El siguiente documento es la primera parte de un borrador que será discutido este verano en el Congreso Mundial de la Corriente Marxista Internacional. El objetivo principal de dicho documento es definir las principales tendencias económicas, sociales y políticas en el mundo al día de hoy y desarrollar una perspectiva para la lucha de clases en el siguiente periodo. El documento fue redactado originalmente en octubre de 2015.
El año 2016 se abrió con fuertes caídas en la bolsa de valores china, que sacudió al resto del mundo reflejando el clima de pánico que hay entre los inversores. Este nerviosismo expresa el temor de la burguesía a que el mundo se dirija hacia una nueva recesión. La historia del capitalismo es la historia de auges y crisis. Este ciclo seguirá dándose hasta el final del capitalismo, al igual que una persona sigue respirando hasta su muerte. Sin embargo, además de dichos ciclos, se pueden discernir períodos más largos, curvas de desarrollo y decadencia. Cada período tiene diferentes características que tienen un efecto decisivo en la lucha de clases.
Algunos, como Kondratiev y sus modernos imitadores, han tratado de explicar esto de una manera mecánica. Las ideas de Kondratiev se están poniendo de moda hoy en día, pues presuponen que todo ciclo [económico] descendente será seguido inevitablemente de un largo período de auge. Este pensamiento ofrece algo de consuelo, muy necesario a los economistas burgueses, que se están devanando los sesos tratando de entender la naturaleza de la crisis y de encontrar una salida.
La actual situación mundial se caracteriza por una crisis a todos los niveles: económica, financiera, social, política, diplomática y militar. La principal causa de la crisis es la incapacidad del capitalismo para desarrollar las fuerzas productivas a escala mundial. La OCDE considera que no habrá un crecimiento significativo durante, al menos, cincuenta años (http://www.oecd.org/economy/lookingto2060.htm). Continuarán los períodos de auges y crisis, pero la tendencia general será hacia abajo. Esto significa que las masas se enfrentan a décadas de estancamiento o disminución de los niveles de vida, y la situación será aún peor en los llamados países en vías de desarrollo. Es una invitación en toda regla a la lucha de clases en todas partes.
La proximidad de una nueva crisis
Los estrategas capitalistas más serios tienden a sacar las mismas conclusiones que los marxistas, aunque con un cierto retraso, y desde su propio punto de vista de clase. El pesimismo de los economistas burgueses se muestra en sus predicciones sobre un periodo de “estancamiento secular”. El Fondo Monetario Internacional señala que la crisis financiera mundial fue peor que los anteriores episodios de turbulencia, y advierte que la mayoría de las economías principales del mundo deberían prepararse para un período prolongado de tasas de crecimiento inferiores.
Los informes del FMI están llenos de tristeza. Sus pronósticos de crecimiento se han revisado varias veces a la baja. En relación a las previsiones de 2012, el FMI ha revisado a la baja sus previsiones del PIB para EEUU para 2020 en un 6 %; para Europa, en un 3 %; para China, en un 14 %; para los mercados emergentes, en un 10%; y en un 6% para el mundo en su conjunto. El crecimiento de los países industrializados no ha superado el 2% en los últimos cuatro años.
El FMI estima que la tasa de crecimiento a largo plazo en los países ricos alcanzará de media solamente el 1,6 % anual, de 2015 a 2020, en comparación con el 2,2 % de 2001 a 2007. Por supuesto, esto presupone que no habrá una crisis, pero eso es precisamente lo que no se atreven a decir. Todo apunta a una nueva y más profunda recesión a escala mundial.
En palabras de Christine Lagarde, presidenta del FMI, “las perspectivas de crecimiento a medio plazo se han debilitado. La ‘nueva mediocridad’, de la que advertí hace exactamente un año, el riesgo de un bajo crecimiento durante un largo período de tiempo; se vislumbra más cerca. [ …] Alto endeudamiento, bajos niveles de inversión, y bancos débiles siguen agobiando a algunas economías avanzadas, especialmente en Europa; y muchas de las economías emergentes siguen enfrentándose a los ajustes tras la crisis crediticia y el auge de la inversión”.
Lagarde advirtió que la desaceleración de China tendría efectos en cadena sobre los países que dependen en gran medida de la demanda china de materias primas. Dijo que hay una posibilidad de un período prolongado de bajos precios de las materias primas, sobre todo en los grandes países exportadores de materias primas. Se quejó acerca de cómo la baja productividad frena el crecimiento. Pero es una explicación que no explica nada.
“Los riesgos están aumentando”, advierte Lagarde. “Necesitamos una nueva receta”. Desafortunadamente, no nos aclara en qué consiste esta nueva receta. Pero el FMI tiene el libro abierto en la página donde aparece una receta muy antigua, que reza así: pedir a los políticos de los mercados emergentes que “apliquen reformas estructurales”, es decir, que abran sus mercados al saqueo de los capitalistas extranjeros, privaticen la propiedad del Estado y “flexibilicen” más los mercados laborales; es decir, que tomen medidas encaminadas a provocar nuevos ataques contra los puestos de trabajo, los salarios y las condiciones laborales.
Las razones profundas de la crisis son que las inversiones productivas, clave para cualquier auge económico – están decayendo. Los gastos de inversión se prevé que se mantengan por debajo de los niveles previos a la crisis, incluso si persiste la actual recuperación lenta de la economía. Lo que esto significa es que el sistema capitalista ha llegado a sus límites a escala mundial y, de hecho, los ha traspasado. Este hecho se manifiesta en la monstruosa deuda acumulada que se ha heredado del último período. Desde hace varios años, las empresas multinacionales han invertido fuertemente en las “economías emergentes”, pero esto se ha frenado ahora, debido a la sobreproducción (“exceso de capacidad”) que afecta a sus economías.
Los capitalistas han perdido la fe en el sistema. Están sentados sobre montones de billones de dólares ¿Qué sentido tiene invertir para aumentar la producción cuando no pueden utilizar la capacidad productiva que ya tienen? Una menor inversión significa también el estancamiento de la productividad laboral. La productividad en EEUU está creciendo un escaso 0,6 % anual. Los capitalistas sólo invierten para obtener beneficios, pero eso supone que hay mercados para la venta de sus productos. La razón fundamental por la que no se invierte lo suficiente para desarrollar la productividad es que hay una crisis de sobreproducción a escala mundial.
En lugar de invertir en nuevas fábricas, maquinaria y tecnología, están tratando de aumentar la productividad reduciendo los salarios reales en una carrera descendente en todas partes. Pero esto sólo sirve para exacerbar aún más la contradicción de la reducción de la demanda, lo que a su vez conduce a una caída de la inversión.
El crecimiento de la producción potencial en los países capitalistas desarrollados se estima en un 1,6% anual entre 2015 y 2020, según las previsiones del Fondo Monetario Internacional. Es ligeramente superior a la tasa de expansión de los últimos siete años, pero significativamente más baja que las tasas de crecimiento antes de la crisis, cuando la producción potencial crecía 2,25 % anualmente. Incluso esa cifra es escasa en comparación con el enorme potencial de la industria, la ciencia y la tecnología modernas. Sin embargo, hoy, la economía está ralentizándose e, incluso, esa perspectiva es incierta.
La caída de los precios y los bajos tipos de interés, que en tiempos normales sería una buena noticia, ahora se han convertido en un peligro mortal. Son el espejo del estancamiento económico y de la reducción de la demanda. Las tasas de interés han estado bajando durante el último decenio. Han llegado a tocar fondo, incluso a ser negativas. De acuerdo con Andy Haldane, el jefe económico del Banco de Inglaterra, éstas son las tasas más bajas en 5.000 años.
La baja tasa de crecimiento, la baja inflación y los tipos de interés a 0% producen lo que los economistas burgueses denominan estancamiento secular. El motor económico de las economías industrializadas está prácticamente estancado. Esto no puede mantenerse por mucho tiempo. De acuerdo con los estrategas del Capital, los peligros que acechan a la economía mundial son más graves que cualquiera de los que provocaron la quiebra de Lehman Brothers en 2008.
Los temores de la burguesía se dejaron ver en el discurso que pronunció Andy Haldane en septiembre de 2015. Advirtió: “Los últimos acontecimientos constituyen el último tramo de lo que podría llamarse una trilogía de tres crisis. La primera parte de la trilogía fue la crisis “anglosajona” de 2008/09. La segunda parte fue la crisis de la “eurozona” de 2011/12. Y ahora podríamos estar entrando en las primeras etapas de la tercera parte de la trilogía, la crisis de los “mercados emergentes” desde 2015 en adelante”.
El problema para los burgueses es que ya han utilizado los mecanismos que necesitan para salir de una depresión o reducir su impacto. Cuando la próxima crisis se produzca (es sólo una cuestión de cuándo, no de si se producirá) carecerán de los instrumentos para responder a ella. Las tasas de interés siguen siendo muy bajas y la persistencia de los altos niveles de deuda descartan nuevas grandes inyecciones de dinero por parte del Estado. “Los instrumentos necesarios para hacer frente a esa condición no están fácilmente disponibles”, como dijo Martin Wolf tímidamente.
