pertenezcamos, podamos discutir cómo llevar adelante estas tareas urgentes. Estos comités nos permitirían poner en pie un frente único para golpear como un solo puño. La crisis que atravesamos no es solo una crisis producto de las políticas macristas, sino que esta está enraizada en la crisis del capitalismo como expresión directa de la crisis capitalista mundial que sacude al mundo desde 2008. Las diferentes variantes que proponen reformar al capitalismo para retrotraer la crisis no pueden ofrecer otra cosa que la continuidad del ajuste por otros medios, ya que la crisis estructural no puede ser gestionada a voluntad sino que se corresponde a una etapa determinada de la crisis de sobreproducción que azota al planeta dejando en evidencia que este sistema de producción, no solo esta caduco y moribundo, sino que amenaza con imponernos un ajuste permanente. Los sindicatos y los trabajadores tenemos una tarea impostergable que es poner en debate la necesidad de contar con un Partido de Trabajadores que defienda los intereses de nuestra clase, superando así a los partidos poli-clasistas que pretenden que clases sociales antagónicas, como los trabajadores y los empresarios, convivan en armonía. Esto en época de crisis, como la actual, no implica absolutamente otra cosa que transferir la crisis a nuestras espaldas. La clase obrera debe organizarse en Partido aparte, para que sus intereses de clase no sean desviados o adulterados. Impulsemos este debate con fuerza en cada fábrica, sindicato, lugar de trabajo, comisión interna o plenario de trabajadores. Nuestra consigna debe ser: