Por una tradición clasista

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El hilo conductor: Mateo Fossa, Agustín Tosco y la experiencia clasista del Subte

 

El hilo conductor: Mateo Fossa, Agustín Tosco y el activismo clasista del Subte

Cada año, cuando se acerca el aniversario de la muerte de José Ignacio Rucci, la ciudad se ve empapelada de carteles -foto y letras blancas sobre fondo negro- que dicen Argentino y peronista. En los últimos años vimos sumarse, en otra fecha, los que recuerdan a Lorenzo Miguel. Y así estos dos burócratas sindicales de la UOM, que en vida estaban enfrentados en la interna gremial, ocupan ahora el mismo panteón. Y es que la burocracia conoce perfectamente su tradición.

Los trabajadores tenemos que aprender esa lección y recordar nuestra historia.

Porque, como dijo Eric Lerner, nada nace de la nada. Entonces, para que hoy puedan surgir y desarrollarse, el Cuerpo de Delegados del Subte hasta desde la lucha de los trabajadores de Fargo de Moreno o las empresas -como Massuh o Indugraf, Zanon– recuperadas y bajo control y gestión obrera, antes tuvo que existir el clasismo combativo de los 60-70 personificado en las figuras de compañeros como el Gringo Tosco, el Petiso Páez, Atilio López o Goyo Flores. Pero ese clasismo tampoco surgió de la nada: se nutrió de la experiencia acumulada por la resistencia peronista. Y ésta, a su vez, -mal que les pese a los sectores que creen que la historia del movimiento obrero organizado en la Argentina  empezó en 1945- es deudora de la tradición de luchas obreras e independencia de clase que viene de las primeras décadas del siglo XX y que forjaron, entre otros compañeros, Pedro Milesi, Guido Fioravanti y Mateo Fossa.

Por eso desde las páginas del periódico El Militante queremos rescatar las historias de tres generaciones de lucha de la clase trabajadora argentina.

 

EL VIEJO MATEO
-Organización, unidad y lucha-

Mateo Fossa nació en Buenos Aires en 1896. Desde muy joven empezó a trabajar en la madera (primero como aprendiz de modelación para ornatos y luego como obrero tallista) y ya para 1916 era secretario general de la Federación de los Trabajadores de la Madera, en el que confluían anarquistas, sindicalistas y socialistas. Un par de años antes Mateo había empezado a militar en el Partido Socialista con el que romperá en 1917 para unirse al recién nacido Partido Socialista Internacional (luego Partido Comunista). Al comenzar el viraje burocrático estalinista en el PC, Fossa encabezó el sector crítico que editó La Chispa y luego se unió a la Oposición de Izquierda Argentina, primer grupo trotskista de Latinoamérica. Pese a ser un trotskista militante (ya en 1938 se entrevistó tres veces en México con Trotski), convencido de que el partido revolucionario es una herramienta fundamental e irreemplazable, nunca puso las necesidades partidarias por encima de las de la clase trabajadora. De la misma manera, aún cuando encabezaba el sindicato de la madera, nunca fue un dirigente tan sólo de su gremio sino de la clase en su conjunto.

Para ejemplificar ese carácter clasista y no sectario de su accionar militante no hay más que revisar su participación en la huelga de la construcción de octubre de 1935 que se extendió en la huelga general con acción de masas los días 7 y 8 de enero de 1936 y concluyó con una victoria que solidificó la unidad sindical. En este conflicto fue hijo de otra gran huelga, la que en 1934, en un contexto de desocupación y en pleno período de reacción, había conseguido la jornada de 40 horas semanales para los trabajadores de la construcción y en fue allí donde Mateo Fossa empezó a foguearse como dirigente en la lucha.

Pero volvamos a la huelga del 35-36. Allí se dio la tarea conjunta, en un frente unitario y democrático, de todas las tendencias políticas clasistas gracias la vinculación entre los diversos gremios a través del Comité de Defensa y Solidaridad con Los Obreros de la Construcción, donde Mateo Fossa cumplió un rol fundamental y dirigente.

Dirá por esos días: El conflicto de los obreros de la Construcción no es un hecho asilado y esporádico. Nos afecta a todos por igual y es vitalmente necesario para el movimiento sindical, prestar la más amplia y generosa ayuda al mismo, porque el Paro General no puede ser una simple declaración hecha por arriba, debe ser cosa sentida y preparada en las entrañas mismas de la clase trabajadora. Deberá ser la forma de escarmiento que reciba la clase Patronal y todos los que la apadrinan.

Y esa es su enseñanza: coordinación clasista y acción unitaria de todas las tendencias para dar la pelea por la independencia de los trabajadores. O dicho de otra manera: organización, unidad y lucha.

El viejo Mateo murió de un ataque al corazón en marzo de 1973. Era miembro activo de la Mesa Coordinadora Nacional de Jubilados y Pensionados y del Partido Socialista de los Trabajadores, para cuyo periódico, Avanzada Socialista, solía escribir.

