Mijaíl Gorbachov (1931-2022): el hombre que fracasó en salvar al estalinismo de sí mismo

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Independientemente de sus intenciones, las acciones de Gorbachov facilitaron la destrucción de los vestigios finales de la Revolución Rusa, que fueron repartidos y consumidos por una camarilla de ladrones y mafiosos, que gobiernan Rusia hasta el día de hoy. Este artículo explica los acontecimientos que rodearon la caída de la URSS y el papel de Gorbachov en esta calamidad histórica para la clase obrera rusa y mundial.

Mijaíl Sergueiévich Gorbachov, el último líder de la Unión Soviética, murió ayer a la edad de 91 años. Sus políticas de reformar la URSS ‘desde arriba’, bajo la bandera de la glasnost y la perestroika, representaron un intento fallido de mantener los privilegios de la burocracia estalinista, al tiempo que trataba de superar algunas de las peores trabas de la economía soviética. El inevitable fracaso de estas medidas abrió la puerta a la restauración del capitalismo en Rusia, la destrucción de la economía planificada y el empobrecimiento de millones. Este desastre es el legado de Gorbachov.

Este artículo explica los acontecimientos que rodearon la caída de la URSS y el papel de Gorbachov en esta calamidad histórica para la clase obrera rusa y mundial.

Gorbachov fue elegido secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética en 1985 después de la prematura muerte de los sucesores de Leonid Breznev, previamente elegidos, que habían muerto en 1982. Gorbachov estaba en la cima de un sistema esclerótico. La planificación económica había demostrado su tremenda superioridad sobre la anarquía capitalista en el enorme crecimiento económico de la Unión Soviética, sin precedentes en la historia humana. Pero en la era de Breznev, se había instalado el estancamiento. El crecimiento canceroso de una burocracia privilegiada de varios millones de personas se había convertido en un obstáculo enorme para toda la economía, obstruyendo sus poros.

En el 27º Congreso del Partido Comunista en 1987, Gorbachov anunció una serie de reformas que abrieron el período conocido como perestroika (‘reconstrucción’). Su objetivo era salvar al sistema estalinista de sí mismo. Como explicó Ted Grant en su excelente libro, Rusia: De la revolución a la contrarrevolución (que presenta un capítulo completo sobre las políticas fallidas de Gorbachov y cómo sentaron las bases para la desaparición final de la URSS):

“Los discursos de los líderes del Kremlin que atacaban la corrupción, el despilfarro y la ineficiencia no eran nada nuevo, pero las reformas de Gorbachov fueron mucho más allá que cualquier cosa propuesta en los 30 años anteriores. Pidió que se aflojara el dominio burocrático en la economía y en la sociedad rusa en general. Gorbachov abogó por una mayor “democracia”, la elección bajo ciertas condiciones de los gerentes de fábrica, elecciones dentro del Partido Comunista y otras reformas similares. Estos intentos de reformar el sistema estalinista se consideraron necesarias para relajar la economía y dar un impulso al crecimiento económico. Este proceso tuvo lugar bajo la bandera de la glasnost [apertura] y la perestroika.

“Estas propuestas no tenían nada que ver con la democracia obrera genuina, que es incompatible con el sistema burocrático, sino que simplemente tenían como objetivo eliminar las peores trabas de una economía soviética estancada. La crisis de la economía soviética, la escisión de la burocracia que provocaron estas medidas de “reforma”, fueron sintomáticas del período turbulento que se estaba desarrollando en la Unión Soviética. En su campaña para reformar el sistema, Gorbachov levantó parcialmente la tapa de un caldero hirviente de corrupción, crimen y descontento en todas las Repúblicas de la Unión Soviética. Gorbachov se dio cuenta de que la situación no podía continuar sin el peligro de una explosión social. Un enorme descontento se había acumulado dentro de la sociedad soviética. En la prensa soviética se habían dado miles de ejemplos de corrupción. …

“En su desesperación por encontrar una salida al callejón sin salida, Gorbachov trató de inyectar una chispa de vida a la economía apelando a los trabajadores y poniendo como ejemplo los casos más malignos de control burocrático. Sin embargo, Gorbachov no representaba los intereses de los trabajadores. Sus reformas estaban destinadas a hacer la guerra a los privilegios y ventajas “ilegales” de los funcionarios, mientras incrementaba constantemente los “legales”. Ya bajo su gobierno, las diferencias de ingresos aumentaron constantemente, exactamente lo contrario de la concepción de Lenin.

“De hecho, las propuestas de Gorbachov no tenían nada en común con la democracia de Lenin ni con el socialismo genuino. La burocracia temía a la clase obrera. Los beneficios legales e ilegales, el soborno y el robo debían reducirse. Sin embargo, al hacerlo, Gorbachov no quería interferir fundamentalmente con los privilegios de la casta burocrática. Los privilegios ‘legítimos’ debían mantenerse, si no incrementarse”. (Rusia: de la revolución a la contrarrevolución)

Estas reformas tuvieron un efecto parcial durante un período, pero no pudieron resolver fundamentalmente la crisis que existía en la Unión Soviética. Esto se debe a que la burocracia misma era la causante de la crisis. Y como dijo Ted Grant: “La burocracia hará cualquier cosa por la clase trabajadora excepto quitarse de encima”. El objetivo de Gorbachov no era eliminar la burocracia, sino reforzar su gobierno de forma cada vez más segura domando sus peores excesos.