La deuda mundial y los BRICS
Desde el comienzo de la crisis, la deuda mundial se ha incrementado. La esperanza de llevar a cabo un saneamiento financiero sólo ha ocurrido en algunas partes dispersas de la economía mundial. El nivel de endeudamiento es de una magnitud sin precedentes. La deuda pública en tiempos de guerra llegó a los niveles actuales, pero nunca en tiempos de paz, y la deuda de los hogares y de las empresas nunca había llegado a tales alturas. Antes de la crisis, la deuda estaba aumentando en todas partes. En EEUU alcanzó el 160% del PIB en 2007 y casi el 200% en Gran Bretaña. En Portugal, la deuda alcanzó el 226,7 % del PIB en 2009. En 2013, todavía se encontraba en el 220,4 %. En EEUU, el total de la deuda representa actualmente el 269% del PIB. Sólo una vez antes en la historia había llegado a tal nivel. Fue en 1933 cuando llegó a alcanzar el 258%, después de lo cual se redujo al 180 %.
El objetivo de la austeridad era bajar el volumen de la deuda, especialmente la deuda del Estado. Pero las cifras demuestran que está lejos de ser así. En el Informe de febrero de 2015 del McKinsey Global Institute, nos encontramos con que la deuda global ha aumentado en 57 mil millones de dólares desde el año 2007, pasando del 269% del PIB mundial al 286%. Esto sucede en todos los sectores de la economía mundial, pero en particular con la deuda pública, la cual está aumentando a razón del 9,3% anual. Este aumento en los niveles de deuda (“apalancamiento”) está sucediendo en casi todos los países. Sólo unos pocos países, dependientes de China o de los precios del petróleo, redujeron sus niveles de deuda, pero este descenso paró abruptamente en los últimos dos años. Esta monstruosa deuda actúa como una pesada carga sobre la economía mundial, asfixiando la demanda y arrastrando a la producción.
Todas las llamadas economías BRICS están en crisis: Brasil, India y Rusia están en dificultades. De hecho, Brasil y Rusia están en un período de depresión. La desaceleración en los llamados mercados emergentes va a ser aún más aguda que en los países capitalistas avanzados. El FMI prevé que su producción potencial, que continuó expandiéndose en el período previo a la crisis, descenderá del 6,5% anual entre 2008 y 2014, al 5,2% en los próximos cinco años.
El crecimiento de las economías de estos países fue uno de los principales factores que impidieron que la crisis de 2008 arrastrara a la economía mundial a una profunda depresión. En los últimos cinco años, los llamados mercados emergentes representaron el 80% del crecimiento mundial. Estos mercados, especialmente China, actuaron como locomotora de la economía mundial antes y después de la crisis. Fueron un importante campo de inversión anteriormente, cuando las oportunidades de rentabilidad eran escasas en Occidente.
Pero ahora se ha convertido en su contrario. Pasó de ser un factor que sostenía al capitalismo a convertirse en el principal peligro que amenaza con arrastrar al conjunto de la economía mundial. No se trata solamente de las tradicionales economías desarrolladas donde la deuda ha aumentado de forma considerable. La deuda de los mercados emergentes ha cobrado proporciones sin precedentes. El estudio de McKinsey muestra que el total de la deuda de los “mercados emergentes” ascendió a 49 billones de dólares a finales de 2013, con un crecimiento de la deuda global del 47% desde 2007. Es más del doble que la cuota del crecimiento de su deuda entre 2000 y 2007.
Según el FMI, el total de las reservas monetarias de los mercados emergentes en 2014 (indicador clave de los flujos de capital) sufrieron su primera baja anual desde que comenzaron los registros en 1995. Estas entradas de capital son como el flujo de sangre a una persona que necesita una transfusión. Sin un flujo constante de capital, los llamados países emergentes no tienen el dinero para pagar sus deudas y financiar sus déficits, invertir en infraestructuras y expandir la producción.
La BBC también recoge cifras del Centro Internacional de Política Monetaria y Estudios Bancarios (ICMBS, en inglés):
“Desde entonces [2008], es el mundo en vías de desarrollo, especialmente China, el que ha impulsado el aumento de la deuda. En el caso de China, el informe tilda el aumento de la deuda de “sideral”. Excluyendo las empresas financieras, se ha incrementado en 72 puntos porcentuales, a un nivel mucho más alto que cualquier otra economía emergente. El informe señala que se han producido notables aumentos en Turquía, Argentina y Tailandia.
