Portugal: ¡Primer congreso del Colectivo Comunista Revolucionario!

El primer congreso del Colectivo Comunista Revolucionario (CCR) tuvo lugar del 10 al 11 de mayo en Lisboa. Durante el fin de semana, una veintena de comunistas de diferentes regiones de Portugal, media docena de simpatizantes y tres invitados internacionales participaron en las diferentes sesiones. Tras dos años de crecimiento y desarrollo, el congreso elevó al CCR a un nivel superior, mejorando las tareas organizativas y elevando su nivel de comprensión política.

La crisis del sistema está haciendo añicos los cimientos de la «prosperidad» europea. En Europa, el frágil capitalismo portugués representa un eslabón débil. Se avecinan grandes luchas, pero sólo podremos intervenir decisivamente en ellas si construimos una organización poderosa armada con las ideas y el programa adecuados. El congreso fue un paso muy importante en esa dirección.

Portugal en la tormenta

Trotsky definió el marxismo como la ventaja de la previsión sobre el asombro. En efecto, una organización revolucionaria necesita una brújula que la guíe a través de los turbulentos acontecimientos de nuestro tiempo: perspectivas claras que identifiquen las tendencias generales de la lucha de clases. Pero Portugal es un país pequeño y dependiente, atado por miles de hilos al sistema capitalista europeo e internacional. Para entender lo que ocurre en nuestro país, es necesario examinar primero la situación mundial.

El capitalismo atraviesa la mayor crisis de su historia. Está sumido en contradicciones insolubles. Lo que una vez fueron sus fundamentos, el libre mercado y el Estado-nación, se han convertido ahora en sus opuestos: el dominio abrumador de los monopolios y el reparto del mundo por un puñado de potencias imperialistas, que luchan desesperadamente por un mercado mundial saturado, plagado de sobreproducción. Las viejas herramientas que el capitalismo utilizaba para aplazar la crisis, como el crédito y la explotación de nuevos mercados, se han transformado en la pesada carga de la deuda y el agravamiento de la sobreproducción por la entrada de nuevas potencias capitalistas en el mercado mundial.

El proteccionismo, las tensiones geopolíticas y las guerras por delegación son consecuencia de la intensificación de la crisis: el «pastel» del mercado mundial se está reduciendo y, por tanto, la lucha por repartirlo es cada vez más desesperada. Este es el telón de fondo del conflicto entre Washington y Pekín, como explicó Jack Halinski-Fitzpatrick, de la Internacional Comunista Revolucionaria.

Las tensiones entre estas dos potencias vienen determinadas por el declive relativo de EEUU y el ascenso de China. Tras la caída de la URSS y la restauración del capitalismo en China, EEUU acumuló un poder sin precedentes y extendió sus tentáculos a todos los rincones del planeta. Sin embargo, su poder hace tiempo que llegó a su límite. La retirada parcial de Trump de Europa y Oriente Medio para centrarse en América y el Pacífico refleja el reconocimiento de esos límites.

Al invertir fuertemente en China, Estados Unidos la convirtió en la fábrica del mundo y creó inadvertidamente un poderoso adversario. Aunque la China capitalista también está sujeta a las leyes de este sistema en crisis, está demostrando ser un competidor dinámico y vigoroso, que está desplazando a EEUU en muchas partes del mundo.

El retroceso de la fuerza más reaccionaria del planeta, el imperialismo estadounidense, llena de satisfacción a cualquier revolucionario auténtico. Sin embargo, el llamado mundo «multipolar» que está surgiendo no tiene nada de progresista: la intensificación de la competencia interimperialista sólo traerá guerras, militarismo y proteccionismo. El conflicto va más allá de EEUU y China. Aprovechando el choque entre estos dos titanes, otras potencias menores, como Rusia, e incluso India y Turquía, están ganando una relativa autonomía.

La gran perdedora de esta nueva situación es Europa. La guerra de Ucrania la privó de la energía barata rusa. También acabó fortaleciendo a Rusia, que, sorteando las sanciones, emerge ahora como una poderosa y ambiciosa potencia imperialista. A su vez, la retirada parcial de Trump privará a Europa del «paraguas» militar de EEUU. Más grave aún, Europa, fragmentada en pequeños países -meros enanos en la escena internacional, gobernados por clases capitalistas nacionales patéticas, egoístas y provincianas- es incapaz de competir con los gigantescos monopolios estadounidense y chino. El capitalismo europeo está siendo superado. En una palabra, los cimientos de la prosperidad europea están siendo pulverizados.

El único camino que tienen las clases dominantes del continente para salir de este agujero es atacar brutalmente a la clase obrera para hacer sus industrias más «competitivas» y financiar el rearme para construir su propio músculo imperialista. Pero aquí se enfrentan a un obstáculo: la poderosa clase obrera europea, muy organizada (a pesar del descenso parcial de la afiliación sindical) y apegada a sus conquistas sociales y democráticas.

Se está formando una tormenta perfecta para la lucha de clases. Para preparar esta ofensiva, la burguesía está atacando los derechos democráticos en todas partes, tanto en los países gobernados por «liberales» (Macron, Starmer) como en los gobernados por populistas demagógicos de derechas (Meloni, Orbán). Pero si van demasiado lejos con estos ataques, corren el riesgo de provocar una explosión.

En este contexto, Portugal es sin duda un eslabón débil. Como explicó Rui Faustino en la discusión de nuestro documento Perspectivas portuguesas -aprobado por unanimidad-, la retrógrada burguesía portuguesa no tiene otro camino que la especulación y la explotación más burda. Están convirtiendo el país en una Disneylandia y haciendo la vida imposible a millones de personas de clase trabajadora e incluso de clase media que se ahogan en la crisis del coste de la vida y de la vivienda. Pero al hacerlo, la burguesía está destruyendo el equilibrio social que durante cinco décadas ha sustentado la democracia burguesa en nuestro país. La inestabilidad política permanente, incluso con gobiernos mayoritarios, es consecuencia de las enormes tensiones que se acumulan en el seno de la sociedad portuguesa. Como decía el cantante portugués José Mário Branco, bajo las aguas tranquilas se esconde un volcán a punto de entrar en erupción.

En este momento, el gran descontento que se acumula en la sociedad está encontrando una expresión política muy distorsionada. Tras el estrepitoso fracaso de la izquierda reformista en la última década (la «geringonça» portuguesa, SYRIZA, Podemos, Corbyn, etc.), muchas personas, incluida una parte importante de la clase trabajadora, se están volviendo hacia nuevas formaciones de derechas que explotan la ira de la sociedad de forma totalmente demagógica, convirtiendo a los inmigrantes en chivos expiatorios o denunciando hipócritamente la corrupción.

Sin embargo, este fenómeno será temporal, como explicaron los camaradas Noemi Giardielho y Rui Cardoso. Contrariamente a lo que afirma gran parte de la izquierda, estos movimientos no son fascistas. No son movimientos de masas, que organizan a la pequeña burguesía reaccionaria en grupos paramilitares para imponer dictaduras férreas, sino movimientos extremadamente heterogéneos que serían incapaces de imponer regímenes autoritarios estables aunque quisieran. Las grandes expectativas generadas por los Ventura, Le Pens y Farages se convertirán en grandes decepciones, y este «giro a la derecha» provocará futuros «giros a la izquierda».

El principal problema, sin embargo, es que mientras el sistema se hunde, los líderes de la izquierda reformista -incluidos el Bloque de Izquierda (BE) y el Partido Comunista Portugués (PCP)- se aferran a él desesperadamente. Al exagerar el «peligro fascista», acaban defendiendo el corrupto y odiado régimen democrático-burgués, lo que significa que a los ojos de la población se identifican con el statu quo.

Lo que falta en esta ecuación es una organización revolucionaria que canalice el descontento que se está gestando contra su fuente, el sistema capitalista. Nuestra tarea es construirla.

Un programa revolucionario

En la segunda sesión del congreso discutimos y acordamos los principios y el programa del CCR.

Como explicó el camarada Arturo Rodríguez, nuestro programa es bastante modesto. Queremos que todo el mundo tenga un techo, ropa en el armario y comida caliente en el plato. Queremos un trabajo digno y tiempo para el ocio y el descanso. Queremos una educación de calidad para niños y jóvenes, pensiones para los ancianos y atención a los enfermos. Queremos acceso a la cultura, el arte y el deporte. Queremos vivir sin miedo a la violencia y a la opresión, sin miedo a las guerras y a las catástrofes naturales.

Los capitalistas y sus defensores nos dicen que este programa es utópico. En efecto, es utópico dentro del sistema capitalista. La humanidad tiene los recursos, la tecnología y la capacidad técnica para garantizar una vida digna para todos. El problema es que esta riqueza está en manos de un puñado de parásitos.

Nuestros objetivos no sólo son incompatibles con el capitalismo, sino también con el Estado burgués. La democracia en el capitalismo no es más que una máscara para encubrir la dictadura de los ricos. En última instancia, la clase obrera tendrá que barrer el Estado burgués. En el fragor de la batalla, creará sus propios órganos de poder obrero, infinitamente más representativos que cualquier democracia burguesa, ya que servirán a los intereses de la inmensa mayoría.

Sin embargo, la revolución socialista no se producirá de la noche a la mañana. Será la culminación de una serie de luchas. La clase obrera no empezará pidiendo el derrocamiento completo del capitalismo, sino que, en respuesta a la crisis, planteará demandas políticas y económicas concretas que apunten a síntomas y aspectos del sistema. Debemos responder a estas reivindicaciones y, sobre todo, aprender a vincularlas a la lucha general contra el capitalismo.

Nuestro programa no es como los demás. No es una letanía para engañar a las masas en las elecciones. Tampoco pretende apuntalar el decrépito sistema capitalista. Es una palanca para la acción. El programa pretende tender un puente entre los problemas inmediatos del proletariado y la revolución.

Un nuevo nivel

El segundo día del congreso debatimos nuestras tareas concretas como revolucionarios. Esta discusión organizativa no estaba desconectada de nuestra discusión sobre las perspectivas políticas. Al contrario, la principal conclusión de nuestro análisis de la situación es que el principal ingrediente que falta para el éxito de la revolución en Portugal es un partido revolucionario de masas. Todavía estamos lejos de ocupar esa posición. En el mejor de los casos, somos un embrión del futuro partido comunista revolucionario. Por eso debemos trabajar con cierta urgencia.

En los dos últimos años, hemos pasado de ser un pequeño círculo de camaradas llamado Colectivo Marxista a una organización mucho más grande y activa. Desde entonces, hemos creado dos células en Lisboa y una en Coimbra, y hemos cambiado nuestro nombre por el de Colectivo Comunista Revolucionario. Nuestro crecimiento también aumentó nuestra capacidad de intervención en el movimiento: lanzamos nuestro periódico en enero de 2024 y hemos participado en numerosas luchas y movilizaciones.

A pesar de estos éxitos, nuestra estructura y métodos reflejaban el ambiente informal del antiguo Colectivo Marxista, que necesariamente comenzó más como un club de discusión. Por lo tanto, la principal tarea organizativa establecida por el congreso fue la profesionalización. Necesitamos células más disciplinadas y cohesionadas, con una división del trabajo eficaz en la que todos los camaradas tengan responsabilidades y se sientan parte indispensable del trabajo. Como explicó Jack Halinski-Fitzpatrick, una de las virtudes de Lenin era hacer que cada bolchevique, incluso el militante más reciente, se sintiera como un engranaje necesario de la máquina.

Se acordó que la rama es un organismo vivo donde los camaradas deben formarse y crecer políticamente, agudizar y actualizar constantemente su comprensión de las ideas y perspectivas marxistas, y ganar energía e inspiración. Para coordinar el trabajo de las ramas, necesitamos una dirección nacional formal que no sólo ejecute las decisiones del congreso, sino que también inspire, entusiasme y guíe. Para ello, el congreso eligió un comité central y un comité ejecutivo, y decidió acabar con la informalidad y profesionalizar el trabajo.

¡El futuro es nuestro!

Aplicando estas decisiones, allanamos el camino para el desarrollo ulterior del Colectivo Comunista Revolucionario. Nuestro objetivo inmediato es llegar a 50 camaradas, lo que nos dará una capacidad mucho mayor para intervenir en la lucha de clases.

Afortunadamente, ya tenemos el otro ingrediente que necesitamos para lograr este objetivo: el entusiasmo. Este entusiasmo se reflejó en la colecta del congreso, en la que recaudamos casi 1.500 euros, una cantidad extraordinaria para una nueva organización compuesta principalmente por estudiantes y jóvenes en un país pobre como Portugal. El entusiasmo de los camaradas marcó la pauta de todo el congreso, incluida la fiesta del sábado por la noche, donde los debates políticos continuaron en un ambiente más informal y relajado. Este entusiasmo proviene de nuestras ideas revolucionarias y de la comprensión de que nuestra militancia comunista es necesaria.

Seguimos siendo una organización pequeña. No tenemos muchos recursos ni el aparato de los grandes partidos de Portugal. Pero, por definición, los revolucionarios siempre serán una minoría al principio. Ser revolucionario significa precisamente comprender las necesidades de la época antes que los demás. Una pequeña organización revolucionaria, sin embargo, puede desarrollarse rápidamente si se dan las condiciones adecuadas y si tiene la línea política correcta.

Estamos entrando en un período histórico turbulento en el que tendremos muchas oportunidades. Se nos pondrá a prueba individual y colectivamente. Nuestra organización exige y exigirá mucho a sus miembros. A cambio, les dará la satisfacción de luchar en primera línea en las batallas de nuestro tiempo, de no ser observadores pasivos sino agentes activos de la historia, de invertir su energía en la más bella e importante de las causas. Les dará una gran idea por la que luchar. Y nada es tan poderoso como una idea a la que le ha llegado su hora.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí