La década de 1970 fue uno de los periodos más tumultuosos de la historia de Jamaica. La isla se vio inmersa en un periodo de intensa lucha de clases que no había visto desde la Gran Depresión y la huelga general de 1938. Finalmente, una sangrienta campaña de violencia impulsada por el imperialismo estadounidense derrotó la lucha por el socialismo en Jamaica. Este episodio trascendental en la historia de la clase obrera jamaiquina ofrece a todos los trabajadores y jóvenes duras lecciones para la lucha de clases de hoy.
En 1972, en medio de crecientes tensiones de clase, el Partido Nacional del Pueblo irrumpió en el poder con un programa popular antiimperialista y de izquierda. El PNP, dirigido por el reformista de izquierda Michael Manley, tuvo la oportunidad de romper con el capitalismo, pero la dirección vaciló.
La crisis que envolvió a Jamaica sacó a las masas a las calles en batallas campales entre los partidarios del socialismo y los que defendían el status quo capitalista. En el caos, la dirección reformista del PNP evitó la oportunidad de librar una lucha revolucionaria concertada, reduciendo el potencial revolucionario de la situación.
Crisis posterior a la independencia
Tras la independencia en 1962, el derechista Partido Laborista Jamaicano (PLJ) gobernó durante 10 años. La débil burguesía nacional fue incapaz de desarrollar la industria por sus propios medios. Como solución, adoptaron plenamente el capital extranjero.
La extracción de bauxita (fuente de aluminio) resultó muy rentable para el imperialismo estadounidense, y esta industria creció rápidamente. De hecho, una cuarta parte de la bauxita extraída en todo el mundo en 1957 procedía de Jamaica. El Banco Mundial concedió enormes préstamos para la expansión de las comunicaciones, el transporte y los servicios educativos con el fin de facilitar este negocio. Con el tiempo, cada vez más partes de la economía quedaron bajo el control de los imperialistas.
La continua explotación imperialista fue un trago amargo para los trabajadores y jóvenes jamaicanos. Habían puesto sus esperanzas en una vida mejor como nación “libre” e independiente. En cambio, se encontraron trabajando para capitalistas extranjeros como en los tiempos anteriores a la independencia. Parafraseando al revolucionario irlandés James Connolly, Jamaica independiente seguía gobernada por los imperialistas, a través de sus mercados y capitalistas.
Mientras las crecientes ganancias llenaban los bolsillos de los imperialistas (6,5 millones de dólares se embolsó la corporación canadiense Alcan sólo en 1968), las condiciones de vida de los trabajadores y campesinos jamaicanos empeoraron rápidamente.
Este fenómeno puede entenderse como una expresión de la ley del desarrollo desigual y combinado. En otras palabras, la aparición de una industria desarrollada, de propiedad extranjera y destinada a la exportación, junto con unas condiciones sociales relativamente atrasadas y unas partes subdesarrolladas de la economía relacionadas con las condiciones de vida del pueblo jamaicano (en particular, la agricultura y las infraestructuras nacionales). Esto dio a la economía nacional en general un carácter aparentemente contradictorio, además de impulsar mayores disparidades entre ricos y pobres.
Por ejemplo, la enseñanza secundaria era deficiente. En 1970, más del 40% de los alumnos de 15 años abandonaban la escuela sin saber leer ni escribir. La miseria, el hambre y la delincuencia proliferaban. El crimen organizado se convirtió en un grave problema y la importación ilegal de armas de EE.UU. intensificó la violencia en las calles.
A lo largo de la década de 1960, el PLJ se convirtió en sinónimo de bandidaje imperialista, y la clase obrera y los pobres del campo les culpaban con razón de las terribles condiciones que soportaban. A pesar del ánimo inquieto de las masas, el PNP se estancó bajo Norman Manley. En una repetición en 1967 de los resultados de las elecciones generales de 1962, el PLJ ganó con el 50% de los votos, frente al 49% del PNP.
Las razones de la derrota fueron, por un lado, que Manley había luchado toda su vida por la independencia nacional y sembró ilusiones en que ésta traería prosperidad a la gente corriente, cuando en realidad parecía traer todo lo contrario. Y, por otra parte, no supo presentar una alternativa socialista ante el compromiso del PLJ con el capitalismo.
Michael Manley
La dimisión de Norman Manley de la dirección del partido tras la derrota electoral de 1967 brindó la oportunidad de transformar el partido en una dirección revolucionaria. Manley fue sustituido por su hijo, Michael Manley, popular por su retórica antiimperialista.
Michael Manley estudió en London School of Economics [Escuela de Economía de Londres], donde, al igual que su padre, participó en la Sociedad Fabiana, antes de regresar a Jamaica en 1949. De vuelta en su país, ocupó diversos cargos sindicales y llegó a ser Vicepresidente Primero del Sindicato Nacional de Trabajadores (NWU), antes de ser elegido Senador y, más tarde, miembro de la Cámara de Representantes.
En 1970, presentó su manifiesto para cambiar la sociedad jamaicana. Habló de reformas agrarias y de la autosuficiencia económica de Jamaica, del desarrollo industrial y el aumento de la capacidad productiva, del desempleo y las oportunidades para los jóvenes, pidiendo “políticas radicalmente distintas”, y de la lucha contra la delincuencia organizada y el tráfico ilegal de armas.
Pero sobre todo escribió sobre el fin de la propiedad extranjera de la industria:
“[Lo que se necesita es] un examen completo del tipo de capital extranjero que debe ser invitado a participar, y de la relación entre el capital extranjero y el interés nacional en lo que respecta a la propiedad y el control”.
La política antiimperialista de Manley caló profundamente entre la clase obrera y los campesinos pobres. Cuando la crisis mundial del capitalismo empezó a agudizarse a principios de los 70, la clase obrera vio en el PNP una solución socialista a sus problemas.
“Tiene que venir algo mejor”
En las elecciones generales de 1972, el PNP obtuvo 37 escaños de un total de 53, y el PLJ 16 escaños. Sin embargo, en porcentaje, el PLJ obtuvo el 43% de los votos frente al 56% del PNP. Esto supuso sólo un aumento del 7% para el PNP en comparación con 1967.
El resultado reveló, en primer lugar, un tímido giro hacia Manley por parte de la clase media, frustrada por la incapacidad del PLJ para resolver la crisis económica. Y en segundo lugar, la clase trabajadora seguía aferrada principalmente a la rivalidad entre el PNP y el PLJ, cada vez más enconada y violenta.
Manley, armado con un programa reformista de izquierda en lugar de un programa socialista revolucionario capaz de abordar plenamente las candentes necesidades del momento, no consiguió ganarse a la mayoría de los votantes de la clase trabajadora sobre una base de clase. Manley heredó del corrupto PLJ un Estado en ruinas y una economía subdesarrollada. Pero en lugar de explicar al sistema capitalista y, por tanto, la necesidad del socialismo, Manley vaciló, declarando:
“Desconfío totalmente de esas palabras tópicas como socialismo, capitalismo y esto, aquello y lo otro. No conozco ningún país socialista en el mundo que no emplee de hecho un tipo de capitalismo como parte de su tejido total. No conozco ningún país capitalista que no emplee el socialismo. Creo que las etiquetas se han vuelto totalmente irrelevantes para la situación contemporánea”.
Esta declaración sin sentido muestra cómo intentó evitar cuestiones básicas y decisivas pero, como nos enseña la historia, es imposible hacerlo durante mucho tiempo.
No obstante, el mal estado de la economía obligó a Manley a aprobar reformas radicales que incluían la derogación de leyes coloniales retrógradas. Las reformas incluían:
- El reconocimiento obligatorio de los sindicatos, leyes contra la victimización y las listas negras, y la introducción de la indemnización por despido;
- Salario mínimo y horario de trabajo normalizado;
- Igualdad salarial entre hombres y mujeres;
- Uniformes gratuitos para casi medio millón de escolares y educación gratuita para los niños discapacitados, que luego se amplió a la educación secundaria gratuita universal;
- La Ley sobre el Estatuto del Niño abolió el concepto de ilegitimidad.
Sobre la mejora de la educación, que era una parte clave de su programa, dijo: “La educación es la clave de lo que debe ser un acto de autotransformación, el proceso de transformación de la sociedad estratificada en una sociedad sin clases debe comenzar con el proceso de la educación”.
Estas reformas mejoraron realmente las condiciones de vida de los trabajadores. A su vez, la posición del PNP se elevó a los ojos de las masas. Manley inspiró a un importante sector de la clase obrera y los campesinos pobres, que habían encontrado una expresión política para su ira de clase. Debido a la creciente presión de las masas, alentadas por estas reformas, muy pronto Manley empezó a adoptar un lenguaje más radical.
Sin embargo, la confusión política de Manley no amainó. Su política se veía limitada por lo que él consideraba la “naturaleza especial” de Jamaica. Como él mismo declaró:
“El Partido Nacional Popular no tiene intención de copiar ciegamente ninguna fórmula extranjera para lograr una sociedad socialista en Jamaica. Estamos construyendo nuestro propio modelo de socialismo que debe surgir de la aplicación de los principios básicos a la naturaleza especial de la sociedad jamaicana”.
Con esta concepción, Manley intentaba claramente distanciarse de los estados obreros deformados de la URSS, China y sus vecinos caribeños de Cuba. Pero en lugar de sacar las conclusiones correctas -que los problemas de estas sociedades reflejaban una falta de auténtica democracia obrera- Manley parecía pensar que habían ido “demasiado lejos, demasiado rápido” en su ruptura con el capitalismo.
La verdad era lo contrario. Las burocracias estalinistas fueron un obstáculo para completar las tareas de la revolución socialista, adaptándose al nacionalismo estrecho y al reformismo, en lugar de intentar exportar sus revoluciones al extranjero y sentar las bases de la revolución mundial. Este habría sido el único camino para lograr un socialismo genuino en la URSS, China, Cuba, Jamaica o cualquier otro lugar.
Al hacer hincapié en una vaga “vía jamaicana al socialismo”, Manley reproducía irónicamente las distorsiones nacionalistas de los regímenes estalinistas que evitaban imitar. La pobreza y el atraso que asolaban a gran parte de la sociedad jamaicana hacían aún más imperativo exportar la revolución más allá de sus fronteras (empezando por el resto del Caribe), para evitar el aislamiento. Pero este llamado nunca llegó.
Como explicaremos más adelante, esto se debió en parte a que Manley quería no enemistarse con ninguno de los dos polos de la Guerra Fría, a los que pidió ayuda en diversos momentos, y a ninguno de los cuales entusiasmaba la idea de una oleada revolucionaria incontrolada. Pero, en última instancia, reveló los límites de su política reformista y su falta de voluntad para romper decisivamente con el capitalismo.
La “naturaleza especial” de la sociedad jamaicana ciertamente no la inoculó de la crisis capitalista mundial. La apremiante cuestión de cómo lograr una sociedad socialista se eludió una y otra vez. En lugar de “copiar ciegamente fórmulas extranjeras”, Manley se resignó a tantear ciegamente en la oscuridad del desierto jamaicano en busca de soluciones. Lo que se le ocurrió no fue nada más novedoso que el reformismo. Donde habría encontrado verdaderas soluciones era en la historia y la experiencia generalizada del movimiento obrero internacional: el marxismo.