Cuando la reforma fracasó, algunos buscaron imitar más abiertamente al Occidente capitalista. Gorbachov, con la mentalidad sentimental de un pequeño burgués, no entendía en absoluto hacia dónde se dirigían los acontecimientos. Como explicó Ted Grant:

“Frente al callejón sin salida del régimen, un sector creciente de la burocracia buscó una salida hacia Occidente, que aún atravesaba un auge temporal y artificial. Los representantes de la élite burocrática tuvieron ocasión de codearse con millonarios, diplomáticos y presidentes en sus cada vez más frecuentes visitas a Occidente. Compararon este espectáculo brillante con la imagen de parálisis y estancamiento que habían dejado atrás, y la comparación no les pareció muy halagüeña. De esta forma, poco a poco la idea de Occidente como modelo empezó a arraigar firmemente en un sector de la burocracia.

“Esto mostró la completa bancarrota ideológica de los líderes de la Unión Soviética y del PCUS. Impresionistas superficiales como Gorbachov y Sheverdnadze fueron engañados. Como todos los burócratas, habían captado fragmentos de las tonterías confusas que pasaban por marxismo-leninismo en la URSS en sus días de estudiante. Pero el marxismo real era para ellos un libro cerrado. Su completa falta de un punto de vista de clase quedó demostrada por los comentarios típicamente filisteos de Gorbachov de que los capitalistas eran “también seres humanos”. En otras palabras, uno podría conversar con los líderes occidentales ‘de hombre a hombre’ y limar las diferencias alrededor de la chimenea, como si todo fuera una cuestión de ‘química personal’ y no las diferencias irreconciliables entre dos sistemas sociales incompatibles”. (Rusia: de la revolución a la contrarrevolución)

Al final, por supuesto, las contradicciones desatadas por la perestroika y la glasnost solo podrían conducir a uno de dos resultados: o la revolución política, en la que la clase obrera se libraría de la asfixiante burocracia y regeneraría la Unión Soviética con una auténtica democracia obrera, o colapsar hacia el capitalismo. Sin una dirección revolucionaria, bolchevique-leninista de la clase obrera, este último rumbo fue el que siguió la Unión Soviética. Las consecuencias para las masas fueron abismales. De 1990 a 1995, la producción cayó alrededor de un 60 por ciento. Los salarios cayeron un 43 por ciento entre 1991 y 1993. Las condiciones de los más vulnerables se deterioraron más rápido. Mientras que las mujeres alguna vez recibieron un salario promedio del 70 por ciento del salario de los hombres, en 1997 el promedio había caído a solo el 40 por ciento. Mientras tanto, las tasas de mortalidad aumentaron un 30 por ciento después de 1989.

En cuanto a Gorbachov, posteriormente se convirtió en una figura bastante despreciable. Fue elogiado hasta el cielo por los imperialistas occidentales, como lo están haciendo hoy en las notas necrológicas de los principales diarios. Pero pronto fue dejado de lado por la burguesía rusa en ascenso, y es más conocido desde entonces por su participación en un anuncio publicitario de Pizza Hut y algunos comentarios sentimentales que lamentan las consecuencias del colapso de la URSS:

“Mientras ensalzaban públicamente a Gorbachov, Reagan y los otros líderes occidentales debieron reírse mucho a sus espaldas. ¡Los fríos y calculadores políticos y diplomáticos estadounidenses deben haberse frotado los ojos con incredulidad! Este elemento pequeño burgués accidental fue arrastrado rápidamente a la lógica de la capitulación por estos buenos seres humanos, que estaban decididos a estrangular a la Unión Soviética y ponerla de rodillas. …

“Con toda probabilidad, Gorbachov no quería la restauración del capitalismo en Rusia, pero preparó el terreno para ello y fue debidamente echado a un lado por la facción de la burguesía naciente, encabezada por su protegido Yeltsin, una vez que subió a la silla de montar. Sin embargo, estuvo bastante dispuesto a aceptar el hecho consumado de la llamada reforma, mientras gime impotente sobre sus espantosas consecuencias. En este sentido, también es una copia fiel de los líderes socialdemócratas de Occidente, que están dispuestos a abrazar el capitalismo, pero no les gustan las cosas que inevitablemente se derivan de él”. (Rusia: de la revolución a la contrarrevolución)

Independientemente de sus intenciones, las acciones de Gorbachov facilitaron la destrucción de los vestigios finales de la Revolución Rusa, que fueron repartidos y consumidos por una camarilla de ladrones y mafiosos, que gobiernan Rusia hasta el día de hoy. Que se entierre el legado de Gorbachov, junto con sus restos mortales.