“Las economías emergentes causan especial preocupación para los autores del informe: “podrían estar en el epicentro de la próxima crisis. A pesar de que el nivel de apalancamiento es superior en los mercados de los países desarrollados, la velocidad del reciente proceso de apalancamiento en las economías emergentes, y en particular en Asia, es en realidad un motivo de preocupación cada vez mayor”.
Algunas de las más importantes salidas de capital provienen de países que más deuda acumularon rápidamente. Corea del Sur, por ejemplo, vio aumentar sus índices de deuda en relación al PIB en 45 puntos porcentuales entre 2007 y 2013, mientras que China, Malasia, Tailandia y Taiwán experimentaron un aumento del nivel de deuda de 83, 49, 43 y 16 puntos porcentuales, respectivamente.
Estas economías están ralentizándose o en una situación de recesión, preparando una profunda depresión mundial en el próximo período.
Problemas en China
Lo más grave de todo, la economía China está experimentando una desaceleración brusca. La desaceleración de las economías emergentes es debida, por un lado, a una prolongada caída de la demanda en las economías capitalistas avanzadas y, por otra parte, a la desaceleración de China. Este escenario se traduce en permanente debilitamiento del comercio mundial. Dialécticamente, todo está interconectado, por lo que la debilidad de la demanda y de los mercados lleva a la escasa producción e inversión. La debilidad de la inversión lleva a una débil recuperación, la cual a su vez conduce a la escasa demanda.
El explosivo crecimiento de la industria en China queda reflejado en las estadísticas, según las cuales, entre 2010 y 2013, China produjo más hormigón que lo que produjo EEUU en todo el siglo XX. Pero la enorme capacidad productiva de la industria china no es compensada por el correspondiente crecimiento de la demanda mundial. El resultado inevitable es una crisis de sobreproducción.
Hasta 2007, la demanda mundial se había visto impulsada por el crédito y la construcción de viviendas, especialmente en EEUU y España. Esto se derrumbó y la demanda fue absorbida por China, que invirtió miles de millones en infraestructuras y préstamos bancarios. Invirtió más del 40% de su PIB, lo que desarrolló las fuerzas productivas y la demanda de materias primas. También generó un gran exceso de capacidad.
El estallido de la burbuja en 2008 en Occidente obligó al Estado chino a inyectar enormes cantidades de dinero en la economía. Esto, a su vez, llevó a una enorme burbuja especulativa y a una acumulación masiva de deuda a todos los niveles de la economía china. Esta burbuja ya se está reventando, con consecuencias de largo alcance. China va por el mismo camino que Japón, el camino de un estancamiento prolongado. La desaceleración económica en China, a su vez, ha significado una caída en los precios de los productos básicos, lo cual ha afectado duramente a las economías emergentes. Más importante aún, China representa el 16% de la producción mundial y el 30% del crecimiento mundial. Cuando China se ralentiza, el mundo se ralentiza.
La sobreproducción en China afecta al acero y a otros productos manufacturados. Ha habido una acumulación masiva de deuda y hay temores de una caída del inflado mercado inmobiliario. Más de 1.000 minas de mineral de hierro están al borde del colapso financiero. ElFinancialTimes predice lo siguiente: “China, en particular, podría vivir una fuerte contracción en el crecimiento de la capacidad productiva, puesto que trata de equilibrar su economía alejándose de la inversión y orientándose al consumo”.
El Primer ministro de China, Li Keqiang, dijo al embajador de Estados Unidos que se basaba en tres cosas a la hora de evaluar el crecimiento económico: el consumo de electricidad, el volumen del transporte ferroviario, y los créditos bancarios. Sobre esta base, los economistas en Fathom han recopilado el “Indicador del Impulso Chino” a partir de esos tres factores. El indicador muestra que el ritmo actual de crecimiento podría ser de tan solo el 2,4%. El volumen del transporte ferroviario ha caído en picado y el consumo de electricidad es muy pequeño. Como resultado del descenso del crecimiento, China ha reducido sus tasas de interés seis veces en los últimos doce meses. También se ha devaluado su moneda para reactivar sus exportaciones, con lo cual se intensifica el conflicto con los norteamericanos y crea gran inestabilidad en todas partes.
