El movimiento piquetero
Uno de los hechos más significativos del movimiento obrero argentino fue el surgimiento y desarrollo del movimiento piquetero, que agrupa a trabajadores despedidos de sus empresas y a jóvenes desocupados mediante asambleas y movilizaciones masivas al margen del control del aparato sindical peronista y con una orientación y propuestas que recuperan métodos y tradiciones revolucionarias de la clase obrera.
El movimiento de los trabajadores desocupados agrupados en las organizaciones piqueteras, ha demostrado una capacidad de lucha, heroísmo y sacrificio que los situó a la vanguardia del proceso revolucionario, en la medida que la burocracia sindical todavía puede contener y paralizar temporalmente a la mayor parte de los obreros de la industria y el transporte. Los piqueteros, con su ejemplo y determinación, están señalando las tareas al conjunto de la clase obrera y los sectores más combativos de la juventud.
La vanguardia piquetera (surgida en muchos casos en zonas con tradición de lucha en torno a trabajadores de grandes empresas industriales desmanteladas) logró agrupar a decenas de miles de desocupados a través de piquetes masivos y cortes de ruta que bloqueaban el sistema productivo y la actividad de industrias, mercados, puertos, etc., exigiendo trabajo genuino, planes de empleo, comida y otras medidas sociales. La organización de estas luchas ha estado controlada por asambleas masivas que han llegado a obligar a los representantes de la administración central o administraciones provinciales y municipales a negociar bajo la supervisión de la asamblea para evitar corruptelas, intentos de dividir al movimiento y demás. Las luchas y huelgas generales de los últimos años sirvieron para mantener y reforzar la unidad en la lucha entre los piqueteros y otros sectores de la clase obrera y los sectores más combativos dentro de los sindicatos.
El movimiento piquetero surgió a mediados de los 90, e incluso antes con estallidos sociales como el Santiagueñazo (1993). A partir de 1996-97 estos estallidos, que hasta entonces tendían a permanecer aislados y adquirir el carácter de explosiones espontáneas de rabia, toman una mayor extensión, organización y conciencia de su fuerza y objetivos. Paralelamente asistimos a una sucesión de puebladas, en las que vecinos de todo un pueblo o barrio se echaban a la calle y cortan las rutas, paralizando la actividad económica como si se tratara de una huelga en exigencia de empleo, comida y otras demandas sociales. Así es cómo aconteció el Cutralcazo y otras explosiones parecidas en distintas provincias.
Un punto de inflexión tuvo lugar con el movimiento insurreccional en junio del 2001 en General Mosconi. A diferencia de otros estallidos anteriores en que las masas tras movilizarse "dejaban" que fuesen comisiones formadas por los distintos partidos o los representantes municipales quienes negociasen la creación de empleos o el envío de comida y medicinas, en esta ocasión el movimiento expulsó a la policía y a las autoridades oficiales de la ciudad y creó formas de poder popular controladas por asambleas. "En General Mosconi no hay Estado reconocía el entonces ministro frepasista Cafiero.
La lucha piquetera dio pasos adelantes en su organización, coordinación y estructuración nacional con la celebración de las asambleas nacionales piqueteras en los meses previos a la caída del gobierno de De la Rúa, donde se aprobaban planes de lucha unificados en todo el país.
Lamentablemente, fue a partir de aquí, que un sector importante del movimiento se separó para iniciar una política de pactos y componendas con el gobierno Duhalde, que continúa hasta hoy. Así, a diferencia del Bloque nacional Piquetero y el Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón y otros agrupamientos piqueteros combativos y anticapitalistas, que pelean para impulsar el proceso revolucionario en marcha, dos de los grupos piqueteros más importantes, como la Corriente Clasista Combativa (CCC) o la FTV-CTA, que habían ganado una autoridad y respeto entre las masas agrupando agrupando a sectores combativos de los trabajadores desocupados, optaron por practicar una política de conciliación con el gobierno Duhalde, entrando a formar parte de los Consejos Consultivos con la administración y negándose al mismo tiempo a convocar y participar en la Asamblea Nacional de Trabajadores de Febrero pasado convocada por el resto de organizaciones piqueteras y en los planes de lucha impulsados por el resto de organizaciones piqueteras.
Esta política está llevando a crisis y escisiones en el seno de estas organizaciones, en la medida que un sector de sus bases se niega a seguir siendo utilizada por los dirigentes para sus componendas y acuerdos. Esta situación dio un salto cualitativo con la brutal represión policial en el corte del Puente Pueyrredón en Avellaneda el pasado 26 de junio, acción que fue boicoteada por la CCC y la FTV-CTA. El asesinato de los dos compañeros de la CTD Aníbal Verón a manos de la policía y las declaraciones del dirigente de la FTV-CTA, DElía, que casi llegó a justificar la represión y la criminalización del movimiento piquetero combativo provocaron una repulsión generalizada, aislándolos del ambiente general, que se expresó masivamente en marchas multitudinarias los días 27 de junio, y 3 y 9 de julio por todo el país.
Fruto de su política oportunista y equivocada, la CCC fue perdiendo algunos de sus efectivos que se han incorporado a los grupos piqueteros más combativos. En la FTV-CTA por su parte, se produjo la escisión del grupo Barrios de Pie, que sigue dentro de la CTA, y una contestación interna muy fuerte contra DElía entre la juventud de la CTA que llegó a pedir su expulsión del sindicato.
A pesar de la energía desplegada y su combatividad, debemos ser conscientes de que, aisladamente, los objetivos del movimiento piquetero resultan imposibles de alcanzar. Por ello, el movimiento piquetero debería utilizar su fuerza y organización para hacer mil y un intentos de ligarse a los trabajadores ocupados para acelerar el proceso de toma de conciencia de los mismos en la perspectiva de incorporarlos decisivamente a la lucha. Además de los cortes de rutas, deberían ir directamente a las fábricas a repartir volantes, hacer asambleas conjuntas con los obreros ocupados, hacer votar resoluciones y participar conjuntamente con ellos en toda huelga o protesta que organicen; deberían, allí donde fuera posible, establecer organismos de coordinación y organización de la lucha, como coordinadoras o comités donde participen sindicatos, comisiones internas y cuerpos de delgados de empresas, representantes de los trabajadores de las fábricas ocupadas y asambleas populares, como se está haciendo en Neuquén y otros sitios.