 

TOSCO x TOSCO
-Profundizar la conciencia y ampliar la unidad de acción-

La unidad sindical

Uno de los objetivos fundamentales del movimiento obrero, en lo que hace a su organización interna, ha sido lograr la constitución de una sola Central Sindical, de for­ma de agrupar en ella la mayor cantidad posible de tra­bajadores, con el propósito de ejercer más eficazmente la defensa de sus derechos, promover nuevas reivindicaciones específicas y luchar por la transformación de la sociedad en la que los forjadores directos de todos los bienes que dispone, se encuentran injustamente relegados, cuando no ignominiosamente explotados.

Quien haya leído un poco sobre la historia del movi­miento obrero, sabe que el reconocimiento de su función institucional en la sociedad no ha sido un hecho espontá­neo, ni ha sido el producto de la comprensión de los sec­tores dominantes, de origen patronal, sino que ha sido la consecuencia de largas luchas, heroicas muchas veces, en las que la derrota transitoria en varias circunstancias, no frenó su auge y su peso, cada vez mayor, en el ámbito social, económico y político, de cada país y en el mundo. El progresivo avance de la democratización institucio­nal, el fortalecimiento de los sindicatos, la ampliación de los conceptos humanistas, de todo lo cual fueron principa­les sostenedores los trabajadores, permitió en mu­chos países, generalmente los más avanzados, que la Clase Trabajadora participe, desde su punto de vista político, en la dinámica de la organización social, ya sea en forma di­recta de partido político o, indirectamente, apoyando los programas políticos más progresistas, transformadores o revolucionarios.

Las tareas de la clase obrera

El rol de la clase obrera no es participar como socio menor y subalterno en las esferas del poder de la oli­garquía y de la reacción, sino impulsar las transforma­ciones revolucionarias que cambien, en profundidad, este sistema de opresión, de explotación y miseria. El papel de la clase trabajadora es ser vanguardia, or­ganizada  y  combativa,  de  los   demás  sectores   populares para lograr la liberación nacional y social de los argentinos. Ese papel lo estamos jugando, fundamentalmente, desde las organizaciones de base y debemos insistir sobre ello. Porque es desde allí donde se genera,   únicamente, el sindicalismo auténtico. Sólo haciéndonos eco de los recla­mos que parten del propio Pueblo es como podremos en­contrar soluciones populares.  Toda concepción  de  élites, en uno u otro sentido, a favor del sistema o supuestamente contra él, termina sirviendo a su consolidación.

El sistema no da, ni puede dar, soluciones de fondo. Los paliativos aplicados o programados, no alcanzan ya a ser ni siquiera paliativos, son simples ensayos que van de fracaso en fracaso. La continuidad de la lucha es el único camino. Profundizar la conciencia y ampliar la unidad de acción; superar las pequeñas diferencias y centralizar los grandes objetivos, será contribuir a fortalecer la capacidad y el poder de las bases obreras y populares.

El socialismo

Yo tengo raíz marxista. Pero entiendo que el socialismo en la Argentina tiene una raíz heterogénea. La heterogeneidad de nuestro socialismo está en que tiene raíz peronista, marxista, cristiana, por el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, que viene de distintos movimientos que le­vantan como bandera el socialis­mo, esa nueva sociedad sin explotados ni explotado­res, nueva sociedad socialista argentina, hecha según nuestra propia trayectoria y compuesta con heterogenei­dad. Y por eso levantamos la unidad para construir. Porque nuestra visión del socialismo nace incluso del programa de Huerta Grande, el manifiesto del lº de Mayo de la CGT de los Argentinos y del documento de octubre del Movimiento Nacional Intersindical.

Nosotros queremos rescatar los medios de producción y de cambio que están en las manos de los consorcios capitalistas, fundamentalmente de los monopolios, socializarlos y ponerlos al servicio del pueblo. Nuestro punto de vista es que deben desaparecer las clases y que debe existir una clase, la de quienes trabajan. Y no como ahora que existe la de los explota­dos que trabajan y la de los explotadores que sólo viven del esfuerzo de los demás.

La burocracia sindical

La burocracia sindical es el ejercicio de los cargos sindicales con el criterio que se señaló aquí. Es decir, reducir todo al sindicalismo, de administrar, desde posiciones de poder, los beneficios sociales, de discutir especialmente los convenios colectivos de tra­bajo, de quedarse gobernando al movimiento obrero desde posiciones administrativas.