Como parte de un programa socialista más amplio que incluyera la nacionalización de la mayor parte de la economía y su puesta bajo control obrero, las reformas de Manley habrían sido muy eficaces. Pero Manley nunca pidió explícitamente la expropiación de los bancos, las plantaciones o las industrias de la bauxita y la alúmina.
Si se hubieran puesto en manos de la clase trabajadora, sobre una base democrática, los beneficios de esas industrias podrían haberse utilizado para financiar nuevas reformas y aliviar la pobreza generalizada muy rápidamente.
Aunque se nacionalizaron la electricidad y los servicios de autobuses, se hizo sobre la base de evitar el colapso de estos sectores. Además de las reformas concedidas a la clase obrera y a los pobres del campo, el grueso de las reformas llevadas a cabo en 1974 fueron concesiones a la pequeña burguesía y a la burguesía nacional.
Por ejemplo, se invirtieron 2 millones de dólares en “complejos empresariales” y se reforzaron los poderes de los tribunales. Las pensiones de los políticos aumentaron mucho más que las del trabajador medio, hasta un 50% en algunos casos. Estas reformas sugieren que Manley se hacía ilusiones sobre el fortalecimiento del Estado burgués como medio para alcanzar el socialismo, en lugar de desmantelarlo para dar paso a un Estado obrero.
A medida que la crisis económica mundial causaba estragos, los meandros del régimen de Manley frustraba al ala revolucionaria del PNP, y las tensiones se desbordaban. Trevor Munroe, marxista, fue expulsado del PNP, lo que provocó una escisión en la que se formó la Liga de Liberación de los Trabajadores en 1974.
En un momento crucial, el PNP se quedó sin sus comunistas.
La importancia de la teoría
En el libro de Manley, Jamaica (1982), describe el proceso por el que el PNP decidió qué “tipo” de socialismo adoptar. En 1973, la Organización de la Juventud y el Movimiento de Mujeres desempeñaron un papel importante en la elaboración de un manifiesto que se presentó al Comité Ejecutivo Nacional del partido antes de que llegara a la “cúpula directiva”.
Dice que, al final, la cúpula, incluido él mismo, se decantó por el socialismo democrático. Los eslóganes utópicos y religiosos que decidieron utilizar – “El socialismo es amor” y “El socialismo es el cristianismo en acción”- dan una idea de lo confundida que estaba la dirección del partido.
El material educativo que surgió de este empeño por aclarar la ideología del partido no hizo sino sembrar la confusión en las filas del PNP. Inmediatamente, los miembros de la Organización Juvenil se plantearon cuestiones fundamentales de clase, que no pudieron ser respondidas por la dirección.
En su libro, Manley califica cínicamente a estos jóvenes miembros de “ultraizquierdistas”. Pero en realidad, los jóvenes no eran más que la capa más militante y revolucionaria del partido. Manley era un conciliador y un transigente que se acobardó fácilmente ante la embestida de la derecha que le exigía condenar a los “comunistas” del PNP.
El marxismo revela los antagonismos de clase subyacentes en la sociedad de clases y llama a la clase obrera a luchar independientemente por sus intereses contra sus enemigos de clase. El moralista pequeñoburgués desea aplacar estos antagonismos de clase mediante la conciliación con el opresor y el consuelo del oprimido. Se trata de una fantasía reaccionaria.
Las ilusiones reformistas de Manley serían literalmente fatales para la clase obrera. En efecto, desempeñó el papel de un cura consolador mientras sus feligreses iban a la guerra.