La disminución de la tasa de crecimiento de China ha afectado a las llamadas economías emergentes, especialmente a aquéllas que dependen en gran medida de China. El temor a la desaceleración de China tuvo repercusiones en el propio país, especialmente en la caída de los mercados bursátiles. Las autoridades intervinieron inyectando 200 mil millones de dólares para estabilizar el mercado, pero tuvo que desistir al final. El pánico se ha apoderado de los inversores. “Si no aplicamos reformas, la economía china incluso puede colapsar”, afirma Tao Ran, profesor de economía de la universidad de Beijing. “Todo lo que hemos logrado en los últimos 20 o 30 años se perderá”.
El departamento de investigación de la segunda mayor empresa de corredores de Bolsa de Japón, Daiwa, hizo lo que nadie ha hecho antes y publicó un informe en el que se perfila un “colapso” financiero global, como resultado nada menos que de un cataclismo de la economía china, siendo éste su mejor escenario. Agregó que esta crisis mundial tendría “el peor impacto que el mundo haya tenido”.
Comercio mundial
La amenaza más grave para la economía mundial es el resurgimiento de las tendencias proteccionistas. El crecimiento del comercio mundial en las últimas décadas y la intensificación de la división internacional del trabajo (“globalización”) actuaron como el principal motor de la economía mundial. Por estos medios, la burguesía logró de forma parcial y, temporalmente, la superación de los límites del Estado-nación. Pero ahora todo esto se ha convertido en su contrario.
Un ejemplo notorio de esto es la Unión Europea, que la burguesía europea (liderada inicialmente por Francia y Alemania, y ahora por Alemania) trató de unir en un mercado único con una moneda única, el Euro. Nuestro análisis marxista predijo el fracaso de dicho proyecto; también sacamos como conclusión que la primera crisis económica importante daría lugar a la reaparición de las antiguas divisiones y rivalidades nacionales, que estaban disfrazadas pero no fueron abolidas por el mercado único.
La crisis del Euro, que ha caído frente al dólar, refleja la gravedad de la crisis económica. La crisis griega es sólo la manifestación más obvia de una crisis que puede llevar al colapso del euro e, incluso, a la disolución de la propia UE. Tal desarrollo tendría las más graves consecuencias para toda la economía mundial. Es por ello que Obama está instando a los europeos a resolver la crisis griega a toda costa. Entiende que el colapso de la Unión Europea podría llevar a una crisis en EEUU.
2015 marcó el quinto año consecutivo de disminución del crecimiento medio de las “economías emergentes”, arrastrando al crecimiento mundial en el proceso. Antes de 2008, el volumen del comercio mundial crecía un 6% anual, según la Organización Mundial de Comercio. En los últimos 3 años, ha disminuido hasta el 2,4%. En los primeros 6 meses de 2015, sufrió sus peores resultados desde 2009.
En el pasado, el comercio era un factor crucial que empujaba la producción, pero ya no. Desde 2013, cada 1% de crecimiento de la economía mundial sólo ha producido un aumento del comercio del 0,7%. En EEUU, las importaciones de manufacturas no han aumentado un ápice el PIB desde 2000. En la década anterior a ésta, casi se había duplicado.
La conclusión es ineludible: la globalización se está ralentizando. El motor del crecimiento económico, el comercio mundial, está estancado. El volumen del comercio mundial se redujo en mayo (2015) en un 1,2%. Cayó durante 4 de los 5 primeros meses de 2015. Las negociaciones de la Ronda de Doha se han venido celebrando desde hace más de 14 años y han sido efectivamente abandonadas. EEUU está, en su lugar, tratando de desarrollar acuerdos regionales de libre comercio, siguiendo sus propios intereses imperialistas. Recientemente, han negociado el Acuerdo Trans-Pacífico (TPP), que podría cubrir el 40% de la economía mundial, pero que está lleno de contradicciones. Tiene que ser ratificado por una serie de países, incluido EEUU, y no parece en absoluto que esto sea evidente. Obama se enfrenta a un Congreso hostil y podría no ser capaz de ratificarlo antes del término de su mandato.
Desigualdad
La concentración de capital predicha por Marx ha llegado a niveles nunca vistos. Ha creado niveles de desigualdad sin precedentes. Una minúscula minoría de hombres y mujeres súper-ricos concentra un enorme poder, y en realidad controlan las vidas y los destinos de los pueblos del mundo.