Es decir, desde el mismo término burocrático surge: el poder, gobierno de empleados. Significado gramatical que trasladado al campo sindical, significa esto: no asumir esa proyección general de la lucha del movimiento obrero como factor de liberación nacional y social. Por eso nosotros distin­guimos entre aquellos que se quedan para repartir lo que hay en los sindicatos y los que luchan desde den­tro del sindicato por las reivindicaciones inmediatas y a su vez levantan la lucha permanente por esas rei­vindicaciones nacionales, por esas otras reivindicacio­nes sociales, por esas otras reivindicaciones latinoamericanas que hacen al cambio fundamental de la sociedad, A la militancia concreta fuera de la oficina, en la calle, en la lucha con los compañeros. Eso es ser representante sindical y no simplemente burócrata.

      

UN FANTASMA RECORRE EL SUBTE (Extractos del libro)
-La valorización de las propias fuerzas-

Estuvimos del año 94 al 97 con los despidos como tema cen­tral. Y estábamos en un momento político donde lo privado era aplaudido. La gran mayoría de los que entraban a trabajar eran jóvenes de dieciocho, veinte años, que estaban creídos del discurso imperante, que iban a llegar a ser gerentes de la empresa. Limpiaban letrinas y creían que iban a llegar a ge­rentes. Eso eran las posibilidades de las privadas, era la lo­cura de los 90.

Primero nos insertamos socialmente y buscamos tratar de orga­nizamos, lo que hace cualquiera en medio de una derrota: el partido de fútbol, juntarnos a comer el día de cobro, mucho casamiento, mucho bautismo y dábamos vuelta alrededor de eso. Y empezamos a hablar de lo que no se hablaba.

A partir de allí empezamos a formar grupos de compañeros donde se hablaba del tema de los despidos; uno no sabía cuánto tiempo se iba a quedar trabajando. Se conformaron las primeras agrupaciones; en realidad, hubo dos agrupaciones importantes, una en los talleres y otra en las boleterías. Decíamos lo mismo pero ni nos conocíamos.

Eso se empezó a plasmar en hacer un boletín, en escribir. En repartir volantes con compañeros de afuera, trabajo ultra clandestino, nadie podía asomar, el que sacaba la cabeza lo echaban. Así hasta el año 97

BETO PIANELLI

 

Lo del paro del 28 de mayo del 97 creo que no me lo voy a ol­vidar jamás. Mira que pasa el tiempo y cada vez estoy más con­vencido: los dos paros contra los despidos fueron la madre de todas las batallas. Si ahí hubiéramos perdido, creo que no hu­biera pasado todo lo que vino después. Estoy seguro que sin ganar la pelea contra los despidos no hubiéramos podido dar todas las peleas que dimos después, especialmente la pelea glo­riosa con la que recuperamos las 6 horas.

Yo recuerdo que en el año 97, además de trabajar jornada re­ducida en el subte, tenía otro laburo en el que entraba al me­diodía y en el que, básicamente, me dedicaba a hacer trámites en la calle.

Ese 28 de mayo llegué a la oficina a las doce, que era mi ho­rario de entrada. Agarré los papeles que me dio mi jefe para hacer los trámites, y me fui corriendo por la calle Pueyrredón hasta la estación Miserere, con un nudo en la garganta, en el estómago y en el culo. La pregunta que me torturaba era: "¿habrá podido Virginia parar la línea?". Bajé corriendo las escaleras y casi me caigo cuando bajaba al andén. Me asomé a la estación, vi un tren parado, escuché el audio di­ciendo que la línea estaba interrumpida y me puse a llorar como un chico.

Ese paro era el resultado directo de nuestra actividad como mi­litantes buscando organizar de la forma más clandestina posible al activismo de la boletería. Era la puesta en práctica del programa, de los objetivos comunes, con el que organizamos El Túnel. Era el resultado del esfuerzo colectivo de los militantes que habíamos sido capaces de montar y poner en marcha una red de activistas, por ahora sólo en las boleterías. Y era también la respuesta concreta que pudimos dar para conquistar la esta­bilidad laboral que nunca había garantizado la burocracia sin­dical del gremio.

A partir de ese paro, en la empresa se terminaron los despidos arbitrarios que eran moneda corriente desde la privatización. Hoy, con orgullo podemos decir: nosotros lo hicimos. Cambia­mos la historia y acercamos el escenario para las peleas futuras, las que ya fueron dadas como las que se vienen.

FLAVIO BAIGORRÍA

 

Los cambios de épocas suelen expresarse en los cambios de pre­guntas. Durante muchos años hubo una pregunta obligada en la base, que lo resumía todo: ¿y la UTA qué dice? Era un clásico en todas las discusiones. Y encerraba toda una definición sobre quién dirigía. Lentamente eso fue cambiando, y después del conflicto de los guardas, cada vez se escuchaba mas el ¿Qué dicen las otras líneas?, que reflejaba la pérdida de confianza en aquellos dirigentes y la valorización de las propias fuerzas. El proyecto de ley por las seis horas y la recuperación de la insa­lubridad terminaron instalando una nueva… Ahora sólo se es­cuchaba: ¿Qué dice el Cuerpo de Delegados?

VIRGINIA BOUVET