El PLJ y el imperialismo estadounidense
El PLJ estaba dispuesto a cumplir las órdenes del imperialismo estadounidense a la primera de cambio. Edward Seaga (también conocido como “CIA-ga”) asumió la dirección del partido en 1974. Fue una de las manos derechas más despiadadas de Alexander Bustamante durante la década de 1960. En un discurso ante una multitud hostil del PNP en 1965, les amenazó:
“Puedo traer a las multitudes del oeste de Kingston. Podemos enfrentarnos a vosotros de cualquier forma y en cualquier momento. Será fuego por fuego, y sangre por sangre” (The Evolution of Political Violence in Jamaica 1940-1980 (2011), KF Williams, pg.41)
El reaccionario PLJ estaba azuzando una histeria sobre las reformas de Manley, así como sobre su cortejo a Cuba y a la URSS en busca de ayuda. Seaga estaba dispuesto a recurrir a la desinformación y a la violencia de bandas para derrocar al PNP y reafirmar los intereses del capital.
La crisis capitalista mundial de 1974 provocó una oleada de huelgas en la industria de la bauxita y otros sectores clave. Manley buscó cada vez más apoyo en Cuba y la URSS, reconociendo el aislamiento económico de Jamaica. Manley también llegó a un acuerdo comercial sobre la bauxita con México para reducir la dependencia de Jamaica a las exportaciones hacia Estados Unidos.
Durante una visita a Cuba en 1975, Manley había proclamado: “Viva Cuba, viva la revolución y, sobre todo, viva el incomparable Fidel Castro”. Eran pasos positivos hacia la ruptura con el capitalismo y el imperialismo estadounidense.
La orientación de Manley hacia Cuba y la Unión Soviética indignó a Estados Unidos, que ejerció una inmensa presión sobre el PLJ para que hiciera lo que fuera necesario para impedir que las reformas siguieran adelante. Una feroz campaña de prensa contra las relaciones con Cuba y la Unión Soviética fue azuzada con el “miedo comunista”.
La crisis económica fue utilizada por la prensa burguesa como un palo para golpear al régimen de Manley. Citaron la mala gestión económica, la incompetencia y la corrupción como razones de los problemas económicos. La inflación saltó del 8,2% en 1972 al 26,9% en 1973.
El FMI, desde que concedió a Jamaica su primer préstamo en 1963, había sido una herramienta del imperialismo estadounidense para imponer sus intereses económicos en el país. Con sus intereses en peligro, el FMI adquirió entonces un nuevo significado.
La revolución permanente
Como ya se explicó, la economía de Jamaica se desarrolló de forma combinada y desigual. El desarrollo burgués tardío de Jamaica explica por qué muchas de las tareas inconclusas de la revolución democrático-burguesa recayeron en Manley cuando el PNP llegó al poder.
Manley llevó a cabo estas tareas y fortaleció el Estado burgués pero, aunque tal desarrollo era ventajoso para la burguesía, un gobierno “democrático-socialista” amenazaba con hacer incursiones en las relaciones de propiedad burguesas, algo que no podían permitir, por lo que sabotearon a Manley.
En estas circunstancias, la burguesía nacional se reveló como contrarrevolucionaria. La única clase revolucionaria y capaz era, por tanto, la clase obrera.
En lugar de limitarse a desarrollar el Estado burgués en nombre de la burguesía, la clase obrera debe ir más allá y llevar a cabo las tareas de la revolución socialista en su propio interés. En otras palabras, al llevar a cabo las tareas democrático-burguesas podrían crecer hacia la revolución socialista y la dictadura del proletariado, convirtiéndose en una “revolución permanente”, para usar la frase de Trotsky.
Esto es lo que temían la burguesía nacional y los imperialistas.
Manley se encontró en un callejón sin salida en el camino del reformismo de izquierda. La única forma de salir era dirigir a la clase obrera en una revolución en la lucha por una república obrera socialista. Pero tardó en tomar una decisión, mientras las fuerzas de la reacción conspiraban para sacarle a él y a la clase obrera del camino.
1976: La segunda venida de Manley en colaboración con la CIA, los partidarios del PLJ lanzaron violentos ataques contra los miembros del PNP, especialmente el ala juvenil radical. En pocos meses, un ministro del gabinete había sido asesinado y unos 200 activistas habían muerto. El PLJ estaba muy implicado en la importación ilegal de armas, que luego se utilizaban en atentados políticos.
Las elecciones de 1976 se celebraron bajo el estado de emergencia y el PLJ acusó al PNP de prepararse para manipular los resultados. Contra todo pronóstico, el PNP obtuvo 47 de los 60 escaños, frente a los 13 del PLJ. Sin embargo, el reparto porcentual entre el PNP y el PLJ no cambió respecto a 1972 (43% y 56%). La clase trabajadora seguía estando relativamente dividida.
Sin embargo, dado el nivel de ataque del imperialismo estadounidense, la victoria fue un considerable voto de confianza para las reformas de izquierda de Manley y un ejemplo de los sacrificios que los trabajadores estaban dispuestos a hacer para defenderlas. Manley tenía ahora una situación favorable para pasar a la ofensiva contra los capitalistas.
De hecho, Seaga dijo que el PLJ “no estaba dispuesto a concurrir a otras elecciones sin una reforma significativa del sistema encargado de supervisar las elecciones”. Manley debería haber utilizado las palabras de Seaga en su contra y haber disuelto el Parlamento, expropiado los puestos de mando de la economía y pedido a los trabajadores y campesinos que eligieran consejos democráticos para planificar democráticamente la producción.
Sin embargo, mientras que la clase obrera había demostrado su fuerza contra los ataques imperialistas, el gobierno mostró sus debilidades tras las elecciones.
Para aplacar al ala derecha del PNP, Manley nombró a un ministro de Finanzas de derechas. Prohibió marchas y manifestaciones, para apaciguar a la clase dominante.Y cada vez que Manley trató de ganar terreno al capital extranjero que seguía dominando la industria jamaicana, lo hizo con tímidas nacionalizaciones parciales, en lugar de mediante un programa socialista de expropiaciones de industrias, servicios y finanzas.
El turbulento periodo de la crisis capitalista mundial amenazó con socavar las reformas del PNP. Manley recurrió a las instituciones capitalistas en un intento de aliviar parte de la presión económica. Manley pidió ayuda a Washington cuando la economía se hundía aún más en la crisis. Recurrir al imperialismo estadounidense en busca de ayuda fue un error monumental para Manley y tuvo consecuencias desastrosas.
A mediados de 1978, el FMI había cogido al gobierno de Manley por el cuello y estaba apretando más con un acuerdo que incluía:
- Una devaluación inmediata del 15% de la moneda y, a partir de entonces, una devaluación mensual del 1,5%;
- Una moderación salarial con un tope del 15%;
- Beneficios garantizados para el sector privado, con un mínimo del 20%.En 1979, Manley devaluó la moneda y el salario mínimo, introducido en 1974, fue sustituido por una moderación salarial. La mayoría de las reformas de Manley se echaron atrás casi de la noche a la mañana.
El giro de Manley hacia los mismos imperialistas de los que había proclamado querer librar al país minó totalmente su autoridad a los ojos de sus partidarios. Fue una traición imperdonable y un golpe devastador, ya que la situación económica empeoró.
El desempleo ascendió al 45% y la inflación era del 47% en 1979. Manley voló a Moscú solicitando ayuda, e incluso pronunció un entusiasta discurso en una conferencia del Movimiento de Países No Alineados (un bloque de países no alineados formalmente con ninguna gran potencia) para… ¡Un alineamiento del movimiento con la Unión Soviética! Manley pensó que podía jugar inteligentemente al equilibrio entre Oriente y Occidente, pero acabó perdiendo estrepitosamente.
En un intento desesperado de corregir el rumbo que había tomado la “cúpula” del PNP, las bases votaron a favor de una resolución en una conferencia especial del partido en 1980 para cortar los lazos con el FMI. Pero fue en vano. Para entonces, la economía estaba sumida en una crisis.
El Banco Central había sido saqueado por los imperialistas. Comenzó una grave fuga de capital y mano de obra. Los trabajadores no tenían la culpa: la escasez de alimentos y otros bienes básicos les dejó desesperados.
Como informó entonces el periódico marxista británico Militant:
“Muchos campesinos y trabajadores rurales desempleados viven ahora en condiciones de abyecta pobreza. Decenas de miles de jóvenes de la capital, Kingston, se han visto abocados al callejón sin salida de la pequeña delincuencia como consecuencia del aplastante desempleo. La prostitución ha vuelto a generalizarse. Ni siquiera las mimadas clases medias han escapado a la crisis”. (Militante nº 525, 24 de octubre de 1980, ‘Vital election for Jamaica’)
Las fábricas cerraron, junto con unas 10.000 pequeñas empresas, lo que provocó una tasa de desempleo cada vez mayor. La crisis económica provocó una feroz reacción de la pequeña burguesía, que creó la Organización del Sector Privado de Jamaica con el único propósito de atacar al PNP.
En junio de 1980, el Frente Unido de Jamaica, un grupo de derechas que operaba con la ayuda de la CIA, intentó dar un golpe de Estado. En las paredes de Trenchtown y en las portadas de los periódicos se leía: “FMI: La culpa es de Manley’ y ‘Ha llegado la amargura’. Irónico que el primer eslogan crítico surgiera de una banda de derechas respaldada por la CIA.
Y en octubre fue asesinado el ministro adjunto del PNP, Roy McGann. La crisis económica, social y política provocó una inestabilidad masiva y una fuerte polarización en la sociedad. Jamaica se encontraba en un estado efectivo de guerra civil.
Ahogada en sangre
El vasto suministro de armas proporcionado por el imperialismo estadounidense a los partidarios del PLJ había disparado la rivalidad despiadada entre ellos y los partidarios del PNP hasta convertirla en batallas campales en las calles. Bandas de matones armados del PLJ entraban en las zonas de votación del PNP y atacaban a los activistas, que se defendían con las armas en la mano.
Manley había perdido totalmente el control de la situación. Sorprendentemente, en Struggle in the Periphery, afirma que el apoyo del Partido Obrero ‘marxista-leninista’ de Jamaica a una victoria del PNP “nos hizo un verdadero daño porque parecía confirmar los años de propaganda afirmando que el PNP se había ‘vuelto comunista'”. (Lucha en la periferia (1982), M. Manley, p.210)
Pero el daño de Manley ya estaba hecho. El PNP fue derrotado en las elecciones generales de 1980, ya que el PLJ obtuvo 51 de los 60 escaños frente a los lamentables 9 del PNP.
Con una posición tan dominante, el PLJ no perdió tiempo en expulsar al embajador cubano, demoler lo que quedaba de las reformas del PNP y restablecer plenamente el control del capital extranjero sobre la industria. Incluso se enviaron tropas jamaicanas a Granada para unirse a la ocupación militar estadounidense contra el Ejército Revolucionario Popular para derrotar a la Revolución Granadina.
En pocos años, nada quedaba de las reformas radicales de Manley. Como señaló un periodista estadounidense en su visita de 1983:
“La verdadera sede del poder en Jamaica en estos días, de hecho, no es Jamaica House, la oficina del primer ministro, ni el Parlamento, ni el banco central.
Más bien es el Pegasus, una estructura moderna y lujosa que se eleva dieciocho pisos en el centro de Kingston. Aquí se reúnen economistas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional; funcionarios del gobierno de Estados Unidos; inversores de Kansas, Israel y Hong Kong; banqueros, diplomáticos, periodistas y consultores expertos en todo tipo de temas, desde tipos de cambio hasta bombas de agua”. Mientras los capitalistas se repartían Jamaica, los trabajadores quedaban sumidos en la más absoluta pobreza.El desempleo seguía superando el 25% y las condiciones de vida de la mayoría de la población eran de miseria absoluta. La corrupción del PLJ y la falta de actualización del censo electoral se consideraron motivo suficiente para que el PNP boicoteara las elecciones generales de 1983.Esta decisión otorgó los sesenta escaños al PLJ, con una participación nacional asombrosamente baja, de tan sólo el 2,7% (el 55% de los seis escaños en disputa, una cifra todavía desastrosamente baja). Esta aplastante derrota y la rápida reprivatización de las industrias y servicios nacionalizados bajo Manley fueron una prueba irrefutable de los límites del reformismo de izquierdas. Las reformas de izquierdas nunca estarán garantizadas hasta que la clase obrera haya arrebatado el poder a los capitalistas
Reforma y revolución
El programa de Manley incluía muchas reformas de izquierda genuinas, pero las reformas por sí solas no bastan.
El liderazgo revolucionario es vital. Sus increíbles vacilaciones -oscilaciones absolutamente salvajes-, reflejo orgánico de su política reformista, hicieron que se doblegara en cada momento crítico.
Armada con un programa socialista revolucionario y un partido bolchevique preparado para llevarlo a cabo, la clase obrera jamaicana podría haber triunfado. Pero el PNP no era tal partido, y Manley ciertamente no era Lenin.Manley debería haber pedido el apoyo de la clase obrera internacional para defenderse del imperialismo estadounidense, al tiempo que ponía en manos de la clase obrera el mando de la economía, los servicios y los bancos.Además, ningún Estado socialista aislado y subdesarrollado habría podido resistir por sí solo la presión de la fuerza imperialista de los EE.UU. La victoria de la clase obrera en Jamaica sólo habría estado más asegurada si se hubiera luchado sobre una base internacional como parte de una federación socialista internacional.
Pero, como demostró Manley, la dirección revolucionaria es vital. Si a los trabajadores se les hubiera dado una dirección clara y audaz habrían respondido. Algo que Manley no estaba dispuesto ni era capaz de proporcionar.
¿Hacia dónde va Jamaica?
Volando en avión sobre la verde isla, no es inmediatamente obvio que Jamaica se formó por una violenta actividad volcánica hace cientos de millones de años.
Ahora es pacífica y sus volcanes inactivos dan a la isla sus hermosas montañas.
La exacerbada lucha de clases de los años setenta ha dejado su propia huella. Los economistas burgueses se apresuran a cantar las alabanzas de la economía jamaicana, pero bajo la superficie hay una acumulación de presiones que amenaza con desembocar en explosiones sociales.
El “éxito” económico de Jamaica se ha basado en una política de brutal austeridad y explotación.
Los salarios son extremadamente bajos, las facturas domésticas inasumibles, las condiciones de vida miserables, el número de personas sin hogar en aumento y el desempleo juvenil del 16,7%. La violencia generalizada de las bandas asola las comunidades, con una de las tasas de homicidio más altas del mundo. La sociedad jamaicana se hunde.
El descontento que se está acumulando no encuentra expresión ni en el PNP ni en el PLJ, que sólo representan los intereses de la clase capitalista corrupta. Sin embargo, un partido revolucionario armado con un programa marxista daría expresión a esta ira de clase y dirigiría una lucha combativa contra el capitalismo.
La tarea a la que se enfrenta la clase obrera jamaicana, tanto en la década de 1970 como hoy, sigue siendo la misma: la revolución socialista. Las lecciones del régimen del PNP dirigido por Manley demuestran que un gobierno de izquierdas debe ir más allá de las reformas para garantizar a la clase obrera esas reformas. Sólo un partido bolchevique revolucionario con un programa marxista puede proporcionar la dirección necesaria en la lucha por el comunismo.
Esto es lo que la Corriente Marxista Internacional pretende construir en cada nación.
Nunca ha habido un mejor momento para derrocar al capitalismo y luchar por el comunismo. Únete a la CMI en esta tarea y construye las fuerzas del marxismo en todo el mundo.