Se cerró la crisis del PJ

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De nuevo, una pelea que amenazaba con la escisión del peronismo terminó en acuerdo. Como hemos explicado en varias ocasiones en El Militante, la pugna entre Kirchner y Duhalde por el control de las estructuras del PJ no tiene un carácter trivial ni episódico. Está enraizada en la propia situación social argentina.

Kirchner y Duhalde condenados a entenderse

De nuevo, una pelea que amenazaba con la escisión del peronismo terminó en acuerdo. Como hemos explicado en varias ocasiones en El Militante, la pugna entre Kirchner y Duhalde por el control de las estructuras del PJ no tiene un carácter trivial ni episódico. Está enraizada en la propia situación social argentina.

El desprestigio del PJ

Por primera vez en décadas, el peronismo (o más exactamente, el PJ) encuentra enormes dificultades para encolumnar detrás suyo a la mayoría de la clase obrera argentina. Tras años de prestar servicios a los intereses de los capitalistas, al imperialismo y a las mafias instaladas en el aparato del Estado, el PJ se reveló a los ojos de amplias masas de trabajadores como un organismo corrupto piloteado por una casta de políticos mafiosos y ladrones apoltronados en sus cargos públicos, políticos y sindicales al servicio de los ricos y poderosos. A pesar de que transcurrieron cerca de tres años desde el Argentinazo, este visión sigue presente.

La aparente fortaleza del PJ reside en la ausencia de un referente político a su izquierda y en la política de concesiones y gestos "por izquierda" de Kirchner quien se esfuerza por marcar distancias con el propio aparato peronista.

Kirchner, un político inteligente que ve más lejos que el resto de dirigentes peronistas y que una oligarquía rapaz y parásita que tiene un pánico ancestral a las masas trabajadoras, es consciente de que necesita "limpiar" el PJ, profundizando la vertiente demagógica y populista de su discurso para atraer a las masas a su alrededor, aunque sea al precio de ofrecer algunas concesiones cosméticas. Pero eso lo enfrenta al aparato duhaldista y a los caudillos locales que no quieren sacrificar ninguno de sus privilegios ni ceder sus puestos a la camada de "transversales" que se arremolina alrededor de Kirchner. La débil y cobarde burguesía argentina prefiere apoyar a Duhalde como una manera de contener "por derecha" las pretensiones de Kirchner por miedo a que éste se muestra incapaz mañana de contener a las masas.

Es verdad que, a veces, las tensiones entre Kirchner y Duhalde llegaron puntos de máximo enfrentamiento, como cuando Kichner amagó con presentar a su esposa, Cristina Fernández, como candidata a las elecciones del próximo año por la provincia de Buenos Aires, al margen de las estructuras del PJ, enfrentando a los candidatos oficiales del partido.

Kirchner no quiere ser Chávez

Pero una ruptura del PJ podría llevar a Kirchner demasiado lejos, y él es consciente de ello. Un nuevo partido, enfrentado al PJ y abanderado por Kirchner, indudablemente despertaría importantes expectativas en amplias capas de la clase obrera, que interpretaría este hecho como una ruptura fundamental con el pasado y buscarían empujarlo hacia la izquierda. Pero Kirchner tiene muy claros sus intereses de clase burgueses y no tiene ningún interés en convertirse en una suerte de Chávez argentino enfrentado fuertemente al imperialismo y a la oligarquía local. Por esa razón, siempre se detiene en el momento de enfrentamiento más agudo con el aparato peronista y busca la reconciliación con Duhalde, quien tampoco desea una ruptura prematura con Kirchner en estos momentos, conocedor del apoyo que éste despierta todavía en amplios sectores populares.

Los sectores populares honestos que se consideran peronistas o nacionalistas antiimperialistas se equivocan si piensan que Kirchner es la alternativa a la opresión imperialista y oligárquica que sufren los trabajadores y las capas pobres de la nación. Sus vínculos con los capitalistas y su aceptación de las reglas de juego que le impone el imperialismo, a pesar de algunas concesiones realizadas por su gobierno y de sus gestos "radicales", lo incapacitan para esta tarea y, a la larga, frustrará las expectativas depositadas en él.

Estos sectores de luchadores honestos deben abrirse a una perspectiva de clase vinculando la solución de los problemas que afectan a las masas trabajadoras, por el dominio de las multinacionales y de los grandes capitalistas que nos oprimen y explotan, a la perspectiva del socialismo y a la toma del poder por la clase obrera.