La juventud, las mujeres y las minorías étnicas también sufren de manera desproporcionada la crisis. . Son los primeros en ser despedidos, y los que sufren los recortes salariales mayores. La crisis agrava los efectos de la desigualdad y la discriminación de género, al tiempo que alimenta el racismo, la xenofobia y la intolerancia hacia grupos minoritarios entre las capas atrasadas de la sociedad.
La juventud sufre las peores perspectivas económicas de varias generaciones. Los jóvenes han sido víctimas de las mayores caídas en el ingreso y el empleo. Sufren ataques constantes en todos los niveles educativos, con recortes brutales y privatización en beneficio del capital financiero. Las universidades, cada vez más, se convierten en un coto para una minoría privilegiada.
A la mayoría de la juventud se le niegan oportunidades que en el pasado se daban por supuestas. Esto es una causa importante de inestabilidad y amenaza con causar explosiones sociales. Fue un factor importante en la llamada primavera árabe, y levantamientos similares se están gestando en otras partes.
En todas partes los pobres son cada vez más pobres y los ricos más ricos. La ONG contra la pobreza Oxfam publicó un informe que muestra como el porcentaje de la riqueza mundial controlada por el 1% más rico de la población aumentó del 44% en 2009 al 48% en 2014, mientras que el 80% más pobre tiene ahora mismo sólo el 5,5% de la riqueza total. A final del 2015, el 1% más rico del mundo ya poseía más riqueza (50,4%) que el conjunto del 99% restante de la población.
Los burgueses más perspicaces entienden el peligro que esta polarización entre ricos y pobres representa para su sistema. La OCDE declara que los resultados de sus estudios plantean cuestiones sociales y políticas además de las meramente económicas. Winnie Byanyama, directora ejecutiva de Oxfam Internacional, declaró que la creciente concentración de la riqueza que hemos visto desde la recesión profunda del 2008-09 era “peligrosa y se tenía que revertir”.
Reformistas bien intencionados han pedido a los dirigentes mundiales que resuelvan los problemas de desigualdad, discriminación y exclusión social, además del cambio climático y otros asuntos urgentes que acucian a la humanidad. Pero nunca se nos explica cómo se pueden lograr tales milagros bajo el capitalismo. Cumbres y conferencias van y vienen. Se pronuncian discursos. Se aprueban resoluciones. Y nada cambia.
Austeridad permanente
La perspectiva es de un período muy prolongado en el que las recesiones económicas se verán interrumpidas por períodos de crecimiento económico raquítico con penuria económica en aumento: en otras palabras, austeridad permanente. Es este un nuevo escenario totalmente diferente del que existió en los países capitalistas avanzados durante un período de más de cincuenta años después de la segunda guerra mundial. Las consecuencias políticas, por lo tanto, serán también muy diferentes.
Hemos explicado muchas veces que cualquier intento de la burguesía de restaurar el equilibrio económico destruirá el equilibrio social y político. Y esto es justamente lo que está sucediendo en todo el mundo. Una recesión económica prolongada crea sufrimiento económico y rompe los viejos equilibrios. Las viejas certidumbres se desvanecen y hay un cuestionamiento universal del status quo, de sus valores e ideologías.
Desde el inicio de la crisis financiera global del 2008, se han destruido más de 61 millones de empleos. Según las estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el número de desempleados seguirá creciendo en los próximos cinco años alcanzando más de 212 millones en el 2019. La OIT declara que “la economía mundial ha entrado en un nuevo período que combina un crecimiento más lento, desigualdad creciente y turbulencia”. Si incluimos el número de personas implicadas en empleo marginal en el llamado sector informal, la cifra real de desempleo sería no menor a 850 millones de personas. Esta cifra por sí sola basta para demostrar que el capitalismo se ha convertido en una barrera intolerable para el progreso.
En los países capitalistas avanzados, los gobiernos están intentando reducir los niveles de deuda acumulados durante la crisis, recortando salarios y pensiones. Pero las políticas de austeridad han reducido bruscamente los niveles de vida sin tener ningún impacto significativo en la montaña de deuda. Todos los sacrificios dolorosos infligidos a las masas en los últimos siete años no han logrado resolver la crisis: todo lo contrario, la han empeorado.
Ni los keynesianos ni los monetaristas ortodoxos pueden ofrecer ninguna solución. Los niveles ya intolerables de deuda continúan creciendo, actuando como un peso muerto sobre el crecimiento. Los gobiernos y las empresas tratan de descargar el peso de la crisis sobre las espaldas de la clase trabajadora y la clase media para reducir los niveles de endeudamiento. Esto está teniendo efectos profundos en las relaciones sociales y en la conciencia de todas las clases